Juan, Medran, Bucastor y Timpanero

Day 2,513, 20:06 Published in Argentina Argentina by Orgaznomurio


Sale la segunda entrega de la TEMPORADA DE RELATOS y del motivo de seguir jugando. Esta vez no le pedí prestado los personajes a J.Cortazar... ?).

Espero se disfrute!




Juan, Medran, Bucastor y Timpanero.

Juan abrió la puerta. El tiempo que tardo en entrecerrar los ojos fue el mismo que tardo su piel para emitir un quejido nervioso a los treinta y cinco grados que transitaban por su felpudo de entrada, por el pasto de su patio y por la vereda de losetas que terminaba en la calle.
El sol rebotaba en cada centímetro de la cuadra pero una fuerza más grande que Juan lo había llevado a sentarse en el cordón. Con las piernas flojas, los codos en las rodillas y las manos en la cabeza, cerró los ojos y por fin consiguió que su cuerpo corresponda su estado de ánimo. Sintió alivio, estaba triste y la tristeza le recorría las entrañas.

-

Apurado por la circunstancia, caminaba casi con desesperación. No podía entender como había fallado, había fallado en su única tarea. No era un día más para él; de donde venia, en algún momento de su juventud se le era asignada una labor que debería cumplir por el resto de sus días, interrumpida solamente cuando una labor aun más necesaria acaecía. El sol lo volvía veloz, algo oportuno dada su situación, pero el terreno no era el más suave ni el más fresco, sus pies parecían arder, por lo que Medran minimizo el tiempo de contacto entre el suelo y su cuerpo a un casi imperceptible movimiento de zigzagueo.
Pensó en su nombre, pensó en su descendencia, la deuda en la que había incurrido la ponía en jaque. Él había tardado un buen tiempo en ser indiferente a ser poseedor de un nuevo nombre. Si bien los siglos de vivir en ausencia de apellidos, habían llevado a sus coterráneos a desarrollar la creatividad a la hora de necesitar un nuevo nombre, el suyo no lo conformaba. En el linaje masculino de cada familia, lo tradicional era continuar con el mismo nombre por varias generaciones. Le habían puesto Medran por ser la onomatopeya de la rotura de las pequeñas hojas resecas que cubrían el suelo el día que cumplió su tarea por primera vez, y por la poca practicidad a la que había llegado el nombramiento de los varones de su linaje. Para reconocerse entre sí, a cada descendiente de una generación se le agregaban las silabas: Na, Ba, Da, en ese orden y a razón de una sigla por generación. El nombre de su antecesor primero tenía catorce silabas: Nabadanabadanabadanababucastor
Si este era su ultimo dia, no podría comenzar su propio linaje de nombres; no iban a existir ni Namedran, ni Nabamedran, ni Nabadamedran; lo que le parecía inaudito e igual de doloroso que el aquel suelo duro y con piedras pequeñas unidas por una matriz rígida de color blanquecino que en un par de temporadas había cubierto toda la zona.
Se le ocurrió que desde aquel cambio en toda su área de trabajo, su producción de mosquillas disecadas había disminuido brutalmente, hasta alcanzar el punto sin retorno de este día.
En el momento en el que aquella revelación esperanzaba una excusa, supo que era tarde, los encargados del trabajo sucio de Timpanero estaban frente a él y con un aspecto amenazador lo esperaban a unos treinta pasos. Eso era todo, Timpanero no había aprobado el recuento de mosquillas de su costal y lo había mandado a buscar. Continúo caminando con la valentía de alguien consciente de su error y frenó donde, sin palabra mediante los matones se dispusieron a ajusticiarlo.

-

Dudando de su decisión, Juan abrió los ojos. El calor en su espalda era insostenible y no sabía cuánto pero había dormido en la misma posición un buen rato. Miro a su alrededor con un poco de vergüenza pero detuvo la mirada recién, en tres escarabajos que se encontraban a sus pies, ignorándolo completamente y dispuestos en un semi circulo.
De no saber que los escarabajos no hablan, hubiera jurado que estos estaban increpando amenazadoramente a un cuarto escarabajo que recién llegado, se acomodo frente a ellos. Sintió empatía por el recién llegado, su cuerno le recordaba a los grandes mamíferos de áfrica que solía disfrutar de pequeño en los documentales. Al notar que sus zapatillas también ardían por el calor proveniente del hormigón de la cuneta, decidió volver al cobijo de su casa. Mientras se alejaba tuvo tiempo de mirar hacia atrás y ver otra vez a los escarabajos. Volvió un paso, agarro al último en llegar y lo llevo hacia el pasto.

Juan estuvo mucho menos triste el resto del día.