Desde la oscuridad...

Day 2,483, 12:22 Published in Spain United Kingdom by Lillian Ravenscourt

Llevo unos días observándola, es tan hermosa. Se que esta es la definitiva, no como las anteriores, mujerzuelas baratas que se vendían por una buena cena o un ramo de rosas. Zorras busconas sin ningún tipo de virtud, me engañaron todas, me dejé engatusar por esa dulce y virginal belleza, pero luego vi la verdad en ella. Almas corrompidas por los pecados de la carne, merecían un castigo y lo obtuvieron. Algunas noches recuerdo sus rostros de sorpresa, miedo y dolor, al darse cuenta de que iban a obtener su merecido. Pero ella es diferente, estoy seguro. Me gustan los pijamas infantiles que usa, a veces resultan sensuales de un modo casi indecoroso, pero no me importa, se que se los pone para mi, porque sabe que me gustan.

Disfruto viéndola cenar en esa diminuta cocina, absorta viendo esos programas de televisión que atraen a todas las mujeres. Puedo pasar por alto ese vicio, tampoco es que busque una mujer que esté todo el santo día rodeada de cosas intelectuales, es agotador. Disfruto de ese silencio bien merecido. Me encanta como atusa esa melena oscura, las demás también la tenían, pero no era tan bonita como la suya, hace que resalten esos ojos azules. Hasta el color de sus ojos es especial, no es ese azul tan apagado que tenían las demás, que se ensuciaba y se tornaba vidrioso cuando exhalaron su último aliento. Todos tenemos un tipo de mujer especial, el mio es ella. Morena, ojos claros, menuda pero no en exceso. Con esas delicadas manos de pianista, que se mueven ágilmente por el teclado de su ordenador, no me gusta que su jefe la interrumpa, le rompe la concentración y sus manos se quedan quietas y paran esa danza. Siempre lleva las uñas muy bien cuidadas, no demasiado largas ni demasiado cortas y jamás las lleva pintarrajeadas de algún color llamativo, eso es de prostitutas y sabe que no me gusta.

Esta mañana la he seguido hasta la cafetería de costumbre, siempre pide un capuchino con extra de vainilla y leche de soja. No se como se puede beber ese mejunje, es demasiado dulce para mi gusto, pero ella es muy golosa. Me encanta como arruga la nariz mientras lee el periódico y sorbe su capuchino, nunca rompo ese momento de concentración en ella, me gusta verla así. Esa forma de doblar la muñeca para mirar el reloj y pedir corriendo otro capuchino y un café triple solo sin azúcar para su jefe. Me molesta que le lleve el café, pero es parte de su trabajo y lo he acabado aceptando, no puedo interponerme en su trabajo, al fin y al cabo, son relaciones laborales, al llegar a casa, es solo para mi. Hoy está especialmente hermosa, con el pelo recogido en una cola alta, le cae por la espalda en una cascada ébano. Ese traje pantalón gris le sienta bien, realza su figura de un modo elegante y recatado, es tan discreta vistiendo, tan profesional. No como las anteriores, que se vestían como si fueran a trabajar en una barra americana. Lleva el maquillaje justo, es tan presumida, es una de las cosas que más me gustan de ella.



Por fin es viernes, hoy vuelve a casa más pronto, menos mal que he querido sorprenderla y estaba pronto en la acera de enfrente. La he visto entrar en casa, se ha quitado la ropa y se ha dado una ducha. Parece que piensa salir, se ha puesto una falta corta negra y una camisa, no me había dicho nada. Es extraño, está cocinando, parece que piensa cenar en casa o es que quiere sorprenderme ella a mi con una cena para ambos. Sí, debe ser eso, en la mesa hay dos platos, dos copas y dos juegos de cubiertos. Mi pequeña ninfa, que romántica es. Me gusta observarla desde su patio trasero, está oscuro y nunca repara en mi, así tengo luego momentos robados de ella en mi memoria. Ha salido disparada de la cocina, no veo donde ha ido, supongo que a buscar algo.

Ha entrado con un hombre, noto como la furia se apodera de mi. Conozco a ese tío, es su jefe, no lo entiendo, ¿tiene una cena de negocios? ¿Qué clase de negocios podrían tener a estas horas y en su casa? ¿Por qué no me lo ha contado? Veo como ese cerdo se le acerca por detrás y le besa en el cuello mientras sus manos suben a sus pechos. Quiero gritar que no la toque, pero se que ella lo frenará y lo echará de casa, no me va a traicionar así. Pero no es eso lo que sucede, se gira y le besa, sus elegantes manos acuden raudas al cinturón y se lo desabrochan para luego desabrochar sus pantalones. No me lo puedo creer, es como las otras. Mis ojos se niegan a retirarse de esa escena de lujuria pecaminosa que mi pequeña ninfa protagoniza, como si fuera una autentica estrella porno, venida a menos. Siento como mi mundo se desmorona y mi corazón se fracciona, me siento traicionado mientras veo como ella se comporta como una zorra venida a menos. La veo retorcerse de placer y disfrutar con ese cabrón que la está poseyendo. No quiero mirar, pero no puedo apartar la vista, ya no queda nada de esa inocente y virginal chica que me ha robado el corazón. Le da igual la traición que está cometiendo, solo busca su propio placer.


