La Venganza – Castigo V

Day 1,991, 09:03 Published in Spain Spain by pabman11




El día se abre paso ante mí… El amanecer entra por la ventana, y me despierta… Sonidos de armas fuera, hierro contra hierro…

Me visto todo lo rápido que puedo, me echo la túnica negra por encima, de cualquier manera, y cojo mis armas, espada y tótem. Salgo a la plaza…

Yus está tirando contra unas dianas a más de quince metros de distancia… Las flechas vuelan seguidas, sin tiempo a descansar… Me acerco.

— Buenos días Yus. Veo que vas cogiendo el truco a esto de tirar con el arco… — Señalo las flechas que están enganchadas en el árbol…
— Se hace lo que se puede, no puedo quedarme parado en la batalla…

Vladius se acerca y me tiende la mano. Se la estrecho y me señala a lo lejos el camino del puerto… Puede que ya estén cerca, los Tautófagos… Subo a un caballo y galopo hacia allí, seguido muy de cerca por Vladius…



Lis, pensativa, se sienta en el suelo de tierra, arena fina por el que pasan los carruajes del ejército… El nerviosismo de Leonarth cada vez es más evidente. Hace girar la espada mientras come…

— Estamos cerca de palacio… — Murmura Leonarth.

— ¿Y eso es malo? — Pregunta Lis, que oye a Leonarth detrás de ella…

— Significa que debemos hacer planes. No se cómo nos recibirán los nobles allí dentro. Blanca desaparecida, una plebeya como tú con sus tropas... No te lo tomes a mal, pero el sistema allí es así, yo soy un simple mensajero, por mucho que Blanca intentara darme un título algún día…

— Una curiosidad, ¿Qué o a quien adoráis allí? — Levanta Lis la cabeza hacia Leonarth mientras dice esto. — Es que mientras estaba con Blanca, Boitx y compañía, oí mentar mucho a una tal “Diosa Helada”.

El frio llena el ambiente…

— De pequeño me explicaron esto, así que no se si te lo explicaré muy bien…
“Al principio de los tiempos, había dos Dioses hermanos. La Diosa Helada y el Dios incandescente… La Diosa creó a los shaktas, para que guardaran la isla sagrada, y a los humanos, para que guardaran el continente… Pero Incandescente se enfadó, porque no había más territorios donde apreciar su creación, los Tautófagos… Los enterró en las profundidades, de donde un día saldrían y nos echarían de la superficie…”

— Estoy pensando, debo entrar yo a Palacio. — Reflexiona Lis. — No me conoce nadie, si me pongo uno de los vestidos de Blanca, podré meterme en al corte, y saber que quieren, y porque se rebelan…



Jervaj despierta tirado sobre unas pieles, la cara sudorosa, un tanto mareado. El lugar es seco y cálido, siente la intensidad de una hoguera a su derecha. Está cómodo, pero al intentar moverse el ruido de unas cadenas le pone alerta, y comprueba que sus manos están sujetas por grilletes. Se agita furioso y en su forcejeo oye como vuelca una jarra, derramando su contenido. Tanteando encuentra un pan mojado por agua, pues el líquido no huele a nada, y se da cuenta del hambre y la sed que siente, así que se lleva las viandas a la boca… Pero deja inconclusa la acción, al notar algo extraño. De repente percibe que no está solo en esa estancia.

Unos pasos confirman su intuición; pasos lentos y seguros se aproximan a él, poniéndole en guardia. Una voz masculina, fuerte y firme, la de alguien acostumbrado a dar órdenes, aunque algo ronca, le inquiere:

— ¿Cómo te encuentras, general Jervaj?

El desconocido pone en sus manos un vaso lleno que el guerrero duda en beber.

— Es agua. Puedes beber, no está envenenada. Si te quisiera muerto no estaría hablándote.

Jervaj bebe cauteloso.

— Ya no soy general.
— Eso he oído decir. Lo que no quita para que sigas siendo uno de los mejores guerreros que puede pisar un campo de batalla, si no el mejor.
— Eso sería así si la Diosa no me hubiese castigado con una ceguera total.
— No es tan gran impedimento como puedas pensar.

Esa voz… Una vez más, Jervaj siente algo dentro de él que le pone en alerta, una señal dentro de su mente que le hace pensar que algo se le escapa, como una voz, un eco reverberante dentro de su mente que trata de decirle algo; como un recuerdo atrapado que pugne por salir.

— No sé con quien tengo el placer de hablar.
— Es cierto, no lo sabes. Eso es porque no te lo he dicho. Siempre he pensado que hay que saber marcar los tiempos y dosificar la información. Es un bien muy valiosa, ¿no crees?

— ¿Por qué he sido secuestrado?
— Secuestrado… — el interlocutor quedó unos segundos en silencio—. Sí, es posible que desde tu punto de vista pueda parecértelo. Yo más bien diría que has sido rescatado.
— ¡Déjate de palabrería! ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
— Quiero que seas el general de un ejército, Jervaj –dijo su acompañante.— Quiero que dirijas a las tropas del Dios Incandescente en su cruzada contra la Diosa Helada. Quiero que guíes a esos hombres a la victoria.
— ¿Cómo? ¿Contra la Diosa? ¡Jamás haría eso! Es cierto que me ha castigado, pero nunca lucharía contra ella.

Su acompañante estalla en una sonora risotada que heló la sangre de Jervaj, a la vez que le hizo sentir una profunda ira y ponerse nuevamente en guardia.
La risa se va apagando, y el carcelero se despide:

— Si yo fuese tú, quizá también lo creería.

Y abandonó la estancia, cerrando tras de sí la puerta, y dejando a Jervaj sumido en un mar de dudas y pensamientos.


Pabman11, Profeta de la Diosa Nevera y General de sus ejércitos…