La Sirena y El Corsario

Day 1,783, 02:39 Published in Chile Argentina by Benzo Diazepino

Y ahí estaba ella, arrimada sobre las imponentes rocas de nimbo, mostrando su escultural torso desnudo, sobre aquella especie de estera formada naturalmente por el sedoso filamento de blancas nubes de algodón, un magistral monumento a la belleza, que provocaría los deseos íntimos de lujuria hasta al más virtuoso de los dioses, pero sólo estaba yo, un viejo corsario condenado de por vida a perseguir sus sueños irracionales, navegando de forma aleatoria por los antojadizos océanos del cielo.

Y heme aquí, admirando ese formidable espectáculo de piel, y heme aquí, a millas de distancia de su ser, escuchando su hipnótico canto y observando sus delicados movimientos, dejándome llevar entre marejadas oníricas y las sutiles caricias de la brisa marina, pensando en algún tipo de maquinación para poder, seducirla, tocarla, sentirla, poseerla, conquistarla, escucharla cantar a mi oído por toda la eternidad. Si tan sólo ella pudiera sentir lo que mis latidos intentan decirle.

De pronto, inmerso en ese estado de trance absoluto, es que ella se percató de mi presencia, por lo cual, sencillamente decidió escapar. Qué fortuna la mía, haberte encontrado sin buscarte, y así te marchas lejos, sin siquiera darme una oportunidad.
Ante dicha situación, decidí no dejarla huir. Le ordené a mi fiel tripulación levar anclas y comenzar su persecución. Y así comenzamos a volar, a desplazarnos a toda vela surcando los cielos cubiertos de rosas marchitas, con un solo objetivo a la vista, ella, esa sirena que me había dejado vulnerable, esa gitana de mar que robó sin misericordia esta triste mirada, tan sólo lo único que me quedaba.

Tras varias horas de persecución, llegamos a un punto sin retorno, ella se había sumergido bajo una selva de concreto la que parecía ser su refugio. La razón, mi segundo oficial de cubierta, se negaba absolutamente a seguirme y poner en riesgo a toda la tripulación, pero mi primer oficial de cubierta, el corazón, me impulsó a continuar solo en este viaje, y fue así, desprovisto de cualquier arma para defenderme, como me despedí de todos, y me sumergí profundamente bajo ese oscuro y desconocido mar lleno de tempestad. El miedo absoluto se apoderó de mí. Sin la presencia de la razón, sólo arriesgué a lo que dictó mi corazón.

Al final, después de nadar por un abismo infranqueable de locura y tormento desolador, es que la alcancé, la abracé y la besé profunda y apasionadamente, y luego, de un instante a otro, de tan maravillosa sensación, todo oscureció, el fuerte azote de la tormenta terminó por dominar hasta mi última gota de voluntad, perdiéndome en ese confuso mar de desesperación. Cerré mis ojos, y lo último que escuche fue que ella comenzó a cantar esa canción.

Lo último que recuerdo, es que al despertar, me encontraba a la orilla de una bahía desconocida, me levanté, y sólo me puse a contemplar el horizonte, escuchando su dulce voz, preguntándome a mí mismo, si existía la posibilidad de poder estar con ella nuevamente.

Eso quizá, sólo el tiempo lo dirá, mientras tanto, este pirata caballero, simplemente esperará, a que esta caprichosa sirena se deje nuevamente encontrar.