Relato erótico (Concurso Sexy Party)

Day 2,604, 01:56 Published in Spain Spain by Borjalakis

CON-PENE-TRACIÓN

Ya iba siendo hora de dar un paso más hacia adelante. Tras varios días de mensajes, risas y videoconferencias, tanto Ahmed como Tania querían un poco más de acción.
Ahmed era un jovenzuelo de orígen magrebí que vivía en Melilla. Su futuro no pasaba de ser mecánico de lavadoras como era su padre ya que nunca le gustó otra cosa que no fuese arreglar aquellas infernales máquinas que daban vueltas sin parar. De su madre apenas tenía unos vagos recuerdos ya que, debido a una neumonía, murío cuando él apenas tenía cuatro añitos. Por eso, siempre iba con su padre a todos los lados y eso le hizo aprender todo sobre las lavadoras. Por su parte, Tania era una bella madrileña. A ella siempre le habían llamado la atención la raza magrebí y cuando conoció a Ahmed en aquel chat, sintió algo especial.
No tardaron mucho en conectar. Sus perfiles encajaban a la perfección y cuando ella le oyó por primera vez hablar, supo que no sería un amigo más.
Tardes enteras en el ordenador, llamadas interminables... y ella no pudo más.
Tania, sexóloga de profesión, había estudiado hasta la saciedad el cuerpo humano, sus reacciones fisiológicas al sexo, al amor, al deseo, a estímulos externos e internos que la hacían comprender todo lo que le pasaba tanto alrededor como a ella misma. Reconoció inmediatamente que al escuchar su voz, sus braguitas se mojaban inmediatamente y su temperatura en la entrepierna casi las derretía.



Por fin reunió las fuerzas necesarias y juntó sus días de vacaciones para irse a Melilla. No le gustaba el ferry y prefirió ir en avión. Desde Madrid y por unos 104 € (tasas incluídas) cogió un ATR 72 de Air Nostrum que en hora y tres cuartos la dejó en el Aeropuerto de Melilla.



Ahmed la esperaba a la salida de la zona de control de equipajes y documentación. Muy apuesto, la esperaba con un ramo de rosas, las flores preferidas de Tania. Ella le vio y sintió como su cuerpo reaccionaba como una gata en celo. Pero no podía exteriorizarlo.Podía asustar al muchacho.
Tras un intenso abrazo que duró casi un minuto, ambos se miraron fijamente. Los ojos marrones de Ahmed se clavaron en los verdes de Tania y sus labios no tardaron en juntarse. Un apasionado beso que llamaba la atención en el pequeño aeropuerto melillense.
Ahmed sonrió. Tania se ruborizó y miró al suelo. Parecía que iba a pedir perdón pero lejos de eso, le dijo "lo llevo esperando desde el primer día que te conocí".
Le apretó fuerte la mano, cogió su maleta y fueron al parking.
El guapo Ahmed no dejaba de mirarla y de apreciar que era muchísimo más guapa en persona que en foto o videoconferencia. Ella iba con unos leggins que le estilizaban la figura con unas largas piernas bien definidas. También le llamó la atención sus hermosos pechos, pasándosele por la mente el poder tocarlos cuanto antes.



Gran fichaje el que había hecho Ahmed. Mientras tanto, Tania también pensaba en él. Le gustaba su aspecto fibroso, su pelo negro ensortijado y su cintura de avispa. Era el hombre de sus sueños que le había acompañado en sus noches más solitarias y que había hecho que ella mojara sus sábanas.
Subieron al coche y ella se lanzó a su cuello. No aguantaba más. Tenía unas ganas locas de poder sentir por fin lo que en soledad imaginaba. No podía esperar ni un segundo más. La poca afluencia en el parking del aeropuerto junto con las lunas tintadas del Toyota Corolla fueron cómplices de lo que allí ocurrió.
Los asientos traseros del Corolla dejaron correr la pasión entre los jóvenes. Tania buscaba bajo la camisa de Ahmed el torso al que aferrarse. Apenas duraron unos segundos las camisetas mientras sus labios se fundían en un beso infinito. La temperatura subió, el calor hizo que los cristales se empañasen dando aún más intimidad al acto.
La madrileña se puso encima de él. Necesitaba sentirse querida y que Ahmed la hiciese retorcerse de escalofríos cuando tocaba su piel. La lengua del melillense recorría el cuerpo de Tania y ella comenzaba a jadear.
Poco a poco, sus cuerpos se iban fundiendo y daban rienda suelta a sus sentimientos. Habían sido muchas horas de espera, muchas horas de deseo contenido, de masturbaciones, de querer y no poder...
Tania quería sentir a Ahmed dentro de sí. Desabrochó los pantalones y encontró debajo del slip lo que ella deseaba. No tardó él en dejar el espectacular cuerpo de Tania desnudo y lo situó encima de él. Ella le rodeó el cuello con sus brazos y comenzó a sentirle, por fin, dentro. Era un chico bien dotado y ella notaba perfectamente como la penetraban. No era dolor lo que sentía, al revés, era una sensación agradable. Subiendo y bajando, la joven sonreía a la vez que se le escapaba alguna lágrima. ¿De dolor o placer?. Mitad y mitad. No la importaba. Él había sido el único chico que la había comprendido y que la había aceptado tal y como era, con sus defectos y virtudes, con su pasado, presente y futuro.
La sexóloga, sabedora de las reacciones masculinas y femeninas en el acto sexual, quería una clase práctica a las innumerables sesiones de laboratorio, libros y exámenes de la facultad.



Ahmed seguía haciendo sentir mujer a Tania. Le gustaba tener entre sus manos los pechos encendidos de ella y recorrer con su lengua los pezones. Eso la hacía ponerse aún más excitada llegando a mojarle con sus flujos vaginales. Pero era su momento, también lo necesitaba y aferrando las manos en sus caderas, acompasaba el movimiento .
Los ojos en blanco de Tania dejaban entrever que el placer era máximo. Le susurraba al oído "no pares", "métemela, métemela" y él, obediente, seguía dándola candela.
El sudor caía por el canalillo de Tania camino del ombligo. Su cuerpo se estremecía con cada empuje del melillense y un ligero gemido era soltado con mucho sentimiento hasta que en uno de ellos, Tania soltó uno que significaba que había llegado al éxtasis. Se abrazó a Ahmed, que notaba como su miembro y sus muslos se mojaban.



Tania estaba exhausta. La descarga había sido brutal, nunca había sentido nada igual. Parecía que se había orinado encima al ver tal cantidad de flujo. La tensión había sido tal que esta relación sexual era el culmen. Ahmed no dejó de empujar aunque Tania casi había desfallecido. Él también estaba al borde de la eyaculación y ella, sudorosa sobre su pecho, le decía "ahora tú".
Ahmed sujetó por las nalgas a Tania y tras varios movimientos de subida y bajada, sintió que era su momento. La apretó contra sí y descargó todo dentro de ella.
Jadeando acabaron los dos, abrazados y con la piel echando fuego.
Había sido el recibimiento que ellos habían pensado, que nunca dijeron y que siempre habían deseado.