La guerra olvidada. La Guerra del Chaco Parte 1

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La guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, se libró desde el 9 de septiembre del año 1932 hasta el 12 de junio de 1935, por el control del Chaco Boreal. Fue la guerra más importante en Sudamérica durante el siglo XX. En los 3 años de duración, Bolivia movilizó 250 000 soldados y Paraguay 120 000, que se enfrentaron en combates en los que hubo gran cantidad de bajas (60 000 bolivianos y 30 000 paraguayos), gran cantidad de heridos, mutilados y desaparecidos. Los distintos tipos de enfermedades tanto físicas como psicológicas, la característica hostil del teatro de operaciones y la falta de agua y buena alimentación produjeron el mayor porcentaje de bajas y afectaron la salud de los soldados sobrevivientes, a muchos de por vida.

El enfrentamiento consumió ingentes recursos económicos de ambos países, de por sí muy pobres. El Paraguay abasteció a su ejército con la gran cantidad de armas y equipos capturados en distintas batallas. Terminada la guerra, algunos excedentes los vendió a España.

El cese de las hostilidades se acordó el 12 de junio de 1935. Bajo la presión de los Estados Unidos, por un tratado secreto firmado el 9 de julio de 1938, el Paraguay cedió 110 000 km² ocupados por su ejército al cese de las hostilidades. El Tratado de Paz, Amistad y Límites se firmó el 21 de julio de 1938 y el 27 de abril de 2009 se estableció el acuerdo de límites definitivo. La zona en litigio quedó dividida en una cuarta parte bajo soberanía boliviana y tres cuartas partes bajo soberanía paraguaya. Bolivia recibió una zona a orillas del alto río Paraguay.



Antecedentes y causas

Los antecedentes y causas de la guerra del Chaco son complejos. Cuando Bolivia y Paraguay se volvieron estados independientes heredaron de la época colonial una vaga determinación de los límites de esa zona inhóspita y despoblada por lo que tuvieron que fijar sus respectivas jurisdicciones de acuerdo con documentos muchas veces contradictorios o mediante el trazado de líneas geodésicas. Los cuatro tratados de límites que se acordaron entre 1879 y 1907 no fueron aceptados definitivamente por ninguna de las partes. Cuando Bolivia perdió la salida al océano Pacífico, como consecuencia de la Guerra del Pacífico (1879), esa región adquirió un valor estratégico para ese país: la ocupación del Chaco Boreal fue necesaria para salir al océano Atlántico por el río Paraguay. Ambos países realizaron pocas expediciones al Chaco. Otra causa fue la supuesta existencia de petróleo en el subsuelo chaqueño que la Standard Oil ya extraía en sus bordes serranos. Esa empresa había fracasado en su intento por sacar el petróleo boliviano por un oleoducto en territorio argentino hasta la refinería que tenía una subsidiaria suya sobre el río Paraná quedándole como única opción cruzar por el Chaco Boreal hacia el río Paraguay, lo más al sur posible.

El Paraguay, unas décadas antes, había sido devastado por la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870). Una de las consecuencias fue la pérdida de enormes territorios en la zona oriental. Respecto del Chaco Boreal, Argentina pretendió incorporar una parte a su territorio, pero tras recurrir en 1879 al arbitraje del presidente estadounidense Rutherford Hayes, este falló que la zona comprendida entre el río Pilcomayo y el Verde, al norte, correspondía al Paraguay. Con estos antecedentes, era difícil que ese país pudiera aceptar las pretensiones bolivianas sobre el Chaco Boreal.



Ataque al fortín Carlos A. López

El 6 de mayo de 1932, el secretario de estado de los Estados Unidos, Francis White, presidente de la Comisión de Neutrales, propuso que el pacto de no agresión entre Bolivia y el Paraguay, en curso de negociación, debía partir de los territorios ocupados por las partes en el momento de su firma. El ejército boliviano aceleró su plan de ocupación territorial, especialmente de la importante laguna descubierta accidentalmente por su aviación el 25 de abril de 1932.

En su tercer intento por llegar a ese objetivo, el 15 de junio de 1932, un destacamento boliviano al mando del mayor Óscar Moscoso atacó y destruyó el fortín paraguayo Carlos Antonio López, ubicado al borde de la laguna Pitiantuta (o «laguna Chuquisaca» como fue nombrada después por los bolivianos). Esta sorpresiva acción militar se hizo contrariando órdenes del presidente boliviano Salamanca de evitar todo tipo de provocación en el Chaco dadas las negociaciones que se venía discutiendo en Washington desde noviembre de 1931.

Con esta «operación» de encubrimiento, mentiras y desobediencia y hasta extravío de documentación, realizada por miembros del alto mando a espaldas del presidente, se inició uno de los conflictos que afectarían a Bolivia durante toda la guerra, la de Salamanca contra los responsables del ejército y que culminaría, años más tarde, con su destitución. Un mes después, el 16 de julio, el destacamento paraguayo Coronel Palacios recuperó la zona después de una pequeña refriega. Este hecho fue presentado al pueblo boliviano como un artero ataque del Paraguay a Bolivia y se lo condimentó además con falsos actos de barbarie cometidos por los soldados paraguayos. El 19 de julio de 1932, desde los balcones del Palacio Quemado, Salamanca se dirigió al pueblo que se había congregado para escucharlo:

Ciudadanos, hijos de Bolivia, en un momento de verdadera angustia nacional, AL PRESENTARSE UNA NUEVA AGRESIÓN A LA DIGNIDAD NACIONAL, se ha producido esta magnífica reacción que manifiesta la vida y el vigor del patriotismo boliviano. Si una nación no reaccionara ANTE LOS ULTRAJES QUE LE INFIEREN no merecería ser una nación.
Discurso de Salamanca al pueblo boliviano (Querejazu Calvo, 1990, p. 29).
Miles de bolivianos aplaudieron esas palabras sin sospechar del engaño y de que irían a la muerte poco tiempo después en la desconocida y árida planicie chaqueña.



