El Capitán Piluso

Day 830, 16:13 Published in Argentina Spain by Rosarino74Lay

En el barrio del Abasto era figurita repetida, le decían "el Capitán Piluso" por la mugrienta gorrita blanca de tenis que comprimía su masa de cabellos grises, engrasados y desprolijamente cortados, como a hachazos. Se lo solía ver por la calle Humahuaca, cerca de donde ésta desembocaba en el entonces vetusto dinosaurio.

El Pilu era uno de los borrachines de la zona, bicho raro patinando entre el límite de locura y el coma alcohólico. Pero dentro de la mafia del barrio se lo tenía por tipo tranquilo, entiéndase esto como "aquel que no agrede por deporte". Mangaba mansamente por los barcitos de Corrientes algún cacho de pizza demasiado quemada para ser vendida, algún pan duro,
alguna moneda para el vino, lo que fuera. Todo le venía bien al Pilu; nada que perder, nada por ganar. Amén de esos destellos rebeldes y desordenados, que le traían reminiscencias de un pasado incierto; una cortina metálica corroída por el tiempo, que cerraba un galpón de recuerdos inaccesibles. Al menos, el Pilu se mantenía lo suficientemente alcoholizado como para no dejar abrir ésa puerta maldita, y permitirse así vivir su mansa y vegetal existencia.
Hasta aquel día en que sucedió lo inesperado, aquello que escapaba a todo cálculo.

La señora venía con la bolsa de los mandados en una mano, el nene, de unos 5 años, uniformadito de jardín, en la otra; chupetín bolita de frutilla en la boca. Tosió el pibito, tosió hasta vaciar los pulmones, sin largar la golosina de entre sus dientes. Y con los pulmones en cero, inspiró con fuerza, mandando para adentro el ansiado aire, y el chupetín de colado.
Se ahogó ahí nomás, y cayó entre convulsiones y gritos de la madre, pidiendo ayuda y sacudiendo al nene.

Pero el más sacudido fue Piluso, observando ensimismado desde un zaguán a un par de puertas, despertándose al día y a la vida desde su curda sempiterna. Despertó a la conciencia del recuerdo, y pasó revista al galpón olvidado, escondido bajo mil cerrojos. Y recordó su graduación en la Facultad de Medicina; recordó su residencia en el hospital Británico, su especialización en Medicina Interna (se incorporó y voló hacia la criatura entre la gente que se apiñaba), los cursos de resucitación (tomó al chico en sus brazos y apretó la espaldita contra su pecho), la maniobra de Heimlich (los dedos pulgares por debajo del esternón, hundidos con fuerza y presionando hacia arriba), el paciente muerto por infección generalizada, el juicio por mala praxis (un pequeño cometa rojo parecido a un chupetín surcó el espacio hasta destrozarse contra la vidriera de una panadería), la ruina, el divorcio (sonaban las sirenas del Same, el chiquilín respiraba con dificultad, ya tendido en el piso, una tosecita ensangrentada y ojitos que se vuelven a abrir), los primeros tragos y nada, nada más que el principio de la nada...

La ambulancia devoró a chico y madre, y salió en loca carrera. El Pilu, en tanto, se puso en cuatro patas al lado de un cadáver de Falcon sesenta y pico, metió la mano en la zanja barrosa por detrás de la desdibujada goma trasera izquierda y tomó la caja de vino blanco barato empezada, que fuera su cena y sería su desayuno.

FIN