Río en paz...

Day 2,347, 03:48 Published in Spain Spain by Irreductibles


Primer día de la guerra Hispana – En algún punto del Amazonas (Brasil).


El calor es implacable, y la humedad nos hace sudar más y más. Cada uno de nosotros desea en lo más profundo de su ser que lleguemos a Manaus, aunque solo sea para salir de este maldito rio y encontrarnos con los argentinos, aunque acaben por matarnos.

Se suponía que la operación Rio en paz debía proporcionarnos una base en Brasil desde la cual atacar a Argentina, pero nada ha salido como debía salir. Somos de los últimos pelotones que van a llegar a la ciudad, y por la radio ya llegan mensajes desesperados, nos superan en calidad militar y número. Y todo por unos malditos hombres de traje y máscara amarilla que no vienen aquí a sufrir con nosotros.

Decidimos apagar el motor, pues no nos queda mucha gasolina para llegar al frente, y el rio puede llevarnos con sus corrientes. Empezamos a repartir un poco de comida entre los 9 soldados que somos, al menos tenemos comida.
Acabamos de comer, y de repente todo queda en silencio. Un silencio demasiado artificial.

Lo único que se escucha es el movimiento de la lancha sobre las tibias aguas del río, y el zumbido de algunos mosquitos buscando nuestra piel para saciarse. El teniente manda al soldado raso Cotri la ametralladora fija de la lancha, tiene un mal presentimiento, quizá el mismo que me preocupa a mi.

Seguimos avanzando durante unos minutos, aunque a un paso muy lento, incluso el rio parece calmarse cada vez más, aunque seguimos sin gastar nuestras leves reservas de gasolina. Todos estamos pegados a nuestras armas, pero nadie sabe de que tenemos miedo, es simplemente el instinto, ninguno quiere acabar sus días en mitad de un país que no es el suyo.

No nos da tiempo a reaccionar, de repente un lluvia de balas cae sobre nosotros desde las dos caras del rio, pero no alcanzo a ver a nadie, me lanzo rápidamente al suelo de la lancha y me estiro lo máximo que puedo para evitar que una bala perdida me pueda alcanzar. En mitad de las ráfagas empiezo a ver cuerpos caer. Primero caen los encargados de las armas pesadas, Cotri y Manhit, después dos soldados más, luego un quinto, hasta que un sexto cae junto al resto. El teniente se arrastra por el suelo hasta mi lado, y el otro soldado, un joven que se unió a la unidad la semana pasada, llora desde el suelo esperando a que todo pase. De repente las balas cesan.

El teniente y yo empezamos a hablar. No podemos encender el motor, para controlar la dirección que llevamos tendríamos que levantarnos, y moriríamos antes de poder avanzar ni 5 metros. Lo único que podemos hacer es lanzarnos al rio e intentar llegar a una orilla, rezando por que en esa parte no haya ningún argentino. Decidimos ir hacia la izquierda, desde la selva llegaríamos a Manaus en 5 horas a paso rápido. Le hacemos señas al soldado para que salte a nuestra señal.
El teniente cuelga su arma al cuello, le hace una seña al soldado y me empuja junto a el al fondo del rio. Mientras saltamos consigo girarme en mi caída y veo como nuestro compañero se levanta y una bala atraviesa su cabeza, y acaba con sus esperanzas de salir de aquí, de vivir su propia vida y juventud.

Caemos al agua , un agua sucia y caliente por las horas al sol. Buceamos volviendo hacia atrás, intentando llegar a la parte en la que no habían soldados. Después de un minuto y medio en el agua, llegamos a la orilla y sacamos lentamente la cabeza. Nos arrastramos sobre la arena y luego corremos hasta adentrarnos en la maleza. Corremos hacia el interior de la selva pero manteniendo a la vista la orilla del rio.

Al rato paramos y nos sentamos a pensar los siguientes pasos. Decidimos separarnos y repartir la comida, el teniente irá cerca del rio, para avisarme si hay enemigos cerca, y yo iré algo más adentrado en la selva, pero siempre manteniendo contacto visual con él.

Empezamos a correr, pues la evacuación de las tropas en Manaus parece inevitable, y no podemos permitirnos que se vayan sin nosotros. Mientras corro noto como un líquido recorre mi espalda. Paso la mano por la zona y encuentro sangre. Me palpo el cuello hasta que encuentro una herida circular en él, cerca del recorrido de la columna. Me ha dado una bala, pero ha afectado a un nervio que ahora no me permite sentir el dolor de la herida. Si no llego a un hospital móvil moriré….

Corro aún más rápido, sabiendo que quedan horas de recorrido, pero cada minuto es valioso, cada minutos es un minuto de mi vida, una vida que puede acabar en cualquier momento. Giro la cabeza para ver si el teniente sigue cerca, pero no diviso nada. Dejo de correr. Intento andar sigilosamente mientras me acerco al rio poco a poco. Escucho un grito, y un ``Corra soldado, corra¡ ´´. Luego escucho un balazo, y a un cuerpo caer secamente sobre la hojarasca.

Corro más y más ,pero esta vez adentrándome en la selva, ya solo quiero sobrevivir. Salgo a un claro, un sin árboles, si lo cruzo antes de que me den alcance puede que me dé tiempo a esconderme. La hierba me llega hasta las rodillas, pero corre una brisa agradable, la primera que siento desde que llegué a este país.

Comprendo que no puedo seguir corriendo, Manaus está demasiado lejos, y el teniente llevaba las provisiones. En fin, no es mal lugar para morir. Me tumbo en el suelo, y saco el cinturón con granadas del pelotón, 20 granadas. Las coloco rodeando mi cuello, a base de cojín, y me quedo mirando el cielo. El sol cae sobre mi cara, pero ya ni siquiera me desagrada. Me quito el chaleco y dejo a un lado el arma. Escucho pasos acelerados. Primero son dos pares de pies, pero pronto llegan más.
De pronto tengo a 6 argentinos observándome levantados y apuntándome con armas. Están contentos por lo que han hecho, son felices con esto. Yo nunca lo he entendido, desde pequeño mi padre me enseñaba a que era mejor tener un balón en los pies que un arma en las manos, pero en fin, esto no es más que un juego, un juego donde los hombres trajeados y con máscaras amarillas se pasan la pelota.
Pongo mi mano lentamente en la anilla de seguridad del cinturón , pero ellos no me prestan atención. Uno de ellos pone su rodilla sobre mi pecho, me pone un fusil en la cabeza y pregunta ``a quien toreas ahora español?´´.

Tiro suavemente de la anilla y le escupo en la frente a ese maldito argentino, se levanta rápidamente para darme una patada, pero no llega a dármela , ninguno de nosotros llega a hacer nada más, solo morir…

(Dedicado al 0-55, al show que estamos dando militarmente, y a sus responsables,que no son del MoD, mis dies)