EL PLAN MAITLAND - 2

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EL ORIGEN DE LAS DIFERENCIAS ENTRE LO EJECUTADO Y EL PLAN MAITLAND ORIGINAL
Gentileza de Unidos x Perón

Las necesarias diferencias entre lo planificado y lo ejecutado
Si se comparan las instancias del Plan de Maitland para la dominación de Sudamérica con los ejecutados trece años después por el General San Martín en el Río de la Plata, se verifica que lo único que se mantiene incólume es el Concepto de la Operación que involucra a los objetivos estratégicos. El resto, lo que comprende a las operaciones tácticas, o sea el cómo, varía sustancialmente. Esto es normal en toda planificación: que una cosa es el trabajo abstracto de gabinete y otra la realidad del terreno, los hombres, las circunstancias que van saliendo como conejos tras las matas y, en este acaso, además, el tiempo transcurrido que excede a la década.
En estas disimilitudes encontramos, por ejemplo: la composición de las fuerzas que, en lugar de ser inglesas e hindúes en lucha contra españoles peninsulares, serían nativas de ambos bandos, por lo que he llamado a la, para nosotros Guerra de la Independencia, la Primera Guerra Civil Española que se libraría en América para que se consolidara el dominio inglés. De manera que lo que se llamaría enemigo, no eran más que otros hispanoamericanos pero monárquicos, es decir pensaba distinto de los del otro bando, que llamaría, de puro audaz, republicano. Es cierto que entre los realistas había españoles peninsulares, pero por lo que se vio como resumen en la primera línea de combate, éstos siempre fue una minoría casi inexistente.
Los nuestros seguían la bandera, símbolo de la Patria, puesta al frente de los batallones en busca del merecido ideal de Independencia para que nos dejaran construirla. Los otros, mantendrían la bandera del Rey. Pero el Rey, en aquel entonces, era una síntesis: la Bandera, la Patria, la Religión, las Instituciones coloniales y la Justicia. En pocas palabras y descarnadamente: nos matábamos entre nosotros, para que otro se alzase con el rédito.
Nuestro drama singular es el drama de España amplificado: mientras los ingleses del Mayflower tardaron 200 años en penetrar 200 kilómetros de la costa estadounidense, la España de los Austria, en treinta años, recorrieron 24 millones de kilómetros en tierra americana, a fuerza de estoicismo, sacrificios y miles de muertes, para que los Borbones, perennes filobritánicos, recién llegados como herederos, le entregaran a la corona inglesa toda la heredad Hispanoamericana y, no conformes con esto, cuando ya no les quedaba nada por entregar ni destruir, comenzaron a hacerlo con la misma España. La última aventura borbónica (1936-193😎 dejó el luctuoso saldo de un millón de muertos. Pero ellos no figuran en ningún lado como responsables de estos y otros desastres y de las miles de muertes que causaron.
Lo mismo que terminaría ocurriendo con los efectivos militares en aquel plan, sucedería con el tren logístico para el abastecimiento y mantenimiento de las fuerzas a empeñar, el que debió ser sufragado, según la propuesta de Maitland, por el reino inglés y sus financistas de la City, y que lo terminó pagando el harapiento erario público de las incipientes Repúblicas Americanas, hasta dejarlos en estado de caquexia. Lo que a su vez sirvió de pretexto para que América Española (de Méjico a Buenos Aires), fuese obligada a tomar préstamos colosales de la City londinense: en 1829 toda la hidalga Hispanoamérica (ya en tránsito de ser África Blanca) estaba hipotecada y en cesación de pagos ante Su Graciosa Majestad. Este fue uno de los argumentos que se esgrimió para la ocupación de Malvinas: el incumplimiento de pago de las obligaciones con la casa Baring Brothers. Una mentira más: porque Inglaterra se quedaría, al final, con las Malvinas y con la cantidad nominal del dinero que nunca giró.
Lo planificado inicialmente desde Londres por Dundas y sus secuaces era sumamente costoso, pero era posible entonces para ellos, por ser época de las vacas gordas en la isla, dado que fluía a chorros el saqueo proveniente de la India que hacía unos años había comenzado (según Digby, citado por Paul A. Barán “el tesoro extraído por los británicos de la India entre las batallas de Plassey y Waterloo, oscila entre 500 mil millones y un billón de libras esterlinas”).
