Este es el Hajj que lleva a Bhutan.

Day 1,706, 14:25 Published in Spain Spain by OutSmarter


Me adentré en el desierto, por quinientos tres días, y quinientas tres noches. Salí de las cavernas, y ví la luz. Crucé el yermo, y ví las arenas. Me alcé sobre la cresta de una duna, y ví las montañas.

Largo era el camino que llevaba a sus faldas. Una basta extensión de polvo moldeado a voluntad de los vientos, un extenso lienzo sobre el que los dragones del desierto dibujaban su mensaje con sus danzas. Comencé a caminar, y con el tiempo cada paso se convirtió en una ardiente punzada que cruzaba el alma. Pero de la encrespada cima de la más alta de aquellas montañas emanaba la Verdad, una energía pura capaz de restituir toda voluntad.

Caminaba entre los gusanos y les preguntaba, pero no obtenía respuesta. Vacíe todo mi ser, acallé mis entrañas, en busca del perfecto silencio que me permitiera escuchar sus palabras, pero no llegaban. Seguí caminando, seguí esperando, pero no llegaban.

Exhausto y sediento alcancé el lugar donde la arena dejaba paso a la roca. No había ningún sendero, ninguna escalinata antes hecha por el hombre. El camino nacía y moría con cada movimiento. No quedan huellas en la roca. A la semana alcancé la cima, y allí no encontré nada.

Ningún dios, ningún hombre. Ninguna sagrada profecía esperando su profeta. Allí donde el Viaje Santo concluía sólo encontré un sitio donde descansar. Un lecho natural entre dos salientes donde cuerpo y mente pudieran encontrar la paz tras un largo viaje. Por días medité, preguntándome dónde estaban las respuestas que había venido a buscar. Entonces, en un súbito instante, comprendí. Abrí los ojos, y ví.

Aquello que se podía ver desde la cima de la montaña. Se me mostró un mundo nuevo, pincelado con cada color que pueda imaginar un pintor, bañado con la más majestuosa luz. Pero era un mundo congelado, un mundo muerto. Un mundo por el que no corrían los ríos, pues el agua estaba estanca. Donde la homogeneidad de los actos de sus gentes hacía parecer diverso el desierto. Aquel era un mundo que estaba aguardando aletargado la semilla del movimiento.

Un sutil impulso, una renovada energía que pusiera en aquel lugar la vida y la echara a andar. A vagar por los caminos que traen la experiencia, a forjar sus propios objetivos o dejarse encantar por la magia de lo aleatorio, y a cada paso encontrar el error y el acierto. El Error, que es fuente de conocimiento y el Acierto, que provee de júbilo.

De nuevo, comprendí. Comprendí que ya había encontrado las respuestas a todas mis preguntas. Comprendí que aquella montaña había sido puesta ahí por algún Gurú no para que encontrara la Luz, sino el lugar donde poder buscarla dentro de mí. Comprendí en ese mismo instante a su vez por qué los hacedores no me habían respondido, y por qué no debieran haberlo hecho.

Mi consciencia se expandió, mis ojos se transformaron, y ahora puedo ver en la oscuridad.

Ver que Maegalodonus es un faggot.