De alcohol y de fantasmas.

Day 2,728, 18:11 Published in Chile Chile by Kalfu P L S
El siguiente artículo contiene expresiones y opiniones utilizadas aquí sólo en función del texto, sin (mucho) ánimo de polemizar. Aclaro, además, que mucho de lo narrado aquí tiene base real. Si te gustó, tu shout tiene un gran valor para mí. Un abrazo y buena lectura! 🙂

Valdivia está llena de fantasmas. Fantasmas jóvenes, no como los de Londres, por ejemplo, que es un iceberg construido de capas sobre capas sobre capas de fantasmas, a cual más viejo.

Mi contacto con esa suerte de cuarta dimensión (o quinta, o sexta, no sé huevón, dime tú), ocurrió la madrugada del 11 de septiembre de 2013.

En ese entonces yo era un curao más. Uno de esos curaos depresivos que por las noches se compran una promo pa tomársela solo.
También cantaba. No vamos a decir que era un Romeo Santos, pero la directora del coro (sospecho que me tenía ganas, la muy... vieja rica huevón) me tenía haciendo de Freddie en la Rapsodia Bohemia.
Por esos días, recuerdo, me estaba dejando crecer el pelo (que me corté hace cosa de un mes, o más... depende de cuándo publique esta mierda).
Era, en resumen, una época muy diferente a la estabilidad que tengo ahora junto a mi huachita carnúa.

10 de septiembre de 2013. 17.30 horas

La generación de 2012 de Pedagogía en Historia de la U$$, sede Valdivia se apronta para un importante evento comunitario: un tarde más de convivencia y camaradería alrededor de una botella de cierto tipo de brebaje, de esos que calientan el cuerpo y el alma. Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia (una Iglesia con menos Verdades y más Verdores 😃 ) nos dirigimos al departamento de uno de los compañeros.

Era uno de esos días típicos de Valdivia. No sé po' huevón, un día como hoy, como ayer, como siempre, un día en estas ciudades que parecen haberse congelado en algún punto indeterminado de fines del milenio pasado, con la gente de aquí para allá, repitiendo sus rituales, como la mina de la Copec donde compramos los cigarros diciendo "gracias por venir a Copec" como si se tratara de un mantra, dicho sin alegría alguna, pero con la obligatoriedad que tienen los gestos que sostienen en pie la sociedad, no sé si me explico (PESCAMAN: 2015).

Chela y ron. No sé si había Cocacola, la cosa es que yo tomé, y como sé que me carga el ron, asumo que fue chela. Su Doragua, su Baltiloca o su Escupo, como querís que me acuerde huevón.

19.50 horas

Estando en medio del evento social, recordé de golpe una desafortunada circunstancia: tenía que ir a ensayo de coro. La vieja rica me estaría esperando. Apuré pues un vaso de cerveza que estaba por ahí, a mi alcance, pidiendo a gritos ser sacrificada en bien de la sociedad, sólo que resultó no ser chela. Era ron, huevón, ron en estado puro. No frené, yo no quería más pero el líquido, con su extraño magnetismo, se abrió paso haciendo que el Asalto de la Bastilla pareciese un ameno paseo primaveral. Al seco. Ese farol no alumbra.
(¿Alguien puede explicarme porqué cantamos esa huevada?).
Caí sentado en el sofá (porque mi amigo es alguito siútico, así que no tiene sillón, tiene sofá), me paré al toque, pesqué la guitarra, recogí mi dignidad y una pizca de sobriedad que, asustada, correteaba entre mis piernas, haciéndome tropezar de vez en cuando, y partí a la U. A cantar se ha dicho. Andaba con la Coni, mi mejor amiga (con cuya hermana tuve poco tiempo después una historia para otro cuento). Llegamos. Cantamos. O eso quiero creer.

21.00 horas

Mamma, just killed a man! La Paula, amiga y compañera de tantas historias, me habla por el "guasap".
Put a gun against his head.
Que con el Benja y la Luchita vamos al ex-Discobar a brindar por el compañero Presidente Allende.
Pulled my trigger, now he's dead. Tengo luca quinientos. Chalupa.

21.30 horas
Marcos (otro de los cabros del coro) y yo, muy de guitarra, partimos para el centro de Valdivia. Allá nos esperan los de siempre, los conspiradores: La Paula, la Luchita y el Benja, con el corazón y la garganta más que dispuestos.
Vodka-naranja a quina. Entre ponerle y no ponerle, mejor ponerle.

Los brindis se suceden, los codos derechos se alzan, se alzan también los puños izquierdos, mis tres vasos de vodka merman notoriamente.

11 de septiembre. 00.00 horas.

Me pongo de pie y alzo mi copa. El brindis es por el compañero presidente, por aquel grito, aquellas palabras que aun resuenan, por aquel mártir discutido de una causa discutible. De pie, cantar, que vamos a triunfar.
Recuerdo un sentimiento de impotencia. Como si el golpe estuviera ocurriendo ahora, siempre. Los Hawker Hunter volando sobre Santiago, sobre Chile todo, en un bucle interminable. Como si el Dictador avanzara en andas, a la cabeza de un ejército sin rostro, hacia el palacio de La Moneda. Un instante infinito. Allende anunciando que, mucho más temprano que tarde, abrirán las grandes avenidas por donde pase el hombre libre.
Digo adiós a mis compañeros y parto. Sin un peso en el bolsillo. Me apresuro.No hay que ser pobre amigo, es peligroso. La sangre del compañero presidente aun no toca el impoluto suelo de una Moneda sacudida por bombas que estallan en billetes de a dólar.

Milicos de mierda, grito. Pacos culiados. Soy inconsciente de los matices, de los milicos y pacos que están muriendo para defender la institucionalidad. Pocos son, pero no dejan de ser. 11 por la madrugada, el tiempo no se desplaza, o quizás va hacia atrás. Llegué a las lágrimas. O no, como querís que me acuerde huevón, han pasado 40 años. O dos. Los hombres no lloran. Pero muchos lloramos ese día. ¿O era esa noche?

Paso por grandes avenidas. Están abiertas. Pero yo no soy el hombre libre. Huevón, ¿dónde estoy? Por calle Picarte hacia las Animas, me indica un mirista antes de desaparecer en una lluvia de lágrimas rojas. Las Ánimas. Ánima en pena, eso soy, un fantasma.

¿Les mencioné que Valdivia está llena de fantasmas?