Vivencias personales en eBolivia

Day 2,325, 09:57 Published in Bolivia Spain by John Balks

El sol está muriendo y sobre Bolivia tiembla una niebla muy ligera y algo rojiza.
Yo vivo en el ultimo piso y miro toda Bolivia.
Comienzan a encenderse las luces, impotentes contra la mesta y bárbara avanzada de las sombras. Las sombras penetran en las calles como algo sin cuerpo y se hacen mestas en los ojos de los hombres.
Es el momento del crepúsculo.
Ahora es cuando muere la luz y los perfiles de las cosas dejan de ser concretos.
Acerco mi cara a la ventana, a los cristales de la ventana, y miro la larga calle, llena de gente informe, como una hilera de hormigas que hervía estrechamente, oscuramente. Venidos de su trabajo, 3 veces al mes.
Los hombres ,son como hormigas, en Bolivia, sin nombre.
Y yo, en este momento, los veo desdibujados, desvanecidos , pues el aliento de mi boca va empañando progresivamente el vidrio que se interpone entre los hombres y mi vista.
Yo no limpio el cristal, no abro la ventana.
Dejo que ese bao impalpable desfigure mi imagen de los oscuros hombres de Bolivia, en el crepúsculo, que mismamente llena la calle estrecha y prolongada como si fuera una columna de hormigas en su marcha.


En la pensión Continental de Santa Cruz, escribió unas notas John Balks y vivió su final. Ordenadas las notas dicen así: primero claro, lucido. Lo dudoso y neblinoso avanza despues

La pensión Continental es oscura y sordida. Una docena de inmigrantes pasamos al día tumbados en camas notablemente estrechas. Normalmente huele a sudor. Santa Cruz está lleno de pensiones de esta especie.
El teléfono está muy cerca de la puerta de mi cuarto.
Puedo escuchar todo lo que escupen los huéspedes en el micro. Pocas veces es algo de interés. Muy pocas veces los 50 o 60 de inmigrantes mojados, abollados y malditos, que llenan las calles de Santa Cruz, tienen algo interesante que decir. Pero en este instante yo estoy algo nervioso.
Lleva un mes lloviendo. Lleva un mes marcando, la campana de la catedral, un tiempo submarino, lento y vacío.
Todo Santa Cruz comenta la tardanza del exilio. Un inmigrante en Cobija gasto sus ahorros en abrir una pequeña guerra por la independencia, pobre estúpido; para el resto podemos optar por jugar a las cartas, beber mucho o el exilio. Muchos optan por las dos primeras soluciones. Pero siempre hay alguno que resuelve coger el camino roto del exilio. Los habitantes de la ciudad de negras piedras saben que no hay mes en que el inmigrante de turno, dolorido y de nervios trillados, no haga la elegante maleta sobre su cama, en la madrugada gris, descontrolados los pies, en un paso lamentoso fúnebre sobre las losas heladas de la calle.
Está a sonar el teléfono. Una chinche duerme en el techo.Una voz opaca responde:
-Si, soy yo. ¿Que hay, Perez? Si, nos lo pasamos bien. Pero tengo resaca. A ultima hora me acosté con Lola...
La voz continuaba, entrecortada por risas. Y yo comienzo a pensar en mis cosas. Es decir: Yo comienzo a pensar en mis cosas, en la única cosa que hasta ahora me preocupa. El otro día, yo, que soy un individuo de escepción, recibí la noticia de que no era aceptado por la comunidad boliviana. Por de pronto quedé sorprendido. Erguí vivamente la cabeza, como un gallo.
Ahora -dije para mi- voy a sentir un dolor profundo.
Esperé un poco. Nada. No sentía nada. Me arreglé y me repetí que yo amaba hondamente a Bolivia. Pero nada, no sentía nada. Yo soy un hombre que no siente el odio de la comunidad Bolivia que tiene hacia el. Hay 3 días que yo recibí la noticia del odio hacia mi persona.
Lleva un mes que casi llueve débilmente.
Todo el mundo está ligeramente inquieto. Ayer mismo. Entré en "La Habana", un bar de moda. Pedí en la barra. Se sentaron a mi lado esos dos tipos con gafas y traje oscuro que siempre aparecen al doblar una esquina, en el Gobierno, y que lleva una faz y marca imborrable de Antiguo Permabaneado. Comenzaron a hablar de los cargos. Dijo que en Bolivia le daban muy buenos cargos. Recogí la indirecta. Ellos venían de traje oscuro, casi que negro. Yo con gran pañuelo rojo.
Y a ellos no les habían repudiado de su patria.
Yo bien que me dí de cuenta de su malicia. Salí del bar por no hacer una barbaridad. Y seguía a llover. Me metí en los soportales de la Calle Radial 21.
Estuve dando vueltas hasta la hora de la cena.
En ese momento la chinche del techo se deja caer sobre mi cama y da por caminar por la ropa. Suena de nuevo el teléfono. Una voz irritante y aguda es la destinataria de la llamada. Habla durante un buen rato. ES la voz de un pobre tipo, enamorado de la hija de un almacenista. La hija del almacenista tiene unas tias solteras que pasan las tardes encima de un brasero, calentando las piernas. Pero no calientan solo las piernas. También rezan el rosario y cotillean. El joven de voz irritante y aguda, por decreto de las tias, fue declarado poca cosa para la hija del almacenista. Y los pobres pasan los días a hablar por telefono.
Acabó la conversación. El teléfono vuelve a estar colgado. Yo aplasto a la chinche y me lijo los dedos con sangre. Naturalmente sigo tumbado en cama.
Pienso que yo soy un ser de excepción que ni siquiera siente al ser declarado Non-Grato. Yo no percibo nada, porque tengo la pituitaria acostumbrada, pero debe oler a sudor en mi cuarto.

