Join the new world

Con los recientes avances en la guerra que nuestros valientes soldados han conquistado, y a sólo tres días de las elecciones presidenciales, algunos candidatos, como Wayfarer 2.0 o Patxioca, han propuesto la creación de una Milicia Nacional, medida harto oportuna que nos hará crecer como potencia bélica.

Lo decía Maquiavelo, un defensor a toda costa de las milicias ciudadanas (responsable de su creación en Florencia, donde cosecharon buenos resultados) y sempiterno crítico con la política condottiera de la Italia de su época. En efecto, señores, otorgar demasiado poder a grupos militares independientes puede suponer una amenaza grave para nuestro sistema democrático.

Si dejamos en manos de las unidades militares (organizaciones poderosas en muchos ámbitos, con líderes fuertes y destacados en otras facetas de la vida pública de eEspaña, y a menudo vinculadas a un partido político) el reclutamiento de los jóvenes ciudadanos de este país, caemos en el riesgo de que ejerzan una influencia clara y perniciosa en sus futuras preferencias. Su potencial como lobby es impresionante.

El problema de base es la ausencia de un régimen de incompatibilidades estricto y claro, sin ambigüedades, que prohíba a los grandes Señores de la Guerra influir políticamente en el destino de un país.

Necesitamos una Milicia Nacional. Fuerte, poderosa, organizada y ambiciosa. Con líderes no fieles a una Unidad determinada, ni a un partido, ni a unas ideas, sino a una sola y única idea que debe prevalecer sobre las demás: la grandeza del país y su prevalecimiento por las armas cuando falle la política. O, como diría Clausewitz, continuando la política, ya que, en palabras de este genial estratega, la guerra es la continuación de la política por otros medios.

Necesitamos una Milicia Nacional independiente. Siempre fieles a su país, y a nadie más.