No es juego para Avutardos

Day 5,358, 12:15 Published in Spain Australia by Avutardo


Estoy apoyado en la ventana, fumando un cigarro. Lo normal, veneno estándar, humo tóxico para hacer juego con la sangre biliosa. Las cuadradas manzanas de la ciudad se me antojan exactamente iguales a las de cualquier otra de la infinidad de ciudades que he visitado desde que gané la maldita carrera de canicas de Li.

Da igual que ciudad sea. Siempre se repiten: Prensa, Mercado, Mercado de Yonkis, el monumento fálico ese del centro, y un parque preguntándose que coño hace aquí. Siempre las mismas.

Tampoco es que me queje. A mi edad y con la mierda que me meto… si me cambiaran una sóla calle, terminaría vagando por ahí desnudo y gritando en arameo pidiendo alguna gilipollez, como un módulo económico coherente. Usted no quiere eso. Bueno, un poco si.

A veces hago esta idiotez mientras espero que salga el vuelo, cosas de viejos. Mirar por la ventana y ver el paisaje y el paisanaje. Si por lo que sea en la ciudad de turno vive mucha gente, se pueden ver bastantes vehículos circulando: coches, coches color pistacho, camiones. Mira, por ahí va el gilipollas de Avutardo en un multipla verde.

Nunca termino de acostumbrarme a verme conducir desde la ventana. Es hipnótico.



Tiro el cigarro por la ventana, con la esperanza de dejar tuerto a alguien. Total, existen altas posibilidades de que sea el clon marioneta de alguien. Una puta multi.

Lo sé, eRepublik es para las multis, ya lo decía Tuput cuando ese vídeo aún tenía subtitulos.

Meto un par de calzoncillos sudados en la maleta, apretujados con siete cartones de tabaco, tres kilos de mandanga del Turco y una foto de Lukevajo. Me agría la sangre el temita de ver a supuestos Próceres de las Distintas Patrias Con Muy Potentadas Carteras, paseándose con la mano metida en el culo de ingentes hordas de zombis babeantes.

Especialmente si los muy gilipollas ponen vocecillas como intentando hacer ver que no, que ese puto cadáver que han comprado en el mercado negro y al que le han metido la mano por el orto es un eRepublikano sano y animoso. El mismo que conocías de antes, claro que sí. Lo de que babee, se le salga un ojo, y en general, apeste igual que el marionetista, eso son figuraciones de los demás, que somos unos malpensados, unos paranoiocos, y malas personas así en general.

Salgo del hotel dejando una cuantiosa propina en forma de bolsa de pipas. Hace años me hubiera llevado las toallas. Atadas haciendo una bolsa para cargar la cubertería y el escritorio del conserje. Pero son otros tiempos. Ahora tengo horos.



Todos tenemos horos, joder. Te entierran en horo hoy en día. No me acostumbro. Lo mismo por eso me encabronan las multis ahora. Ya no es la multi miserable esclava, trabajadora, votante y seguidora, ese zombi apocado que se ocultaba debajo de la mesa porque daba cosica verle a uno en esas compañías. Ahora son ex-eRepublikanos de enjundia que deciden cambiar de pellejo y vender su cuerpo. Gente conocida. Se ciclan y venden su culo. Y el comprador, en lugar de hacer borrón y cuenta nueva, le mete la mano por el orto y pone vocecillas ridículas queriendo hacer ver que su antiguo propietario sigue en esa carcasa vacía.

Si, ya, vale. No es nuevo lo del mercado de la carne, lo sé. Mi punto es que ahora es demasiado obvio. Antes había más gente, y local del Turco, dónde el único mercado disponible es el que tiene el color del alma de Plato, quedaba apantallado por la multitud.

Ahora creo que sólo quedan los parroquianos del Turco. Seres patibularios que se juntan para mercadear cualquier cosa con tal que sea ilegal; pero por lo que sea, pretenden seguir disimulando. Joder, si hasta los Hadmins están en la barra mientras se subastan los zombis.

Levanto la mano para pedir un taxi.

Tres cuartos de hora después, con el brazo dolorido por la posición y tras recibir varios elogios de Argens, me recuerdo a mi mismo que aquí no hay taxis. Pego un chiflido ovejero y un multiplá verde derrapa para detenerse frente a mi.

Lauki, coño. Eso es lo que me jode.



No está bien, y me suda los cojones el que eRepublik lo permita, lo premie, o que venga en las reglas del Mundo. No, no soy un ingenuo, sé que la existencia de eRepublik depende directamente del dinero de esa otra dimensión más triste, la VR.

