Crónicas desde el litoral

Day 1,883, 17:57 Published in Argentina Argentina by Sarcolestes

Realmente constituye un espectáculo irrisorio el observar el avance de las tropas chilenas por las provincias del litoral.
La ingenuidad de los soldados, sumada a su mente despejada, los hicieron blanco fácil en demasía de las chanzas de los gauchos correntinos, y constituye una escena ridícula el verlos sobresaltarse al unísono al proferirse cualquier sapucai de ocasión.
Si es de uso común la expresión ¨más perdido que turco en la neblina¨, es porque nunca se consideró a los chilenos internándose en los vergeles mesopotámicos.
La época del año, el calor, la humedad, la abundancia de agua, son factores drásticos para la permanencia de estos milicianos formados en una férrea disciplina prusiana, y digo formados como cualquier pibe de antaño formaba cuando jugaba a los soldaditos, por no poder decirse más.
Menciono al agua como elemento determinante, ya que está visto que los chaparrones de temporada han constituido un serio impedimento para el desempeño de estos tipos, siendo causantes de diversas afecciones, desde síncopes lisos y llanos hasta perennes fiebres intensas, lo cual no es de extrañar en estas personas con natural aversión al líquido compuesto, que parecen llevar con pedestre orgullo una coraza de roña de edad ancestral.
Si no fueran enemigos, su salvación estaría al alcance en cualquier salita de primeros auxilios, pero los cuadros que presentan no difieren de los que tendrían de acudir a los hospitales de su país, es decir ¨entre amigos¨, dados los pésimos estándares de atención sanitaria de la capitanía pacífica.
A los guaraníes, pueblo habituado a la higiene si los hay, la visión de estas bisoñas tropas los retrotrae a las invasiones de conquistadores y jesuitas, cuya presencia era advertida a distancia por su fétido aroma, matizado en este caso por cierto olor a jurel, pez desconocido para los guaraníes, y ni falta que les hace.
Resulta una escena de gran regocijo ver cómo los guaraníes, fingiendo cordialidad, guían a estos soldados ¨prusianos¨ de terracota por picadas llenas de alimañas, para ofrecerles frutos de nombres estrambóticos para cualquier oído chileno. Éstos, a la par que el tereré, no hacen más que empeorar la ya muy maltrecha salud gástrica de los ¨húsares¨ , que las más de las veces salen a la ¨carrera¨, como haría uno de sus héroes, a aliviar la presión intestinal, sin reparar en la proximidad de sus nalgas, indiferenciadas en color y olor del resto del cuerpo, con algún escuerzo, víbora o araña.
He sido testigo en Iberá de cómo, en sus correrías, los chilenos, acostumbrados como están a comer del suelo, recolectaban heces de carpincho, cual si fueran piñones de araucaria.
Está visto que el agua y la alimentación, incluyendo sus incursiones en la coprofagia, pueden hacer tanto como el ejército más eficaz por el diezmado de las tropas chilenas.
Una nota de color resulta la natural inclinación a la superchería de los chilenos, y si el canto del yasy-yateré, el grito lastimero del urutaú y los mitos del pombero, la pora y el lobizón aterran sobremanera a una cándida imaginación en estas tierras paradisíacas, cuanto más pueden hacer en las mentes reblandecidas de estas tropas, tornándose en un lugar de eterna pesadilla.
Desde Cerro Azul, resultará un deleite poder seguir redactando estas entretenidas peripecias, que lo son a mis ojos ciertamente. La naturaleza nos juega a favor, ofreciendo a los chilenos un espectro diverso de elementos dañinos, extraño a los que están acostumbrados a afrontar (o no tanto) en su magra patria.