Pero finalmente la ejecución de Plan Maitland resultó sumamente económico para la corona inglesa: no aparecieron compromisos diplomáticos a nivel internacional para Gran Bretaña por sus injerencias en asuntos extranjeros, porque estaba aliada a España contra Napoleón en ese momento; no se empeñó la vida de un solo soldado, o se obligó a alma alguna que disparase un tiro; ni buque en riesgo, estragado o perdido, ni un chelín suelto fuera de la alcancía de la City a orillas del Támesis, para lograr, al cierre de las operaciones, el mismo objetivo.
Por lo que se me ocurre decir que el Plan Maitland y el ejecutado por San Martín no son distintos: son iguales pero no congruentes; y el sanmartiniano es más económico que el de Maitland y Dundas para la conquista del mismo objetivo estratégico (para no decir que fue un regalo). Esta es la única ventaja (para Inglaterra desde luego) que visualizo, más que una diferencia.
Que, desde luego digo, no es poca cosa, sobre todo para una Inglaterra que en 1812 ya mostraba síntomas de una economía exhausta por el bloqueo continental, con la gangrena de los hermanitos Rothschild (Nathan en Londres, James en París, Salomón en Viena y Karl en Nápoles) que ellos mismo prohijaron y que con Cromwell en adelante supieron conseguir.

Algunos por qué de las diferencias
Otros factores influyeron para que este Plan fuese tomando el giro y dirección que finalmente adoptó al ser llevado a la práctica. Es conveniente tratarlos a ellos, aunque más no sea someramente, para que el lector tenga un panorama completo de lo que, a mi entender, realmente pasó en aquellos tiempos. Veámoslos seguidamente.
Desde la presentación que hiciera el Mayor General Sir Thomas Maitland de su Plan Esquemático o Tentativo (al decirle esquemático o tentativo a un Plan Militar, significa que pesa sobre él cierta rigidez, y es insoportable a la dinámica de la guerra), ante el Rey Jorge III en febrero de 1801, hasta el 9 de marzo de 1812, la llegada de San Martín a las Balizas de su Majestad Británica en el Río de la Plata, habían transcurrido, sin mucho margen de error, unos 11 años y alrededor de 9 días. Tiempo que en la vida de un hombre común puede ser tenido como la intrascendencia de un suspiro, pero para las naciones en aquella Europa de principios del Siglo XIX, no. Que emulando a San Pedro me animaría decir que hubo años que parecieron un siglo. Se logra tildar a la década que va de 1801 a 1811 de dramática sin caer en ninguna exageración.
Para sistematizar el estudio lo he separado en los siguientes acápites:
- Situación en Gran Bretaña
- Situación en Francia
- Situación en el Río de la Plata e Hispanoamérica
Pero antes de comenzar coloco como frontispicio la leyenda que dice: Se puede asegurar, en extrema síntesis, que la política europea de esta década estuvo signada por los disturbios emergentes de la llamada por el vulgo revolución francesa.

En Gran Bretaña
En Gran Bretaña, a poco de haber presentado Maitland su Plan bajo patrocinio de Dundas, se produce la renuncia de Pitt (1801). Aparentemente el Plan Maitland fue al archivo (que no quiere decir al olvido), porque el General Moreau había aniquilado al ejército de Austria, aliada de Inglaterra, en Hohenlinden (diciembre de 1800). Es decir a poco menos de un mes de que Maitland presentara su Plan. Como consecuencia de esta derrota se firma la Paz de Steyer y la de Luneville, que no es otra que la propuesta ampliada de la que le hiciera en 1797 Napoleón a Inglaterra y Austria en Campo Formio (en Venecia, Italia) y que fuera rechazada airosamente por los ingleses.
Pero la verdadera derrotada en Hohenlinden fue Inglaterra, que en los años anteriores se había apoderado de Ceylán (1796), de la Colonia del Cabo, de Menorca y Malta en el Mediterráneo, de las Antillas Francesas, de la Isla de Trinidad y de gran parte de la Guyana en América. Para frenar el avance inglés se formó una coalición de neutrales, que se disolvió de la noche a la mañana después del bombardeo del Almirante Nelson a Copenhague, seguido del misterioso asesinato del Zar de Rusia, Pablo I, el inspirador de la coalición que terminó en desbandada.