Escalada boliviana

La recuperación paraguaya de la laguna Pitiantuta, que volvió las cosas a su estado anterior, no lo fue para Salamanca. Como si se tratara de una afrenta al honor nacional pidió al general Osorio el enjuiciamiento de los responsables. Poco después, debilitado políticamente y empujado por un clima guerrerista que él mismo había incentivado, ordenó al ejército que se apoderara, en represalia, de los fortines paraguayos Corrales, Toledo (del 27 al 28 de julio) y Boquerón (el 31 de julio de 1932).

Ejecute bien la orden, si hay en ello algún mérito, sería suyo; si surgen responsabilidades, serán mías.
Mensaje del presidente Salamanca al general Quintanilla (Dunkerley, 1987, p. 219)
En el frente diplomático, ante la protesta paraguaya como país agredido, Salamanca se mostró firme en no devolver los tres fortines y exigió que fueran incorporados a una «zona en litigio». Previamente, el 22 de julio de 1932, ordenó que la delegación boliviana abandonara la Comisión de Neutrales, que actuaba de mediador entre ambos países. Ante el pedido paraguayo de que se investigara lo sucedido en Pitiantuta, la cancillería boliviana, descolocada por la acción militar realizada por el alto mando, intentó defender lo indefendible mediante un lenguaje cada vez más agresivo:

Después del ataque [se refiere a la recuperación paraguaya del fortín Carlos A. López] [el Paraguay] se presenta nuevamente en Washington alardeando pacifismo. Esto es un sarcasmo de la realidad de los hechos, una burla, no solo para nosotros, sino para los mismos neutrales.
Julio A. Gutiérrez, ministro de relaciones exteriores de Bolivia (Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 18😎
Finalmente el canciller boliviano Gutiérrez, en una arrogante nota del 1.º de agosto, agregó: «No nos interesan las investigaciones que no definen la cuestión fundamental».10

El día 7 de agosto fuerzas bolivianas ocuparon el fortín paraguayo Carayá bautizándolo como Huijay.

Con esta excesiva reacción sin razones valederas, el gobierno de Salamanca avanzó desde una política de desmilitarizar el Chaco a una guerra con miles de muertos y heridos. Pero el ejército boliviano, a fines de julio de 1932, no estaba preparado para una operación militar en gran escala en el Chaco. El 30 de agosto de 1932, a solo 9 días del ataque de todo el ejército paraguayo sobre Boquerón e inicio de la guerra, el general Osorio envió el Memorando 507/32 al presidente Salamanca. Con un tono casi altanero e irrespetuoso, expuso que el alto mando no tenía directivas precisas ni existía un Plan de Operaciones que guiara al ejército boliviano en el Chaco. En el mismo memorando propuso un plan que consistía en avanzar por el norte, en el alto Paraguay, zona diametralmente opuesta al que se estaba realizando en el sur.31 El plan de Osorio tenía como objetivo ocupar la costa del río Paraguay frente a un país neutral (Brasil), fácil de aprovisionar y mantener indefinidamente. Al mismo tiempo, en la zona sur, el general Carlos Quintanilla, jefe de las fuerzas bolivianas en el Chaco, pidió autorización para ocupar dos fortines más: Nanawa al sur y Rojas Silva al este. Este último fortín fue ocupado el día 6 de septiembre de 1932.

Así Quintanilla, el General de las Represalias, movido un tanto por la orden presidencial y más por sus ansias locas por popularizarse [...] obteniendo triunfos baratos sobre el Paraguay, indirectamente cooperó [...] para precipitar al inerme pueblo boliviano a la vorágine del Chaco.
Teniente coronel boliviano Tabera (1979, p. 154)
En julio de 1932, el ejército boliviano contaba en el Chaco con el Primer Cuerpo, unos 4000 hombres, en la parte sudoeste, más dos divisiones, unos 2000 hombres, en el noroeste. Durante el mes de agosto aproximadamente 6000 soldados comenzaron a ser trasladados lentamente al Chaco debido a serias complicaciones logísticas.



Reacción paraguaya

La captura y destrucción del fortín Carlos A. López que la cancilleria boliviana seguía negando, la ocupación «en represalia» de tres fortines paraguayos que se negaba a devolver y la actitud intransigente y belicista del gobierno boliviano, convencieron al gobierno paraguayo de que la solución militar era la única salida a los problemas chaqueños. El presidente Eusebio Ayala decretó la movilización general para lanzar al Paraguay a una guerra a gran escala. Durante el mes de agosto de 1932 se concentraron 8000 soldados en la base de operaciones de Isla Poí; 1500 en el fortín Nanawa y 3000 se ubicaron en el alto río Paraguay. Otros 3000 refuerzos fueron enviados a Isla Poí a fines de agosto. Estas fuerzas estaban al mando de 8 tenientes coroneles, menores de 50 años, que en su mayoría habían realizado altos cursos de perfeccionamiento en Europa y 12 mayores, que tenían menos de 40 años y que también habían realizado estudios en el extranjero.33 En Isla Poí se construyó una pista de aterrizaje y se trasladó toda la fuerza aérea. Se requisaron camiones y barcos privados, los primeros para el transporte de tropas y recursos en el Chaco y los segundos para reforzar la logística que se hacía desde Asunción hasta el puerto Casado por el río Paraguay.

El teniente coronel Juan B. Ayala, del Estado Mayor, el oficial que había recibido la mayor capacitación en Francia y que había analizado las causas del fracaso de la movilización del año 1928 que impidió que la guerra de iniciara aquel año, logró ahora triplicar planificadamente, en solo 30 días, las fuerzas del ejército en tiempos de paz. El teniente coronel Estigarribia estimaba que el ejército boliviano recién podría completar su movilización masiva, y alcanzar la inevitable superioridad en hombres y recursos, en 90 días, tiempo suficiente para llevar adelante, con esa ventaja estratégica, la primera ofensiva paraguaya en el Chaco.

