El Demonio Dormido - Capítulo 3

Day 2,597, 10:59 Published in Chile Chile by TrasuMiante

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Capítulo 3

Les he hablado de Lucía en parte para ilustrarles respecto a mi sentir en ese campo (cazar lo que estaba en coto de caza: nunca tenté a mujeres que no manifestaran, ellas primero, su deseo de estar “en temporada de patos o conejos”) pero también porque Lucía fue la primera de las víctimas del “asesino de la bufanda”.

En rigor fue la primera víctima conocida… ¡Al diablo! Ya les hablaré de eso después.

Pasamos agradables momentos juntos y si tuve que dejar de pasarlo bien con ella fue porque tuvo la desgraciada idea de proponerle un trío a su “novio”, lo que le ganó un ojo morado y a mí un viaje apresurado fuera de la ciudad para evitar situaciones más dolorosas. No me malentiendan: puedo terciarme con cualquiera –en especial un músico mal nutrido y adicto- pero uno nunca sabe en qué puede terminar una pelea, así que mejor emprendí las de Villadiego y me fui a un grato balneario costero. En invierno.

Lo curioso de este periodo es que, aunque había abundante caza, con muchas y bellas presas por cobrar, no me interesé en ellas, sino en cultivar la amistad de mi casero, un agradable profesor de Historia jubilado que me arrendaba una pieza y con quien inicié magníficas conversaciones y una entrañable amistad.

Si estoy escribiendo esto, es por él: es la única persona que merece saber la verdad de lo ocurrido. Los demás, incluido Ud., amable lector, me importan un comino.

Con don Rodolfo aprendí no solo de historia, su especialidad, sino también de literatura y mucho, pero mucho, de la naturaleza humana. Es decir: yo sabía bastante ya, en especial sobre mujeres, pero él me dio un enfoque más amplio… Así aprendí, por ejemplo, que esa bendita estupidez por meterse entre las patas de los caballos no era exclusiva de las féminas. Y que estar entre las patas de los cuadrúpedos esos no significa que puedan pisotearte, sino que puedan… “pisarte”.

Muy doloroso, por lo que me han contado.

Entonces aprendí a usar internet: en esa época no era como ahora, con todo el mundo conectado y hasta los mocosos de 4 años con e-mail, no. En ese entonces, a meses del nuevo milenio, éramos unos cuantos privilegiados los que accedíamos a internet, porque el servicio era caro, era malo y era lento: ¡Muy leeeento! Como sea, don Rodolfo tenía computador y conexión por teléfono a la red (carísimo, debo decir: yo pagaba esa cuenta) y estaban en auge los “cyber-café”, donde realmente se servía café, en esos tiempos.

El sacarme un premio enorme en un juego de azar fue muy afortunado –obviamente- pero no fue fundamental en mi modo de vida: más bien lo reforzó. Y mi primera compra fue regalarle un teléfono celular a don Rodolfo: un lujo carísimo, en esa época… Menos de tres años más tarde, era lo más barato, lo más común y las líneas telefónicas fijas casi habían desaparecido.

De allí a las páginas de citas, para retomar mi afición, sólo un paso: ¡fue la mejor época de mi vida! Sin haber cumplido la treintena, con pocos gastos y un tremendo colchón financiero, no necesitaba nada más, así que gozaba, tenía mucho sexo y no me preocupaba el futuro…

Honestamente, creo que nunca me preocupó el futuro. Y así acabaron las cosas, también. En fin.

Continuará