Por la Paz de Amiens (27 de marzo de 1802), firmada entre Inglaterra y Francia, se establecía que los británicos devolverían sus conquistas coloniales, excepto Ceylán y la Isla Trinidad, además de reconocer la República Francesa. Y Francia se comprometía a devolver las ciudades napolitanas y reconocía la independencia de las islas Jónicas. También renunciaba a Egipto, es decir, lo único de todo esto que realmente le interesaba a Inglaterra por ser este el camino elegido por Napoleón para la India, a la que, justamente, los ingleses la estaban saqueando sin piedad. A causa de esta prolija depredación británica en 1770 el hambre asoló a Bengala matando a un tercio de su población (Jawaharlal Nehru, El descubrimiento de la India, Bs. As. 1949).
En reemplazo de Pitt se nombra a Addington (“tan mediocre como vanidoso”, lo describe Jaques Chastenet en su obra William Pitt), quien había sido nombrado speaker de los Comunes por el propio Pitt. De esta manera Pitt, sin estar en el gobierno, seguía haciendo sentir su influencia en los asuntos de Estado. Y esta puede ser la causa por la que no se suspendieron los estudios para capturar la América Española o parte de ella.
En efecto, durante la permanencia de Addington encontramos dos planes que estuvieron a punto de ejecutarse (Coronel José Luis Speroni, La real dimensión de una agresión, pp. 34 y 50 y Anexo 3 en pág. 116). El presentado a fines de 1801 por Miranda, Vansittart, Sir Evan Nepean, Lord Hobert, Lord Saint Vicent y el Coronel Fullarton, con destino a ocupar Buenos Aires; operación que estaría a cargo de de Sir Charles Stewar y el Almirante Sydney Smith: la maniobra fue suspendida. Y el propuesto a mediados de 1803 como proyecto, por Vansittart, Miranda, el propio Addington, Davidson y Sir Home Popham, con destino a invadir Venezuela y cuyo ejecutor sería Miranda con el grado de General Inglés.
Todos los involucrados que se citan en las dos ocasiones, fueron hombres profundamente conocedores de los planes ingleses sobre Hispanoamérica. Habían participado en ellos, los discutieron, reunieron y procesaron información, y habían presentado, a su vez, juntos y separadamente distintos planes, siempre guiados por iguales propósito.
Pienso que esta última acción no pasó de proyecto, porque justamente en 1803, Francia reanuda su guerra contra Gran Bretaña, intentando los ingleses una conspiración para restablecer en el trono francés a los Borbón, sus aliados incondicionales como los Braganza en Portugal. En ella participarían varios generales de Napoleón (Pichegrú, Cadoudal y Moreau, el vencedor de Hohenlinden, fueron deportados a los Estados Unidos). Al año siguiente, el 10 de mayo de 1804, Pitt regresa a su cargo de Primer Ministro. Comienzan a correr los Cien Días del Primer Ministro.
En esta instancia conviene anexar a lo explicitado el caso de Portugal. La independencia portuguesa en 1668, nace con la proclamación del Duque de Braganza como Juan IV, pero se consolida por la ayuda prestada por Inglaterra. Esta Casa de Braganza, de antepecho portugués y de trastienda inglesa, reinó en la vieja Lusitania hasta 1855, continuada desde allí por la rama Sajonia-Coburgo-Braganza hasta 1926. En Brasil los Braganza permanecieron de 1822 a 1889.
En 1661, el rey inglés Carlos II, se compromete a ayudar a los portugueses, y al casarse con la Infanta Catalina, Portugal se convierte en un protectorado inglés. A partir del tratado de Methuen (1702) pasa a ser una colonia económica.
Es ampliamente conocida la hostilidad de Portugal contra las posesiones del Virreinato del Río de la Plata. Agresiones que fueron continuadas e incrementadas luego de la declaración de nuestra independencia. Es decir: al revés de lo que debía esperarse. Todas ellas respondieron a los intereses ingleses en la región. Tanto es así que la primera invasión inglesa a territorios del Río de la Plata, llevada a cabo en 1762 al mando del Almirante MacNamara, fue anglo-portuguesa, detenida y desmantelada por don Pedro de Ceballos en la Colonia del Sacramento.
