La guerra olvidada. La Guerra del Chaco Parte 2

Day 2,652, 06:53 Published in Argentina Argentina by Nahuel Leandro Druet Cfk

Seguimos con la olvidada Guerra del Chaco, hoy vamos a hacer dos entregas ya que voy a empezar con un pedido que varios me han hecho.

Segunda ofensiva paraguaya (septiembre-diciembre de 1933)

El cerco de Campo Grande



El traslado de fuerzas bolivianas para sostener los ataques y contraataques en la zona Bullo-Gondra debilitaron el sector avanzado del fortín Alihuatá defendido por tres unidades bolivianas: el regimiento RC-2 Ballivián, en Campo Grande, a la izquierda de Alihuatá; el regimiento RI-27 Chacaltaya, en el centro, sobre el camino Alihuatá-Arce; y una pequeña compañía del regimiento RI-18 Junín, en Pozo Favorito.

La 7.ª División paraguaya, al mando del teniente coronel Ortiz, al comprobar el débil enlace entre ellas, realizó tres cercos separados siendo el principal el que realizó contra el regimiento Ballivián.

Los regimientos RI-4 Loa y RI-8 Ayacucho, fueron trasladados desde el sur para ayudar, pero el regimiento Loa también cayó en el cerco y el ataque del Ayacucho no pudo romper el envolvimiento paraguayo. Tanto el general Kundt como su jefe de operaciones, el teniente coronel Toro, apreciaron erróneamente la intención, magnitud y la dirección principal del ataque paraguayo lo que produjo una mala distribución de las fuerzas bolivianas.

Debido a la falta de agua y al creciente hostigamiento enemigo, el día 15 de septiembre de 1933, los regimientos Ballivián y Loa capitularon. Un total de 509 soldados, con 2 jefes, 11 oficiales, 3 médicos y 10 suboficiales se rindieron. La compañía del regimiento Junín, cercada en Pozo Favorito, también se rindió. En el centro, el regimiento Chacaltaya pudo salvarse gracias a los regimientos RC-5 Lanza y RI-22 Campos, que después de duros combates, abrieron una brecha por donde pudo escapar.

«No sé qué hacer. Pienso en suicidarme, entregarme al enemigo o pasar a la Argentina», dijo Kundt. Pero el teniente coronel Toro lo tranquilizó: «No se aflija mi general, ya veremos la forma de redactar el informativo». Kundt ocultó los resultados al presidente Salamanca: no mencionó la captura de la compañía Junín (I/RI-1😎 en Pozo Favorito, recalcó la liberación del Chacaltaya.

El coronel Estigarribia aprovechó que el ejército boliviano estaba atacando en la zona de Pirizal y Gondra para golpear al norte de Alihuatá, desde Campo Grande a Pozo Favorito. Este ataque, totalmente inesperado por el lugar y la velocidad de su ejecución, puso a Kundt en la disyuntiva de continuar el ataque o reconocer que había perdido la iniciativa y debía defenderse. Sin contar con la información necesaria o no dando importancia a la que recibía de sus subalternos, Kundt asumió que el ataque paraguayo era meramente «distractivo». Por eso, de mala gana, movió las reservas destinadas a su ofensiva trayéndolas desde Pirizal, Bullo, Gondra e incluso desde Nanawa para romper los cercos paraguayos cuando estos ya se habían consolidado y era demasiado tarde.

La batalla de Campo Grande fue el primer síntoma de un cambio en la estrategia del ejército paraguayo y un ensayo en miniatura de lo que vendría después. En mérito a su realización Estigarribia fue ascendido al rango de general de brigada.

Segunda batalla de Alihuatá

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Salamanca recomendó a Kundt no repetir los ataques como el de Nanawa, sugiriendo una estrategia defensiva, con el menor costo posible en vidas y materiales, que desgastase al enemigo hasta obligarlo a llegar a un tratado de paz razonable. Ya no pensaba, como un año antes, firmar en Asunción, la capital paraguaya, el final de la guerra.

El mayor boliviano Oscar Moscoso le manifestó al general Kundt el deplorable estado y la inferioridad de las fuerzas bolivianas luego de los combates de julio a septiembre y sugirió una retirada estratégica de 150 km, a la línea Magariños-Platanillos, hacer descansar allí a los soldados y concentrar previamente una fuerza de 80 000 hombres antes de retomar la iniciativa. Kundt objetó que eso significaría ceder muchos fortines y que Bolivia no tenía los recursos para crear y sobre todo mantener una fuerza tan grande en el Chaco. Moscoso señaló que entonces existía el peligro de perder los fortines, los hombres y las armas.

El presidente paraguayo Ayala viajó al Chaco el día 3 de octubre para ascender a Estigarribia al rango de General. En esa reunión aprobó el Plan de Operaciones, donde el ejército paraguayo retomaba la actitud ofensiva contra su par boliviano, y se comprometió a enviar el máximo de recursos para llevarla a cabo con éxito.

El 10 de octubre de 1933, en su visita a La Paz, Kundt afirmó ante Salamanca y su gabinete: «No existe absolutamente posibilidad de derrota [...] podemos esperar con toda tranquilidad en nuestras posiciones fortificadas [...] con la seguridad de no perder terreno». Aprovechando esta ausencia, Toro envió a Roberto Bilbao La Vieja a los comandos de las grandes unidades para reunir opiniones desfavorables sobre Kundt para lograr su remoción.

El 11 de octubre de 1933, los representantes de Argentina y Brasil firmaron el Acta de Río de Janeiro en la que declararon que el conflicto del Chaco podía ser resuelto por medio del arbitraje. El Paraguay aceptó la propuesta pero Bolivia la rechazó.

El día 23 de octubre de 1933, luego de reunir importantes fuerzas y recursos, Estigarribia inició una serie de ataques de aferramiento contra la 9.ª División boliviana, al mando del coronel Carlos Banzer. Esta primera fase del plan consistía en empujarla a sus líneas principales. Una vez fijadas las posiciones de los defensores, que opusieron una tenaz resistencia, pasó a la segunda fase: rodear por el oeste su flanco izquierdo. Esta maniobra la encabezó la 7.ª División paraguaya.

Durante todo el mes de noviembre las fuerzas paraguayas avanzaron sobre el ala izquierda de la 9.ª División desbordándola permanentemente pese a los refuerzos que enviaba Kundt que no se percataba de la enorme superioridad enemiga en ese sector.

El 3 de diciembre de 1933, aprovechando una fuerte tormenta que dificultaba la logística y las comunicaciones radiales, la vanguardia de esta poderosa masa de maniobra paraguaya llegó hasta los bordes del Campo 31 y cortó el camino Saavedra-Alihuatá colocando a la 9.ª División en peligro de ser copada. Ese día, el general Estigarribia asumió personalmente la dirección táctica de las operaciones en reemplazo del dubitativo coronel Ayala. Otras fuerzas paraguayas cortaron una segunda ruta que por Pozo Negro también iba hacia Saavedra. Viendo que no iba a recibir una ayuda masiva para contener el cerco en ciernes, Banzer decidió, el día 7 de diciembre de 1933, replegar su división por una tercera ruta que todavía quedaba libre. El fortín Alihuatá fue evacuado e incendiado noticia que el gobierno ocultó al pueblo boliviano. Los 7000 hombres de la 9.ª División abandonaron silenciosamente las trincheras y exponiéndose al asedio enemigo y a la sed se dirigieron penosamente en dirección sureste, hacia la 4.ª División que combatía en la zona de Gondra.

