Los 5 diplomáticos más épicos (y trágicos) de la historia

Day 2,579, 12:35 Published in Peru Peru by Ricardo Mujica Correa

Cuando uno piensa en tipos épicos, los diplomáticos no suelen saltar a la mente. Es más, ya que pueden parecer oficinistas en trajes costosos y dedicados a la buena vida, cuyo trabajo consiste precisamente en evitar la guerra o ponerle fin una vez empezada, habría quienes dirían que suenan a precisamente la antítesis de lo épico. En cualquier caso, no parecen ser un gremio entre los cuales uno podría encontrar gente merecedora del premio Epicidad a las bolas de acero. Pero como veremos a continuación, la epicidad aparece en todas partes. En este ránking enumeramos a varios diplomáticos que en las circunstancias más inimaginables reaccionaron con un colectivo “a la mierda” e hicieron lo que la conciencia les indicaba. Y como ninguna buena acción puede evitar su correspondiente castigo, veremos también las trágicas consecuencias que tuvieron que enfrentar.



#5. Luis Martins de Souza Dantas



Como embajador de Brasil en Francia, de Souza estuvo presente durante la caída de Francia ante los nazis, y pasó a representar a su gobierno ante la Francia de Vichy. Al enterarse del destino que les esperaba a los judíos y otras personas declaradas “indeseables” por el régimen nazi, decidió que tenía un deber cristiano de emitirles visas, ya que de otra manera pasarían a ser víctimas. Las emitió de manera irregular, pasando por alto varios de los requisitos oficiales, además de ser poco común que el embajador mismo fuera quien atendiera el trámite. Además cabe recordar que el recibimiento de judíos y refugiados estaba en contra de la política general de Brasil, y el embajador eventualmente recibió una prohibición explícita de seguir emitiendo visas. Como recurso para poder sacarle la vuelta a la orden, de Souza les puso fechas falsas, como para que pareciera que fueron dadas antes de la prohibición. Además omitió deliberadamente el dato del origen judío de los refugiados, ya que de otra manera no serían admitidos en Brasil.


Algo como "Visa para un sueño" de Juan Luis Guerra, solo que el sueño se limitaba a no morir.

Se estima que su campaña de visas les salvó la vida a unas 800 personas, entre ellas 475 judíos.

¿Y su premio?

Eventualmente sus superiores se enteraron de sus actos y se le ordenó que regresara a Brasil, donde fue sometido a proceso disciplinario. Se le encontró culpable de haber violado la política brasileña contra la inmigración judía, pero al estar técnicamente retirado no fue castigado.

Coeficiente de tragedia: 3/10. Definitivamente sufrir la indignidad de ser sometido a un juicio por actuar con decencia humana, especialmente tras haber llegado al rango de embajador, es algo infortunado. El coeficiente puede parecer un tanto bajo, pero en comparación con lo que se viene, comprenderán por qué. En medio de todo, después de la guerra Luis Martín de Souza fue rehabilitado y siguió representando a Brasil en el extranjero.



Y por lo menos le hicieron una estampilla...



#4. Hiram Bingham IV



Para algunos latinoamericanos, la primera imagen que se les vendría a la mente tras leer “Hiram Bingham” sería “¡Machu Picchu!”. Sin embargo, no estamos acá tratando de Hiram Bingham III, sino de su hijo, Hiram Bingham IV, como Rambo IV.

Junio de 1940 definitivamente era un mal momento para ser judío o enemigo del Tercer Reich y vivir en Francia, ya que como hemos mencionado antes, en ese momento la Wehrmacht estaba arrollando a las desmoralizadas fuerzas francesas. Muchos de estas potenciales víctimas huyeron hacia el puerto meridional de Marsella y buscaron auxilio en el consulado estadounidense dirigido por Hiram Bingham IV. Ahora, ya que todos sabemos los estadounidenses son los buenos y son enemigos de la injusticia y genocidio, Bingham recibió órdenes de darles visa a todos, con lo cual pudieron huir al hemisferio occidental y vivir todos felices.