De manera que el lector podrá ver que en toda acción portuguesa sobre el Río de la Plata, asoma la rubicunda nariz británica. Un ejemplo, rápido, sencillo y elocuente: Caseros.

En la Francia Napoleónica
En el continente europeo, destruida la Primera Coalición contra Francia, el Directorio tenía un solo rival de importancia: Inglaterra. Ella se resistía invariablemente a toda acción que estuviese dirigida a romper la estabilidad europea determinada en Utrecht, simplemente porque Inglaterra fue la principal recipiendaria de aquel tratado humillante para España, y primer escalón de los Borbón en la demolición del formidable Imperio que fuera la admiración del Mundo. Pero Francia, por su lado, insistía en el viejo asunto de sus fronteras naturales, porque ya era una causa nacional: las intervenciones en Suiza y los Estados Pontificios es una prueba de ello.
En las campañas de 1798 los franceses tomaron Malta y tras vencer corridamente a los Mamelucos ocuparon Egipto. El ingreso de Turquía a la contienda por la presión británica, detiene este avance. Y formada la Segunda Coalición; Napoleón se ve obligado a replegarse, firmando poco después la Capitulación de Alejandría.
En la política doméstica francesa, Napoleón obtiene el Consulado Vitalicio, después de un plebiscito convocado por el Consejo de Estado (1802). Se acentúa la centralización del poder al eliminarse la influencia de la Asamblea Legislativa y del Tribunado. En adelante el Cónsul Vitalicio, el Consejo de Estado y el Senado serían los cuerpos básicos de la República Francesa. Sin embargo es el período donde Napoleón llevó a cabo su enorme obra legislativa y de gobierno (Código Civil, Banco de Francia, Universidad, etc.).
Al año siguiente, ante una nueva guerra con Inglaterra, las convulsiones internas, el poder que va adquiriendo el Cónsul Vitalicio, y convocado el pueblo francés a otra consulta, Napoleón es elegido en forma plebiscitaria como Emperador. El 18 de mayo el Senado confirmó la dignidad imperial con el nombre de Napoleón I. Fue consagrado como tal el 2 de diciembre de 1804 por Pío VII (Gregorio Bernabé Luis Chiaramonti, Papa de 1800 a 1823) en París. El Emperador pasó a centralizar todos los poderes al modo de los reyes del antiguo estado, depuesto en 1789.
El progreso económico y la estabilidad lograda por el nuevo régimen francés, comienza a hacerse sentir en toda Europa, particularmente en España que le había cedido (1803) la Lousiana. Por esto Inglaterra ve complicados sus asuntos y busca una alianza con Rusia, que culmina con el acuerdo militar de San Petersburgo el 2 de abril de 1805. En verdad Rusia es el camino más corto a la India donde tiene puesto los ojos Napoleón para poner a Inglaterra de rodillas (porque le cortaba la fuente de financiamiento proveniente del saqueo que estaban realizando en la India).
Con este acuerdo con los rusos, Inglaterra le cierra el paso a los franceses. “Napoleón –dice E. Tarlé- no cesó jamás de pensar en la India, desde la campaña de Egipto”, y “en 1798 esta idea se unía a Egipto; en 1801 a la repentina amistad (de Napoleón) con el zar (Pablo I).”
La guerra se desarrollaría en dos Teatros de Operaciones: uno marítimo, donde la flota inglesa al mando de Nelson derrota a la flota franco española en Trafalgar el 21 de octubre de 1805. El otro es terrestre, que resulta favorable a Napoleón, quien arrasa con los integrantes de la Coalición en Austerlitz el 2 de diciembre de 1805. La noticia derrumba el ánimo y la salud de Pitt: acosado por la gota y debilitado por la continua e intolerable tensión, se suicida degollándose el 22 de enero de 1806 en su habitación.
El 25 se firma la Paz de Presburgo y se restablece la hegemonía francesa en la Centro Europa. Ahora el dominio del continente europeo es completo y el añorado equilibrio de poder imaginado por los ingleses, que tanto los favorecía, se desmorona. Pero Inglaterra más que nunca es la dueña absoluta de los mares, una invencible talasocracia. Y Francia es, más que nunca, una tremenda potencia continental que tiene a Europa en un puño.
