No Debería Ser Yo Mismo V - "Huye. Ya hablaremos."

Day 2,483, 23:33 Published in Spain Spain by Frozen Stauros



El aliento gélido de Stauros limpia la sangre fresca mientras camino hacia mi destino, el despacho de Don Snake.

Un céntrico edificio me espera, con sus 619 plantas habitadas por Worms, Cármenes de Mairena, cafés descafeinados, pulpos adivinos, PONeros enfurecidos, llamas del Nepal, etc. Una ardua tarea.

El portero me impide el paso. Me miro en el reflejo del cristal de la puerta y es obvio que en un edificio de este caché no quieran a alguien que lleva una camiseta raída, llena de manchas de sangre, con una espada gélida de unos cincuenta centímetros en la mano.

Le miro fíjamente, mis verdes ojos se convierten en hielo, mientras su cara lentamente se congela.

La recepcionista lo ha visto todo, y rápidamente coge el teléfono.

— Dígale a Don Snake que quiero verle.

La joven asiente, entre espasmos de terror al ver a Stauros ser desenvainada otra vez, mientras subo lentamente por las escaleras… Mi objetivo tiene aquí el centro de entrenamiento de sus asesinos, por lo que debo ir con mucho cuidado, aunque sé que ahora que le han fallado sus manos derecha e izquierda, querrá acabar conmigo en persona, y no le voy a dar ese gusto.



Un asesino entra en el despacho de Don Snake.

— Está subiendo, mi señor.

— Detenle, que esos ojos verdes le hagan daño.



Vigesimo segunda planta. De momento solo me he encontrado con aficionados. Pero el asesino que viene ahora no es un aficionado.

Una ballesta y un cayado. Un hijo de los bosques… Dos dagas cortas en los pies, y una larga sujeta a la cintura.

— Selenios, ¿me equivoco?

— No mereces saber el nombre del que va a matarte.

— Nadie puede matarme.

Dispara dos virotes que esquivo solamente moviendo la cabeza. Stauros, baila.

Dejo la espada en el suelo, y muevo dos dedos, Stauros levita, y ataca a Selenios.

Este se sorprende, pero pronto encuentra el fallo del plan. Stauros sola no puede hacer mucho. Nuestras almas cuando se fusionan llegan a la perfección del combate, y Selenios lo aprovecha con una simple finta para después rasgar mi rodilla con una de sus dagas envenenadas.

— No quiero matarte. Eres uno de los elegidos. — Digo mientras Stauros se acerca lentamente al paralizado Selenios y mi rodilla suelta pus a borbotones.

Le miro a los ojos a través de mi gafas de sol. Sus verdes ojos se transfiguran y las pupilas se vuelve totalmente blancas.

— Huye. Ya hablaremos.


Frozen Stauros, arma del general pabs, vuelta a la vida por la gracia de la Diosa Nevera