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Estaba escribiendo una carta a mi madre, comentándole las vivencias de la guerra, cuando de repente un estallido inusitado se aviene sobre mí de una manera inesperada. Veía, entre el barro que alborotaba la escena, la carta pisoteada por los hombres que corrían a sus puestos. Estaba en la decisión de recuperar ese trozo de papel, aturdido por las bombas que sonaban, los pedazos de compañeros que volaban y el sargento gritando vaya uno a saber que. Sin embargo, con el cuchillo en mano, recorría la trinchera como un loco dando a diestra y siniestra. Al final de la contienda, el Sargento se acercó para hablarme: - Postola, eres un ejemplo de valentía para el batallón.
Recuerdo mi uniforme manchado de sangre, mis borceguíes desatados y los trozos de la carta en mi mano.