Lo que Banzer no pudo prever fue que el mismo día 7 de diciembre de 1933, a las 4:35 horas, el frente de Gondra a cargo de la 4.ª División boliviana colapsó por el sorpresivo ataque nocturno que por propia iniciativa realizó el teniente coronel Rafael Franco al mando de la 1.ª División paraguaya. La División boliviana, rebalsada en varios sectores, no tuvo otra opción que replegarse hacia la misma zona donde convergía la 9.ª División. Esta imprevista ruptura sorprendió incluso al general Estigarribia, que pidió varias veces la confirmación de que efectivamente Franco estaba avanzando por el sur cerrando las vías de escape de dos divisiones bolivianas.

Rendición en Campo Vía

La 9.ª y 4.ª División bolivianas se encontraron en Campo Vía donde quedaron inmovilizadas por los dos brazos de la tenaza paraguaya.

Millares de hombres de color tierra circulaban sobre el pequeño campo esperando la orden de partida. Trípodes, morteros, cajas de municiones, cañones de repuesto, granadas, ametralladoras y fusiles, amen del equipo, se transportaban en los hombros no en la espalda [...] [En un camino] de cinco metro de ancho a través del bosque [...] descansaba nuestra columna de camiones [...] cargados con piezas de artillería y municiones para las diversas armas, ora con tanques destinados al aprovisionamiento de agua y gasolina, ora, en fin, cargados de víveres, carpas y equipos. Una mayor parte de las tropas de la 4.ª y 9.ª. División que se encontraban detenidas en su marcha, cubrían cuanto espacio libre quedaba sobre la ruta y sobre todo, a lo largo de la columna de automóviles […]. Así, embotelladas [...] en la picada, reducidas a un estrecho radio de acción, [...] toda maniobra más que difícil se hacia imposible [...] Tal era nuestra situación el día nueve [de diciembre] en la tarde, grave en extremo y más aún si se toma en cuenta el agotamiento físico y la consiguiente depresión moral.
Capitán de artillería boliviano Torres Ortiz de la 4.ª División
(Brockmann, 2007, p. 344)
El 10 de diciembre de 1933 se completó el anillo. Kundt consideró alarmistas e incorrectos los informes de los pilotos y de Banzer ya que estaba convencido de que el ejército enemigo no estaba capacitado para llevar a cabo operaciones coordinadas con una gran cantidad de unidades (5 divisiones) en un frente tan amplio. Kundt recriminó a Peñaranda porque se había retirado inexplicablemente desde Kilómetro 21 hacia Saavedra, al sur, y le ordenó que volviera a esa posición para ayudar a las dos divisiones cercadas. Banzer intentó abrir una picada para poder escapar pero la presión paraguaya, la espesura del monte, el calor y el cansancio de los zapadores bolivianos impidieron su concreción.


Mortero tipo Stokes Brandt.
El 10 de diciembre de 1933, a las 17:00 horas, los bolivianos intentaron romper el cerco pero por error la aviación boliviana bombardeó a fuerzas del regimiento RI-50 Murgia al mando del capitán Antezana Villagrán, hecho que a posteriori algunos historiadores bolivianos trataron de ocultar. Solo el regimiento Lanza, en una lucha feroz y con grandes pérdidas, logró abrirse paso pero muy pocos soldados lograron escapar. El día 11 de diciembre de 1933, las dos divisiones cercadas, sin ninguna opción, tuvieron que rendirse.

Las pérdidas bolivianas fueron importantes, murieron 2600 soldados y aproximadamente 7500 cayeron prisioneros (18 jefes, 170 oficiales, 7271 soldados). De un solo golpe, más de dos tercios del ejército boliviano fue destruido. Solo escaparon 1500 hombres, que en su mayoría pertenecían a las fuerzas de Peñaranda que no estuvieron dentro del cerco. Cuando se comunicó a La Paz que se había salvado Peñaranda, este nunca aclaró la situación y la cosechó en su favor como si fuera el héroe de la jornada, razón por la cual Salamanca lo promovió en lugar de Kundt.

Cuando el 11 de diciembre de 1933 los ministros y Toro llegaron a Muñoz para destituir al general Kundt, este los recibió en su puesto de mando:

Ya no estaba en el rol del dios Thor, que molería sus míseras existencias de funcionarios en un yunque con su martillo de trueno. Más bien deslizó con amargura que se sentía enfermo y agobiado no solo por las preocupaciones de la campaña y sus últimos resultados sino por la situación de su familia y sus negocios.
Brockmann (2007, p. 323)
La rendición de Campo Vía proporcionó al Paraguay gran cantidad de armas y equipos: 8000 fusiles, 536 ametralladoras, 25 morteros, 20 piezas de artillería, 2 tanques Vickers, muchos camiones y una gran cantidad de municiones. El resto del ejército boliviano se retiró hacia Magariños.

En Muñoz, centro del comando boliviano en el sur, el día 14 de diciembre de 1933, a las 10:00 horas, en medio del trajin para desalojar el fortín y destruir sus instalaciones, el destituido general Kundt subió a un trimotor Junkers 52 del Lloyd Aéreo Boliviano y partió del Chaco para siempre. A la tarde, el Servicio de Escucha paraguayo descifró el siguiente parte:

De Muñoz, n.º 319. Diciembre 14, 1933, 18 horas. Para Director Etapas. Villamontes. Cifrado 724/171. Si no hay carga urgente para trimotor, puede traer mañana cigarrillos, coca, alcohol, unas botellas de pisco y pastillas agridulces para tropa que llega en malas condiciones físicas.
Cifrado 724/171 (Querejazu Calvo, 1995, p. 191)
Ese mismo día, a 50 km al este, con la presencia del general Estigarribia, la bandera paraguaya reemplazó a la boliviana en el mástil del fortín Saavedra donde había ondeado desde su fundación, en el año 1924.75 El fortín Muñoz comenzó a arder al atardecer del día 19 de diciembre de 1933. El día 20, luego de un ligero bombardeo de la artillería paraguaya, ingresaron lentamente los soldados del RC-7 San Martín.



Armisticio y creación del segundo ejército boliviano

Con la derrota sufrida en Alihuatá y Campo Vía al ejército boliviano solo le quedó la 7.ª División la que tuvo que retirarse de la zona de Nanawa hacia Magariños. La propuesta del teniente coronel Franco de utilizar todos los camiones disponibles para avanzar rápidamente hacia Ballivián-Villamontes y acabar con el resto del ejército boliviano no prosperó. El presidente Ayala creyó que había ganado la guerra y que Bolivia, sin ejército, no tenía otra opción que capitular y solicitar la paz y, para dar tiempo a la diplomacia, propuso un armisticio que el gobierno boliviano aceptó de inmediato.

El armisticio de veinte días, del 19 de diciembre de 1933 al 6 de enero de 1934, favoreció enteramente a Bolivia. Este país aceptó el armisticio para ganar tiempo y formar un nuevo ejército. Durante el primer año y medio de guerra, Bolivia había movilizado 77 000 hombres de los cuales solo quedaban 7000 combatientes en el Chaco (la 7.ª División) y 8000 hombres que prestaban diversos tipos de servicios. Del resto: 14 000 habían muerto, 32 000 fueron evacuados por heridas o enfermedades, 10 000 cayeron prisioneros, 6000 desertaron.

Cuando el armisticio caducó, el nuevo ejército boliviano tenía un total de 18 regimientos cuyos efectivos eran superiores al que había comandado Kundt un año antes.

Pero este nuevo ejército tenía tres inconvenientes:

Miles de campesinos cuyas tierras eran expropiadas por los terratenientes bolivianos, dando lugar a varios levantamientos, fueron reclutados como soldados para luchar por un desierto inhóspito y estéril. Los soldados carecían de buena preparación y experiencia en combate; su moral y motivación eran bajas. En muchos casos se reclutaron soldados no aptos físicamente para soportar las exigencias del teatro de operaciones chaqueño.79 Se quejaban de la mala y escasa comida, del temor a la selva chaqueña y de los fusilamientos de desertores que estaban obligados a presenciar.