El 29 de agosto, la Comisión de Neutrales propuso una tregua incondicional de 60 días que Bolivia aceptó si se reducía a 30 días pero que el doctor Justo Pastor Benítez, ministro de relaciones exteriores del Paraguay, con toda la maquinaria bélica en pleno movimiento, la rechazó aduciendo: «Nos toca velar por nuestra propia seguridad que consideramos seriamente amenazada».



Primera ofensiva paraguaya (septiembre-diciembre de 1932)

Batalla de Boquerón

El 8 de septiembre, aviones bolivianos detectaron la aproximación de las fuerzas paraguayas en el camino hacia Boquerón y bombardearon y ametrallaron la columna, ocasionando bajas entre hombres y caballos.

El teniente coronel Manuel Marzana asumió el mando de las fuerzas que ocuparon Boquerón el 31 de julio de 1932 a causa del fallecimiento del teniente coronel Luis Emilio Aguirre (junto con otros oficiales y soldados), en la emboscada preparada con antelación por las fuerzas paraguayas que defendían el fortín. Este competente oficial fue el responsable de sostener el cerco de Boquerón resistiendo los embates del grueso del ejército paraguayo que, desde el 9 al 29 de septiembre de 1932, lo atacaría sin cesar.

Los paraguayos atacaron desaprensivamente a Boquerón el 9 de septiembre. Cuando los voluntariosos ataques directos no tuvieron éxito, las unidades se desplegaron en los alrededores para emboscar a las fuerzas que pudieran acudir en ayuda del fortín. El día 10, una columna boliviana que avanzaba hacia Boquerón cayó en una emboscada sufriendo fuertes bajas. En estos primeros días pudo observarse muchas deficiencias en el ejército paraguayo, principalmente en el abastecimiento del agua. Acuciados por la sed, los soldados abandonaban las líneas para buscar agua en la retaguardia. También hubo falencias en la sincronización de los movimientos entre las unidades.

La aviación boliviana trató de neutralizar la «artillería» que bombardeaba Boquerón y que era la que más bajas producía sin poder ubicarla. Se trataba de los modernos morteros Stokes-Brandt que hasta Marzana creía que eran cañones de largo alcance. Los combates iniciales sirvieron para que los paraguayos ganaran en experiencia a costa de muchas bajas. El ingreso de ayuda al fortín cercado realizado por el ejército boliviano con pequeñas unidades, algunas con éxito y otras no, fue con gran costo en bajas ya que esas fuerzas debían salir nuevamente del fortín por la falta de recursos en el lugar.

La aviación lanzó municiones, alimentos y medicinas sobre Boqueron pero debido al fuego antiaéreo paraguayo y la necesidad de conservar los aviones se hizo desde gran altura por lo que se destruyeron en la caída o cayeron en poder del enemigo.

En el campo diplomático Bolivia aceptó la propuesta de la Comisión de Neutrales de suspender las hostilidades creando un cinturón de neutralización de dos kilómetros alrededor de Boquerón. El Paraguay no lo aceptó y mantuvo la posición inicial de que previamente Bolivia debía devolver los fortines capturados en el mes de julio.

El 21 de septiembre, 8 días antes de la caída de Boquerón y de la retirada general boliviana, el presidente Salamanca respondió al general Osorio su impertinente memorando del 30 de agosto diciendo que mientras el ejército había seguido sus instrucciones se había logrado la captura de Toledo, Corrales y Boquerón y por no haberlo hecho se había perdido la laguna Chuquisaca.

El alto mando convenció finalmente a Salamanca sobre la necesidad de abandonar Boquerón. Se realizó en Muñoz, sede del comando boliviano en el Chaco, una tormentosa reunión de varios generales, que casi termina a los tiros.Esto motivó que el general Quintanilla, el día 27, pidiera a Marzana que soportara diez días más mientras organizaba un contraataque. Ninguna de las dos cosas era posible por el agotamiento de las fuerzas bolivianas y la superioridad en hombres y recursos del enemigo. El alto mando boliviano se negaba a reconocer que no había previsto la sorpresiva estrategia paraguaya de atacar con todo su ejército. Cuando el mayor Julio Aguirre, el día 10 de septiembre, informó al coronel Francisco Peña que los paraguayos debían ser varios miles, porque eran más de 400 soldados solo en el camino Yujra-Boquerón, este le contestó: «Miró usted visiones... El enemigo es cobarde y no pasa de unos mil hombres».

El gobierno boliviano se enteró de la caída de Boquerón por las noticias provenientes del Paraguay y la Argentina. Esto lo obligó a retacear la información al pueblo boliviano. Salamanca destituyó a Filiberto Osorio y lo reemplazó por el general José L. Lanza en medio de manifestaciones populares, principalmente en La Paz, que acusaban al gobierno y especialmente al alto mando por la derrota pidiendo el retorno del general Hans Kundt. El 8 de octubre de 1932, Salamanca recibió una nota de «protesta» (supuestamente en nombre de oficiales de la 4.ª y 7.ª División) donde el general Quintanilla y su jefe de Estado Mayor, el teniente coronel David Toro, al borde de la insubordinación, hacían responsable al presidente del fracaso militar y se manifestaban ofendidos por la remoción de Osorio.

En Boquerón, y en los desiguales combates que tuvieron lugar en los alrededores, Bolivia perdió 1500 hombres, entre muertos y prisioneros; y los oficiales y soldados con más experiencia en el teatro de operaciones chaqueño. En mérito a los logros obtenidos José Félix Estigarribia fue ascendido a coronel, rango con el cual conduciría a todo el ejército paraguayo hasta septiembre del año 1933.



Caída del fortín Arce y retirada hacia Saavedra

Después de la captura de Boquerón, el ejército paraguayo con 15 000 hombres continuó su avance en dirección al fortín Arce. Estigarribia reorganizó sus fuerzas creando la 4.ª División al mando del teniente coronel Nicolás Delgado, oficial que acababa de llegar de Francia donde había completado sus estudios en la Escuela de Guerra de aquél país.41

Por su parte, las tropas del Destacamento Peñaranda y fuerzas auxiliares, agotadas y desmoralizadas, se replegaron hacia Arce ofreciendo ligera resistencia a unos 11 km de ese fortín. La presión paraguaya provocó que 3 regimientos bolivianos abandonaran sus posiciones sin combatir.

