El Séptimo de BdC: Rayffer

Day 2,489, 08:30 Published in Spain United Kingdom by Lillian Ravenscourt

¿Alguna vez habéis sentido la necesidad de estrangular y follarte a alguien a la vez? No necesariamente en momentos diferentes, más bien todo a la vez. Eso es lo que despertaba él en mi. Esa soberbia irreverente en él y la indiferencia que todo le producía, era como un reclamo para los incautos que osaran entrar en su juego. Un juego, que pese a saber que era algo perdido, me aventuré a jugar. Tal vez era puro ego, pero yo era puro orgullo y mi competitividad salió a la luz. Fue todo un reto conseguir verle, muchos meses de tira y afloja, de morderme la lengua en ocasiones para no echarlo todo a perder. Hacía aflorar en mi deseos contradictorios, era el odio y el amor visceral, esos que sientes cuando nada tiene sentido pero que nace de tus entrañas. Jugar con él era como estar a mil kilómetros, suspendida en una cuerda floja, un solo traspié y caería al vacío.

Siempre he sido de rápido aprendizaje, así que empecé a entrever un camino más o menos estable en aquella locura de juego que cambiaba las reglas cada dos por tres. Pasaron meses de duro trabajo, pero sabía que mi recompensa estaba próxima. Fue ese mensaje el que me hizo sonreír como una niña cuando ve sus regalos bajo el árbol de Navidad.

Rayffer para Lillian Ravenscourt | hace 13 horas

Te esperaré en la Plaza Mayor a las 20:00h, no te retrases.”


Estaba nerviosa y excitada, por fin lo había conseguido. Después de tanto tiempo intentando cazarlo y ahora tenía la oportunidad de hacerlo. Aun me quedaban un par de horas para invertirlas bien. Me metí en la ducha y me relajé un poco, invertí mi tiempo en mi pelo. Lo sequé cuidadosamente y ordené mis rizos del color de las cerezas, alisé con tranquilidad mi flequillo y me vestí. Sin maquillaje que adornara mi cara, salvo el piercing del labio, había cosas de las que no iba a renunciar. Cogí el bolso y me puse las deportivas. Lista. Salí disparada de casa, no quería llegar tarde.

Reconozco que cuando vi esos ojos azules, me replanteé mi plan, pero tenía que hacerlo, era necesario. Le di dos besos y su aroma me inundó, esa mezcla a madera y pimienta hizo que me estremeciera. Me perdí en esos ojos azules, que contrastaban sobre esa piel bronceada del verano y su pelo oscuro y que parecían taladrar hasta lo más profundo de mi ser, fue ahí cuando me di cuenta de que era tarde. Solo mi deseo era superado por mi sed. Se que lo notó, porque dibujo esa media sonrisa triunfal. Ahí estaba mi Musculoca, el soberbio y ególatra Rayffer que yo esperaba, que amaba y odiaba a partes iguales, al que quería follarme y estrangular al tiempo.

Tres estúpidas conversaciones y un café más tarde, allí estábamos, a medio desvestir tirados en la cama. Sus manos recorrían mi cuerpo con un hábil reconocimiento y mi pelvis se movía sobre su abultada entrepierna. Consiguió quitar el resto de mi ropa y se despojó la suya tan rápido que ni el propio Flash Gordon lo hubiera igualado. Allí estaba, ese deseo creciente que buscaba, noté sus dientes clavarse en mi piel blanca y yo me arqueé y solté un suspiro. Sus manos amasaban con fuerza mis pechos a medio liberar del sujetador. La falsa ilusión de que él dominaba aquella situación fue la que le hizo confiarse. Saqué de mi bolso unas esposas y sonreí de medio lado. Sin darle más opción inmovilicé sus manos, era demasiado orgulloso para estar así, pero su excitación era demasiado grande para dejar que pensara con claridad. Mis labios recorrieron ese cuerpo hecho para pecar, realmente se merecía el apodo cariñoso de Musculoca. Sus músculos torneados, definidos, sin llegar al exceso me excitaban aun más. La idea de lo que iba a hacer seguía presente en mi y acrecentaba mi necesidad de sentirlo dentro. Me senté sobre él a horcajadas, notándolo rozar en zonas a las que pocos llegaban, comencé un baile cadencioso con mis caderas. El sonido de la respiración de ambos era lo único que llenaba aquella habitación, la única banda sonora de ese momento que llegaba a nuestros oídos, el resto había desaparecido. Clavé mis uñas en su pecho y le arañe con fuerza, vi aparecer esos hilitos de sangre y noté el golpe seco de su pelvis en mi dirección. Él empujaba hacia arriba con urgencia y yo complací sus deseos.

Eché la mano hacia atrás y cogí algo que había dejado allí sin que el se diera cuenta, solo una frase salió de mis labios:

- ¿Has visto Instinto Básico?

Y el fino punzón del pica hielos se hundió en su corazón. Aquella mirada mezcla de placer y desorientación me excitó aun más y aceleré mi baile, desatando el mar de mi interior. Ya había parado cuando sus ojos se quedaron vacíos. Esos preciosos ojos azules que habían perdido la luz vital. Me di una ducha para quitarme su sangre de mis muslos y mis manos; le quité las esposas, besé sus labios inertes, le susurré un gracias y me marché de allí con mi misión cumplida.

Taché su nombre de la lista... uno menos...