Teníamos un juguete

Day 2,769, 10:30 Published in Uruguay Uruguay by Rodrigo Zeballos



Teníamos un juguete; era el más divertido del mundo. No lo habíamos inventado nosotros pero jugábamos mejor que sus inventores. Aceptamos algunas palabras de su idioma original: PP, CP, MoE, MoFA, pero enseguida lo llenamos de palabras nuestras: che, dale, bo. Empezamos a jugar en la tarde, en la noche, en la mañana, en invierno y en verano, hasta que un día algunos de los nuestros, los que jugaban mejor, dejaron sus empleos y se dedicaron por completo. ¡Y qué bien jugaban!

Era tan grande la belleza de su juego que muchos dejamos de jugar y nos pusimos a mirarlos. Armamos Partidos Políticos, construimos foros y periódicos, solamente para interactuar más y de cerca con los mejores de cada equipo. Después organizamos la Constitución, discutimos reglas y elegimos colores para los partidos. Éramos hombres, pero actuábamos como niños en la mañana del seis de enero.

Y claro, los que habíamos nacido en un Partido queríamos que el 5 ganaran los nuestros, y que los vecinos perdieran. Entonces le incorporamos una variante al juego: mientras se acercaban las elecciones, teníamos que shoutear y hacer propaganda. Y así lo hicimos.

¡Qué bien nos salía especular! Pronto averiguamos que no solo éramos buenos con el juguete, sino también administrando el ámbito de juego. No habíamos resultado espectadores tristes, como en otros continentes. Nosotros nos involucrábamos, tirábamos litros de tinta virtual para arengar a los nuestros y componíamos hasta versitos de aliento. «Sí sí señores / yo soy del PLU. / Sí sí señores / de corazón». Nos divertíamos durante la semana inventando estrofas, y hasta empezamos a componer otras, más picarescas, para fastidiar al vecino. «El PLU tenía un carrito / El PSU se lo sacó / El PLU salió llorando / El PSU salió campeón». Qué risa nos daba molestar a los vecinos.

Imagínense. Si el juguete ya era divertido en silencio, con el contrapunto de los jugadores, el pasatiempo se convirtió en un espectáculo asombroso. Tanto, que venía gente de todo el mundo a conocer nuestra interna política, llena de bardo barato y trochoposts. Habíamos aprendido a vestir al juguete con accesorios.

Nuestros mejores jugadores, que ya empezaban a jugar en otros países, al debutar en el extranjero sentían un vacío: la emoción de las discusiones no era igual. Todos cordiales, nadie peleando. Muchos elegían volver a su país de origen, incluso perdiendo fortunas de bonus, con tal de escuchar otra vez el rumor de los nuevitos dirigidos por los más experimentados.

Fue entonces cuando nos empezó a interesar más el accesorio que el juguete.

En esa época ya empezamos a exagerar la emoción que sentíamos. Los jugadores, que hasta entonces caricaturizábamos pequeñas guerras ficticias, olvidamos que actuábamos en chiste. Empezamos a llamarle «ideología» a nuestra simpatía por un modelo de gobierno.

Y los cantos se volvieron literales. «Corrieron para acá / corrieron para allá / a todos esos putos los vamos a matar». A muchos Partidos esto les pareció muy rentable y reforzaron la idea de la «ideología». El juguete se había vuelto tan importante como la vida. Era, incluso, un resumen de la vida.

Mientras en la cancha ocurría el juego, las tribunas se felicitaban a ellas mismas, y creímos sensato fundar periódicos, emisoras de radio y foros privados que informaran durante las veinticuatro horas sobre el juego, aunque el juego solo ocurriera una vez al mes. No nos pareció excesivo. Porque del 6 al 4 queríamos saber todo sobre los planes, sobre los PPs y sobre las peleas.

Los relatores del juego, que al inicio solo decían los nombres de los políticos en el periódico, y que hacían alguna que otra entrevista, también empezaron a fingir emoción exagerada en el relato. Durante las elecciones cantaban los votos en los shouts, como poseídos, como si no hubiera nada más importante en el universo, y después le pedían calma a los lectores.

Nadie sabe cuándo fue, exactamente, que todo se fue al carajo. Nadie recuerda cuándo murió el primero de los nuestros, ni a manos de quién. Nadie recuerda la primera multi. Nadie recuerda la primer elección fraudulenta. Nadie sabe cómo algunos se hicieron dueños del juguete. Pero un día las tribunas se convirtieron en campos de batalla. Y la prensa no hablaba de la muerte de seres humanos, sino de la muerte de «miembros de». Para alimentar la pasión.

Los jugadores que triunfaban en el extranjero ya no quisieron volver, y los dueños del juguete se llenaron los bolsillos sin mejorarle el mecanismo.

Hoy, cuando vamos a ver jugar a los nuestros, ya no hay sombreros, ni rabonas, ni paredes. El pasto está alto y descuidado. Y pusieron una manga de plástico para que los jugadores puedan entrar a la cancha sin morir.

Teníamos un juguete. Era el más divertido del mundo. Todavía no sabemos si fue un accidente, pero rompimos el juguete en mil pedazos. Lo hicimos mierda.

Y lo más triste es que no sabemos jugar de otra manera.