Pero que tu, en tu chaladura mental, puedas quemar pasta VR a niveles que requieran asistencia psiquiátrica, no implica que debas hacerlo. Y menos que debas hacerlo para hostigar a un buen tipo. Un colgao, pero un buen tipo. Hacerle la eVida tan cansina como para que decida vender su cadáver al propio oranguntán enamorado de su tarjeta bancaria, es de bajeza extrema.

Avutardo me deja en el aeropuerto aparcando con suavidad y delicadeza. Acto seguido, me tira la maleta a la cabeza, y sale derrapando cantando “La puta de la cabra” con la cabeza por fuera de la ventanilla. Me acomodo el sombrero de paja, las chanclas, me desabrocho dignamente la camisa hawaiana, y me dirijo a ventanilla.

Lana, evidentemente puesta hasta las cejas de crack, me pide el billete con una sonrisa temblorosa. Bueno, le tiembla la mandíbula entera, no solo la sonrisa. Supongo que eso de estar de azafata para tantas ofertas le pasa factura a la chiquilla.

Como buen vejestorio decrépito totalmente ajeno a la realidad en la que he resucitado, saco un monedero negro que abro confiadamente ante ella. Lana mete la mano y saca un billete de calidad desconocida. Sonrío como un gilipollas mientras pienso en todo el tiempo que hace años hubiera gastado en decidir cómo maximizar tal o cual billete, por el pastón que costaba. Ahora no sé ni de dónde coño salen.

Lana esnifa con disimulo en el mostrador una raya larga como este artículo, y me indica la puerta que lleva a mi vuelo con los ojos inyectados en sangre. Da gusto verla tan feliz con su trabajo.



No está bien lo que le han hecho al Lauki. Poder hacer algo no implica que esté bien hacerlo. Y si eres uno de esos subnormales relativistas que dicen que no hay ni bien ni mal… mi más sentida enhorabuena. Lo normal es que con semejante nivel de raciocinio yo esperaría que al segundo párrafo ya hubieras huido a los comentarios a poner un ingenioso “didn’t read, lol”, “mucho texto” o cualquier otro lema del orgullo del indigente mental. Así que si para ti no hay ni bien ni mal, solo grises, pues vale, el haber llegado hasta aquí como poco merece que respete lo que piensas.

Como se respeta una bosta bovina, o a Reinlein. Dando un buen rodeo.

El vuelo es rápido, y me deja justo en mitad del conflicto. El campo de batalla resuena con el ruido de los bombazos, la aviación, el caos, la sangre, la Gloria.

Me enciendo un piti, y con las manos en los bolsillos de los pantalones cortos, mis chanclas, mi hawaiana y mi sombrero de paja, me dirijo a la sección del campo de batalla que reza “División 2”.

Vacía. Perfecto. Crujo mis puños, hago un leve calentamiento de extremidades, vomito por el esfuerzo, y con una técnica exquisita, empujo con el pie una piedra que estaba más o menos en mitad del campo, y que ahora ha ido a molestar al otro lado, al del enemigo. Un marcador luminoso premia mi hazaña y muestra un vuelco total en la batalla.

Me doy la vuelta y vuelvo al mostrador del aeropuerto. Aquí también está Lana. Lo que trabaja esta muchacha, que hasta le sangra ligeramente la nariz. Repito el proceso, me coge otro billete, me acomoda en otro avión, que me lleva a otro país lejano, a una región remota.

Piso el campo de batalla, los sonidos de la guerra truenan por doquier. La verdad es que se lo han currado con los efectos de sonido, no hay un alma, y aún así uno se flipa. Eso sí, ahora ya no hago calentamientos, ya estoy repleto de furia asesina. Avanzo haciendo la croquetilla por el campo de batalla, e identifico la piedra que empujé antes. Agazapado, la empujo muy lentamente con mi dedo índice, hasta que vuelve a quedar en el punto central. La megafonía truena anunciando mi gesta heróica deteniendo las hordas enemigas.



Repito el proceso treinta veces, en otros tantos países. De vez en cuando, en los aeropuertos, Lana me llama por megafonía anunciando que soy un héroe y me pasa unos horos. No sé por qué hago esto. En parte quiero volver a vivir en este eMundo, porque, a pesar de lo mucho que os odio, hemos pasado buenos momentos. No con todos, por desgracia. Pero hay peña decente, de esa que no te roba cuando te encuentra en el suelo desmayado sobre tu propio vómito. Esa peña legal que hasta te pone de lado para que no te ahogues.

Pero entre viaje y viaje, no puedo dejar de pensar que no es lo mismo. Yo desde luego no lo soy, y asumo mi parte de responsabilidad en que no me sienta a gusto. Pero ese desprecio al jugador, que no al eRepublikano, ese orgullo ludópata, esa subnormalidad de hacerse el indignado siendo exactamente igual de tramposo que el resto… no estoy dispuesto a cambiar tanto como para que todo eso me guste. O lo tolere. Que puto asco. Asco y pena.