A principios de 1934, el alto mando boliviano reconoció que para la defensa de posiciones se necesitaban 2 soldados recién reclutados por cada soldado paraguayo, siempre que estuvieran bien alimentados y con el apoyo de ametralladoras y artillería. Para atacar esta relación subía a 4 reclutas bolivianos por cada soldado paraguayo. Esto complicaba la logística, problema que Kundt ya había analizado el año anterior, especialmente en el consumo de alimentos, agua y municiones que los reclutas solían derrochar.

El cuadro de oficiales estaba muy raleado. El mando de los regimientos se dio a capitanes o mayores con poca experiencia y se contrató oficiales mercenarios extranjeros, especialmente chilenos, que en número de 105 ingresaron desde abril y hasta fines de 1934.

Pese a que esto motivó roces diplomáticos entre el Paraguay y Chile, los mercenarios chilenos fueron tratados por el ejército paraguayo bajo los mismos derechos que la Convención de Ginebra amparaba a los combatientes y prisioneros bolivianos y no bajo la figura jurídica de «combatientes ilegales», con penas de prisión y fusilamiento.

Mientras el ejército paraguayo preparaba a los estudiantes para oficiales, su par boliviano los alistaba como soldados, y suele atribuirse la poca capacitación y cantidad de oficiales a la estructura de la sociedad boliviana, al elitismo y al racismo.85 Los amigos y parientes de los políticos y los jóvenes de la burquesía en todas sus capas ocuparon puestos burocráticos en la retaguardia eludiendo así ir al frente de batalla. Según el general Peñaranda, esta carencia de oficiales y clases transformó al ejército boliviano en un «cuerpo sin alma».

La derrota de Alihuatá-Campo Vía no mejoró la unidad del ejército con el gobierno sino todo lo contrario. Las camarillas se fracturaron aún más. Cuando el nuevo comandante en jefe quiso nombrar al coronel David Toro como Jefe del Estado Mayor, se opusieron varios altos oficiales, por lo que Peñaranda recibió una severa advertencia de Salamanca:
Está usted al borde de una rebelión militar frente al enemigo extranjero. Reflexione bien y deténgase a tiempo [...] Su deber es cumplir la orden que le he reiterado ya cuatro veces y que ahora le reitero por quinta vez.
Presidente Salamanca al general Peñaranda (Dunkerley, 1987, p. 224)
Como solución, Toro fue nombrado comandante del Primer Cuerpo de Ejército. Este nombró a su vez, como jefe de Estado Mayor de esa unidad a Germán Busch, un joven oficial de 29 años sin ninguna capacitación ni experiencia en esa función ni en el mando de grandes unidades, que a partir de entonces figuró como su «protegido» en la corte que Toro organizó a su alrededor con oficiales jóvenes, socialistas, bufones y poetas donde reinaban los placeres de la buena mesa, las bebidas y las mujeres.

Como síntoma de este clima de insubordinación dentro del ejército contra el presidente Salamanca, el 5 de abril de 1934 se amotinaron los cadetes del Colegio Militar y apoyados por la policía salieran de su cuartel y ocuparon gran parte de la ciudad de La Paz. Este motín fracasó por la falta de apoyo popular y del sector militar que lideraba Peñaranda.

El presidente Salamanca, dudando cada vez más de la eficacia de los militares bolivianos, intentó penetrar de dos maneras en el «feudo» que estos habían construido en el Chaco. En primer lugar, a fines de abril de 1934, intentó crear el cargo de inspector general del ejército con la función de enlace entre el presidente y el alto mando. Propuso para el cargo a un civil, el doctor Joaquín Espada. La oposición del general Peñaranda y la inmediata e indisciplinada reacción del teniente coronel Moscoso hizo que Salamanca le pidiera inmediatamente su renuncia como jefe del estado mayor, la que se hizo efectiva pese a los ruegos en contrario de Peñaranda. En segundo lugar, en el mes de mayo de 1934 llegó la misión militar checa contratada por Salamanca compuesta de cinco oficiales de alta graduación, todos a cargo del general Vilem Placek para que asesorara al gobierno en sectores claves del ejército. Esta medida también despertó el total desacuerdo de los jefes de Cuerpo y de División bolivianos.



Tercera ofensiva paraguaya (enero-diciembre de 1934)

El ejército paraguayo, luego de este descanso, continuó su avance capturando los fortines Platanillos, Loa, Esteros, Jayucubás, mientras el ejército boliviano, en actitud defensiva, intentó crear diversas líneas de contención. A partir de Campo Vía el ejército paraguayo comenzó a sufrir el mismo problema que había aquejado a su oponente desde el comienzo de la guerra: el alargamiento de su línea logística. Con un parque de camiones siempre escaso, con cubiertas y motores desgastados por el uso intensivo, en condiciones de extremado calor, y la necesidad de derivar más hombres para cuidar y sostener la fluidez de esas líneas de aprovisionamiento, Estigarribia tuvo que sujetar sus decisiones estratégicas a estas limitaciones logísticas. La captura de gran cantidad de soldados enemigos en las distintas batallas y cercos, a los cuales había que trasladar a la retaguardia, alimentar y sobre todo proveer de agua, dificultó también la persecución de las fuerzas bolivianas en retirada.

Caída del fortín Magariños y batalla de Cañada Tarija

Magariños

Tras la derrota de Campo Vía, el alto mando boliviano decidió retirarse hasta la línea Magariños-La China. Allí el Primer Cuerpo boliviano construyó el sistema defensivo mejor realizado de toda la guerra.

A comienzos de febrero de 1934 el ejército paraguayo avanzó sobre el sector de La China y constató que los bolivianos trasladaban tropas desde Magariños para aumentar la defensa. Para cortar ese movimiento, el 10 de febrero, se planeó un ataque demostrativo sobre la zona de Magariños para fijar allí la mayor cantidad de fuerzas bolivianas. El día 11, para sorpresa del comando paraguayo, el ataque logró abrir una brecha de 300 metros en esa poderosa línea defensiva por donde los paraguayos penetraron 7 kilómetros hacia la retaguardia enemiga. Al día siguiente, los defensores abandonaron las fortificaciones sin combatir. Los bolivianos tuvieron 60 bajas entre muertos y heridos, los paraguayos 10 muertos y 27 heridos. El fortín Magariños fue abandonado y destruido por los bolivianos.

Cañada Tarija

En febrero de 1934 la nueva 9.ª División boliviana fue puesta al mando del coronel Francisco Peña. Su misión era defender la desértica zona de Picuiba a cuyo efecto desplazó al RI-18 Montes, con 1500 hombres, al mando del teniente coronel Bavía hacia Garrapatal con rumbo a Cañada Tarija. Peña ubico su puesto de mando en Carandaitý, fuera del desierto y a 250 km de Garrapatal.

El alto mando paraguayo supuso que estas fuerzas podían afectar sus operaciones frente al fortín Ballivián y decidió atacarlas.

El 20 de marzo de 1934, la 6.ª División paraguaya, al mando del teniente coronel Federico W. Smith, interceptó en Cañada Tarija al RI-18 Montes. El mayor boliviano Juan Belmonte, ubicado en Picuiba, fue el encargado de actuar de enlace entre Bavía y el lejano comandante Peña. Esto lo obligó al uso intensivo de los medios radiotelegráficos, que fueron interceptados y descifrados por los paraguayos, lo que permitía anticipar sus movimientos. Por esta razón esta batalla se conoce también como «Batalla de los Criptógrafos».

El comandante paraguayo rodeó a dos batallones bolivianos capturando todo el parque de municiones del regimiento. Belmonte trató de salvar a los cercados pero tuvo que retirarse hacia Garrapatal.