Ha llegado la hora de la tercera estrategia: el bloqueo continental (decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806), que pone a Inglaterra con el agua al cuello. En el primer semestre de 1808 las exportaciones británicas habían descendido un 60% (Jacques Godechot, Europa y América en la época napoleónica). La industria sufrió una contracción letal. Se colmaron los depósitos de mercaderías sin salida y muchos empresarios vendían a pérdida. Creció vertiginosamente el desempleo, absorbido parcialmente por la guerra con los EE. UU. de 1812: un invento sin duda alguna (una versión antigua del New Deal de Roosevelt). Porque Inglaterra, dueña de todos los mares del Planeta, pretendía que toda nave que transitara por los piélagos debía tocar un puerto inglés y pagar un impuesto. Las tensiones sociales en Gran Bretaña, derivadas del bloqueo, entraron en peligrosa ebullición.

En el Río de la Plata y en Hispanoamérca

En el Río de la Plata
No cansaré al lector repitiendo las gloriosas jornadas de Buenos Aires en 1806 y 1807, por considerarlas suficientemente conocidas. Sólo me limitaré a extraer las enseñanzas que de ellas se pudieron obtener y que afectaron seriamente al Plan Maitland tal cual lo concibió su autor.
Después de las victorias de Jena y Auerstädt (14 de octubre de 1806) quedó probado que, por ahora, Napoleón era invencible en el continente. Y “una cosa por fin parecía cierta –dice William W. Kaufmann-. El gobierno inglés había decidido abandonar el continente, de modo de dedicar sus energías a las empresas coloniales” (La política británica y la independencia de América Latina).
Por eso y pesando en contra de su decisión los dos fracasos en Buenos Aires (en realidad fue uno solo llevado a cabo en dos fases), los británicos montaron una tercera expedición que pusieron a cargo de Sir Arthur Wellesley (futuro Duque de Wellington), con 10.000 hombres estacionados en Cork, al sur de Irlanda, que deberían unirse a otros 5.000 acantonados en Cádiz al mando del General Brent Spencer, para juntos marchar sobre Méjico, mientras una fracción tomaría Buenos Aires. Esta expedición había sido ideada por Lord Castlereagh (ex Presidente de la Junta de Contralor), con la ayuda del ya Lord Melville (Dundas). La idea era promover en toda Hispanoamérica la constitución de gobiernos independientes “bajo nuestra protección y en conexión con nosotros”.
Los sucesos acaecidos el 2 de mayo en Madrid, inicio de la sublevación española contra Napoleón, hacen que Wellesley pida que envíen esas tropas a Gibraltar para ayudar a la insurrección y, luego de esto, seguir con rumbo a Sudamérica. Pero el 1° de julio, Wellesley envía un segundo memorando en donde propone llevar adelante dos proyectos alternativos en caso de que la rebelión tuviese éxito: encaminar la tropa a las Antillas para desde allí accionar sobre Méjico, y luego dividir los efectivos enviando 10.077 hombres a Buenos Aires y el resto hacia las Antillas como refuerzo y ante la posibilidad de accionar sobre Venezuela. Sin embargo las situaciones en Portugal y España evolucionaron desfavorablemente a los ojos de la conducción inglesa, por lo que se decide postergar el envío de tropas a América.
Finalmente las intenciones británicas tomarían el giro que comienza a hacerse visible a partir del 1° de mayo de 1807, en donde se concibe un nuevo enfoque sobre la cuestión Sudamericana, que es la resultante de tomar conocimiento de la derrota en el Plata. Esta tendencia se patentiza aún más a partir de septiembre de 1807: de la acción directa para la dominación parcial (los puertos y sus hinterland), se piensa en la acción indirecta para la dominación total. Este concepto, que entonces no se llamaba imperialismo, es el que predominó por muchos años, reportando pingüe beneficio a Inglaterra. Para Ferns (Gran Bretaña y Argentina en el Siglo XI😵, el memorial se septiembre es la base de una centuria y media de política británica en Sudamérica.
