Tic-Tac

Day 2,850, 18:09 Published in Spain Spain by Jose Nomdedeu Jover

Cuando era solo un crío, y miraba el reloj del abuelo, uno de esos grandes relojes de pared, de caoba maciza, con grandes manecillas que marcaban las horas en números romanos y un péndulo con filigrana de plata,que en su día debió servir para algo, o eso siempre he querido pensar. Yo era tan ingenuo... pensaba en el cuco, en lo triste que debía estar encerrado en su oscura jaula viendo pasar el tiempo...

La inocencia es algo que pierdes cada día, esta guerra va arrancando pedacitos de tu alma, los pisotea y te los escupe transformados en frío acero. La primera vez que me obligaron a matar, era poco más que un adolescente con acné, que veía a las chicas de mi edad, como ese ser extraño parecido a un unicornio que te esquivaba y se iba a por los chicos mayores, que por cierto, para ellas eran mas interesantes.



Nada mas acabada la instrucción de ¡DOS SEMANAS!, nos enviaron al frente con rifles de cerrojo al hombro, ahora miro atrás y me pregunto cuantos de mis compañeros de esa unidad quedaremos vivos, con ese tipo de instrucción hubiera sido mas productivo que nos hubieran dado una pala, nos hubieran puesto a cavar en algún lugar bonito y hubieran dejado que nos enterraramos vivos. Así es la guerra, una vez movilizada la reserva, ya no quedaban almas que enviar a la batalla y nosotros, críos bisoños, tuvimos que ser enviados al frente con nuestra juventud como única arma, y con toda una gruesa capa de ignorancia como única defensa.

En aquella trinchera perdí mi niñez, mi alma, mi cordura y el lóbulo de la oreja izquierda, ese chico, que saltó con la bayoneta calada, mientras arrollaban nuestra posición al grito de ¡Sin prisioneros!, no debía ser mucho mayor que yo. Y por su cara y ojos llorosos, no debía tampoco de haber participado en muchos combates, me miró a los ojos, su rifle se encasquilló, yo tropecé asustado, el culatazo que me dio me hizo ver las estrellas, después utilizó su bayoneta para ensartarme cual cerdo al espetón, me hice al lado como pude, aunque mis reflejos por aquel entonces no estaban muy desarrollados, y entonces ví la sangre, si, debió ser la sangre, era mía, y la furia incontrolable se adueñó de mí, su fusil había quedado clavado en los tablones de la trinchera, me levanté, cogí mi casco, que debió haber caído en mi tropiezo y lo siguiente que recuerdo era que tenía su cerebro espachurrado contra el, dios sabe las horas que había estado golpeando su cadáver cuando la 9ª división de infantería me encontró...



Diez años han pasado ya de eso, y sigo aquí vivo para acordarme de esa muerte cada noche, ese soldado que cada día vuelve a mí como el cuco del reloj de mi abuelo, y que jamás podrá escapar de mi mente trastornada y que cuando mata ya solo ve carne y piensa en Tic-Tac, ¿ha llegado ya mi hora?