El regimiento boliviano se rindió perdiendo más de 1000 hombres entre muertos, prisioneros, heridos y extraviados, y todo su armamento. Su jefe, Ángel Bavía, intentó suicidarse y fue trasladado a un hospital paraguayo donde falleció el 5 de abril de 1934. Fueron capturados los nuevos códigos bolivianos, importantes mapas e informes sobre la inexistencia de pozos de agua en todo el desierto hasta Carandaitý.

El 28 de marzo de 1934, las fuerzas paraguayas ocuparon Garrapatal y establecieron posiciones defensivas más allá del fortín. El resultado de esta batalla afectó seriamente a la opinión pública boliviana ya que demostraba que el nuevo ejército no estaba aun a la altura de las exigencias de las operaciones.

Lo que el pueblo boliviano desconocía eran las bacanales del coronel Peña y sus subalternos en Carandaitý con mujeres traídas desde Villamontes y que fueran denunciadas por el diputado Roberto Ballivián Yanguas que en la reunión secreta del Congreso del 20 de agosto de 1934 dijo: «Acumuladas como fueron todas las provisiones destinadas para la orgía se llevó una banda del ejército para que las amenizara [...] danzaban los jefes y oficiales [de la 9.ª División] desaforadamente con las daifas [...] descuidado de la manera más criminal sus deberes militares».



Batalla de Cañada Strongest

La nueva línea boliviana tenía una gran debilida😛 el espacio abierto entre los dos Cuerpos de ejército que defendían Ballivián. El comando paraguayo decidió penetrar por ella hasta alcanzar el río Pilcomayo y aislar al Primer Cuerpo boliviano que defendía Ballivián. Pero la aviación boliviana descubrió la picada oculta que abrían los paraguayos en el monte y en la que se trabajaba por las noches.


Plan estratégico del Ejército boliviano.
Rojo: fuerzas bolivianas.
Azul: fuerzas paraguayas.
El coronel Ángel Rodríguez, del Estado Mayor boliviano, resolvió dejar que los paraguayos avanzaran hasta cierto límite, para poder encerrarlos mediante una maniobra concéntrica que juntase a sus espaldas a regimientos del Primer y Segundo Cuerpo.

El día 10 de mayo de 1934, los 9 regimientos y la artillería que componían el Primer Cuerpo paraguayo avanzaron por el claro existente entre los dos Cuerpos bolivianos sin sospechar que se metían en una trampa. La poderosa 9.ª División boliviana con 14 000 hombres,trasladada secretamente desde el norte, dividida en dos columnas cortó el camino El Lóbrego en la retaguardia de los 5500 hombres de la 7.ª y 2.ª División paraguaya y en su avance encerró a un batallón paraguayo de 200 soldados del RI-16 Mariscal López ―al mando del capitán Joel Estigarribia―, que circunstancialmente quedó en el medio de las dos columnas.

Sin ninguna necesidad táctica los bolivianos se empecinaron en aniquilarlo rodeándolo con un triple cerco perdiendo así el objetivo central de la maniobra y un tiempo valioso por la obstinada resistencia de esa pequeña unidad paraguaya. Debido a esta demora fracasó también el envolvimiento de los regimientos bolivianos Jordán y Loa del Segundo Cuerpo, brazo norte del cerco que llegaron al límite de su radio de maniobra y al no poder unirse a la 9.ª División, quedaron con su retaguardia y flanco expuestos a las fuerzas enemigas que intentaban escapar.

Pasada la sorpresa inicial y gracias a la demora en cerrar las dos tenazas, los regimientos paraguayos lograron salir por sendas construidas al efecto o aún no controladas, o se abrieron paso a la fuerza. Varios batallones de la 2.ª División paraguaya que se desorientaron en el monte durante la retirada no tuvieron otra opción que rendirse.

El combate tuvo lugar del 18 hasta el 25 de mayo de 1934. El ejército boliviano logró capturar a 67 oficiales y 1389 soldados, más de la mitad de los que capturarían en toda la guerra, pertenecientes a los regimientos Sauce, Capitán Bado, Dos de Mayo y Mariscal López pertenecientes a la 2.ª División que primero dudó en retirarse y luego se desorientó en el monte al hacerlo. Además de los prisioneros se capturaron armas livianas y diez camiones. Toda la artillería divisionaria paraguaya logró evadir el cerco.

La batalla de Cañada Strongest no tuvo el resultado planeado: la aniquilación de todo un Cuerpo de Ejército paraguayo, pero su resultado parcial tonificó la moral del comando, combatientes y población del país. El comando paraguayo aprendió a no menospreciar la capacidad de su oponente y volvió a ajustar todos los recaudos de seguridad que se habían violado al principio de esta batalla: patrullajes cercanos y lejanos, inteligencia sobre el enemigo (el Estado Mayor paraguayo no sabía que la 9.ª División se había trasladado desde el norte) y la necesidad de la sorpresa para sus acciones ofensivas.

Estancamiento de las operaciones

Pese al traspié en Cañada Strongest, el comando paraguayo insistió en ocupar Ballivián. De junio a la primera quincena de agosto de 1934 se sucedieron intensos ataques y contraataques llevando la peor parte las fuerzas bolivianas.

Estos comentarios denuncian la afección psicológica que años después se llamó «fatiga de combate», y que por entonces se la confundía equivocadamente con cobardía.

La guerra llegó a un equilibrio: el ejército boliviano, al no abandonar Ballivián, carecía de la superioridad necesaria para lanzar una ofensiva en otro sector. En ese fortín estaban inmovilizados 18 000 soldados, 20 cañones, 600 ametralladoras pesadas, 200 camiones, 5 millones de proyectiles de fusil y 5000 granadas de cañón y mortero. El ejército paraguayo tampoco tenía la superioridad necesaria para capturar Ballivián lo que no impidió que realizara un ataque aéreo con 4 aviones Potez 25 el día 8 de julio de 1934, que dañó en suelo 5 aviones Curtiss-Wrigth Osprey bolivianos, camiones, tanques de combustibles de aviación y la pista aérea. De los tres aviones bolivianos que salieron en persecución de los atacantes uno fue derribado falleciendo el mayor boliviano Nery y su copiloto el teniente Dorado.

Ante esta situación, el presidente Salamanca consideró que existían condiciones para una acción diplomática y que se podían fijar los límites sobre las líneas alcanzadas por ambos ejércitos. Previamente, y para compensar los malos resultados de la guerra, pensó que se podía ocupar una zona en el alto río Paraguay, sin presencia paraguaya, para un futuro puerto hacia el Atlántico. Salamanca suponía que esto no afectaría en nada al Paraguay ni a las negociaciones diplomáticas y para Bolivia justificaría, en el frente interno, la guerra y su resultado. A tal efecto comenzó a formar el Tercer Cuerpo de Ejército, al mando del general Lanza, pese a la oposición del alto mando que consideraba este plan, propuesto por el general Osorio en agosto de 1932, como una distracción de recursos.

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Avance relámpago hacia Carandaitý

Cuando el general Estigarribia fue informado de que el nuevo Cuerpo de Ejército boliviano tenía como objetivo el alto río Paraguay, lo que podía afectar al puerto Casado desde donde se abastecía todo el ejército paraguayo, ordenó la inmediata exploración aérea de todo ese sector. El 31 de julio avanzó su puesto de mando al fortín Camacho, primer síntoma de que pensaba modificar el teatro principal de operaciones llevándolo a la zona más desértica del Chaco.

El 12 de agosto de 1934, el piloto paraguayo Peralta, cuando volvía a su base después de explorar esa zona, fue atacado por un avión boliviano que terminó siendo derribado. El piloto fallecido resultó ser el mayor Pabon que había destruido un avión paraguayo en diciembre de 1932. El coronel Franco recibió la misión de ocupar el fortín 27 de Noviembre y aislar logísticamente al fortín Ingavi, punto de partida del futuro avance boliviano hacia el alto río Paraguay. El día 13 de agosto de 1934 salió de Garrapatal y dos días después capturó el fortín Picuiba tomando 450 prisioneros y un lote importante de armas al costo de muy pocas bajas y heridos. El día 17 se apoderó del fortín 27 de Noviembre dando por terminada su misión luego de avanzar 120 km. en solo cinco días.