No exactamente. Bingham recibió instrucciones del Departamento de Estado de no solo no prestarle auxilio alguno a los refugiados, sino de ponerles todos los obstáculos posibles para que no pudieran entrar a EEUU. Hiram Bingham IV, descendiente de Hiram Bingham y Hiram Bingham Jr. misioneros cristianos en Oceanía y de Hiram Bingham III, senador y descubridor de Machu Picchu, tuvo una grave decisión que tomar. El resultado fue que básicamente mandó a la porra a sus superiores y empezó a prestar asistencia a personajes de la talla de Hanna Arendt, Marc Chagall y Lion Feuchtwanger para que pudieran huir de una muerte segura a manos de los nazis. No le bastaba con rescatar a los notables, y a lo largo de un año de peligroso trabajo emitió visas que les salvaron la vida a unos 2500 judíos.



Y así nos imaginamos la película

¿Y su premio?

Si bien Hiram Bingham IV siguió en la carrera por algunos años más y fue enviado a un par de destinos más, como recompensa por haber salvado tantas vidas, su carrera básicamente fue puesta en la congeladora. Le hicieron saber que por su insubordinación ya no ascendería nunca más, tras lo cual decidió renunciar al servicio diplomático y se dedicó a la vida privada. Lastimosamente, su camino al rango de embajador se cruzó con algo muy molesto conocido como decencia humana.

Coeficiente de tragedia: 5/10. Si bien sacrificó su carrera por salvar a miles de judíos, Hiram Bingham IV era uno de los herederos de la muy sustanciosa fortuna de la joyería Tiffany’s y miembro de una familia muy respetada en Estados Unidos. Pudo vivir el resto de su vida de manera cómoda y rodeado de amigos y parientes. Y créanme, no llegar a embajador es una de las cosas menos trágicas en esta lista.



Esto de las estampillas parece ser una moda...



#3. Chiune Sugihara



Este diplomático japonés había sido enviado a la –por el momento– independiente república de Lituania a ejercer el cargo de vice-cónsul poco antes del inicio de la 2ª guerra mundial. La situación de los judíos en la región se vería prontamente amenazada desde dos frentes. Desde occidente, los alemanes invadieron Polonia en 1939, con los eventuales resultados que todos conocemos. Ante ese peligro, muchos judíos de dicho país tuvieron que buscar refugio en Lituania. Para empeorar las cosas, los soviéticos ocuparon Lituania en 1940 e hicieron mucho más difícil que cualquiera pudiera abandonar la zona (incluidos los judíos).

En medio de un contexto internacional en que, como hemos visto, básicamente ningún país quería aceptar refugiados judíos, Chiune Sugihara tuvo que lidiar con una manchota de estos, que le rogaban que les diera visas de tránsito por Japón para poder ir a su destino final: Curaçao. Sugihara, funcionario concienzudo, escribió a Tokio para pedir permiso para proceder. La respuesta que recibió fue negativa: los judíos debían ser dejados a su suerte.

Basándose en un antiguo dicho samurái “ni siquiera un cazador puede matar a un pajarillo que vuela a él buscando refugio” Chiune Sugihara, así como Bingham y de Souza, mandó a sus superiores a la porra, y empezó a fabricar visas de manera semi industrial durante un mes de furibundo trabajo que a veces llegaba a las 20 horas diarias. Tanta flexibilidad mostró Sugihara, que muchas de estas visas incluso estaban estampadas sobre cualquier papel suelto (ya que muchos habían perdido sus documentos al huir de Polonia). Cuando esto empezó a irritar a las autoridades soviéticas, ordenaron que el consulado se cerrara. Esto no bastó para detener a Sugihara, quien siguió expidiendo visas desde su casa e incluso desde la estación del tren. Al partir su tren, arrojó desde las ventanas todas las visas incompletas que le quedaban, para que quien las recogiera pudiera completar sus datos y huir de los nazis. Sus últimas palabras a los judíos de Lituania fueron “Por favor perdónenme. No puedo escribir más. Les deseo lo mejor.”



Lo peor es que hasta esto tendría más sentido que la de Tom Cruise...

