Plan maestro.

Day 3,493, 04:08 Published in Spain Spain by Arunrath


Nuestro capitán, un recién llegado nos ordenó subirnos a los ligeros que nos habían proporcionado logística, había un montón de cajas en algunos de los vehículos. Nadie sabía nada, ni las ordenes ni que teníamos que hacer.

Avanzamos por una pista de tierra con algunas que otras piedras, pero sin ninguna novedad, hacia bastante tiempo que habíamos conquistado esta región y la población parecía bastante cooperadora. Habían aceptado a sus conquistadores.

El sol alcanzo su punto más álgido cuando el convoy se detuvo en las inmediaciones de un pueblo. La gente miraba curiosa el convoy, los ingenieros que había allí construyendo las instalaciones para acuartelar una guarnición nos miraron sorprendidos. No esperaban escolta, no la necesitaban.

El sargento le pregunto al capitán cuales eran las ordenes y este contesto que debíamos de repartir las raciones de comida de las cajas entre la población local.

El sargento miro extrañado al capitán pero sin rechistar se dispuso a organizarlo todo.
Mando a un par de soldados a por una mesa y los demás nos disponemos a descargar los vehículos, algunos montaron guardia y observaron sin dar crédito a lo que estaba pasando.

Una vez estuvo todo dispuesto el capitán saco un megáfono de uno de los ligeros y empezó con su discurso sobre acercamiento entre los dos pueblos, en fin, toda esa mierda para que podamos cagar tranquilos en las letrinas sin miedo a un ataque de morteros, un asalto total o Dios sabe qué.

La población nativa simplemente se dedicó a mirar mal al capitán y a ignorarlo.

El tiempo pasaba y nadie se acercaba a las provisiones, el capitán se cansó y antes de que se escondiera el sol ya teníamos todo cargado de nuevo y de vuelta a la base.

El sargento de mi pelotón nos reunió a todos para jugar a la ya tradicional partida de póker mientras nos tomábamos unos "refrescos".

Las bromas sobre la metedura de pata del capitán fueron en aumento, pronto gente de otros regimientos se unió a nuestro pequeño grupo y las carcajadas llegaron hasta los oídos de nuestro comandante de unidad.

El silencio era absoluto, solo se oía el apenas audible sonido de las botas del comandante mientras se acercaba a nosotros. El viento había cesado como si incluso el respetara a nuestro comandante.

El comandante se puso al lado del sargento, que parecía como si hubiera visto un fantasma de lo pálido que se había puesto.

Levanto su vaso, olio y en lo que dura un pestañeo se terminó el "cacharro".

-Basta de meterse con el capitán. Es un buen hombre y sus intenciones han sido nobles. Quizá alguien debería de haberle informado que los nativos están haciendo el tradicional ayuno que les exige su religión.

El comandante miro su reloj, un reloj desgastado que había visto combates más duros que toda la unidad junta.

-Sargento, la partida a terminado. Es hora de volver a ese pueblo y de terminar lo que ha empezado el capitán.

El sargento se levantó de la silla como si lo hubiera alcanzado un relámpago, se cuadro y sin decir nada toda la unidad se puso en movimiento.

La noche era cerrada, no había luna y las estrellas parecían que se escondían de nosotros. Las luces de los ligeros alumbraban la carretera, se nos hizo eterno el trayecto desde la base hasta el poblado, pero valió la pena. Al llegar los nativos estaban cenando en las calles, se asustaron al ver llegar el convoy.
El representante del pueblo se entrevistó con el capitán y cuando terminaron todo el pueblo estaba haciendo cola de forma ordenada y pacífica para recibir las raciones de comida, no era mucho pero solo por la pequeña tableta de chocolate ya valía la pena hacer cola.

Terminamos al amanecer cuando el último de ellos recogió su ración, embarcamos en los ligeros y nos disponíamos a volver a la base cuando la llamada a la oración sonó. Desde el edificio más alto del pueblo un hombre con voz potente llamaba a los nativos a la oración.

Poco después sonó el izado de bandera en el campamento de los ingenieros.
Mientras volvíamos a la base me di cuenta de que había sentimientos cruzados dentro de mí, por una parte sentía que había hecho lo correcto, otra parte de mi decía que uno de esos a los que hoy había dado de comer…mañana sería un enemigo que intentaría volarme la cabeza.