Demasiadas sombras del hielo.

Day 2,661, 01:45 Published in Spain Spain by Frozen Stauros
Mi inspiración (un poco tarde, pero llega)



Pocas veces el hielo produce sombra. El hielo es transparente, todo se sabe del hielo, no esconde nada.

O eso creemos.

En ocasiones el hielo crea sombras. Una sombra muy tenue, pero sombra.



El dia iba perfecto para el hombre de hielo. El maletín iba lleno de proyectos y su mente rebosaba de felicidad.

Paró en un bar a comer. A pesar de ir vestido de etiqueta, su mayor placer en temas culinarios era un bocadillo de jamón, imposible de encontrar en uno de los restaurantes que acostumbraban a visitar sus compañeros de profesión.

Unos ojos azules se cruzaron con los del hombre de hielo en la barra del bar.

— Victoria Barea, de la editorial “Aiwent”. — Dijo la de los ojos azules.
— Si te atreves a presentarte así supongo que no hace falta que te diga mi nombre. ¿Qué quieres? — Sonó impertinente, enfadado, el tono del hombre de hielo. Conocía la editorial y la conocía a ella.
— Escribir sobre usted.
— No estoy interesado. El día va demasiado bien como para que los de Aiwent vengan a volver a intentar meterse en mi vida. — El hombre de hielo pegó otro mordisco al bocadillo.
— Ya lo creo que si que está interesado. Lo sabemos todo en la editorial sobre usted, y sus mayores anhelos. — Victoria se acercó un poco más, casi susurrando la última palabra.
— Pues escriban sobre lo que saben. Después ponen una de esas etiquetas que tanto les gusta poner de Biografía no autorizada y a vender millones de copias.
— Sabe que con usted hacemos esa excepción. Le haremos ganar millones a cambio de un centenar de páginas.
— En este maletín llevo casi dos millones de cc. Más de lo que puede robar un gobierno en un més. ¿Cree usted que necesito más dinero? No. Ofrezcame algo más.
— De acuerdo. Le ofrezco… La sombra del hielo.
El hombre de hielo calla mientras Victoria sale del bar.
— ¿Cuándo empezamos la entrevista? — Sonríe por primera vez en el encuentro el hombre de hielo


En la nevera, la peculiar casa del hombre de hielo, hablan más tranquilamente Victoria y nuestro protagonista.

— ¿Y que sabes de La sombra del hielo? — pregunta ansioso.
— Leyendas. Que es la primera versión de tu espada, Stauros, mucho más fuerte y poderosa, que solo puede ser domada por su auténtico dueño. ¿Cuántos hombres has matado con Stauros?
— Demasiados. — Baja la cabeza el hombre de hielo, arrepintiéndose.
Demasiados. Demasiado pocos, según he visto en los informes de la polícia. Un allanamiento por semana en esta casa. ¿Cómo lo soportas, vivir en un barrio como este, para un escritor como tú, acostumbrado al lujo?
— No estoy acostumbrado al lujo, solo que mi trabajo me obliga a convivir con él. Los únicos lujos de esta casa son mis libros. Ayúdame a conseguir La sombra del hielo. seguro que en la editorial os llegan más leyendas que a mi en la Cámara Baja. — Suplica.
— De acuerdo. Hace una semana oí que uno de mis compañeros se vanagloriaba de haber conseguido una entrevista con un explorador que casi la encuentra en los Pirineos. Pero la entrevista tenía demasiadas lagunas. Según dijo la espada lo repelió cuando se acercó a siete metros. Imagínate cuántas copas se habían bebido.
— Pues hablaremos con ese farsante. Puede que algo si que viera, aunque La sombra del hielo no expulsa a nadie así como así. La sombra del hielo mata a los intrusos.
— Si al espada tiene conciencia propia, puede que quisiera que la encontraras tú.

El Hombre de Hielo, poseedor de Stauros, lo último que tus ojos ven.