FALLECE SCHULENBURG, QUIEN NEGÓ LA EXISTENCIA DE JUAN DIEGO

Day 611, 13:08 Published in Mexico Mexico by sexoregio

El último abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg Prado, falleció el pasado domingo 19 de julio de 2009 a los 93 años de edad. En sus 33 años al frente del inmueble fue el encargado de la construcción del nuevo recinto mariano y centro de la polémica en torno a la existencia histórica de Juan Diego, quien finalmente fue canonizado por Juan Pablo II en su última visita al país.
Schulenburg desató una controversia cuando el 24 de mayo de 1996 puso en duda la existencia misma de Juan Diego y por ende las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac. Además de que envió al Vaticano una carta en la que señalaba que pese a lo que se dice, la existencia del indio no ha quedado demostrada plenamente.
“La existencia del indio Juan Diego no ha sido demostrada, podríamos obtener muchas firmas de eclesiásticos preparados, así como de laicos intelectuales que avalan esta carta, pero no queremos provocar un inútil escándalo, simplemente queremos evitar que disminuya la credibilidad de nuestra Iglesia”, expresaba en la misiva.
Schulenburg declaró a la revista italiana “30 Giorni” que la existencia de Juan Diego era “un símbolo y no una realidad”, y encendió los ánimos de la cúpula religiosa al asegurar que la imagen de la Virgen de Guadalupe era “producto de una mano indígena y no de un milagro”.
Por esos días de mayo de 1996, se había iniciado el proceso para suplir al abad de su cargo debido a que había cumplido los 75 años, pero él se negaba a dejar ese nombramiento, bajo el argumento de que había sido concedido por el Papa Juan XXIII. En ese contexto fue que Schulenburg hizo esas declaraciones en torno a la existencia de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, lo que le provocó la animadversión no sólo de la cúpula religiosa sino también de los feligreses mexicanos.
Luego de tres meses de la publicación de sus polémicas declaraciones, el papa Juan Pablo II y la cúpula eclesiástica de México se enteraron.
El arzobispo primado de México, Norberto Rivera, quien ya había criticado el manejo administrativo de la Basílica, ofreció días después de que se desatara el escándalo una homilía en el templo mariano, donde aseguró que el pueblo de México se había “inquietado” con la versión del abad. “Gracias, porque estos acontecimientos han desenmascarado a aquéllos que quisieran vernos divididos, sin fe y sin esperanza, sin símbolos patrios y en camino de absorción por otras culturas y otros poderes”.
Ante ese hecho la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), reivindicó la existencia de Juan Diego como figura inseparable del milagro guadalupano.
A través de un documento (firmado por el entonces presidente de la CEM, Sergio Obeso, Norberto Rivera, arzobispo de México y otros cuatro obispos) lanzó un llamado a no permitir que “las falsedades o dudas nos dividan o debiliten nuestra fe en la Virgen de Guadalupe”. Sobrevino, entonces, la renuncia de Schulenburg a la abadía a finales de ese año, con lo que culminó el escándalo suscitado por sus declaraciones que ponían en duda el milagro mariano. Su salida, según se informó en su momento, se concretó además por las notables diferencias que mantenía con el hoy cardenal.
Además de eso, importantes sectores de la CEM cuestionaban el manejo de los donativos y limosnas que se recibían en ese recinto mariano, a lo que Schulenburg argumentaba no tener posibilidad de manejar con libertad el dinero que ingresaba al recinto religioso.
La llegada de Rivera Carrera marcó la caída definitiva del abad que nació en la ciudad de México el 12 de junio de 1916, quien tras la polémica se quedó sólo.
El 6 de septiembre de 1996, Guillermo Schulenburg, abad de la Basílica de Guadalupe anunció que abandonaría su cargo el 31 de octubre. Ese 6 de septiembre se convirtió en el último hombre que ocupó ese puesto desde 1751. Al mismo tiempo de su retiro recibió el cargo de abad emérito del principal santuario mariano de América. Sus últimos años los vivió en Cuernavaca, donde jugaba golf, su deporte favorito.