Hoy es domingo por la mañana. Pasé parte de la noche bebiendo y tengo ardor en la barriga. Cada vez que pienso. Es decir. Cada vez que siento que hay una chinche en el techo, pongo por caso, o que tengo ojos y miro, o que hay hombres y ganado y casas y resulta que tengo dos manos, me siento alterado.

Yo soy John Balks. ¿Y que?. Podía haber sido un TOver como Zeshar en Bolivia. No entiendo por qué estoy ahora a escribir este articulo que nadie va a leer. Y todo fue desde lo de mi veta. Esta ahora está bien puesta. Me congratulo imaginarmela conquistada, un soldado extranjero en cada esquina. Ella está bien a gusto, consumiéndose poco a poco por su pseuda-economía.

Me es imposible quitar de mi la idea de que sobro en este jodido país. Me da la impresión que crié odio en los bolivianos, en el corazón, y todo por adentro. Además no se que rayos tengo que ando medio apapostiado.
Desde el rechazo de Bolivia, casi que no salgo de mi habitación.

Es formidable, lleva lloviendo durante meses y el agua ya llega al tercer piso, en el que estoy. Un amigo del IAN-Militar siempre sale llorando de mi habitación.
Eso seguro que contribuirá.

El agua llega al tercer piso y no para de llover.

Me vinieron a llamar unos tipos, desde la calle.
Argentinos ellos:
-¿Vienes? -Dijeron.
-Boludo -Dije.
-¿Vienes? -Dijeron.
Estaban en la calle. Yo estaba en el balcón.
-Ya voy. -Les grité.
Ellos estaban abajo e iban para el café, a jugar la partida de cartas.
Me di de cuenta de que el agua llegaba casi hasta el balcón.
Llovía y fueron para el café. Yo les grité desde el balcón:
-Ya voy. Esperadme en el café. Yo ya voy.
Me metí en la habitación y escribo esto. Voy a jugar a las cartas. Como el agua llega hasta el tercer piso, es decir, hasta mi balcón, puedo tirarme tranquilamente, que se nada bien. Voy a jugar la partida al café.
No se como no se me tuvo ocurrido antes tirarme a la calle por el balcón, llegando como se llega la agua hasta arriba de todo.