Estigarribia, con mucha cautela, envió una división por el camino Yujra-Arce mientras que una segunda avanzó por la derecha para ganar la espalda del enemigo. La tercera quedó como reserva asumiendo que tomar Arce sería más difícil que Boquerón donde había sufrido unas 2000 bajas, entre muertos, heridos y enfermos. En el avance, una patrulla paraguaya capturó al teniente coronel Humberto Cárdenas (comandante del RI-35 boliviano) que con 5 camiones quedó empantanado en el camino Arce-Yujra. Frente a Yujra, una fracción del regimiento boliviano Loa fue rodeada por el RI-1 Dos de Mayo y el RI-3 Corrales y en el curso de una confusa capitulación fueron capturados el mayor boliviano Francisco Arias, 7 oficiales y 80 soldados.

El ejército paraguayo ocupó los fortines Ramírez y Castillo (8 de octubre), Lara (11 de octubre) y Yujra (12 de octubre). El 22 de octubre, al amanecer, comenzó el ataque al fortín Arce y para el mediodía los regimientos paraguayos rodearon las líneas bolivianas saliendo a su retaguardia. Al notar esta maniobra, cuatro regimientos bolivianos abandonaron sus posiciones completamente desmoralizados. El coronel Peñaranda, temiendo ser rodeado, ordenó la retirada.

En el descontrol general, el alto mando boliviano envió al fortín Arce, dentro de cajas con botellas de whisky, dos frascos conteniendo Vibrión Colérico, para contaminar las lagunas que se abandonaban al enemigo y desatar una epidemia de cólera en el ejército paraguayo. Peñaranda entregó los frascos y la orden pertinente al doctor Gabriel Arze Quiroga, quien felizmente, por razones morales y sanitarias, desobedeció la orden y enterró el material que hubiera afectado incluso a las tropas bolivianas.

El 23 de octubre, a las 13:30 horas, las fuerzas paraguayas entraron en el fortín Arce (renombrado como fortín Francia) encontrándolo vacío y en ruinas a causa del incendio de sus instalaciones, equipos y armamentos abandonados. Los 4000 defensores se habían retirado a Alihuatá y Saavedra.

La captura paraguaya del fortín Arce, base del comando de la 4.ª División boliviana, implicó una gran ventaja estratégica pues tenía un gran reservorio de agua y era nudo de caminos que se dirigían hacia el sur y el oeste. Desde allí, el ejército paraguayo ocupó el fortín Falcón (Rojas Silva) el día 25; Alihuatá el día 26 y Fernández (Herrera) el 30 de octubre. Aunque resulte paradójico, esta retirada general era lo mejor que podía hacer el ejército boliviano ante un enemigo superior, ganando de esa manera un tiempo valioso hasta que pudiera movilizar sus recursos. Estigarribia hubiera deseado que presentaran batalla para poder aniquilarlos.

El ejército boliviano recién pudo resistir el avance paraguayo a 7 km del fortín Saavedra, al borde de un largo y ancho pajonal que los paraguayos debían atravesar si querían llegar a Muñoz. Allí se posicionó la 4.ª División al mando del teniente coronel Bernardino Bilbao Rioja, que reemplazó a Peñaranda por motivos de salud. Mientras tanto arreciaban las críticas contra el presidente Salamanca y el alto mando pidiendo la vuelta de Kundt. El general Quintanilla contestó con amargura diciendo que ni el general Kundt ni nadie podrían remediar la falta de efectivos, armamentos y deficiencias orgánicas que caracterizaban la situación del ejército boliviano en el Chaco. Quintanilla abandonó el mando el 11 de octubre de 1932 para sufrir posteriormente persecuciones, hostilidad y confinamiento.

A fines de diciembre de 1932, el ejército boliviano, al mando de su flamante comandante, el general boliviano-alemán Hans Kundt, completó su movilización. Ante esta circunstancia, más el comienzo de la época lluviosa, el alargamiento de la logística en 200 km, la falta de camiones y el agotamiento físico de los soldados luego de 3 meses de ofensiva, el coronel Estigarribia decidió pasar estratégicamente a la «defensa activa» para enfrentar a la totalidad del ejército boliviano.

El 4 de diciembre de 1932, sobre las trincheras de Kilómetro 7, el capitán de la aviación boliviana Rafael Pabón, piloteando un Vickers Scout type 143, se enfrentó al teniente Benítez Vera que piloteaba un Potez 25 A2, n.º 6, que llevaba de observador a un oficial del estado mayor y que terminó con la destrucción del aparato paraguayo y la muerte de sus dos ocupantes.



Ofensiva boliviana (diciembre de 1932-agosto de 1933)

Nombramiento del general Hans Kundt



Salamanca convocó a Kundt presionado por la creencia generalizada de que podía conducir a las fuerzas bolivianas a la victoria y porque le permitiría controlar a los altos oficiales del ejército y a los partidos políticos de la oposición que a partir de los resultados de Boquerón le negaron sistemáticamente su apoyo. Esta elección no fue fácil porque Kundt, durante los anteriores gobiernos de Saavedra y Siles, se había hecho de importantes enemigos en los partidos políticos y en el ejército. Estaban frescos los pedidos de su enjuiciamiento por delitos, reales o supuestos, de recibir dinero por la compra de armas, vender códigos secretos a los paraguayos, querer ofrecer sus servicios a los chilenos, dividir al ejército o instigar golpes de estado.

Kundt solicitó a Salamanca solo una fuerza de 25 000 hombres porque «más soldados [...] le estorbarían y no quería imponerle al país más gastos». Su llegada como salvador levantó la moral y el ánimo de los ciudadanos que pedían su vuelta a Bolivia después de los tres primeros meses de fracasos lo que molestó a los oficiales del alto mando boliviano que sentían menoscabadas su capacidad por el anciano oficial alemán. Muchos le temían y ya sea por esa razón o por cálculo escondían la verdad lo que motivó que en situaciones tácticamente peligrosas le comunicaran que no tenían problemas.