He entrado en casa sin hacer ruido, tengo el corazón destrozado y estoy furioso. He esperado hasta que él se fuera y ella se fuera a dormir. Lleva horas durmiendo. He preparado la inyección con el paralizante, eso evitará que grite y he intente escapar, lo aprendí con la tercera, es un buen truco. Apenas nota el pinchazo, espero pacientemente los cinco minutos y noto como se despierta y la angustia se apodera de ella. Le abro los párpados, ahora me ve. El efecto del paralizante en una dosis baja no dura demasiado, lo justo para poder atarla y amordazarla y preparar todo.

Se le está pasando el efecto, empieza a forcejear presa del pánico. Me acerco a ella y le acaricio el rostro y después la abofeteo con todas mis fuerzas. Lanza un gemido de dolor que la mordaza ahoga al instante. Pongo una silla delante de ella y me siento, quiero que comprenda porque hemos llegado a este extremo después de una bonita relación.

Me has traicionado y mancillado nuestra relación haciendo lo que has hecho con tu jefe. Quiero que sepas que esto me duele a mi más que a ti.

Farfulla algo a través de la mordaza.

Te voy a quitar la mordaza, pero como grites te rebano el cuello aquí mismo. - Ella asiente y la retiro despacio. - ¿Entiendes el mal que me has hecho cuando te he visto revolcándote con otro?
No se quien eres, no entiendo nada de lo que estás diciendo – su voz está plagada de terror.
¿Intentas jugar conmigo?
No, no se quien eres, no se como sabes lo de esta noche ni como has entrado en mi casa.

Perdí la paciencia en ese momento, lo reconozco, me estaba negando y negando lo que habíamos vivido entre los dos. Le coloqué de nuevo la mordaza y volví a inyectarle el paralizante, se acabó, había conseguido enfadarme de verdad, si hubiera sido sincera y se hubiera disculpado, no me vería obligado a hacer esto. Necesitaba ser purificada.

La desaté y la puse sobre la cama, era como una muñeca. Le arranqué el pijama y saqué una botella de lejía industrial, me puse unos guantes y empapando un trapo empecé a frotar todo su cuerpo. Se que quería gritar por el quemazón que sentía, pero sus cuerdas estaban paralizadas. Ahora tenía la piel blanquecina y limpia, allí donde ese hombre había tocado, no quedaba ni rastro de impureza. La miré a los ojos.

Me has obligado a esto, eras alguien puro y ahora no eres más que otra puta que me ha decepcionado y que tiene que ser purificada para volver a ser un ser virginal y merecedor.

Cogí otra jeringuilla y la llené de lejía, estaba aterrada y de sus ojos caían lágrimas. Pero ya no había hueco para la compasión, me había traicionado a todos los niveles. Abrí sus piernas, coloqué un embudo en la entrada de su vagina y vertí un poco de lejía. Si no hubiera estado paralizada, con eso habría convulsionado, lo se porque a las primeras les había pasado y lo ponían todo perdido. Las burbujas ensangrentadas empezaron a salir, la mucosa se había empapado con la lejía y esta empezaba a disolverlas. Algunas, ese quemazón y ese dolor hacía que se les parara el corazón. Pero ella era una luchadora, aunque no le iba a servir de mucho. Estaba consciente aun, mejor, me gustaba ver como se iban saliendo de su parálisis mientras iban muriendo.


Ya casi he terminado mi trabajo, sus ojos acaban de apagarse apenas hace un minuto, ha aguantado lo que le hice después de la lejía, sin apenas suplicarme con la voz ronca. Es tan hermosa incluso sin vida. La he lavado y la he sentado en la silla. He trenzado su largo pelo, es tan hermoso y suave, es como tocar agua. Será una preciosa virgen María. La túnica azul hace resaltar sus ojos.

Tendré que usar hilo de pescar para que conserve las manos juntas, como si rezara. No importa, me tomaré mi tiempo, es una muñeca tan hermosa. Cuando el rigor mortis aparezca, se quedará así y todos verán lo hermosa y pura que ha vuelto a ser. Todo pecado cometido esa noche ha quedado borrado. Ahora es pura por fin.

Salgo a la oscuridad de la noche y cierro suavemente la puerta tras de mi, tendré que buscar a otra que sepa amarme como yo a ella...