“Yo estoy fuertemente persuadido –dice Clastlereagh- que la política que ahora estamos desarrollando (la acción directa) no nos va a producir beneficios comerciales ni políticos, ni aún con la intervención de los grandes recursos militares enviados a Buenos Aires”. “La causa del fracaso de Beresford en 1806 –sigue diciendo- fue política y no militar, por no haber incitado a una independencia que nos diera los beneficios comerciales. Las tentativas militares de Inglaterra sólo consiguieron que el pueblo de todas las clases sociales se ponga contra nosotros.” “Por eso –aconsejaba Castlereagh- debemos actuar de manera acorde con los sentimientos del pueblo sudamericano (…) acerquémonos a ellos como comerciantes (…) dar energía a sus impulsos localistas para conseguir derogar las prohibiciones contra nuestro comercio.” (José M. Rosa, Cisneros se fue, los ingleses se quedaron para siempre, suelto aparecido en el diario Mayoría).

En Hispanoamérica
Revisamos los diversos pronunciamientos revolucionarios en la América Española: Charcas, 25 de mayo de 1809; La Paz, 16 de julio de 1809; Quito, 10 de agosto de 1809; Caracas, 19 de abril de 1810; Buenos Aires, 25 de mayo de 1810; Bogotá, 10 de julio de 1810; Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1810; Dolores, 10 de septiembre de 1810; Grito de Asencio, 18 de febrero de 1811 y Asunción, 14 de mayo de 1811.
Resumiendo: 5 insurgencias en el Río de la Plata; 2 en Colombia; 1 en Chile; 1 en Venezuela y 1 en Méjico. Todas ellas a su vez, y actuando bajo el paraguas de la “Libertad y la Independencia” eran, en el fondo, secesionistas, por lo que la balcanización de Hispanoamérica estuvo signada desde el primer día tras el primer grito. No podía ser de otra manera porque era la idea de Castlereagh (y de Wellesley también): “un continente dividido en varias naciones formalmente independientes e incorporadas a una economía mundial, dirigida desde Inglaterra.” Es decir: más o menos como estamos ahora. Así que a no asombrarse.
Cuando hablaba de aquellas rebeliones, quería decir que, en 1 año, 11 meses y 19 días se produjeron en América española la mayoría de los movimientos independentistas, algunos exitosos, otros signados por el fracaso. Pero, en general, todos son 8 meses y 9 días posteriores al desembarco de Wellington en Mondego, Portugal. No hay ninguno anterior, con excepción del alzamiento de José Gabriel Tupac Amarú (con ayuda británica también, La Rebelión de José G. Tupac Amarú, Colección de Obras y Documentos, Tomo VII, de Pedro de Angelis), que no puede ser tenido en cuenta en este segmento de tiempo y por ello resulta extemporáneo. ¿Solamente una coincidencia? No sé. Pero es como si el desembarco inglés en la Península Ibérica hubiese desatado un enorme paquete que se tenía guardado por aquí y preparado de tiempo atrás.
Sin embargo, para aventar la idea de una casualidad en el lector desprevenido, le pido que observe lo siguiente: el 12 de julio de 1808 Wellesley (luego Duque de Wellington, entonces el Teniente General más joven del escalafón inglés), parte de Cork (sur de Irlanda) con una fuerza expedicionaria de 10.000 hombres, configurando posteriormente, una de las líneas de la invasión inglesa sobre España y Portugal en manos de Napoleón. Simultáneamente otro cuerpo de 5.000 hombres a las órdenes de los Generales Anstruther y Acland, salió a reunirse con el anterior, embarcándose respectivamente en Ramsgate y Harwich.
El General Spencer había traído 5.000 hombres estacionados hasta entonces en Egipto y Sicilia, y desde allí a Gibraltar. Había Spencer ofrecido a la Junta de Cádiz sus servicios, pero, no siendo aceptada su proposición, recibió órdenes de Wellesley de que fuese a incorporársele, desembarcando también en la Bahía de Mondego.