Dándose cuenta de que había sorprendido al comando boliviano, Estigarribia permitió que la fuerza motorizada de Franco girara hacia el oeste rumbo a Carandaitý, teniendo ahora como objetivo el río Parapetí y la zona petrolífera boliviana.

A gran velocidad y riesgo, el día 20, el regimiento paraguayo RI-14 Cerro Corá, después de recorrer 100 km desde el fortín 27 de Noviembre, llegó cerca del cruce de Huirapitindí, a 45 km del río Parapetí. Por su parte, más al sur y en forma paralela, la 6.ª División paraguaya avanzó 160 km en 13 días, a través de un desierto con colinas de arena y malezales, dejando en la retaguardia su propia artillería y a fuerzas enemigas en retirada. El 22 de agosto aniquiló en Algodonal a un destacamento boliviano al mando del experimentado teniente Hugo René Pol lo que produjo muchas bajas bolivianas y la captura de un depósito de armas sin usar.

El 27 de agosto de 1934, la 6.ª División paraguaya llegó a 5 km de Carandaitý, a más de 50 km al norte de Villamontes, en la retaguardia de todo el ejército boliviano en el Chaco. En ese punto tuvo que detenerse por el agotamiento de los soldados y problemas logísticos debido a que el agua debía traerse desde Garrapatal, a 250 km de distancia al sureste. La falta de este vital elemento fue una constante preocupación para el coronel Franco que dispuso perforar pozos en distintos puntos.

El alarmado presidente Salamanca viajó con urgencia al Chaco para solucionar este inesperado y vertiginoso avance paraguayo.

Avance boliviano en el desierto

Después de la urgente reunión en la sede del comando del ejército boliviano en Samayhuate donde estuvieron presentes Salamanca, varios ministros y todos los altos jefes del ejército (Peñaranda, Toro, Sanjinéz, Bilbao y Rivera) en la cual algunos propusieron «tramitar la paz en cualquier condición» e incluso la capitulación, e acordó conformar el llamado Cuerpo de Caballería, integrado por los mejores regimientos bolivianos, cuyo comando, por razones políticas, se entregó al coronel David Toro.

Frente a esta nueva situación, el general Estigarribia cambió la misión estratégica del coronel Franco. Ahora este debía retirarse lentamente para ir alejando progresivamente a esta poderosa fuerza boliviana de las operaciones que se estaban planeando en Cañada El Carmen, zona central del dispositivo boliviano. Así David Toro se enfrentó al oficial más hábil e impredecible del ejército paraguayo, Rafael Franco, el mismo que, por propia iniciativa, había cerrado sorpresivamente la ruta de escape de dos divisiones bolivianas en Campo Vía.

La distribución estratégica del ejército boliviano en el Chaco, cuyo masa principal seguía estando en el fortín Ballivián, se modificó lentamente por el traslado de fuerzas hacia el noreste para formar el Cuerpo de Caballería de Toro y el nuevo Cuerpo de Ejército al mando del coronel Bilbao Rioja en la zona del Parapetí.

Se comenzó a cumplir así lo que había planeado Estigarribia con la maniobra de Franco hacia Carandaitý: que la zona central (Cañada El Carmen) se debilitara posibilitándo la fractura en dos del ejército boliviano y el aislamiento de las fuerzas ubicadas en el fortín Ballivián, en el extremo sur.

Desde principios de septiembre de 1934, el Cuerpo de Caballería comenzó la persecución de las dos divisiones del Segundo Cuerpo paraguayo. Según el coronel Toro, una vez destruida esa unidad, se estaría «en situación de copar el grueso del ejército paraguayo que operaba contra Ballivián-Villamontes al oeste, aislarlo de sus principales bases y obligarlo, por lo menos, a una desordenada retirada hacia el sudeste». Sin embargo, el avance boliviano por el desierto, en pleno verano, contra un enemigo que, según el plan de Estigarribia, se debía dejar «mordisquear» y huir, iba estirando su línea de aprovisionamiento, debilitaba su seguridad e iba agotando física y moralmente a los soldados. Desde el lado paraguayo, los oficiales eran conscientes de que sus soldados eran excelentes en la ofensiva pero que no se adaptaban tan fácilmente a las maniobras de permanente retirada.



Cerco en Puesto Burro

A principios de septiembre de 1934, el coronel Toro dispuso la ejecución, a través de órdenes muy detalladas, de un amplio cerco lineal de 50 km de radio, en una zona de montes muy densos y difíciles de atravesar. Los dos brazos debían unirse en Puesto Burro, en la retaguardia de la 6.ª División paraguaya, al mando del teniente coronel Paulino Antola. Esta maniobra adoleció de diversas deficiencias tácticas: la amplitud del cerco; la desigual dosificacion de las fuerzas envolventes donde el brazo norte, que era el más fuerte, debía recorrer la mayor distancia; y la apreciación despectiva que tenía el coronel Toro sobre la capacidad física y de maniobra que tenían las escasas fuerzas paraguayas.

La aviación boliviana lanzó panfletos instando a los paraguayos a rendirse cuando estos ya se habían escurrido del cerco. Toro acusó a la aviación por la falta de cooperación y su poca capacidad para detectar, desde el aire, el movimiento y la ubicación del enemigo.

El día 10, el mayor Ichazo informó al coronel Ángel Rodríguez, del Estado Mayor General, que el cerco había fracasado. Este aprovechó para advertirle que las fuerzas bolivianas, teniendo en cuenta los problemas logísticos que planteaba el desierto, no deberían ir más allá de Algodonal y solo con pequeñas fuerzas mientras que el grueso debería concentrarse en Santa Fe, sobre el río Parapetí, y desde allí emprender una acción ofensiva contra el fortín 27 de Noviembre.

Los siguientes tres meses de combates para llegar a La Faye mostraron la certera visión estratégica del coronel Rodríguez de no caer en la trampa diseñada por Estigarribia que ni Peñaranda ni Toro tuvieron en cuenta.

Cerco en Algodonal-La Rosa

El día 22 de septiembre nuevamente Toro rodeó a la 6.ª División paraguaya en Algodonal, maniobra que consideró como «la operación mejor ejecutada» de toda la campaña. Este rodeo lineal también fue imperfecto porque:
a) El ala sur, por donde era de esperar que el enemigo intentara escapar, era el más débil.
b) No existió coordinación en tiempo y lugar entre ambas alas.
c) No se fijó un punto de encuentro de las mismas.

El coronel Franco dispuso, como método de seguridad, rodear exteriormente sus fuerzas con gran cantidad de retenes compuestos por 3 o 4 hombres diseminados en el desierto, unidos por picadas de enlace que eran recorridas por un soldado 2 o 3 veces por día. Esta tenue y sensible telaraña le permitía descubrir con anticipación el movimiento del enemigo sin que este se diera cuenta de que había sido detectado.

El teniente coronel paraguayo Paulino Antola, antes de que las fuerzas bolivianas consoliden sus posiciones, concentró todas sus fuerzas en un punto. El regimiento paraguayo RC-1 Valois Rivarola rompió las líneas del RC-3 Chuquisaca y abrió el cerco a toda la División hacia La Rosa de donde también logró zafarse sin problemas. El ejército boliviano realizó estas maniobras de envolvimiento y búsqueda con mucho sacrificio y bajas.

El coronel Franco preparó la defensa de Yrendagüé y para su sorpresa Toro detuvo su avance para concentrar mayor cantidad de unidades.

