HEROÍSMO DE LA MUJER ANDINA: Mamacha Antonia una de las primeras

Day 2,657, 12:32 Published in Peru Serbia by Gral. Velasco

En la Guerra del Pacífico, las mujeres andinas peruanas adquirieron, durante la resistencia contra la invasión militar (1881-1883) lanzada por la clase oligárquica política y militar chilena, en alianza con el imperialismo inglés de la época, una estatura heroica que no tiene parangón en la historia, porque no solo acompañaron en el campo de batalla a sus esposos combatientes, sino también llegado el caso empuñaron las armas cuando ellos caían atravesados por las balas de los invasores.
Los invasores chilenos, por carecer de tradiciones culturales milenarias como las que caracterizan el pasado peruano, las motejaron despectivamente como "las rabonas" y jamás entendieron el profundo contenido espiritual, solidario y de lealtad de los habitantes del mundo andino, no solo con sus cónyuges, sino también con la Madre Tierra o Pachamama, en esos días amenazada por los invasores usurpadores.


“Mamacha Antonia”, la primera entre las heroínas de la Campaña de la Breña

LA MAMACHA ANTONIA:
Entre ellas, brilla en primera fila, Antonia Moreno Leyva (1848-1916), esposa del general Andrés Avelino Cáceres, una iqueña que acompañó a su consorte en todas las acciones militares que le cupo desempeñar, en particular en ese tramo doloroso y traumático de la ocupación militar del territorio peruano, que se consumó a partir del 17 de enero de 1881, en que Lima fue ocupada por los invasores y marcó el inicio de la Resistencia de la Breña, liderada por Cáceres.


Antonia Moreno Leyva de Cáceres nació en San Juan Bautista (Ica)en el seno de una antigua y conocida familia. Tuvo 3 hijas: Rosa Amelia, Lucila Hortensia y Zoila Aurora. La primera murió a los 12 años a causa de una tifoidea, y con las otras dos compartió el sacrificio de los patriotas durante la Campaña de la Breña.

AL LADO DEL SOLDADO:
Su temple de mujer valiente y decidida quedó manifestado desde que Cáceres abandonó el 15 de abril de 1881 su refugio de la Iglesia San Pedro, donde convaleció, atendido por los padres jesuitas, de sus heridas de guerra y marchó a la sierra central a organizar la histórica Resistencia de La Breña.
Ella virtualmente quedó a cargo de la retaguardia política mientras Cáceres organizaba el Ejército del Centro y en esa condición lo representó políticamente en las instancias políticas del gobierno provisional de Francisco García Calderón y luego cuando consideró agotadas estas tareas, marchó a la sierra para acompañarlo en todas las acciones de la Campaña de la Breña.


Antonia, luego de abandonar Lima se encontró con Cáceres en Chosica, lo acompañó en las victoriosas campañas de Pucará, Marcavalle, y Concepción. Lo siguió en las jornadas del norte y se despidió de él en Huaraz cuando el legendario general marchó a la gloriosa derrota de Huamachuco.

INKARRI:
En sus memorias, ella ha explicado su decisión de partir a la Breña para estar al lado del "Tayta" Cáceres: "Mi dignidad de peruana se sentía humillada bajo la dominación del enemigo, y decidí arriesgar mi vida, si fuera preciso, para ayudar a Cáceres a sacudir el oprobio que imponía el adversario". Muy pronto supo irradiar entre las mujeres andinas el mismo magnetismo de su esposo, al que lo llamaban "Tayta" y ella pronto la rebautizaron como "Mamacha Antonia", "Mamay" o "Mamá Grande".


Los historiadores peruanos han coincidido en señalar que la presencia del "Tayta" Cáceres y la "Mamacha Antonia" en la sierra central, coincidió con la existencia de un sentimiento mesiánico inextinguido, que se mantiene desde los tiempos del Tahuantinsuyo y que ninguna "extirpación de idolatrías" ha podido diluirlo.
Para los quechuas y también para los wankas, Cáceres era la reencarnación del Inca, el Pachacuti, la confirmación del Inkarri, que había retornado a defender sus tierras amenazadas por usurpadores extranjeros. Este fenómeno, valga la digresión, se mantiene hasta el momento y es la explicación del rechazo de los pueblos andinos milenarios al ingreso de los capitales mineros que los despojarán de sus tierras y sus tradiciones culturales.

