El retorno

Day 2,504, 05:16 Published in Spain Spain by Piratax Tax


A lo lejos atisbé, por fin, la costa de mi querida eCantabria. Mi corazón se aceleró al sentir la emoción de ver a mis viejos amigos.
La ePerlaNegra navegaba segura hacia puerto y el perfil de las casas y de aquella vieja taberna, en la que tan buenos ratos pasé.

Los niños se arremolinaban mientras atracaba en aquel viejo muelle. Estaba como siempre, sólo que había muchas caras que no me sonaban. Pero la que no faltaba, la que nunca faltó en este largo tiempo de ausencia, fue la de mi eAmor y eMarido, Thor.eR.

Atareado con sus quehaceres ministeriales, paseé por aquel pequeño pueblo que me vio e-nacer.
Camarotexme acompañaba e iba saludando a todo el que se cruzaba. Viejo loro, ¡no calla nunca!


Camarotex

Llegué a la taberna y pedí un ron, pero no era bueno, así que saqué mi botella de… de… bueno, ya sabéis, de allá donde siempre lo guardo. Se lo dejé al posadero; lo iba a necesitar en mis próximas visitas.

Yo estaba reflexiva y con una áspera sonrisa en la cara (demasiada brisa marina; creo que necesitaba un tratamiento facial) que reflejaba la añoranza por mis viejos tiempos politiqueros. Entonces le vi. ¿Eren? ¡¡¡ Eren Jager!!!!

Corrí a sus brazos y él me recibió con un cálido abrazo. Una sonrisa invadió mi cara y unas lágrimas de emoción se deslizaron por mi mejilla. Él reía 

- ¡Piratax! Mi queridísima Piratax, ¡cuánto has tardado en volver! ¿Vienes para quedarte?
- Lo sé, viejo amigo. Yo también te eché de menos. Demasiado tiempo sin oír tu voz, demasiado tiempo sin mirarte a los ojos. – Suspiré. – Demasiado tiempo sin el calor de tu presencia.

Tomamos una copa juntos y, como siempre, escupió el primer trago. Jajajaja, nunca le gustó el ron y al beberlo decía que le quemaba la garganta. Por eso lo escupía. Por cada copa suya caían 3 mías así que pronto nuestra verborrea se liberó por los efectos del alcohol.

La noche llegó y a Camarotex le perdí la pista. Mejor; ese loro habla demasiado. Eren y yo decidimos irnos a la playa. La brisa nos despejaría y nos haría bien. Le conté historias de piratas, de tesoros y de sirenas. Él me contó la guerra pasada y cómo Venezuela le había acogido para darle nuevas emociones a su vida.



El cielo estaba estrellado y la luna nos iluminaba. Al recorrer la costa con la mirada se reconocía el perfil de la ePerlaNegra y, tras ella, las chimeneas humeando de las casas de aquellos vecinos que tan buena vida me dieron en su momento.

Allí estaba yo de nuevo. Al lado de un viejo y fiel amigo. El clima era perfecto.

Había vuelto a casa y estaba en paz.





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