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Era un día lo suficientemente soleado como para poder ver lo que ocurrió, pero no fuimos capaces de darnos cuenta. Habían tantos ojos pendientes de lo que sucedía, perno no pudimos reaccionar... ¿Qué nos pasó?

Voy a empezar desde el principio. Era un día cualquiera en el Nuevo Mundo, eramos una nación floreciente que solo quería expandirse dentro de sus fronteras. Los comercios no florecían del todo, pero ya estaban los capullos de las flores por todas las plantas de las calles principales y secundarias. La gente se agrupaba para intentar formar una política que contentara a todos los ciudadanos, estábamos en paz pero revueltos. Hasta que sucedió.

Cuando salí de mi humilde morada no pude hacer otra cosa que pegar una gran bocanada de aire, tan puro que no pude evitar un sonido de satisfacción de la cual gozaban todas mis extensiones de mi cuerpo. Como era habitual, saludaba a todos mis vecinos hasta llegar a un niño el cual estaba refugiado debajo de una fuente gritando.

- ¡¡Dejadme!!, ¿No lo veis? lo único que necesito es irme a casa.

Entonces me acerqué con un paso tranquilo y relajado, pero entonces escuche mi nombre y al girarme,pude ver como una bala me rozaba el bíceps del brazo derecho y entraba en contacto directo con el niño matándolo de una forma rápida y siniestra. Me volví a girar y era Isabel ''la castellana'', estaba corriendo y detrás de ella, a su vez, le perseguía un gran ejercito. Eran los serbios, ¿cómo pudo ser?

Cogí de la mano a Isabel y empecé a correr de una forma que ni yo mismo podría haber imaginado, justo entonces y solo entonces pude ver como los estadounidenses nos acorralaban por el otro franco. Apenas lo vi empecé a buscar una entrada del alcantarillado, la cual encontré y por la cual salí. Solo nos salvamos nosotros dos.