Para prever un ataque desde la zona de Ravelo, al norte, Estigarribia ordenó la captura del fortín Ingavi. Franco envió un batallón de 150 hombres apoyados por 5 camiones que estaban estacionados en la laguna Pitiantuta desde julio de 1932. Esa unidad, luego de una marcha de 220 kilómetros a través de un monte impenetrable, capturó el fortín el 5 de octubre de 1934.



Cerco en Yrendagüé

El 9 de noviembre, el coronel Toro, con tres divisiones más dos regimientos que logró sacarle al Segundo Cuerpo, volvió a cercar en Yrendagüé a la 6.ª División y a la DRG (División de Reserva General). Toro esperaba lograr una gran victoria que lo llevaría políticamente a la presidencia de Bolivia. Invitó a los generales Peñaranda y Rivera y los ministros Alvéstegui y Sanjinez a su puesto de mando para presenciar el curso de la batalla.

Una vez más el lento aferramiento boliviano permitió que las fuerzas paraguayas tuvieran plena libertad para reagruparse. El 11 de noviembre de 1934, el coronel Franco concentró todas sus fuerzas sobre el Regimiento boliviano Cochabamba, rompió el cerco y se retiró hacia Picuiba.

Toro atribuyó el fracaso al coronel Ayoroa e indirectamente a su eterno rival, el coronel Bilbao Rioja, por no haberlo ayudado con sus fuerzas.

A fines de noviembre las fuerzas paraguayas tuvieron que abandonar el fortín Picuíba a donde habían retrocedido. Así, lo que el coronel Franco logró en 16 días (de Picuíba a Carandaitý), el coronel Toro lo revirtió en agotadores y costosos tres meses de lucha (septiembre a fines de noviembre de 1934). Años después de terminada la guerra, el coronel Toro escribió en su libro que «esas acciones constituyeron las páginas más brillantes de nuestra historia». En 1944, el coronel Ángel Rodríguez criticó estos comentarios de Toro diciendo que si él se había adjudicado como una «victoria» la retirada de Conchitas con más razón los paraguayos debían adjudicarse como victorias las retiradas de Carandaitý, Algodonal, La Rosa, etc., donde además de burlar las tenazas se llevaron prisioneros y armamentos bolivianos.

Batalla de El Carmen

El presidente Salamanca, como si intuyera lo que iba a suceder, intentó hacer algunos cambios en el comando del ejército boliviano. Pidió que, en el cargo de jefe del estado mayor, el coronel Bilbao Rioja reemplazara al coronel Rivera. Peñaranda y Toro se opusieron, el primero porque prefería que su pariente siguiera en ese cargo y el segundo porque temía que Bilbao Rioja lo opacara totalmente. Poco después Salamanca acordó con Peñaranda que el teniente coronel Moscoso reemplazaría al coronel Ángel Rodríguez en el cargo de jefe de operaciones militares pero Moscoso terminó haciéndose cargo del Cuerpo de Reserva cuyas dos divisiones, bien equipadas y con 10 000 hombres operaban en la zona de El Carmen.

El día 10 de noviembre, mientras el coronel Toro intentaba cercar a las fuerzas del coronel Franco en Yrendagüé, el general Estigarribia inició la maniobra militar mejor ejecutada en todo el conflicto chaqueño.

Tres divisiones paraguayas avanzaron sorpresivamente sobre la 1.ª División de Reserva boliviana al mando del coronel Zacarías Murillo ubicada delante de Cañada El Carmen, en el sector central, el más débil de la línea boliviana. La 1.ª División paraguaya la atacó frontalmente para fijarla a su posición mientras la 8.ª y la 2.ª División se infiltraron por sus flancos norte y sur utilizando picadas previamente relevadas a través de patrullajes lejanos.

Pese a la detección de patrullas enemigas en su flanco norte y a la emboscada paraguaya en la que murió el mayor boliviano Celso Camacho del Estado Mayor y que tenía en su poder importante documentación, Murillo no hizo ningún cambio ni intentó retirarse pues hubiera dejado aislados a los 18 000 hombres del Primer Cuerpo de Ejército boliviano que defendían el fortín Ballivian al sur de El Carmen.

Dos días después, el 13 de noviembre de 1934, fuerzas de la 2.ª División paraguaya aparecieron sorpresivamente en el fortín El Carmen apoderándose del parque de municiones de la División y casi capturaron al coronel Murillo en su propio puesto de mando. El 16 de noviembre, toda su división quedó cercada cuando la 8.ª División, al mando del coronel Garay, y la 2.ª División, al mando del teniente coronel Rivas Ortellado, se unieron en su retaguardia. También ingresó a la trampa otra división boliviana, la 2.ª División de Reserva al mando del coronel boliviano Walter Méndez que acudió en socorro de la primera sin conocer la magnitud ni la intención del enemigo.

Al igual que en el cerco de Campo Vía, un año antes, el 16 de noviembre de 1934, las dos divisiones del Cuerpo de Reserva boliviano al mando del coronel Óscar Moscoso, con más de 7000 hombres, acosados por la presión enemiga, el calor y la sed, mezclados y apretujados, ya sin disciplina alguna, comenzaron a rendirse. Se capturó un parque importante de armamentos y equipos porque estas divisiones se estaban preparando para atacar por el oeste a las fuerzas del coronel Rafael Franco en la zona de Picuiba.

El ejército paraguayo tuvo que proveer de agua y alimentos, en forma perentoria, a esa gran cantidad de prisioneros que duplicaba su capacidad logística.

Como consecuencia de esta ruptura en dos del ejército boliviano, el general Peñaranda ordenó el inmediato abandono del fortín Ballivián al sur y la rápida retirada hacia Villamontes antes que otros 18 000 hombres pudieran quedar aislados por el enemigo. Cayó así, sin combatir, el poderoso fortín Ballivián, que era todo un símbolo de la presencia de Bolivia en el Chaco. Esta retirada fue considerada como la mejor maniobra realizada por el ejército boliviano durante la guerra siendo favorecida por la debilidad, problemas logísticos y el desconocimiento del terreno que acuciaban al ejército paraguayo.

El 5 de diciembre, las instalaciones de Samayhuate, sede del comando de Peñaranda desde antes de la batalla de Strongest, después de ser abandonadas por soldados, personal hospitalario y civiles, fueron demolidas e incendiadas. Al pasar por allí, los desmoralizados y sedientos soldados bolivianos que se retiraban desde Ballivián pudieron observar un montículo de casi 300 metros de largo de botellas de cerveza vacías, consumidas por los oficiales del alto mando boliviano durante su permanencia en el lugar. Esto confirmó que era cierto el abuso en el consumo de alcohol que había denunciado Salamanca a Peñaranda en septiembre de 1934 y el nombre de «alto tomando» con llamaban los soldados al alto mando boliviano.

En su larga lucha contra lo que consideraba como una ineptitud crónica de los comandantes bolivianos, el presidente Salamanca comenzó a buscar un reemplazante de Peñaranda, convencido cada vez más de que este carecía de los conocimientos y el carácter para dirigir al ejército boliviano.



«Corralito de Villamontes»

Con las fuerzas enemigas acercándose a Villamontes, el presidente Salamanca decidió viajar en persona a esa localidad para destituir al general Peñaranda y reemplazarlo por el general José L. Lanza. La relación de Salamanca con Peñaranda fue siempre áspera, lindante casi con la insubordinación.

Luego los insurrectos acordaron con el vicepresidente Tejada Sorzano para que asumiera la primera magistratura. Fue el mejor cerco que lograron realizar los comandantes bolivianos en toda la guerra y Salamanca no se privó de decírselos.

