Relato Rural - Vacas Muertas

Day 2,718, 11:11 Published in Spain Spain by johnnhy

—¿Está…?

Su compañero se arrodilló al lado del animal y lo observó de cerca durante largo tiempo sin decir una sola palabra. T intentó descubrir por el rostro de su compañero la respuesta a su pregunta a medias, pero era incapaz de interpretar la cara inexpresiva de su compañero.

—¿P, está muerta? —insistió.

—Sí.

—¿Seguro?

—Los vivos suelen respirar.

—¿Y no respira? Yo no veo sangre.

—Está muerta.

—¿Pero cómo? ¿Cómo puede morirse una vaca tan joven?

—Era una ternera.

—¿Y cómo puede morirse una ternera? ¿Así, de repente, sin más?

—Así, de repente, sin más. No soy veterinario, T. Ha muerto y punto, no hay necesidad de darle más vueltas al asunto.

—Bueno, tampoco es una gran tragedia. Una vaca menos en el mundo. Nadie llorará por semejante pérdida.

—Está claro que tú no llorarás.

—Para la vida que le esperaba, P… Pastar, dar leche, dormir, pastar, dar leche, dormir y así eternamente hasta el día de su muerte. ¿Qué mierda de vida es esa?

—La vida de una vaca.

—¿Sabes por qué las vacas no tienen manos? Porque seguramente las usarían para suicidarse. ¡Que me maten si algún día tengo semejante vida! ¿Y aquellos que creen en la reencarnación? ¡Dios mío! ¿Imaginas reencarnarte en vaca? ¡Qué grandísima mierda!

—La vida de una vaca no difiere mucho de nuestras vidas. Rezo porque nunca te des cuenta de ello, no vaya a ser que cometas una imprudencia.

—¡¿Qué dices, P?! ¡¿Pero qué dices?! ¿Para qué sirve la vida de una vaca? Se pasa la vida dando leche para que unos pocos humanos puedan bebérsela. Esa vida no es una vida que valga la pena, y si se muere, como la ternera ésta, nadie le echará de menos. Hay millones de vacas más en el mundo que tienen la misma mierda de rutina que ésta.

—También hay millones de personas, miles de millones. ¿Crees que el mundo dejará de girar cuando te mueras? Además, con la ternera muerta, son varias personas las que se quedarán sin leche a lo largo de sus vidas.

—Mira, P, no quiero faltarte al respeto. Pero puede que tu seas un hombre de campo y que tu vida se parezca a la de las vacas, pero no quieras comparar mi vida a la de una vaca. A ver, es la verdad.

—Deduzco que crees que tu vida es mejor que la mía.

—Mejor no. Más divertida, seguro.

—¿Y entonces para qué vienes a verme a este lugar tan aburrido?

—Porque eres mi hermano. Y estás aquí solo, rodeado de vacas. Y temo que algún día entre tanta hierba y animal pierdas la cabeza.

—Pues no temas tanto.

—No hace falta que te diga que aún puedes venirte a la ciudad. Yo te ayudaría a encontrar trabajo.

—¿No lo ves? ¿No ves que ya tengo un trabajo?

—Ya… Yo digo un trabajo de verdad.

—Crees que la vida de una vaquilla no vale nada. Algunos los matan para comérselas antes de dejarlas crecer y aprovechar su leche. Pero no creas que su vida, o su muerte, es en vano. Puede que matar a una vaca, a dos, a cientos incluso, no suponga ninguna desgracia. Pero intenta matar a la mitad de las vacas del mundo y te darás cuenta de que sus vidas, por muy aburridas que te puedan parecer, tienen un cometido, y que sin vacas no tendrías leche, ni queso, ni lácteos. Bueno, tendrías a las cabras para sacarles su leche. Pero también debe ser insignificante su vida, así que mata a la mitad o más de cabras también. Que todos esos animales con vidas tan aburridas se suiciden, que aquellas personas con vidas tan monótonas y vacías se suiciden, y entonces tú me contarás si realmente pasa o no pasa nada.

—Muy bien, matamos a todas las vacas y cabras. Tal como tu has dicho, ¿va a dejar de girar el mundo por ello? ¿Crees que la especie humana va a extinguirse porque no haya cabras o vacas?

—Entonces, matémoslas a todas.

—Tampoco es eso. Lo que quiero decir es que no pasa nada. Si te mueres tú, o me muero yo, habrá gente que nos eche de menos, gente que lo pasará mal, pero si muere una vaca o una ternera o lo que sea, ¿por qué iba a echarle alguien de menos?

—El sentido de una vida no se basa en el número de personas que te echarán de menos al morir, T.

—Se basa en cuanta leche produzcas, claro que sí.

—Mira… Si tan inútil te parece todo esto, insisto, vuelve a tu preciosa ciudad y déjanos en paz.

—Inútil no, aburrido.

—Ya...

—En serio, no sé cómo no te aburres aquí, P. Muchas vacas, muchos árboles y mucha nada. ¿Cómo puedes pasarte día sí día también simplemente cuidando vacas, sacando leche y viviendo en una casa perdida en el campo? Es que no logro entenderlo. Yo no sería capaz, simplemente eso. Y no has visto la ciudad, P. Si la vieras…

—¿Qué? ¡Qué bonita la ciudad! Puedes ir al cine, puedes ir al centro comercial, gastarte dinero en cosas que no necesitas, trabajar en una empresa en la que tu único objetivo es ser mejor que tus compañeros, ir a ver el fútbol... Crees que todo esto es mejor que lo que puedes ver aquí. Yo respeto tu decisión de vivir semejante vida de despilfarro y egoísmo, sólo espero que tú respetes mi forma de vivir. Si quiero levantarme cada mañana para sacar leche a mis vacas y pasear por mis tierras, pensar en nada, escribir un poco, fumar un poco más, y gozar de mi libertad, ¡respétalo!

—¿Libertad?

—¡Respétalo o lárgate!

—¿Y dónde están las personas en tu vida?

—La escasez de personas por esta zona es, precisamente, lo que me otorga esa libertad.

—Entonces, quizás debería dejarte solo y volver a mi esclavitud.

—La llave de tus cadenas la tienes tú mismo, T.

—Ya nos volveremos a ver, hermano. Feliz cumpleaños.



Premios 'A Pastar' de Relatos Rurales
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