Noto un cortés carraspeo a mi espalda. Un tipo con uniforme de capitán de unidad militar me hace un gesto amable, como requiriendo mi atención. Un pin de Roto2 adorna su pecho, pero no le noto forocochero.

- Hola, respeto que las batallas son tuyas, lo que sucede es que mis órdenes son que gane Bosnia, ¿podrías pegar para decidir la batalla?



Me quedo de pasta de boniato ante tal despliegue de etiqueta y buenas maneras, pero acierto a recomponerme e inquirirle por su cuita:

-¿Que yo ise lo qué aónde lo cualo? ME SEÑALA EN EL MAPA SEÑOR GUIRI DONDE HE METIDO LA PATA YO ES QUE PEGO POR DISIMULAR NO SE PREOCUPE YO GRITO PARA QUE ME ENTIENDA PERO YO LO ARREGLO AHORA MISMO QUE OTRA COSA NO PERO TONTERIA TENGO PARA ABURRIR

Todo ello plantándole en los morros al capitán un mapa y golpeandome el pecho mucho. Dicen que eso indica contrición.

Señala un lugar. Salgo corriendo como alma que lleva el diablo, le meto un fajo de billetes en la boca a Lana y subo al avión, nervioso, avergonzado por haber roto algún tabú, haber cometido algún delito flagrante contra la etiqueta militar, o haber ofendido a la Decencia.

He perdido una chancla, pero aquí estoy, en el campo de batalla de la discordia. Contemplo la bélica escena: un descampado desierto, y la piedra aquella que dejé en medio.

Me acerco a la piedra, tatareando algo épico. Intento que sea el “Carmina Burana”, pero me sale más bien “Manolete si no sabes torear pa que te metes”. Miro con profundo respeto la piedra.



O sea. Este tipo, un Capitán. Que encima es Presidente de Partido. Joder, es ALGUIEN. Ve que un imbécil vestido de turista le descoloca los planes de batalla. Y en lugar de entrar ametralladora en mano a poner ORDEN, dice que respeta que la batalla es mía.

Confirmo cuatro veces que estoy en el lado correcto de la batalla. Eso son cuatro viajes en avión, y cuatro fardos de billetes tirados a la cara de una Lana que apenas atina a calentar la cucharilla con el mechero. No quisiera complicar aún más el asunto. Valor. Tengo que hacerlo.

Empujo de nuevo la piedra, mirando alrededor. El marcador de batalla ruge, decantando la contienda hacia un bando. Me meto las manos en los bolsillos, y silbo mientras le doy otra vez con el tacón, para asegurarme de que el avance de nuestras heroicas huestes es correcto.



Voy a tomar un avión de vuelta a casa, y el capitán está ahí al lado de Lana. Antes de que pueda decirme nada, Lana se enciende un leño del tamaño de un bazoca, y me pone dos medallas en nombre de las agradecidas naciones de Nomacuerdoandestán y Algunsitioporahí; en cuya batalla encarnizada destaqué sobre cualquier otro guerrero de mi división. Y empataron. Muy épico todo.

Como si todo esto fuera lo más normal del mundo, cuando Lana acaba, el Capitán me agradece el gesto de mover la piedra más para allá que para acá, y lamenta no poder compensármelo. Dice que tengo el almacén a reventar y los paquetes que me ha enviado le vienen devueltos.

La verdad, si han visto mi almacén, lo raro es que los paquetes no hayan vuelto con ganas de meterse un tiro con Lana. No es normal lo que pasa ahí dentro. Pero procuro dejar que la naturaleza siga su curso, y que Plato siga metiendo a presión sus sobornos para compensar cuando la lía parda.

Todavía preguntándome qué está pasando, le digo al capitán que no se preocupe, que me ponga a los pies de su señora y que mire antes de cruzar, porque hoy el tiempo está raro de pelotas y si cae de repente un rorcual cantando la Traviata, yo ya ni pestañeo.

Que sí, que yo había oído lo de los códigos, lo de respetarse las behaches y la madre del cordero. Pero a un servidor no le había pasado nunca esto. Primero por no pegar. Segundo, porque, muy probablemente animados por las pintas que llevo, si alguien ha considerado que le he desordenado el Feng Shui de su campo de batalla, lo ha arreglado sin pestañear ni perder un segundo en avisarme. Que para el caso, lo mismo dá; ni siquiera sé dónde pego. Yo hago una ruta turística de vez en cuando, y luego le digo que si a todo a Lana.



No voy a decir que un tipo amable con una chapa de Roto2 me haya devuelto la fé en vosotros, olvidáos. Pero alegra el día ver que hay gente normal, entre tanto aspirante a ejemplo freudiano de mierdecilla que quiere ser chungo en algún sitio.