Guerra de la cultura contra (in)cultura de la guerra.

Day 2,454, 14:00 Published in Spain Cuba by Hummungus

Julio César escribió una obra sobre la Guerra de las Galias, Alejandro tuvo a Aristóteles como preceptor, Federico el Grande se carteaba con Voltaire y llegó a acumular una biblioteca de 3000 volúmenes, Napoleón llevaba incluso una biblioteca durante sus campañas militares.

Lo del corso tiene mucho mérito, téngase en cuenta que entonces no existía el calibre portable. Es más, cuando Napoleón planea invadir las islas Británicas también piensa en una spam wars y para ello convoca a un propagandista de la libertad como Thomas Paine. Aunque éste se niega, véase que Bonaparte no piensa en cualquiera, va en busca de alguien con un verbo poderoso que ha sido esencial en las horas bajas de la Revolución Americana. Se sabe entonces que la palabra es un arma poderosa que puede determinar el desarrollo de una contienda.

Recapitulemos: Julio César, Alejandro, Federico de Prusia y Napoleón son ejemplos históricos de liderazgo militar. Claro, por algo salen todos ellos en el Civilization. Pero esa condición no significó que fueran extraños a la cultura de su época, ya como receptores, ya como constructores de ella en sus respectivos estados. Con ello quiero decir que la dicotomía módulo de prensa - módulo de guerra que vemos en este juego y en la evolución de su diseño a favor de la guerra no concuerda necesariamente con lo que ha sucedido en la vida real, es elección de los propietarios de este juego on line siguiendo las pautas marcadas por unos consumidores que si tienden a hacer esta distinción. Por cierto yo es que a A.B. me lo imagino mirando cada dos por tres las estadísticas de ingresos del juego a través de una app hecha ex profeso para ello.

Curiosamente sólo a partir de la consolidación definitiva de este modelo de negocio en eRepublik y nunca antes los babybooms españoles se nutren principalmente de foros de medios deportivos. Porque no son de naturaleza deportiva ni mediavida, ni putalocura, ni forocoches, ni el foro de El País. De éste último salieron ilustres como sombrax, charrito y sharpblade (esos si que son referentes de la prensa y no otros que se mencionan por ahí).

Al leer en las memorias de Sebastian Haffner como el deporte de masas se convierte en Alemania en refugio espiritual de los exaltados tras la derrota de 1918, no pude evitar acordarme de este juego y del patriotismo ramplón que ha llegado de los foros mencionados. Quizá si con Clausewitz la guerra es la continuación de la política por otros medios, una vez leído a Haffner se entiende la competición deportiva como continuación de la guerra o más bien del ardor guerrero por otros medios (de baja intensidad). No me refiero al deporte como opiáceo sucedáneo religioso, sino más bien a la fijación por el plusmarquismo de los individuos como el no va más de una esencia patria.

Es este plusmarquismo justo lo que se intensificó aquí desde ese cambio de diseño paulatino tras el fiasco de la V2 y de ahí la demografía resultante, la que se adapta más fácilmente a ese espíritu de juego que va in crescendo (por ejemplo con la multiplicación de las BH por cada batalla). Con un síndrome de Diógenes que lo reduce todo a números hace y que todo pequeño Hitler aspire a ser su también propio Speer que aumente los guarismos de su fortaleza. Menciono a Hitler porque según cuenta el propio Speer en sus memorias el cabo austriaco era mucho de memorizar estadísticas y de examinar continuamente variables numéricas, en su caso de producción de armamento, de pillaje y reservas de materias primas, de efectivos movilizados. Una guerra en abstracto, esos eran los numeritos de su perfil. No sé si nos entendemos. Finalmente las unidades militares eran meros fantasmas sobre el mapa, fantasmas que no escribían la Guerra de las Galias, fantasmas que no eran pupilos de Aristóteles, que ni trataban con Voltaire ni llevaban una biblioteca a cuestas desde Stalingrado. Bueno, muchos de sus mandos eran cultísimos en su propia subcultura del odio de raíces decimonónicas ¿Pero quien se acuerda de todos sus creadores salvo de Wagner? Con esto quiero decir que los números apestan y los numerólogos tienden a lo más infame (no pasa nada, aquí llaman periodistas a puros spammmers).

¿Recuerdan cuando la selección española era masacrada por la holandesa en el último mundial de fútbol y los patriotas del deporte aterrizaban de emergencia en el aeropuerto de la realidad y sus miserias cotidianas? Pues si lo vieron en directo a la misma hora se emitía un reportaje en otro canal. Trataba sobre Roberto Bolaño, un escritor chileno al que -por cierto- le rechazaron como título de un libro la expresión "Tormenta de mierda" que tanto gusta por aquí en su forma anglosajona.

Viene bien traerlo a colación aquí porque nos sirve para hablar de la literatura dentro del juego. Creo que Nabokov y Zweig tienen novelas que están ligadas al mundo del ajedrez. Bolaño con el Tercer Reich escribió una novela cuya trama tiene como uno de los elementos principales una partida de un wargame. Concretamente entre un joven alemán campeón mundial en ese wargame y un personaje marginal de la localidad turística (quizá Blanes o Lloret de Mar). Contra todo pronóstico no gana el visitante, gana "el quemado", el que se ocupa de las hamacas y pernocta en la misma playa.

Aquí gana siempre los mismos, los que más pagan dirá alguno. Este no es para mi el tema. Lo que quiero subrayar es que hay una novela que transcurre en gran parte a través de una partida de un wargame. Si un juego de estrategia inspira una novela ¿Por qué no puede haber una literatura dentro de este otro juego de guerra? ¿O es que para que gran parte de los jugadores entiendan eso tiene que ser de pago con dinero contante y sonante? Hay en la novela elementos similares a lo que aquí hemos denominado contexto (término acuñado mucho antes que los contextualistas por Pechorin). El personaje del chico alemán escribe artículos para fanzines de jugones y "el quemado" pega a la pared un texto durante la partida para recordar el carácter criminal del fascismo.

En resumen: No existe en la vida real por fuerza una dicotomía entre la cultura y lo militar, si la hay en este juego es de forma artificial porque los numerólogos o metrómanos conforman una clientela que gasta más fácilmente el dinero. En segundo lugar existe una literatura cuya trama transcurre en juegos de estrategia, por tanto no es descabellado una trama narrativa dentro de este juego compuesta por la suma de todas las contribuciones al módulo periodístico. En el reportaje antes mencionado aparece el dueño de una tienda de wargames que habla de como Bolaño conversaba con los demás clientes y enriquecía los juegos sacando historias de una imaginación cultivada con un sinfín de lecturas.

No llegaremos a su nivel. Pero podemos divertirnos más que ahora si queremos. No digan café porque Voltaire se tomaba 50 cafés al día y no era para contarlos.