Con su renuncia, desapareció el puesto de abad que desde 1751 funcionó en el país, nombrado por el pontífice. Nació el rectorado, designado por el Arzobispado de una terna que le presenta la CEM. Desde entonces ambas instancias “comparten” la supervisión de los fondos recaudados y administración del recinto mariano más grande de América.
El martes 4 de junio de 1996, Excélsior publicó una de las últimas declaraciones de Guillermo Schulenburg a la prensa, de las cuales nunca se retractaría y por ellas es recordado y criticado por buena parte de la feligresía mexicana: “Juan Diego no existió, es un símbolo”, dijo.
— ¿Cómo es posible que un símbolo haya sido beatificado? se le cuestionó.
—Esa beatificación no es el reconocimiento de la existencia física del indio en cuestión, sino un reconocimiento al culto. No es, propiamente hablando, una beatificación.
— ¿Puede convertirse en santo un símbolo?
—Sin duda, no.
Sobre la Virgen de Guadalupe, el abad explicó que se trata de un sincretismo, pues en el cerro ahora llamado del Tepeyac los aztecas adoraban a una diosa llamada Tonantzin, que quiere decir “nuestra madrecita”.
Schulenburg Prado fue protagonista de uno de los principales episodios del guadalupanismo en México, al oponerse a la santificación del “vidente del Tepeyac”, Juan Diego, apoyado por un grupo de sacerdotes e historiadores. Aunque, finalmente, esta polémica fue superada por el embate del cardenal Norberto Rivera Carrera y el indio del Tepeyac llegó a los altares.
En su autobiografía “Memorias del último abad de Guadalupe”, editado por Porrúa en 2003, Schulenburg responde a su posición antiaparicionista que sostuvo y que se hizo pública en la revista “Ixtus” en 1995, que meses después fue retomado por un vaticanista que sacó de contexto las respuestas de manera maliciosa, lo que creó la polémica.
En sus memorias, Schulenburg detalla que después de ser nombrado abad en mayo de 1963 por el papa Juan XXIII, empezó a interesarse y estudiar el acontecimiento guadalupano en México. “De tal manera que puedo decir con verdad, que lo conozco profundamente.”
A la pregunta de muchos sobre ¿Cómo es que habiendo sido abad de Guadalupe durante más de 33 años, ahora resulta antiaparicionista?, respondió: “Quiero decirles que en todos mis años de abad prediqué en la Basílica y fuera de la Basílica, infinidad de veces el mensaje de nuestra señora, mensaje altamente consolador y esperanzador.
“Jamás dije una sola palabra de la historicidad o no historicidad, de las supuestas cuatro apariciones de la Santísima Virgen María al indio Juan Diego. Por lo que toca a mi trabajo pastoral como rector del santuario y presidente del cabildo repito, procuré realizarlo con todo empeño.”
Ahí, reflexiona: “No sé si destruiré mis apuntes acerca del tema para que se vayan al fondo del mar, o los conservaré en mi archivo personal, como un ejemplo de mi esfuerzo en la profundización del fenómeno guadalupano”.
Sobre las cartas enviadas a Roma, a la Congregación de la Causa de los Santos, por él y un grupo de sacerdotes e historiadores, durante el proceso de beatificación de Juan Diego, el abad explicó que “cuando escribimos esas cartas a Roma, no sólo estábamos haciendo un uso legítimo de nuestros derechos, sino cumplíamos con un deber ineludible”.
Y es que, agregó, “Roma debe ser la primera interesada, tratándose de un proceso de canonización, de tener en sus manos todos los elementos indispensables para que pueda proceder con estricto apego a la verdad, por lo que se presentó un estudio profundamente concienzudo y sin intereses ajenos que puedan empañar u obscurecer la historicidad de la vida y santidad del individuo objeto de la canonización”.
Durante sus 33 años al frente de la Basílica de Guadalupe realizó innumerables obras, la principal, la construcción de la nueva Basílica de Guadalupe, para lo cual contó con el apoyo del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, y del dueño de Televisa, Emilio Azcárrga Milmo, la cual fue inaugurada el 12 de octubre de 1976.