Primer ataque a Nanawa

La orden inicial de Kundt fue que el Segundo Cuerpo (8.ª y 3.ª División) capturara los fortines Corrales, Toledo y Fernández, mientras el Primer Cuerpo (7.ª División formado por las fuerzas que defendían las regiones de Agua Rica, Murguía y Cuatro Vientos más algunos regimientos de la 4.ª División) tomara Nanawa.

El fortín Nanawa era importante porque abría varias posibilidades estratégicas: avanzar hacia el norte para alcanzar Arce-Isla Poí, centro de operaciones paraguayo; o dirigirse al este y salir al río Paraguay frente a la ciudad de Concepción.

Después de una minuciosa preparación, el 20 de enero de 1933, se libró la primera batalla de Nanawa. Era tal la confianza de Kundt en su plan y en la capacidad de sus tropas que se aventuró a pronosticar la hora en que caería el fortín. La 7.ª División, al mando del coronel Gerardo Rodríguez, una de las mejores del ejército boliviano, con fuerte apoyo de artillería y la colaboración de doce aviones, se dividió en tres columnas con la idea de rodear el fortín y ocuparlo mediante ataques frontales. El fortín estaba defendido por la 5.ª División paraguaya al mando del teniente coronel Luis Irrazábal que acababa de terminar su curso de perfeccionamiento en Bélgica.

En el ala norte, los atacantes cerraron prematuramente su avance y chocaron con el flanco derecho de las fortificaciones. Tampoco prosperó el ataque sobre el ala sur. En un momento de la batalla, la 5.ª División paraguaya comenzó a quedarse sin municiones debido a las lluvias que dificultaba el abastecimiento y al alto consumo para frenar el ataque enemigo. Se construyó una pista de aterrizaje para que los aviones pudieran reaprovisionar el fortín mediante un puente aéreo. Después de sufrir fuertes bajas en su calidad de atacante, las fuerzas bolivianas se consolidaron en un agresivo semicírculo alrededor de Nanawa. Desde febrero a junio de 1933, este frente se estabilizó con combates menores y duelos de artillería, período en el cual ambas partes mejoraron sus respectivas posiciones.

El historiador estadounidense Zook atribuyó el fracaso del ataque boliviano a cuatro factores:

Insuficiencia en la coordinación.
Falta de información necesaria antes de la acción.
Violación del principio de economía de las fuerzas.
Subestimar al adversario.

Primera batalla de Fernández (Herrera)

[img]https://aquellasarmasdeguerra.files.wordpress.com/2013/09/batalla-de-boqueron-20996_595_464_11.jpg?w=497&h=387[/img]

La 8.ª División boliviana, al mando del coronel Roberto Schnor, desalojó fácilmente al regimiento RC-1 paraguayo del fortín Platanillos, nudo de las comunicaciones entre los fortines bolivianos antes de la guerra. Desde allí, el 14 de enero, avanzó contra el fortín Fernández (Herrera) con solo 575 soldados asumiendo que los defensores serían unos 200 soldados.

Sin embargo, el fortín estaba defendido por el regimiento RI-1 Dos de Mayo al mando del mayor Paulino Antola que contaba con unos 1000 hombres. Recién el día 21, las fuerzas bolivianas atacaron el fortín pero la falta de coordinación, el ataque frontal, la ausencia de reservas y la sorpresiva resistencia de los defensores produjeron unas 300 bajas. Dos días después, ya con 2400 hombres y el apoyo de 4 cañones, el coronel Schnor reinició las operaciones.

Los defensores paraguayos rechazaron el ataque causando bajas que llegaron al 25 % de las fuerzas bolivianas. El regimiento boliviano Colorados resultó prácticamente diezmado.

El día 26 de enero de 1933 Schnor suspendió el ataque y se retiró a Platanillos. El general Kundt reemplazó a Schnor y a su jefe de Estado Mayor, el mayor Raúl Barrientos, por el coronel Rafael Morant y el mayor Alfredo Sánchez, respectivamente.

Batallas de Corrales y Toledo



Ataque y contraataque en Corrales
El día 1.º de enero de 1933, cumpliendo con la Directiva N.º 2 (del 27 de diciembre de 1932) del general Kundt, la 3.ª División, al mando del coronel Gamarra, atacó el fortín Corrales. A las 12:00 horas, el capitán paraguayo Aguirre, ante el peligro de ser cercado, abandonó el fortín rumbo a Toledo, abriéndose paso a la fuerza.

Ante esta incursión boliviana, el día 20 de enero, Estigarribia, informado erróneamente sobre el número de fuerzas enemigas, ordenó al teniente coronel Ayala, estacionado en Toledo, que atacara el sector Corrales-Platanillos para aliviar la presión boliviana sobre Nanawa y Fernández (Herrera). Ayala, al mando del Segundo Cuerpo de Ejército (en formación), integrado por dos divisiones, atacó Corrales desde el 27 al 30 de enero pero, dándose cuenta del error, agravado por problemas en el abastecimiento de agua y combustible que ponía en peligro a sus hombres, decidió cancelar el ataque y retirarse nuevamente a Toledo.

Ataque al fortín Toledo
Kundt, ante esta inusitada retirada y la insistencia del teniente coronel Toro, su jefe de operaciones, ordenó a la 3.ª División reforzada con partes de la 8.ª División que ocupara Toledo y amenazara la Colonia Menonita y la ruta de toda la logística paraguaya.

