La Venganza previa

Day 1,562, 20:07 Published in Paraguay Paraguay by heroldo

Después del desastre de Tuyutí, el mariscal debió quedar desfallecido. La flor del ejército paraguayo quedó tendida sobre las sangrientas lomadas o sobre los inmensos esteros. Después de aquella batalla se levantó otro ejército. Pero éste tenía que ser necesariamente inferior al que sucumbió el 24 de Mayo. Veinte y cinco mil hombres habían entrado en combate aquel día. La mayor parte murieron. Los que no murieron fueron heridos. Y los que no fueron heridos cruzaron aquel campo sembrado de cadáveres y volvieron a nuestro campamento, llevando en el fondo del alma la visión de la derrota.



No eran ya los briosos adalides, que sin medir el peligro y por sobre todas las dificultades habían subido, desde el borde de los pantanos del Bellaco hasta lo más alto de las lomas de Tuyutí, a escribir en sangre de héroes la página más hermosa de nuestra relampagueante epopeya militar. Eran ancianos: llevaban el frío de la derrota en el corazón. ¡”En las batallas se encanece pronto”!

Después de aquél día volvimos a reorganizarnos. Un poeta americano llamó al Paraguay “indomable Anteo, que cien veces caído se levanta”. Y lo llamó bien. Sólo el Paraguay realizó en el nuevo mundo el milagro de Anteo, levantándose más fuerte después de su caída. Sólo un pueblo como el Paraguay pudo levantarse después de Tuyutí. Y levantarse más fuerte aún, para aplastar dos veces consecutivas el orgullo porteño en los fosos de sus trincheras.

Mitre sonrió sobre la tumba de los caídos en Tuyutí. López rugió. El uno se acostó a dormir sobre sus laureles. El otro se preparó para el día de la venganza. Y ella fue terrible. Sauce y Curupayty vengaron a los que el 24 de Mayo de 1866 nos legaron un hermoso ejemplo y una perenne fuente de inspiración patriótica.

En la batalla de Sauce peleamos cuerpo a cuerpo, salimos de las trincheras para probar al vencedor que nuestra indómita bravura no había decaído, después de las amarguras de la derrota. Por eso Sauce brillará por encima de Curupayty en los anales guerreros del Paraguay. En esta última batalla alcanzamos el más espléndido de los triunfos, pero sin salir de las trincheras. Matamos sin pelear.

Mitre fue el vencedor en Tuyutí. Y Mitre fue también el que tuvo el gran talento de estrellar al ejército aliado contra las trincheras paraguayas en Julio y en Setiembre del 66.

Mitre que se burlaba de la torpeza de López, que sacrificaba estérilmente su ejército en luchas estériles, fue el mismo que hizo fusilar y acuchillar a su ejército en Boquerón y lo llevó a Curupayty, como a una res al matadero.

El asalto a las trincheras del Sauce fue la más grande de las torpezas. Aquellas trincheras eran una verdadera trampa. El generalísimo tuvo el acierto de enviar a su gente a ser víctima de la jugada de los paraguayos. Boquerón era la puerta abierta de aquella trampa infernal. Por allí entraron los Aliados, para ser derretidos por terrible fuego de los cañones. Fue suficiente un puñado de paraguayos para alcanzar el más completo triunfo. Y mientras los aliados cambiaron tres veces de jefe, durante la batalla, los paraguayos se contentaron con uno. Pero ese uno era suficiente. Los argentinos lo conocieron mejor, dos meses después en Curupayty: era José Eduvigis Díaz!

La batalla empezó al amanecer del 18.

Ya dijimos que las trincheras del Sauce se extendían desde Punta Ñaró hasta la Isla Carapá, cerrando los boquerones y dominando las alturas que lindaban con nuestra derecha.

Después del 16, el ejército aliado quedó sumido en aparente silencio. Nuestros espías traían la noticia de que algo preparaba.

El 17 el comandante Roa se colocó con la artillería en la parte derecha de nuestra línea.

Era el cebo de la trampa.

Sobre él caería el enemigo. Tenía orden de sostener un momento la defensa y en seguida retirarse, a fin de que el enemigo, halagado por aquel triunfo, llevara el ataque a nuestra línea principal. El mayor Marcelino Coronel quedó al frente de la guarnición paraguaya de aquella parte de nuestras trincheras, esperando el ataque.

La batalla empezó por un nutrido bombardeo.

En seguida comenzó el ataque.