CULTO A NUESTRAS RAICES:


A diferencia de Cáceres, que era quechuablante nacido y criado en Ayacucho y tenía profundas vivencias culturales andinas adquiridas en su infancia y juventud en Ayacucho, "Mamacha Antonia" no las tenía, era más bien de filiación costeña, por haber nacido en Ica. Pero sí poseía una sensibilidad desarrollada y un espíritu abierto que le permitió insertarse con facilidad en la comunidad de mujeres andinas que acompañaban a sus esposos combatientes.


Cáceres quería a sus soldados como sus hijos y ellos lo sentían como su "Tayta" (padre en quechua). Es decir, no impostaba su afecto por los combatientes quechuas, era natural en él, pues esa era su formación cultural quechua, adquirida en su convivencia con el medio donde nació y se formó.

Y su esposa, gracias a su especial sensibilidad, aprendió a querer a las mujeres quechuas como "hijas", y aceptó con la naturalidad más grande que la llamaran "Mamay" (madrecita en quechua). Ella recuerda en sus memorias: "Las indias del Perú tenían culto por Cáceres; le llamaban "Tayta" y como compañeras de los soldados, seguían la campaña prestando eficaces servicios de enfermeras, o atendiendo el lavado de la ropa y la preparación del rancho", o acompañándolos en sus agonías, luego de haber sido heridos mortalmente en la batalla.
De no haber sido por este natural liderazgo de Cáceres y su esposa, podría no haberse producido la identificación del mundo andino con la causa patriota, debido a que en el pasado habían sido objeto de toda suerte de expoliaciones y matanzas de los conquistadores españoles y luego por los "mistis" (blancos) sucesores que mantuvieron el status quo colonial.

EL “TAYTA”:
Si apoyaron a Cáceres fue principalmente por el mesianismo que representaba como "Tayta" y esta lección debería ser reflexionada por las nuevas generaciones, para entender mejor la idiosincrasia andina peruana.
El ascendiente de Cáceres entre los hombres andinos se encuentra dolorosa y gloriosamente graficado en sus memorias, cuando refiere que en el fragor de la Batalla de Huamachuco, un veterano del Batallón Concepción, se aferró a las bridas de su caballo y le pide escucharlo.


El campesino quechua había sido herido de muerte por un balazo que atravesó su pecho y no quería morir sin apretar la mano de su general: "Tayta, mi General, te he cumplido mi juramento de la vaquería de Tres Rios", en que te juré que iba a liderar la carga contra el enemigo o morir en el intento". Apenas terminó de hablar, cayó para no levantarse más. Cáceres escribió al respecto: "Esta escena de fidelidad y patriotismo me conmovió hondamente".
El soldado se llamaba Lorenzo Yupanqui Berríos y al morir sumaron 14 los miembros de su noble familia que entre primos y hermanos dieron sus vidas desde la defensa de Lima, en San Juan, hasta Huamachuco, en rechazo de la agresión extranjera.

PACHAMAMA:
ANTONIA MORENO escribió al respecto: "Esas demostraciones cariñosas nos alentaban y daban fuerzas para sufrir con ellos y luchar hasta verlos libres de los opresores".
La identificación del caudillo de la Breña con sus seguidores campesinos causó recelos entre los gamonales que preferían llegar a un acuerdo con los invasores, al extremo de propalar versiones de que Cáceres proyectaba una revolución social en el campo.
En realidad, no había nada de esto, la propia Antonia Moreno lo explica en sus memorias: "Ellos rendían homenaje a la Pacha Mama (Madre Tierra), al verla hollada y vejada, (lucharon) sin más armas que sus clásicos rejones y sus primitivas hondas, se ofrecían en holocausto por la patria y por el Tayta que era el alma de la resistencia nacional".
Varias veces debió separarse de su esposo cuando este tenía que partir al combate y no saber si lo volvería a ver. Antonia Moreno murió a los 68 años el 26 de febrero de 1916, en su casa de Lima. Cáceres tuvo una vida longeva, falleció en 1923.

A manera de síntesis, nuestras raíces milenarias es lo único que nos acompaña, porque aunque no queramos ver ni sentir, tenemos un pensamiento colectivo, una dignidad que salvaguardar y reivindicar en el tiempo, la historia no solo lo manifiesta, sino también enseña, de allí nuestro grito de unión y libertad .....¡Kausachun Perú !!

Gral. Velasco
Dia 2,657 - 28.02.2015