Después de una lenta marcha de 22 días por culpa de la lluvia y el barro, el 25 de febrero, la 3.ª División boliviana, al mando del teniente coronel Luis Gamarra, atacó, sin ningún tipo de sorpresa, a las fuerzas del coronel Ayala en Toledo. La unidad paraguaya contaba con tropas sin experiencia en combate, carecía de los armamentos reglamentarios o los que tenía eran obsoletos. Una peste de disentería y tifoidea afectaba a muchos soldados. Por esa razón y para aumentar el control, Ayala organizó la defensa no en líneas continuas sino en centros de resistencia que, como erizos, apuntaban para todos lados y dejaban espacios abiertos que servían de verdaderas trampas. Pese al apoyo de la artillería y de 10 aviones que bombardearon y ametrallaron toda la zona, el vigoroso ataque frontal de la 3.ª División boliviana no logró su objetivo sufriendo una gran cantidad de bajas. El apoyo de la aviación boliviana fue deficiente porque el objetivo estaba cubierto por densos bosques que facilitaban el ocultamiento del enemigo, por los 150 km que debían recorrer los aviones desde Muñoz hasta Toledo y el complicado enlace entre el comando del Segundo Cuerpo situado Yayucubas y el comando de la fuerza aérea ubicado en Muñoz.

Cuando el 10 de marzo Ayala ordenó el contraataque, algunos regimientos bolivianos, totalmente agotados por el esfuerzo realizado, se amotinaron y huyeron sin sus oficiales, llegando incluso a disparar contra las propias fuerzas que trataban de contenerlos. La batalla finalizó el 11 de marzo con la retirada de la diezmada 3.ª División boliviana hasta 15 km antes de Corrales donde estableció una línea defensiva.

Nuevamente el alto mando boliviano no concentró en la zona una fuerza de ataque importante para lograr un objetivo que hubiera creado serias preocupaciones al comando paraguayo. Kundt destituyó al teniente coronel Gamarra y a su jefe de Estado Mayor, el mayor Luis Añez y nombró en su lugar al coronel José M. Quintela y provisoriamente al teniente Armando Pereyra. Este último, un excelente oficial, se suicidaría cuatro meses después afectado psicológicamente por los combates frente a Toledo.

Primera batalla de Alihuatá

La ofensiva boliviana quedó paralizada en sus extremos norte y sur, la 3.ª División entre Corrales y Toledo y la 7.ª División delante de Nanawa. Las otras dos divisiones tampoco progresaron hacia sus objetivos.

Entre la 4.ª División, que seguía en Kilómetro 7, y la 8.ª y 3.ª Divisiones, que actuaban en el ala izquierda, existía un vacío de más de 50 km, sin solución de continuidad. Kundt planeó atacar por ese sector para aliviar a la 4.ª División que seguía combatiendo en Kilómetro 7. Con la recientemente creada División de Reserva (9.ª División) salió en el flanco derecho paraguayo capturando el día 13 de marzo el fortín Alihuatá.

Este ataque, pese a estar bien organizado, tuvo errores de ejecución lo que produjo bajas desproporcionadas al objetivo y los pocos soldados paraguayos que defendían ese fortín de tránsito logístico.

Retirada paraguaya de Campo Jordán

La captura de Alihuatá fue un contratiempo para el coronel Estigarribia que no esperaba una penetración tan audaz. El regimiento boliviano Campos cortó al camino Alihuatá-Saavedra, ruta de abastecimiento de la 1.ª División paraguaya, al mando del teniente coronel Fernández, que combatía en Kilómetro 7, Kilómetro 12 y Campo Jordán. A su vez, la 4.ª División boliviana, con 3000 hombres, aumentó la presión sobre esa división.

Estigarribia trató de sacar provecho concentrando fuerzas en Arce para envolver a su vez a la 9.ª División y le pidió a Fernández que tratara de sostenerse en su posición hasta el 20 de marzo. Fernández, pese al pedido de su jefe, viendo que la situación logística era cada vez más delicada tomó la decisión de abandonar su posición. La retirada de la 1.ª División paraguaya hacia la zona de Gondra fue perfectamente planificada por un camino abierto al tránsito de camiones, sin pérdida de hombres ni material pesado.

Segunda batalla de Fernández (Herrera)

Luego de la captura de Alihuatá, la 9.ª División boliviana atacó Arce (Francia) llegando a 5 km del fortín. Tres regimientos bolivianos intentaron quebrar las defensas sufriendo fuertes bajas equivalentes al 33% de sus efectivos. Cuando Kundt se dio cuenta que esas líneas defensivas ni siquiera eran las principales ordenó suspender el ataque. Decidió entonces atacar nuevamente Fernández (Herrera) para luego volver sobre Arce desde dos direcciones, sur y noroeste.

El 10 de marzo de 1933, la 8.ª División boliviana, al mando del coronel Rafael Morant, avanzó hacia Fernández (Herrera). Esta fuerza estaba compuesta por 5 regimientos y 2 grupos de artillería: 61 oficiales, 1900 soldados, 52 automáticas, 7 cañones y apoyo de la aviación.

El coronel Morant envió al coronel Luis Saavedra con dos regimientos para que rodeara el fortín y cortara el camino que lo unía con Arce. La columna Saavedra se desorientó en el monte. Sin saber donde estaba el grupo Saavedra, Morant inició sucesivos y sangrientos ataques frontales que fueron repelidos por los defensores paraguayos. Cuando Saavedra llegó finalmente a su objetivo fue atacado por fuerzas que venían de Arce y tuvo que volver a su base de partida.

El día 27 de marzo de 1933, después de varios días de ataques, las fuerzas bolivianas se retiraron hacia Platanillos. Las importantes bajas afectaron la moral de los combatientes bolivianos.

El general Kundt criticó la actuación del comandante de la 8.ª División lo que provocó malestar por ser injustas y desconsideradas.

En seis meses de ofensiva, el general Kundt solo había logrado tomar Corrales, Alihuatá y corregir la penetración paraguaya en Kilómetro 7 y 12. Entonces volvió a su plan original: capturar el estratégico fortín Nanawa, al sur.