Se estima que en ese mes de trabajo les salvó la vida a unos 10,000 judíos.

¿Y su premio?

Como recompensa por su arduo trabajo en salvarle la vida a tanta gente, Chiune Sugihara fue dado de baja del cuerpo diplomático japonés en cuanto acabó la guerra. Tuvo que abandonar sus sueños de ser un diplomático exitoso y glamoroso por una vida de vendedor ambulante de focos. Finalmente obtuvo empleo en una compañía japonesa en Rusia, alejado de su familia, y pasó el resto de su vida entre la soledad y carestía material.

Coeficiente de tragedia: 7/10. No solo perdió su fuente principal de ingresos, su pobreza postguerra fue tal que tuvo que ver impotente cómo su menor hijo moría por falta de recursos después de la guerra. Recién fue rehabilitado por el gobierno de Japón en 2006, veinte años después de su muerte, y más de sesenta años después de que supiera con seguridad lo que les esperaba a los judíos que salvó. Hijos de puta.



Pero por lo menos le hicieron un monumento.

#2. Aristides de Sousa Mendes



Parece que en portugués “de Sousa” significa “pelotas de acero”. Al igual que Bingham, Aristides de Sousa Mendes cumplía la función de cónsul en una ciudad francesa, en este caso Burdeos, y en representación de Portugal. Durante la invasión alemana de Francia de 1940, numerosos judíos y otras potenciales víctimas de los nazis fueron en búsqueda de su auxilio. El saber que las vidas aquellos millares de homo sapiens corría serio riesgo si quedaban bajo control nazi, pero tener las manos atadas por las explícitas instrucciones que recibió de Lisboa que le indicaban no darle visas a personas de origen judío, produjeron en él una profunda crisis de conciencia que le duró tres días. Al final de este periodo, al igual que nuestros tres héroes anteriores, mandó a sus superiores a la porra y empezó a emitir visas gratuitamente a todas las personas que se las pidieran, sin importar nacionalidad, religión u otra categoría.

Junto con un rabino, su esposa y dos de sus hijos, formaron una línea de producción veloz de visas, y se dedicaron a su tarea como unos locos furiosos. A medida que los alemanes se fueron acercando a Burdeos, mudó su operación más cerca de la frontera de España, para que más judíos pudieran huir. Para cuando las autoridades en Portugal se enteraron de la desobediencia de su cónsul, miles ya habían cruzado la frontera. Inmediatamente ordenaron que sus visas ya no fueran reconocidas. El mismo Aristides de Sousa vio cómo cerraron un cruce de frontera, dejando a miles de refugiados en Francia, pero no se dejó amilanar. Les dijo que lo siguieran, y los guió personalmente a un cruce que no tenía teléfono, de manera que pudieron huir. Se estima que sus visas les salvaron la vida a unos 30,000 refugiados.


The Consul Of Bourdeaux
En su caso, la película ya se ha estrenado

¿Y su premio?

Como recompensa por actuar como debería actuar cualquier ser humano decente, de Sousa fue retirado de su puesto y se le ordenó que regresara a Portugal en desgracia. Igual se las ingenió para emitir pasaportes portugueses a otros judíos rezagados, con los cuales pudieron huir del país. Al regresar a Lisboa, el dictador portugués Salazar no solo lo expulsó del cuerpo diplomático y le quitó su pensión, sino que ordenó que se le revocara su licencia de abogado, impidiendo que se pudiera ganar la vida, y para colmo de males prohibió que cualquier ciudadano le brindara caridad. Sufrió un derrame cerebral en 1945, quedando paralizado y murió en medio de la pobreza en 1954. Respecto de su desgracia, alguna vez comentó: “Si miles de judíos están sufriendo por un cristiano [Hitler], seguramente un cristiano puede sufrir por tantos judíos”.

Coeficiente de tragedia: 9/10 La venganza de Salazar fue tan implacable, que se extendió a los hijos del cónsul, quienes tuvieron que emigrar del país para poder encontrar empleo, dejándolo en la soledad. El colmo es que posteriormente Salazar aceptó gustosamente numerosos reconocimientos por todos los judíos que Portugal (léase, de Sousa) salvó durante el Holocausto. Un verdadero hijo de puta.



