Imagina que una bota gigante te quisiera aplastar.

Day 2,850, 08:40 Published in Spain Spain by Barriga Verde

- Oye viejo cuéntanos una historia.
- No me apetece, además, ¿para qué?
- Bueno... pero... es que nos aburrimos, y si no sirves ni para entretenerme entre batalla y batalla.. pues vaya mierda.
- Ciertamente lo es.
- ¿El qué?
-Nada, quizás he sido demasiado sutil.

Entre las rendijas de la persiana una luz tenue, rojiza, intermitente y furtiva como el crepitar de una hoguera que se extingue, entraba en la estancia de una de las pocas viviendas aún habitada de la calle que tiempo atrás el alcalde Liwe dedicara en honor a la prensa.

- Imagina que una bota enorme quisiera aplastarte.
- ¿Por qué me dices eso?
- ¿No querías una historia porque estabas aburrido?
- Sí, claro pero yo me refería a...



El estruendo sordo de la explosión de un obús acalló la voz del anciano como tantas otras veces, había caído cerca, pero nadie gritó, nadie tembló de miedo, nadie rezó; solo una respuesta instintiva fue común a todos, con las manos tapándose las orejas esperaron que el pitido que sentían en su interior parara.

- Bueno, ¿Nos entretienes hasta que nos movilicen para la siguiente batalla? Y que sea divertido lo que cuentes, nada de esas mierdas anti patrióticas.
- No ves, ahí está la bota.
- Basta ya de gilipolleces, si entramos en tu casa es porque a veces nos has hecho reír, pero empiezas a hacer daño a la moral de la tropa.
- Quizás tengas razón, la tropa debe tener una conciencia colectiva, pero; ¿qué ocurre cuando el soldado se quita las botas?



La pregunta, quizás fuera hecha con la intención de que nadie la contestara, o que el zumbido de todos los móviles de la sala avisando por wassap de una nueva movilización de tropas, impidiera que el soldado tuviera el tiempo necesario para apuntar que esa manera de pensar era propia de traidores, quedó suspendida entre las nubes de humo de tabaco negro de mala calidad y el olor penetrante de la pólvora recién quemada.

.....


El sonido hueco de los cañones había cesado en su sinfonía macabra, a la calle de la prensa llegaban los primeros rayos de sol abriéndose paso por columnas de humo negro, y Lucio, aún recostado en el mismo sillón donde había pasado toda la noche, recordaba las caras de los jóvenes soldados que hace unas horas le habían acompañado en la espera de nuevas órdenes que les llevaran a otra batalla. Esa mañana se sentía cansado, quizás el ser escritor le había llevado a la vejez prematura de todo aquel que experimenta de manera simultánea varias vidas, o simplemente el whisky ya no le servía de somnífero con la misma efectividad que antes, de fondo una nueva sirena de bombardeo empezó emitir su estridente lamento. Los proyectiles sonaban lejanos, Lucio se sirvió una generosa taza de café recalentado, encendió el portátil, quizás hoy pudiera escribir.



Imagina que una bota gigante te quisiera aplastar.


La bota que nos pisa es siempre una bota, rebelarte, huir o adaptarte es la elección que debes hacer. El problema es que a la larga, la rebelión se agota a sí misma, los huidos se desentienden de la suerte que corre la comunidad que les vio nacer, y los que se consiguieron adaptar, construyen una sociedad monolítica que no admite ser puesta en duda. Y ya en eEspaña sólo quedan éstos últimos, baluartes de un sacrificio estéril. Conversos y convencidos de siempre en que sobra todo elemento que distorsione la pureza del sacrificio en nombre de ese ente tan abstracto como es “La Patria”. El buen español es hoy en día, quien reniega de sus derechos como ciudadano, y se convierte en parte de un sistema que reduce el concepto de comunidad a su transducción cuartelaria.



Hacía un rato que los obuses habían dejado de modelar las calles de la ciudad , y Lucio seguía buscando las palabras exactas que resumieran todas las experiencias semejantes a la de la noche anterior de la forma menos emocional posible, él había sido por mucho tiempo uno de los defensores de la idea de que no había comunidad sin territorio, el había sido no hace mucho como esos soldados que la noche anterior le miraban con gesto de reprobación, pero esa mañana, y otras tantas desde hacía un tiempo ya, no quería formar parte de la bota, tampoco deseaba huir, y no recordaba desde cuando había dejado de creer en la efectividad de una rebelión activa.