Actividad diplomática y declaración de guerra

El 15 de diciembre de 1932, cuando el ejército boliviano había alcanzado su máximo poderío en el Chaco y se detenía la ofensiva paraguaya, la Comisión de Neutrales propuso el cese de hostilidades y el retiro y desmovilización de los ejércitos. El ejército paraguayo debía replegarse al río Paraguay y el boliviano detrás de una línea que iba de Ballivian a Vitriones. Esta postura fue reforzada con la sucesiva adhesión de 13 países americanos más los 5 que figuraban en la Comisión. El Paraguay rechazó la misma por no ser «ni satisfactorias ni justas» pues dejaba a su ejército fuera del Chaco mientras el ejército boliviano permanecía en el medio del mismo. Sostenía además que para «restablecer el imperio del derecho era menester una severa investigación que señale al culpable de esta guerra inicua».

En los meses de diciembre de 1932 y enero de 1933 fracasaron dos intentos de mediación llevados adelante por la Argentina y Chile separadamente, en cuanto integrantes del grupo ABCP (Argentina, Brasil, Chile y Perú) o sea países limítrofes de Bolivia y Paraguay. Los mediadores solicitaban:

La suspensión de las hostilidades.
Retirar los ejércitos de la zona de operaciones.
Someter la cuestión litigiosa a la Corte Permanente de Justicia Internacional.
La desmovilización y la devolución de prisioneros.
El 25 de enero de 1933, Argentina y Chile (ahora en forma conjunta), con el acuerdo del Brasil, enviaron a los gobiernos de Bolivia y Paraguay, en forma confidencial, una nueva propuesta que luego se denominó Acta de Mendoza, la cual fue entregada oficialmente un mes después, el día 24 de febrero. El 27 de febrero, Bolivia y Paraguay aceptaron el Acta con una serie de objeciones. El ministro paraguayo Vicente Rivarola, destacado en Buenos Aires, anticipó a su gobierno que Bolivia no iba a aceptar la propuesta del grupo ABCP teniendo en cuenta la postura que venía sosteniendo desde siempre. Sugirió que el Paraguay debería declarar oficialmente la guerra a Bolivia para aislarla de todo apoyo externo y dar a sus dirigentes una justificación que les permitiera cambiar su postura:

Bolivia, si ha de ser vencida en el terreno militar o en el campo de la diplomacia, necesitará serlo, no por el Paraguay, ni siquiera aparentemente, sino por causas extrañas al Chaco: por las injusticias de los vecinos, por inconvenientes geográficos, por fenómenos naturales, pues, dentro de su idiosincrasia, necesitará siempre presentarse como víctima de los más fuertes y continuar llorando por los errores de la geografía y por las injusticias de su destino.
Carta de Vicente Rivarola al presidente Eusebio Ayala, marzo de 1933
(Rivarola, 1982, p. 166)
Durante el mes de marzo y buena parte de abril las negociaciones se estancaron. Por esa razón, los días 21 y 22 de abril, el grupo ABCP insistió a las partes para que suspendieran las hostilidades. El 23 de abril, el gobierno paraguayo retiró sus objeciones para facilitar las negociaciones pero Bolivia, tres días después, objetó la presión que supuestamente recibía del grupo ABCP. El día 8 de mayo los gobiernos de Chile y Argentina acusaron a Bolivia de hacer fracasar la negociación.

El gobierno paraguayo, reconociendo que Bolivia solo intentaba demorar las propuestas mientras mantenía la ofensiva desatada desde diciembre de 1932, con la cual pretendía ganar la guerra o, por lo menos, una posición más favorable para negociar, decidió declarar formalmente la guerra a Bolivia el 10 de mayo de 1933. El objetivo, además de complicar el abastecimiento de armas y suministros a su oponente, fue eliminar la mediación de la Comisión de Neutrales, liderada por los Estados Unidos, que el Paraguay presumía favorable a Bolivia. Así, dicha Comisión, debido a sus sistemáticos fracasos desde antes de la guerra, cesó en su actividad de mediador el 27 de junio de 1933.

Segundo ataque a Nanawa

Los informes de inteligencia paraguayos indicaron que Kundt estaba concentrando grandes fuerzas frente a Nanawa. La preocupación de Estigarribia se centró en dilucidar si el enemigo pensaba atacar el fortín o seguir de largo y haciendo un rodeo salir en la punta del riel de Casado, en la retaguardia de todo el ejército paraguayo o avanzar hacia el este, hacia el río Paraguay y salir casi frente a la ciudad de Concepción. Cuando Kundt inició el ataque frontal contra el fortín, Estigarribia comprendió el error de su adversario y ordenó al teniente coronel Irrazábal que resistiera hasta el último hombre para lograr el mayor desgaste posible del ejército boliviano.

Meses antes, Salamanca había advertido a Kundt:

Permítame ahora expresarle inquietud gobierno respecto ataque Nanawa donde seguramente enemigo ha concentrado sus elementos y hará máximo esfuerzo [...] si sufrimos un rechazo, nuestra situación en el Chaco quedará perdida, o poco menos.
Presidente Salamanca al general Kundt (Cuadros Sánchez, 2003, p. 195)
Teniendo en cuenta la importancia política, militar y personal que significaba la captura de Nanawa, Kundt concentró todo lo que tenía para lograr ese objetivo. En julio de 1933 terminó la preparación para el ataque. Tenía superioridad en hombres, aviones y artillería. Contaba con dos grupos de tanques Vickers y los novedosos lanzallamas pero carecía de buenos conductores. El coronel Gerardo Rodríguez, comandante de la 7.ª División, encargado del ataque, había inspeccionado la primera línea solo tres veces en los meses anteriores y nunca en forma completa. Kundt le exigió que lo hiciera con más frecuencia:

A pesar de estas medidas no han figurado muchas. Se cita este asunto vergonzoso para dejar constancia de cómo la colaboración de los comandos subalternos no siempre estuvo a la altura de las operaciones ni fue tan activa como los intereses de Bolivia y el Ejército lo exigían.
General Hans Kundt (1961, p. 90-91)
Las posiciones paraguayas de Nanawa se mejoraron substancialmente en los meses posteriores al primer ataque. Los bolivianos utilizaron la fuerza aérea y tanques como apoyo cercano y contaron, además, con una enorme superioridad en artillería, pero los ataques frontales carecieron de una coordinación precisa entre aviones, artillería, tanques y la infantería.


