[LP] ALGO

Day 3,065, 03:04 Published in Spain Spain by Miguel MJ

Las palabras se anudaban en su garganta, mientras veía que todo por lo que había estado luchando durante años se le escapaba entre los dedos. Todo el mundo toma diariamente decisiones, deciden sobre tomar café o no, deciden que ropa ponerse, cómo ir a trabajar, qué comer y qué estudiar. Entonces si gran parte de nuestra existencia se basa en la toma de decisiones, ¿por qué ésta es especialmente difícil?

No podía pensar con claridad, toda la vida luchando y se veía en la tesitura de tener que renunciar a algo que era una extensión de su propio ser, renunciar a algo que formaba parte de su “yo” más profundo. ¿Y por qué no seguir adelante? Cualquier camino que tomemos anula al otro. Es decir, si tomamos el de la derecha se anula el de la izquierda, y viceversa, por eso, la indecisión ante la decisión. Entonces en un momento de lucidez, lo vio claro: “Aplacemos la decisión” se dijo.

Vivir aplazando decisiones, ése era su lema de vida, lo único que quería era una monótona rutina, sin grandes sorpresas, que todo estuviera controlado, que todo estuviera dentro de lo políticamente correcto, nada de adrenalina. Todo bajo control, como cuando eres un niño y estás bajo la supervisión parental más estricta que puedas encontrar: a las ocho de la mañana te suena el despertador, a las nueve estas en el colegio hasta las dos, hasta las tres y media tienes para comer y jugar un rato y de cuatro a ocho actividades extraescolares, cenas, haces los deberes y a dormir. Así un día tras otro, eso era lo que quería. Tranquilidad y paz.

Con veinte años, ya lo tenía, una aburrida vida, una aburrida pareja, estaba en una aburrida carrera, buscaba un aburrido trabajo y tenía unos aburridos amigos. Pasaban años sin pena ni gloria, acabó su aburrida carrera y encontró su aburrido trabajo.

Todas las mañanas se levantaba justo un minuto antes de que sonara el despertador de las ocho, a las nueve entraba a trabajar. “El primer día siempre es el más ajetreado, después todo vuelve a la normalidad” se dijo. Se duchó, se afeitó su aburrida barba de tres días, que por pereza no afeitaba durante el fin de semana, se peinó, se perfumó y salió por la puerta despidiéndose de su fiel perro guardián dándole unos golpes en la cabeza[1].
Miró su reloj digital. 8:31. La persiana del quiosco aún estaba bajada. “Qué raro” pensó “Marcos no se retrasa nunca, ¿le habrá pasado algo?” Entonces un ruido de llaves le alertó, allí estaban: Marcos, su cigarro y su bastón.
- Son las 8:31- gruñó
- Buenos días….ya, ya, ya…
Sin mediar una palabra más, Marcos abrió la persiana, encendió luces y le vendió, como todos los días durante cuatro años, el periódico.
Aburrido y absurdamente puntual, así era él.

CONTINUARÁ?


[1] ¿Cómo un hombre tan sumamente aburrido podía tener un perro? Será un perro viejo y aburrido, estaréis pensando. Pues no. Era mucho más que eso, era un perro de decoración, hecho de escayola, es decir, predecible.