Un batallón oriental y siete batallones brasileños, a las órdenes del general Victorino, cayeron sobre el segmento de nuestras trincheras, defendido por el mayor Coronel, quien, cumpliendo las instrucciones recibidas, después de una corta resistencia se retiró, protegido por los cañones de Bruguez.

Los aliados, después de esta victoria llevaron el ataque a la trinchera del Sauce. Entraron en el Boquerón y empezó la matanza. Fueron derechitos al matadero, como lo habían previsto los paraguayos. La carnicería fue espantosa. Pero más espantoso el pánico. El enemigo, abrumado por nuestra artillería, tuvo que retroceder. En vano los jefes les exhortaban, en vano los clases trataban de detener aquel desbande, toro era imposible. La corrida fue inevitable.

Entre tanto el bravo mayor Coronel había penetrado en el bosque, para desde allí vigilar el movimiento del enemigo. Sus avanzadas toparon con las avanzadas argentinas, trabándose una lucha encarnizada. El enemigo retrocedía, cuando recibió refuerzos. Entonces Coronel empezó a simular una derrota, arrastrando en su persecución al enemigo hacia el Boquerón fatal, de cuarenta metros de ancho donde caían barridos a metrallazos.

El enemigo, a pesar de todo, consiguió llegar hasta nuestras trincheras.

Nuestros cañones estaban desmontados y ardiendo y los proyectiles casi agotados. Todo esto era nada. Los artilleros abandonaron cañones y trincheras y lucharon a arma blanca, con los asaltantes. ¡Terrible lucha en que faltaba tiempo para tronchar cabezas!

Estaba por triunfar el número (los enemigos habían trepado ya nuestras trincheras) cuando llegó el mayor Páez, al frente de dos escuadrones desmontados. Aquellos valientes trajeron también el ataque a arma blanca. El enemigo fue al instante rechazado.

En aquel momento llegó Díaz con cinco batallones al teatro de la lucha. Al ver la fuga de los argentinos se lanzó tras ellos, fusilándolos por las espaldas.

En este segundo asalto murió el valiente coronel Pallejas. Era español y estaba al servicio de la República Oriental. Fue un alma grande. Su Diario contiene enérgicas protestas contra las iniquidades de la Alianza.


El coronel uruguayo León de Palleja es retirado muerto del campo de batalla del Boquerón

Después de este segundo ataque, los aliados llevaron otro ataque último, al mando del teniente coronel Orma. Cuatro batallones siguieron el mismo camino que se siguieran en los ataques anteriores y penetro el Boquerón. La matanza se empezó de nuevo. Los argentinos eran fusilados estérilmente. En vano procuraron llegar hasta nuestra trinchera. Después de una espantosa carnicería tuvieron que retroceder derrotados por tercera vez!

Con esta triple victoria la batalla quedó terminada.

Los paraguayos recogieron más de cinco mil fusiles. Sobre aquel campo sangriento quedaron tendidos, después de dos batallas, unos seis mil enemigos. Nuestras pérdidas fueron pequeñas. Ahí cayeron sólo dos de nuestros jefes: el coronoel Aquino herido el 16 y muerto el 19, y el mayor Coronel que cayó en el segundo ataque del enemigo.

Díaz, Bruguez, Roa, González, Viveros, Giménes y toda nuestra brillante oficialidad se batió heroicamente, dando pruebas de fría serenidad en todos los momentos de la batalla.

[…]

Después del 18 de Julio los aliados quedaron en el más profundo silencio. Por primera vez habían atacado una trinchera paraguaya, siéndoles tan fatal el resultado. Estaban acostumbrados a ser atacados en sus seguras posiciones. Si cayeron sobre el Sauce fue porque creían fácil el triunfo. Llevaban en los bolsillos las cartas en que se les pedía paraguayitos para criados y paraguayas gordas para cocineras.

Fueron al combate con la seguridad de escoger los prisioneros que les hacía falta para enviar a Buenos Aires. Pero los pobrecitos apenas tuvieron tiempo para escoger el sitio en que habían de caer, bajo el peso del heroísmo de un pueblo. En vez de hacer esclavos de los salvajes paraguayos mordieron el polvo de la más tremenda derrota!

¡Así lo quiso el destino!

por Pompeyo González

(extraído del libro "Recuerdos de Gloria", Servilibro, 2007, una compilación de artículos históricos sobre la Guerra Contra la Triple Alianza escritos por Juan E. O'Leary, pags. 53-59)