Tanque Vickers Mark E, tipo B, de 6 toneladas, destruido en Nanawa.
Los atacantes lograron penetrar, con gran heroísmo y derroche de bajas, en varios sectores del sistema defensivo paraguayo pero, agotados y diezmados por el esfuerzo realizado, fueron rechazados por el contraataque de las reservas.

El ataque produjo más de 2000 bajas bolivianas en comparación con las 189 muertos y 447 heridos paraguayos, proporción esperable en un ataque de este tipo. Fue la primera derrota importante de Kundt y le permitió a Salamanca insistir en que las operaciones debían hacerse economizando hombres. Ya desde junio de 1933, Kundt quería dejar su cargo a causa de las intrigas de los oficiales bajo su mando pero recién en septiembre puso su renuncia a disposición de Salamanca, la que no fue aceptada por este. Por su desempeño en la defensa de Nanawa, Luis Irrazábal fue ascendido al grado de coronel.

Cerco en Gondra

Aprovechando la concentración de fuerzas frente a Nanawa y el posterior fracaso del ataque boliviano, el teniente coronel paraguayo Rafael Franco planeó la destrucción de la 4.ª División boliviana al mando del coronel Peñaranda.

Fiel a su estilo de conducción y contrariando los manuales militares, Franco abrió por el flanco sur una picada hacia la retaguardia enemiga y envió un regimiento a más de 20 km de su base buscando compensar ese riesgo con los efectos multiplicadores de la sorpresa. El 11 de julio de 1933, el regimiento paraguayo RI-4 más un batallón de refuerzo avanzó por esa picada y al día siguiente cortó el único camino de aprovisionamiento enemigo casi en el puesto de mando de Peñaranda y su artillería divisionaria. Toda la sanidad de la 4.ª División fue capturada, especialmente un importante parque de medicamentos. Aprovechando la confusión en la retaguardia, Franco lanzó un ataque frontal que penetró en las posiciones bolivianas. Kundt comentó:

El comando de la 4.ª División, que durante la noche había dado parte de un gran triunfo obtenido (en estos partes nunca faltan la indicación de que el campo está cubierto de cadáveres [enemigos]), se ve a la luz del próximo día completamente cortado y amenazado por el ataque de fuerzas superiores desde su retaguardia. El desarrollo es muy típico. No hay reservas disponibles. No obstante todas las indicaciones del Comando Superior, las picadas a retaguardia están completamente abandonadas.
General Hans Kundt (1961, p. 114)
Sin embargo, tres factores jugaron en contra de esta ambiciosa operación:

La masa de maniobra paraguaya en la retaguardia boliviana resultó ser demasiado débil para lograr rápidamente la desarticulación de las fuerzas enemigas.
La rápida decisión de Peñaranda y Moscoso (a cargo del Estado Mayor) de ordenar la retirada de la 4.ª División hacia Alihuatá abriendo una picada hacia el noroeste llamada Picada de Salvación.
El clima frío que permitió que las fuerzas bolivianas subsistieran más tiempo con las reservas de agua disponibles al momento del ataque enemigo.
Cuando el día 15 de julio de 1933 las fuerzas paraguayas cortaron finalmente la ruta de escape hacia Alihuatá, la 4.ª División se había escurrido totalmente del cerco.

Ataque al fortín Rojas Silva (Falcón)

El ataque al fortín Rojas Silva (Falcón) planeado por Kundt tenía como objetivo cortar la ruta de abastecimiento de la 1.ª División que defendía Gondra y aliviar la comprometida situación de la 4.ª División. También tenía un objetivo psicológico y político: después del fracaso en Nanawa y la retirada de la 4.ª División de Gondra, Kundt quería tomar Rojas Silva (Falcón) haciéndolo coincidir con el 6 de agosto de 1933, día de la independencia de Bolivia para borrar la impresión del fracaso de su ofensiva y la pérdida de la iniciativa. Sin esperar los refuerzos para reconstruir sus mermadas y cansadas unidades, Kundt inició un ataque demostrativo general en todo el frente para ocultar su intención de ocupar los caminos Gondra-Pirizal y Pirizal-Falcón, llegando, en este último caso, el día 4 de agosto, a Campo Aceval, a 15 kilómetros de Falcón.

En forma independiente, el día 3 de agosto de 1933, dos regimientos de la 9.ª División, el RI-18 Junín (al mando del mayor Condarco) y el RI-36 (al mando del mayor Jorge Rodríguez), comandados por este último, salieron de Alihuatá y, abriendo una picada angosta para no ser detectados, salieron sorpresivamente el día 5 frente al fortín Falcón tras dos días de marcha agotadora. El ataque debía coincidir con otro en la zona de Campo Aceval. Producido ese ataque distractivo, el regimiento paraguayo Batallón 40 salió hacia el sur dejando un claro en la defensa del fortín por donde se infiltró la columna de Rodríguez, que salió de noche en la retaguardia de un escuadrón del RC-9 Capitán Bado y llegó hasta el puesto de mando de su jefe, el capitán Nicolás Goldsmith que se salvó milagrosamente pues fue ametrallado mientras dormía. Iniciado el combate, las fuerzas bolivianas, que habían capturado las primeras líneas con facilidad, atacaron la segunda línea y pese al cansancio intentaron tomarla. Pero, perdida la sorpresa y enfrentando fuerzas que acudían de todas partes, el mayor Rodríguez, casi sin municiones y con sus fuerzas diezmadas, tuvo que retirarse a los montes cercanos donde, después de un breve descanso, dejó muertos y heridos y se retiró de vuelta hacia Alihuatá.

Kundt repitió una vez más el error de enviar fuerzas insuficientes a gran distancia, sin apoyo de reservas y con pocas posibilidades de lograr un resultado favorable pese a que en esta circunstancia se logró una sorpresa total.

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