Daniel Salamanca retornó por vía aérea a Cochabamba. Once días después hubiera tenido que soportar el desastre de Yrendagüé. Se liberó así de la responsabilidad pero no del temor que acrecentaba su enfermedad desde un año atrás: la de que Bolivia tuviera que firmar la paz en condiciones de inferioridad, con el ejército paraguayo pisando territorio históricamente boliviano por culpa de los errores de los comandantes insurrectos. Ahora esa tarea era responabilidad de Tejada Sorzano, de Elio y sus correligionarios liberales, o del ejército que iniciaba de nuevo su marcha para apoderarse del gobierno de Bolivia.

Maniobra de Yrendagüé

Pese a la derrota boliviana en El Carmen (16 de noviembre de 1934) y la creciente sospecha de muchos oficiales bolivianos sobre las inexplicables retiradas del Segundo Cuerpo paraguayo desde posiciones favorables, el coronel Toro, después de ocupar Picuiba, siguió avanzando para desalojarlo de La Faye.

Luego de equiparla a nuevo con las armas capturadas a los bolivianos en El Carmen y un breve descanso dado a los soldados, el general Estigarribia devolvió la 8.ª División al Segundo Cuerpo paraguayo por lo que a principio de diciembre de 1934 este tenía 5500 hombres. Aún así su situación era difícil.

Antes que Toro concentrara más de 12 000 hombres sobre La Faye, el coronel Franco, fiel a su estilo de conducción, planeó la maniobra más audaz y sorpresiva de la guerra por lo casi imposible de su realización. La recién llegada 8.ª División debía infiltrarse entre dos divisiones bolivianas con rumbo a los pozos de agua del fortín Yrendagüé. Para ello debía recorrer 70 km de desierto, en pleno verano, con más de 45 grados de calor a la sombra, atravesar los montes sin abrir una picada para no ser detectada por las patrullas y la aviación enemiga y tomar el fortín para dejar sin agua a todo el Cuerpo de Caballería boliviano desplegado en el desierto, entre Picuiba y La Faye.

La 8.ª División paraguaya, al mando del coronel Eugenio A. Garay, inició la marcha el día 5 de diciembre de 1934 y con gran esfuerzo y con sus hombres al borde de la deshidratación llegó a Yrendagüé tres días después, tomó el fortín y los pozos, cortando así el suministro de agua y las comunicaciones enemigas.

El sorprendido coronel Toro, su jefe de estado mayor y los comandantes de las dos divisiones quedaron aislados en la placentera Carandaitý a 160 km de distancia de sus fuerzas que combatían en el desierto frente a La Faye. El teniente coronel Félix Tabera, circunstancialmente a cargo de esas unidades, ordenó la inmediata retirada hacia el fortín 27 de Noviembre asumiendo la responsabilidad de esa decisión y en contra de las órdenes que sin conexión con la realidad enviaba Toro por avión desde Carandaitý. Sin agua, las fuerzas bolivianas comenzaron a desintegrarse. Muchos soldados salvaron sus vidas entregándose. Los días 9 y 10 de diciembre, miles de soldados bolivianos, que habían abandonado armas y equipos, murieron de sed o se suicidaron desperdigados por el desierto.

Fue una de las batallas más crueles de la guerra y produjo una profunda impresión en el pueblo boliviano cuando conoció el padecimiento sufrido por los soldados. El coronel boliviano Díaz Arguedas evaluó en varios miles los muertos por falta de agua, en 3000 los prisioneros y la pérdida de gran cantidad de armas abandonadas en el desierto: 60 morteros Stokes Brandt, 79 ametralladoras pesadas, 498 livianas, 590 pistolas-ametralladoras, 11 200 fusiles y 200 camiones que fueron a parar al ejército paraguayo.121 En los depósitos de Yrendagüé los soldados paraguayos lograron rescatar de las llamas cajas con botellas de champagne, vinos finos del Rhin y una enorme cantidad de botellas de cerveza. ignificativamente, entre los 3000 prisioneros capturados no figuró ningún oficial boliviano lo que significa que estos habían abandonado a sus tropas en el desierto.

El coronel Ángel Rodríguez justificó corporativamente el desastre atribuyéndolo a la falta de oficiales, a la «mala suerte» y al «optimismo» de Toro. Ante la falta de un castigo ejemplar por parte de Peñaranda, oficiales de la 8.ª División boliviana intentaron hacer justicia por mano propia, eligieron por sorteo al teniente Gualberto Villarroel para que liquidara al coronel Toro por ser el principal responsable del desastre de Picuiba, intento que no pudo llevarse a cabo.

El historiador estadounidense Bruce W. Farcau equiparó la conducción del coronel Franco con la del general estadounidense George Patton en la Segunda Guerra Mundial: «La movilidad depende más de la personalidad del comandante y su estado mental que de la velocidad de los vehículos que puedan tener a su disposición».



Batalla de Ybibobó

Después de la derrota en El Carmen y el abandono de Ballivián, el Primer Cuerpo boliviano (Divisiones 4.ª y 9.ª ) al mando del coronel Enrique Frías, estableció una nueva línea defensiva en Ybibobó, a 70 km al noroeste de El Carmen, donde comienzan las primeras estribaciones andinas. Los 2500 hombres de la 9.ª División (al mando del coronel Jenaro Blacutt), protegían un frente de 18 km.

Pese a que la aviación boliviana descubrió partes de una picada que construían los paraguayos hacia ese lugar, el comando boliviano desestimó toda posibilidad de ataque en ese sector. El 28 de diciembre de 1934, aprovechando una tormenta, una división paraguaya al mando del mayor Alfredo Ramos se infiltró entre la 9.ª y 8.ª División boliviana y cortó el camino de retirada de la 9.ª División.

Todas las líneas de mando colapsaron produciéndose una gran confusión. La artillería divisionaria abandonó sus posiciones al iniciarse el ataque, muchos soldados huyeron hacia el río Pilcomayo, otros rompieron el cerco por iniciativa propia y el resto se rindió. En los primeros días de enero, 1200 soldados bolivianos fueron hechos prisioneros y unos 200 se ahogaron en el cruce del Pilcomayo. La 9.ª División se desintegró, pero se salvaron los coroneles Frías y Blacutt y otros oficiales.

Ybybobó era uno de los tres pasos para acceder a las primeras serranias andinas y un importante punto estratégico para atacar Villamontes desde el sureste.

Creación del tercer ejército boliviano y batallas finales

Batalla de Villamontes

Luego de la derrota de Ybibobó, el comando boliviano estableció una nueva línea de defensas en Villamontes. Con sus arsenales, depósitos y líneas de comunicación, este pueblo era el último punto de apoyo de Bolivia en el Chaco. Su pérdida hubiera abierto el camino a Tarija, y teniendo en cuenta las precarias líneas de comunicaciones bolivianas, hubiera dejado toda esa zona en manos de los paraguayos.

La tarea de defender Villamontes fue encomendada a los coroneles Bernardino Bilbao Rioja y Óscar Moscoso. Apoyada por la gran concentración de artillería y bajo la protección de extensas fortificaciones, la moral del ejército boliviano experimentó un repunte. En el sector sur del sistema defensivo, el río Pilcomayo sirvió de defensa natural a la 4.ª División boliviana que se atrincheró a lo largo de la ribera sur de ese río que a esa altura ya no sirve de límite con la Argentina.

Por su parte, el presidente Tejada Sorzano decretó, en diciembre de 1934, la movilización de todos los bolivianos en edad de prestar el servicio militar.

Este nuevo ejército boliviano, con sus 36 regimientos, duplicó al anterior y, por tercera vez desde el inicio de la guerra, Bolivia tuvo una superioridad significativa de efectivos y medios sobre el Paraguay. Pero los problemas siguieron siendo los mismos: los soldados reclutados masivamente, aunque estaban bien armados, carecían de preparación y experiencia para el combate, a lo que se sumaba defectos muy ostensibles en la conducción. Por esa razón, y en contra de todo lo esperable, el ejército paraguayo, pese a su inferioridad numérica, escasos recursos y extensa línea logística, mantuvo la iniciativa.