Pero por lo menos le hicieron un bonito monumento.



#1. Raoul Wallenberg



En realidad, este ciudadano sueco ni siquiera era un diplomático de carrera. Era un empresario que había terminado trabajando para una firma que hacía muchos negocios con Hungría, por lo cual viajaba mucho a Budapest y sabía hablar húngaro. Para 1944, ya con información más concreta del holocausto judío, los gobiernos de la Suecia neutral y Estados Unidos decidieron emprender una misión diplomática en Budapest para salvar a los judíos que se pudiera. ¿Meterse al medio del territorio nazi armado tan solo con buenas intenciones, a intentar evitar que una jauría de asesinos armados hasta los dientes pudiera practicar su hobby favorito? Para un tal Raoul Wallenberg eso era un desafío irresistible. Le dieron pasaporte diplomático y lo enviaron a Budapest.

Una vez en Budapest, logró emitirle a algunos judíos unos pases de protección que los declaraban ciudadanos suecos, lo cual los protegía de ser mandados a Auschwitz. Con sola esa acción ya salvó a miles de judíos. Pero Wallenberg no se quedó ahí. Empezó a alquilar edificios en la ciudad, a los cuales les pegaba unos letreros (asumimos que con papelógrafo y plumón) declarándolos “La biblioteca sueca” o “El centro sueco de investigación” e izando gigantes banderas suecas. Alegaba que tenían extraterritorialidad, como la embajada misma, y que los nazis no podían entrar. En estos lugares empezó a meter todos los judíos que encontraba, llegando a albergar unos 10,000 refugiados. Puede parecer una criollada cualquiera, pero ve e intenta hacérselo a los nazis.

¿No estás satisfecho? Hay más. Cuando Wallenberg se enteró de que había un tren lleno de judíos con dirección a Auschwitz listo para partir, fue a la estación con un bulto de pasaportes suecos, decidido a salvar vidas. Se abrió camino entre los guardias nazis y fascios húngaros, calmadamente se trepó al techo del tren, y frente a esos hombres armados empezó a entregar pasaportes por las puertas de los vagones, ignorando sus gritos y amenazas, e incluso los disparos que dirigieron en su dirección general. Cuando hubo terminado con la repartija, se bajó y proclamó “Ciudadanos suecos, ¡salgan!”. Los judíos se bajaron del tren y Wallenberg se los llevó, bajo la atónita mirada de los guardias nazis, quienes no atinaron a detenerlo.



"Me paso sus armas por der peloten, señores nazis"

Se estima que en total, las acciones de Wallenberg salvaron a más de 100,000 judíos.

¿Y su premio?

Antes de cualquier premio, debía poder regresar a Suecia sin que lo mataran los nazis. En vista de ello, sería lógico imaginar que dio un suspiro de alivio cuando los soviéticos, enemigos de los nazis, llegaron a tomar la ciudad. Sin embargo, fue arrestado por el ejército rojo y mandado prisionero a la URSS. No se conoce su destino final, pero las opciones van desde haber recibido una bala en la nuca, morir envenenado o haber vivido incontables décadas prisionero antes de morir en soledad.

Coeficiente de tragedia: 10/10. A diferencia de los anteriores diplomáticos, Wallenberg salvó judíos por orden expresa de un gobierno neutral y uno de los Aliados, así que habría podido vivir tranquila y prósperamente de haber sobrevivido su misión. Lo trágico es que no murió a manos de los nazis, sino de sus propios aliados. En 1979, sus padres se suicidaron, y se especula que fue por la desesperación de ni siquiera poder enterrar a su hijo.



Pero por lo menos en su monumento aparece como una suerte de héroe del paleolítico



Cuando no está escribiendo huevadas, Ricardo Mujica se dedica a producir películas eróticas como "El amante mas rápido del oeste" o "El Gigolo Electrónico" y a traducir libros de Corin Tellado al Quechua.