VIVÍA EN MEDIO DE LUJOS

Protagonista de una polémica desatada por su fe guadalupana, Guillermo Schulenburg se recluyó en una de sus lujosas residencias en Bosques de las Lomas al retirarse del puesto.
La calidad de vida del abad emérito de la Basílica de Guadalupe contrasta con la austeridad eclesial.
Descendiente de condes alemanes, Schulenburg tenía afición por los automóviles Mercedes Benz, Ferrari y BMW. Además, tenía un gusto especial por el marfil, el oro y el golf.
Con cuatro automóviles, dos propiedades ubicadas en una de las zonas más exclusivas de la ciudad de México y otra más en la ciudad de Cuernavaca, Guillermo Schulenburg pasó sus días solo.
El que fuera abad de la Basílica de Guadalupe vuelve de nuevo al escenario, como lo hizo en anteriores ocasiones, después de haber dejado su cargo, a los 80 años de edad.
Acusado por el director del Centro de Estudios Guadalupanos, Enrique Salazar, de ser “un pobre viejo, que vivió de la Basílica y que lo único que le importó fue el dinero”, Schulenburg Prado fue objeto de severas críticas después de manifestar su postura acerca de la inexistencia del milagro de Guadalupe y, por tanto, del beato Juan Diego.
La primera de sus propiedades se ubica en la calle de Pinos.
La casa gris y blanco luce algo abandonada, con polvo en las manijas y chapas de las puertas. Nadie las abre, salvo el jardinero que viene diario a regar los árboles del jardín y los bambúes que rodean la casa.
El inmueble de dos niveles y rodeado por muros de cantera rosa, ubicado en una esquina en la colina de esa calle, tiene una vista privilegiada. En ella sólo se aprecia una gran antena parabólica en la parte más alta y ventanales con vidrios “ahumados” que dejan entrever cortinas que desde hace varios meses han estado cerradas.
Uno de sus vecinos, con marcado acento estadounidense, cuenta que la casa está en venta desde enero. “Nadie venir desde hace mucho, sólo el jardinero, no vive nadie... pero es de un padre, no sé quién, pero es de un padre de la Iglesia católica”, especifica.
Cerca de ahí, a unos dos kilómetros en la calle de Bosque de Chihuahua, está su otra vivienda, la que sí ocupaba.
Un vecino que pidió no dar a conocer su nombre cuenta que Guillermo Schulenburg entraba y salía varias veces al día.
── ¿Con quién vivía?
── Solo. A veces lo venían a visitar otros padres, pero casi siempre estaba solo. Salvo los tres empleados de la casa que lo atendían: una camarera, una cocinera y el chofer.
En cada viaje lo acompañaba este último, quien al volante de cualquiera de los cuatro lujosos autos salía a la calle.
El que más llama la atención es un Mercedes Benz de color negro, también tenía un Máxima de Nissan azul cielo, el de reciente adquisición es un Passat azul marino, pero la que más usaba, por comodidad, es la camioneta Venture color arena, relata el entrevistado.
De sus pasatiempos cuenta que le gustaba jugar golf. Asistía a un club deportivo cargado con su bolsa llena de palos cualquier día de la semana.
Esta última casa deja ver por encima de sus bardas árboles bien podados, salvo un par de eucaliptos descuidados, tiene cuatro cocheras y una puerta para cada una.
El timbre tiene circuito cerrado de video para saber quién está en la puerta. Después de tocar la voz de la empleada doméstica preguntaba qué deseaba la gente que acudía.
Algunos dicen que las riquezas de Schulenburg le vienen de herencia.
Según el mismo Carlos Warnholtz, la finura del ex abad proviene de su descendencia, su padre alemán y su madre mexicana.
Mateo Schulenburg, su papá, era originario de Hannover, Alemania, y sus antepasados, según relata, tenían el título de condes.
Al perder a su padre, a los 12 años de edad, tuvo que trabajar como empleado y vendedor ambulante en aquel país europeo, hasta que ingresó en 1930 al Seminario Conciliar de México, donde comenzó su carrera eclesiástica.

PERFIL

Guillermo Schulenburg Prado nació en la Ciudad de México el 12 de junio de 1916, su padre fue Mateo von der Schulenburg, ingeniero en minas de origen aristocrático, quien a pesar de ser luterano siempre llevaba en su saco una medalla de la Virgen de Guadalupe y se convirtió al catolicismo en su lecho de muerte, su madre fue Carmen Prado de von der Schulenburg quien se dedicó al hogar, fue uno de los 6 hijos del matrimonio.
De niño sufrió privaciones después de que su padre falleció prematuramente, a causa de la fiebre palúdica. Pasó su infancia en el típico barrio de La Romita, en la colonia Roma de la capital mexicana.
Cuando Schulenburg apenas tenía 14 años decidió abrazar la carrera eclesiástica, para lo cual ingresó al Seminario Conciliar de México el 20 de enero de 1930 en donde estudio Humanidades y Filosofía. Fue enviado a Roma al Colegio Pío Latinoamericano, donde estudió la licenciatura en Teología y bachillerato en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana. En 1940 fue ordenado sacerdote.
A su regreso a México durante la II Guerra Mundial dio clases en el Seminario Conciliar de la Arquidiócesis de México, tanto de latín como de griego, y posteriormente de Filosofía, Derecho Público Eclesiástico y de Ascética.
En mayo de 1963 se definió su futuro cuando fue designado por el Papa Juan XXIII abad secular de la Insigne y Nacional Colegiata de Santa María de Guadalupe.
Entre otros cargos se desempeñó como vicerrector y rector del Seminario Conciliar de la Arquidiócesis de México. También fungió como presidente de la Organización de Seminarios de América Latina.
Por disposición de la familia los restos de Schulenburg fueron velados en una agencia de la colonia San Rafael, a donde sólo acudieron familiares y amigos, al día siguiente, a las 9:00 horas, el cardenal Norberto Rivera Carrera ofició una misa de cuerpo presente en la Basílica.
Al concluir la ceremonia el cuerpo de Schulenburg fue trasladado a la funeraria para su incineración y su posterior sepultura en las criptas del santuario mariano, previa misa oficiada por el rector Diego Monroy.