Carlos Henrique Kaiser, el futbolista mais chanta do mundo

Day 2,559, 03:42 Published in Argentina Argentina by Pablo El Rufian

Con una carrera de casi 20 años -en la que desfiló por una docena de importantes equipos- nunca jugó un partido entero. Evitaba contacto con la pelota. Su principal habilida😛 hacerse amigo de grandes figuras del fútbol para que lo lleven a su club. La increíble historia de Carlos Henrique Raposo, conocido como Kaiser, el jugador más chanta del mundo

“Yo venía de una familia pobre, pero quería crecer y ganar dinero, para ayudar a mi familia. Sabía que la mejor manera de acelerar este proceso sería a través del fútbol. Yo quería ser jugador pero no quería jugar”, declaraba Kaiser al diario Globo Esporte.

A pesar de esta declaración de principios que marcó su carrera, el hombre se las ingenió para integrar el plantel de importantísimos equipos entre fines de los 70 y principios de los 80: en Brasil pasó por el Flamengo y el Fluminense (los Boca y River de Río de Janeiro), por Botafogo y Vasco da Gama, entre otros. Llegó al Puebla de México y al Ajaccio de Francia. Jugador habilidoso con el chamuyo, asegura que integró el plantel del Independiente campeón de la Intercontinental de 1984. Todo eso, casi sin ingresar al verde césped. ¿Cómo fue la carrera de Carlos Henrique Kaiser?

Ese amigo del alma

“Era un ser humano extraordinario, un amigo, una gran persona. Pero su problema era la pelota”, recuerda entre risas su amigo Ricardo Rocha, ex jugador campeón del mundo con Brasil en el 94.

“En la parte física, andaba bárbaro. Pero era un enemigo de la pelota”, cuenta Renato Gaúcho, recordado campeón de la Supercopa 92 con el Cruzeiro.

Carlos Henrique Raposo era un especialista en construir sociedades con otros jugadores… pero fuera de la cancha. En bares o discotecas, enseguida pegaba onda con futbolistas de renombre. Así se hizo amigo de Romario, Edmundo, Branco, entre muchísimos otros. Los jugadores se encariñaban tanto con él que colaboraban en la coartada: el muchacho tenía pinta de futbolista y sus amigos convencían a los entrenadores de ingresarlo al equipo. Hacían correr la leyenda apodándolo “gunner” o “matador” y adosándole fama de goleador. No hizo ni un gol en toda su vida. Sus propios amigos, estrellas del balompié, lo bautizaron “el Forrest Gump del fútbol brasileño”.

En cada club al que llegaba se le presentaba un gran problema: la pelota, que podía desenmascarar la “leyenda”. Claro, Raposo (Kaiser, su nombre artístico) era un tronco absoluto. Para zafar ideó un truco que utilizó siempre: se lesionaba en los entrenamientos. Por esos años no existían las resonancias magnéticas, lo que hacía imposible corroborar las lesiones musculares. Pasaba meses en la enfermería, hasta que el club le rescindía el contrato. Cuando pasaba eso, era sólo cuestión de recurrir a otro jugador amigo para ir a otro club.

En esos años no había internet, ni televisación de todos los partidos, y mucho de lo que circulaba era "de boca en boca”. Carlitos Kaiser, consciente de eso, también procuraba hacer diplomacia y amistades con periodistas deportivos: les regalaba camisetas y les pasaba chismes de los planteles que integraba. Los periodistas le devolvían el favor con noticias sobre su carrera y titulares pomposos (El Club Bangú ya tiene a su rey: Carlos Kaiser, por ejemplo).

¡Grande, pa!

Los directivos de los clubes y los DT siempre lamentaban la “mala suerte” de Kaiser y sus lesiones eternas. Pero en Bangú, cansó a su entrenador. El equipo venía muy mal y el DT llamó al supuesto “goleador” para que entrara al campo. Carlitos no sabía de qué disfrazarse y se le encendió la lamparita: aprovechó los insultos de la hinchada para ir a pelearse al alambrado. El referí lo expulsó antes de entrar.

El DT estaba furioso. Carlitos Kaiser le explicó: “Es que Dios me dio un padre en la vida y me lo quitó. Ahora que siento en usted a un segundo padre, no voy a dejar que ningún hincha lo insulte”. El DT –emocionado– le besó la frente. ¡Y pidió que le renovaran el contrato por seis meses más!

Europa: la consagración del ídolo

Cuando aterrizó en Europa, adquirido por el Ajaccio (club de la segunda división francesa), fue presentado como una estrella en un entrenamiento repleto de público. Carlitos recuerda que la cancha estaba llena de pelotas y se la veía venir: le iban a pedir que haga jueguito y demuestre sus habilidades. Los nervios no le impidieron pensar la manera de zafar: empezó a patear cada pelota a los hinchas mientras se besaba el escudo de la camiseta, hasta que no quedó ningún balón en el campo. “Los aficionados enloquecieron”, asegura. Se transformó en ídolo sin jugar, aunque reconoce que luego participó en varios partidos pero jugando de a 20 minutos (porque se “lesionaba”).

Campeón intercontinental fantasma

Para venderse mejor, Carlos Henrique Kaiser clamaba a los cuatro vientos haberse consagrado campeón, nada menos que con Independiente en la final de la Intercontinental de 1984 ante Liverpool. Incluso presentaba una foto de aquel plantel inolvidable como parte de su currículum. Aseguraba estar allí. Pero era más fácil encontrar a Wally que a Kaiser en esa foto.

Claro, ¿en cuántos clubes iban a ponerse a investigar que el Carlos Enrique (“el loco”) que brillaba en esa defensa roja era el hermano de Héctor (campeón en México 86)? Kaiser también era Carlos Henrique, y también brillaba… por su ausencia.
El Robin Hood de los jugadores

No gambeteaba ni engañaba a zagueros rivales. Construyó una insólita carrera de 20 años engañando a dirigentes de clubes. “No me arrepiento de nada. Los clubes se la pasan estafando a muchos jugadores. Alguien tenía que ser el vengador de los muchachos”, se defiende Carlos Henrique Raposo, Kaiser.

Muy probablemente, la historia de Keyzer Soze, el personaje fantasma de “Los sospechosos de siempre”, esté inspirado en las desventuras del simpático y mítico Kaiser brasileño, el jugador “mais chanta do mundo”.