El 11 de enero de 1935, dos regimientos de la 3.ª División boliviana fueron rodeados en Capirendá sufriendo 330 muertos y 200 prisioneros y el resto fue obligado a retirarse hacia Villamontes.

Un Destacamento paraguayo de 1100 hombres, sin apoyo de artillería y reservas, al mando del mayor Caballero Irala, avanzó casi 100 km desde 27 de Noviembre hacia el río Parapetí y luego de aniquilar a los regimientos Ingavi y Junín y batallones auxiliares capturó Amboró y Santa Fe los días 16 y 18 de enero y avanzó hacia Casa Alta y Cambeití.

l día 23 de enero cayó Carandaitý en poder de la DRG (División de Reserva General) paraguaya. Desde allí las fuerzas paraguayas avanzaron sobre Boyuibé y el día 28 desalojaron de esa posición a las divisiones bolivianas DC-1, DC-2 y DI-7 cortando el camino que unía Villamontes con Santa Cruz de la Sierra.

Diez días después, en febrero de 1935, las mismas fuerzas envolvieron el flanco derecho del regimiento boliviano RI-12 Manchego en Ñancorainza, en plena sierra, pero este, al recibir ayuda de los regimientos de la 1.ª División de Caballería (DC-1), pudo salvarse y las fuerzas paraguayas tuvieran que retirarse nuevamente hacia Boyuibé.

En un último esfuerzo por terminar la guerra, el general paraguayo Estigarribia decidió tomar Villamontes el 13 de febrero de 1935 con solo 15 000 hombres y casi sin apoyo de artillería. El coronel Bilbao Rioja con 21 000 hombres, sin contar los cuadros de oficiales y suboficiales, superioridad aérea, excelentes fortificaciones y abundante artillería, pudo contener los sucesivos intentos paraguayos de ensanchar la ruptura inicial de 3 km que se produjo en la línea defensiva boliviana.130 El ataque fracasó con importantes bajas para los atacantes paraguayos.

El 5 de abril de 1935, un destacamento paraguayo de 2600 hombres bajo las órdenes del coronel Garay, a pesar de su inferioridad numérica y de medios, cruzó el río Parapetí, desalojó de la ribera occidental a 5000 soldados pertenecientes a dos divisiones bolivianas al mando del coronel Anze y luego de empujarlas más de 50 km hacia el oeste capturó, el 16 de abril y por unos pocos días, el poblado guaraní de Charagua.

El impacto político que produjo la caída de Charagua y la amenaza que implicaba a las instalaciones petrolíferas de la Standard Oil en Camiri y a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra obligó al comando boliviano a lanzar prematuramente su planeada ofensiva para recuperar todo el terreno perdido desde enero de 1935. Del 14 al 16 de abril, el ejército boliviano arrolló las líneas paraguayas en el sector central a lo largo del camino a Camatindý. En el sur, el 19 de abril de 1935, los bolivianos retomaron Tarari, obligando al coronel Fernández y sus fuerzas a retirarse. Entre el 24 y el 27 de abril dos divisiones reforzadas cercaron firmemente a la 8.ª División paraguaya en Cambeiti.

La 8.ª División paraguaya rompió el cerco en el punto más fuerte y escapó por las laberínticas quebradas de la sierra de Aguaragüe.

En el norte, las fuerzas del coronel boliviano Anze empujaron lentamente al Destacamento Garay hacia el río Parapetí. La contraofensiva boliviana recuperó las márgenes de ese río pero no pudo tomar el estratégico cruce de Huirapitindí desde donde las fuerzas de Garay podían recuperar fácilmente el río.

La ofensiva boliviana, pese a la amplia superioridad en hombres y recursos utilizados, fue limitada en sus resultados y se realizó al costo de elevadas bajas que llegaron al 20 % de las fuerzas empleadas.

La ofensiva boliviana se detuvo el 16 de mayo de 1935, cuando el coronel paraguayo Rafael Franco retomó la iniciativa con un sorpresivo ataque sobre el regimiento boliviano Castrillo que vigilaba el estratégico sector de Quebrada de Cuevo y recuperó Mandeyapecuá, localidad donde se presumía que existían grandes reservas de petróleo. Días después, el regimiento paraguayo Valois Rivarola intentó cercar a dos regimientos bolivianos y unidades menores, que escaparon apresuradamente hacia Yohay.

Nuevamente el general Estigarribia pensó en tomar Villamontes pero esta vez desatando previamente sobre sus defensores un verdadero ataque de artillería. Para ese fin solicitó a la marina paraguaya el desmantelamiento de los cañones binarios delanteros de 6 metros de largo y 120 milímetros de diámetro cada uno de la cañonera Humaitá para transportarlos a 15 km de Villamontes y desde esa distancia destruir sus defensas. Se prepararon los puentes del ferrocarril, se diseñó un medio de transporte que soportara los 5500 kilos de peso, se planeó la construcción de un soporte de cemento para sostener el retroceso y se transportó al Chaco un tractor de gran capacidad para llevarlo hasta la zona de operaciones. La finalización de la guerra impidió que los cañones del Humaitá pudieran actuar sobre Villamontes.



Batalla de Pozo del Tigre-Ingavi

A fines de abril de 1935, la 6.ª División boliviana, comandada por el coronel Ángel Ayoroa, integrada por los regimientos RI-14 Florida (al mando del teniente coronel Julio Bretel), y el RC-2 Ballivián (al mando del teniente coronel René Pantoja) con un total de 3000 hombres inició su aproximación al fortín Ingavi ocupado por los 370 hombres de la fracción López. El plan consistía en tomar Ingavi primero y desde allí avanzar hacia el fortín Aroma (al este) o hacia el fortín 27 de Noviembre (al suroeste). Estigarribia envió al teniente coronel Cazal Rivarola con la orden de impedir que Ingavi cayera en manos enemigas debido a las conversaciones diplomáticas en curso y al objetivo estratégico de mantener a Bolivia lo más lejos posible del alto río Paraguay. Cazal Rivarola organizó su fuerza en tres raleados regimientos integrados por veteranos con años de combate.

Los bolivianos capturaron Pozo del Tigre (Kilómetro 14), una posición adelantada a 14 km del fortín Ingavi y a fines de mayo atacaron sin éxito el fortín sufriendo unas 100 bajas. Mientras el coronel Arrieta reemplazaba al coronel Ayoroa, Cazal Rivarola, con no más de 850 hombres, comenzó a rodear al regimiento RI-14 Florida en Pozo del Tigre. El 5 de junio de 1935, las fuerzas paraguayas cortaron el camino Ingavi-Ravelo, en la retaguardia del RI-14. El regimiento RC-2 Ballivián acudió en su ayuda e intentó abrir una brecha sin éxito. Tampoco sirvió el apoyo de la 5.ª División boliviana.

Entre el 7 y el 8 de junio de 1935, la batalla de Ingavi terminó con la captura del teniente coronel Bretel ―en ese momento comandante de la 6.ª División boliviana cercada―, de los mayores Marcial Menacho Páez y Humberto Berndt Vivanco, mercenario chileno que fuera contratado por el ejército boliviano en enero de 1935, y que al caer prisionero comandaba el regimiento Ballivián.

Se capturaron 2 jefes, 7 oficiales y 361 soldados. Los días siguientes, las fuerzas paraguayas aceleraron su avance hacia Ravelo persiguiendo a fuerzas bolivianas dispersas. La velocidad del avance impidió que estas pudieran sostenerse en el km 25 ni en el km 35 (o Pozo del Bárbaro) donde existía una importante fortificación. En el avance se captur