Si bebes no hables con gnomos

Day 2,438, 02:59 Published in Spain Spain by Debhon

Hay normas que algún paranoico, psicópata o demente tuvo la feliz idea de ponerlas en práctica y que el resto de mortales cuerdos y juiciosos seguimos a rajatabla. ¿Entras en una habitación a oscuras? Mira detrás de la puerta. ¿Oyes pasos a tu espalda? No mires atrás y acelera el paso. ¿Estás durmiendo y escuchas un ruido? Tranquilo, quédate quieto con los ojos bien abiertos como si tuvieses los sentidos arácnidos de Spiderman y agarra fuerte la almohada. Nada de esto funciona pero, aunque nuestro grado de gilipollas suba como la espuma poniendo en práctica estas técnicas milenarias, al paranoico solitario que se le ocurrió por primera vez preguntar "¿Hay alguien ahí?" al escuchar un ruido en su casa le funcionó.

Ahí me encontraba yo a las cinco y siete minutos de la mañana, enfrente del parque que separaba mi casa del mundo civilizado, recordando la norma que escribió algún chiflado: “Pase lo que pase, nunca te salgas del camino”. Se abría ante mí débilmente iluminado por las pocas farolas que quedaban en pie. Puse el pie en la arena tanteando con recelo el terreno y empecé a caminar despacio, echando una ojeada entre los arbustos. Las cinco u ocho copas que me había tomado no ayudaban precisamente a descartar los ruidos que producía el viento o mi imaginación pero aun así trataba de mantener mi andar serpenteante constante. Llevaba ya caminando unos dos o tres minutos y no había ocurrido nada. Sonrisa triunfante, espalda recta y pasos decididos. Con dos cojones.

- Disculpe usted, ¿tiene fuego?

Me asusté al escuchar esa voz carrasposa y miré a los lados con el pelo erizado pero sin detener el paso.

- Perdona, no tengo toda la noche. ¿Tienes fuego o no?

Esta vez la voz venía de abajo. Traté de enfocar la mirada no sin cierta dificultad por los efectos del alcohol y me encontré a un hombre de menos de medio metro de altura sosteniendo una pipa en sus manos. Iba vestido con unos pantalones pardos con tirantes y un extraño gorro puntiagudo. Caminaba a mi lado con su nariz rechoncha apuntándome.

- Todos sois iguales -dijo al ver mi cara de estupor y sorpresa-. Cuando algún humano nos ve, o se mea encima o sale corriendo. Joder si hasta uno me intentó coger de la mano creyendo que era un churumbel. Bueno, ¿tienes fuego?

- Sí perdona – saqué el mechero del bolsillo y se lo di con cierto recelo-. Es la primera vez que veo un…

El pequeño hombrecillo cogió el mechero y se encendió la pipa mirándome con desconfianza siguiendo mi andar zigzagueante. Le dio un par de bocanadas, se acercó al borde del camino y tiró el mechero a los arbustos.

- ¿Pero qué haces? –exclamé mirando los matorrales donde había caído el encendedor. "Pase lo que pase, nunca te salgas del camino".

- ¿Te importa que camine un rato contigo? –me preguntó ignorando mi enfado-. Acabo de escaparme de casa y la verdad que apetece poco volver. Soy un gnomo del bosque, por cierto. Me llamo Rumpelstilkin. Rumpel si quieres.

- Encantado, yo soy Luis –le dije dudando si estrecharle la mano o no. El hombre no paraba de frotarse contra mi pierna descaradamente y, con el disimulo que me confería el alcohol, le aparté delicadamente con la pierna-. ¿Es que hay más tipos de gnomos? No sabía que existían gnomos en los parques.

El gnomo se volvió a acercar a mí y olfateó los pantalones poniendo cara de asco.

- Joder chico, vaya fiesta que os habéis montado esta vez. ¿Si es normal encontrarse un gnomo del bosque en un parque? – aspiró muy despacio de la pipa mirándome fijamente con el ceño fruncido y me dio un puñetazo en la espinilla haciéndome trastabillar-. ¿Qué cojones esperabas encontrarte? ¿Un maldito fauno trotando y tocando la flauta? ¿o quizá una valkiria de desmesurados pechos revoloteando?

Vaya mala hostia se gastaban los gnomos. Volví a sentir la cabeza del gnomo frotándose contra mi pierna y ya sin disimulo ni delicadezas tuve que quitármelo con varias sacudidas.

- Sí somos varios tipos aunque por esta zona únicamente te encontrarás gnomos del bosque y algún gnomo del subsuelo que salga a mear al exterior. Los hijos de puta viven en las alcantarillas y salen a orinar a la superficie para no "ensuciar". Luego están los gnomos del desierto, los de las nieves, los hogareños… somos bastantes.

Ya casi habíamos llegado a la salida del parque. Miré el reloj que marcaba las cinco y dieciséis minutos y volví a mirar con disimulo al pequeño hombrecillo que ahora se había parado enfrente de un arbusto y…

- ¿En serio te vas a poner a mear ahí? - le grité sin aminorar el paso-. Por dios, que luego vienen niños a jugar al parque.

- Ahí está la gracia, sí señor –levantó la pipa a modo de despedida sin dejar de orinar mientras reía-. Me has caído bien chico. Aquí se separan nuestros caminos porque como no vuelva a casa me corren a hostias. ¡Nos volveremos a ver pronto!

Me despedí y seguí mi camino perdiéndole de vista. El alcohol, el sueño y el dolor en la espinilla empezaban a hacer mella en mí y aceleré un poco el paso hasta que llegué a la salida del parque. Allí me estaba esperando mi perro Loki, un pastor alemán, con la lengua fuera y moviendo el rabo como si le fuese la vida en ello. Me acerqué a él y me fui alejando del parque medio apoyándome en su cabeza en dirección a mi casa. Mi madre se había vuelto a dejar la cancela abierta. Eché una última ojeada al parque esperando encontrarme con el gnomo pero nadie estaba allí. El perro se frotó contra mí, me dio un lametón en la mano y entramos juntos a casa. La próxima vez tendría que beber más.