Entre el 15 y 25 de julio Wellesley se adelanta a la escuadra y celebra una entrevista con la Junta Suprema de Galicia para que apoye su desembarco en el Ferrol. La Junta gallega se niega y le aconseja que lo haga en algún puerto de Portugal por la animadversión que mostraba el pueblo hacia los ingleses. El 1° de agosto hecha pie a tierra en Mondego (bahía próxima a Porto Figueira), y configura la cabecera de desembarco. Entre el 1° y el 8 de agosto le alcanzan las noticias del triunfo de Bailén. Entonces el 9 marcha sobre Lisboa acompañado de Spencer y llega a Leira (en la carretera a Oporto), etc.
Si se comparan los progresos de Wellesley en la Península se verá cómo progresaron sincronizadamente los movimientos libertadores en Hispanoamérica. Más aún: el 18 de junio de 1815 Napoleón era derrotado por Wellesley en Waterloo; el 22 firmaba su segunda abdicación; el 2 de agosto los aliados firmaban su destierro y el 9 partía para Santa Elena para no regresar nunca más. La Humanidad marchaba hacia un Nuevo Orden Mundial que desembocaría en la Pax Británica (1815-1915) y el Old Colonial Sistem.
En Buenos Aires se conocería esta noticia a fines de octubre o principios de noviembre de 1815. Cuatro meses después, el 24 de marzo de 1816, comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán y el 9 de julio de 1816 declaraba nuestra Independencia bajo la férula del Secretario Francisco Narciso de Laprida, antiguo masón de la logia lautarina Ejército de los Andes (sanmartiniana), junto con Rudecindo Alvarado, Toribio de Luzuriaga, Jerónimo Espejo y otras docenas de individuos. Además San Martín, residente en Mendoza, era Gobernador de Cuyo y había mandado como representante al hermano Godoy Cruz, que decían era sacerdote católico, quien lo mantenía al tanto de todas las intrigas (las tejidas por los otros y las que tejía él con su Gobernador Intendente).
Por otra parte está probado que todas las logias masónicas desde Dolores (Méjico) hasta el Río de la Plata (instaladas como consecuencia del Tratado de Utrecht de 1717 en adelante), tenían sus matrices en Irlanda, Inglaterra y los EE. UU. y respondían a las directivas de aquellos Orientes.

Conclusión
Por todo lo expuesto precedentemente, resulta impensable que el Plan Meitland, redactado entre fines de 1799 y buena parte de 1800, fuera aplicable textualmente a una situación existente en 1811, cuando aún faltaban cuatro años para Waterloo. En consecuencia el banco de cerebros al servicio del ente paraestatal Compañía de Indias Orientales, y la corona británica propiamente dicha, debieron seguir adecuando este Plan a las contingencias de la situación, pero sin olvidar ni desechar los objetivos estratégicos fijados por el autor.
Por otra parte vemos, en los planes posteriores al de Maitland, ciertas similitudes al de él que me hacen pensar que el Plan Maitland no debió ser tan secreto como es de imaginarse. Por lo menos para aquellos hombres puestos en este trabajo de arrebatar lo ajeno. Además en 1811 el General Maitland estaba vivo y le faltaban 13 años para morirse; de servicio en Ceyland desde hacía cinco años, y casi con seguridad debió ser un elemento de consulta permanente por vía correo. Desconozco si existe un epistolario de Maitland. Pero si existiese, su contenido sería muy valioso para ver cómo fue evolucionando su Plan con el tiempo y todos estos acontecimientos.
La llegada de San Martín a Londres es contingente con la llegada de Maitland de Ceylan. ¿Acaso es esta otra casualidad? El doctor Terragno, por ejemplo, cree que sí. Lo que me hace dudar, porque arriban al mismo puerto el autor del Plan con el que creo fue su ejecutor y que partiría en días más. No podía haber dilaciones, porque la situación de la Revolución de Mayo en el Noroeste se estaba tornando insostenible y por ello a punto de fracasar. Si esto ocurría, habría que barajar y dar de nuevo. Las acciones de los jacobinos Castelli y Monteagudo habían hecho caer a la causa en el más completo descrédito. El pueblo no los acompañaba.
Al llegar a Londres una junta de notables lo habría impuesto de la situación,
le darían a conocer el Plan en detalle, le asignarían su misión y le tomarían
juramento de muerte. Los detalles que seguramente surgirían debieron
ser tratados en forma particular con Maitland y debatidos con la junta.
Todo este trámite demandó cuatro meses.