GianPortillo - CUENTO / 1er CONCURSO eNACIONAL DE CUENTO - Versión: Baby Boom

Day 1,948, 18:12 Published in Colombia Argentina by Maximo Sierra


Vota por tu cuento favorito escribiendo "VOTO" en los comentarios del respectivo cuento. Cada cuento tiene una publicación diferente.
SOLO PUEDES VOTAR POR UN CUENTO.
Si votas por más de un cuento, se anularán todos los votos efectuados.
¡Lee, disfruta y vota!


CUENTO FINALISTA #2
TITULO: "Cuento"
AUTOR: GianPortillo

(El cuento se publica tal cual como lo envió el autor al concurso)


Cuento

Su cuerpo sentía la molestia de la banca del parque donde se encontraba sentado, lleva muchas horas ahí y el calor del sol no ha sido su cómplice. Hoy, raramente, usa perfume y tiene sus zapatos recientemente embolados para causar la impresión que espera darle a ella cada día.

Ella, la mujer con quien se encontrará esa tarde. La espera todos los días sin saber si irá, sin saber si sentirá aunque sea un poco de aprecio por él. No importa, es feliz con sólo sentir su aroma, con tan sólo escuchar su voz.

Las palomas se posan cerca de él, es lógico por su costumbre de darle migas de pan cada vez que va al parque. Siente los pasos de los zapatos que normalmente ella usaría, siente levemente su aroma, su fragancia. Y sin siquiera mover su cabeza hacia ella, le pronuncia su nombre:

- Raquel, que bueno que viniste.

Con una sonrisa de media boca ella contesta

- Sabes que paso por aquí todos los días, Miguel.

- No todos, hay días en que no te veo por aquí

- No es gracioso tu comentario. Normalmente no paso por aquí cuando me lleva a mi casa algún compañero del trabajo.

Hace una pausa, muy dentro de sí siente que Miguel es feliz con su rutina conversación y con una molestia retoma:

- La verdad, sólo voy de pasada. Hoy tengo que llegar temprano a casa, mi papá está un poco enfermo y tengo que darle su medicina. Un día de estos me quedaré a conversar.

- Descuida. Que se mejore tu padre.

- Gracias, Miguel.

Se despide sin siquiera haberse sentado al lado de él. Y camina en dirección hacia su casa, alejándose cada vez más del parque. Miguel siente cierta desilusión, no vale la pena quedarse sentado ahí más tiempo, toma su periódico y se levanta de la silla, recoge una bolsa de manzanas que había comprado para ella y se las lleva de nuevo para su casa. Al entrar se quita el sombrero y lo coloca en el perchero de la puerta, entra a la cocina y se sirve una taza de café mientras enciende un habano y se recuesta en el mecedor, dejando salir un bostezo.

Al día siguiente se baña y arregla como de costumbre y luego de haber comido alguno que otro bocado, abre la puerta de la alacena y toma su bolsa de migas de pan disponiéndose a ir al parque que siempre lo ha acogido, se sienta en la banca al llegar y las palomas lo recorren como es usual.

El día pasa y ella no aparece. Ya al anochecer, él regresa a su casa sin haber podido disfrutar de su presencia, sin haber podido escuchar su voz.
Han pasado varios días y ella no ha vuelto a aparecer y Miguel no deja de asistir a su cita con la mujer que nunca llega. Al noveno día, Miguel se levanta de la banca para poder emprender el viaje de retirada para su casa.

Sale del parque y baja del andén para cruzar la calle sin escuchar el sonido de un carro que se avecina desprevenido. Cuando el carro está a punto de colisionar contra su humanidad, Miguel siente que es halado hacia atrás por una fuerza angelical. Raquel tiró de su chaqueta haciéndolo caer sobre el pavimento salvándose así del casi infortunio accidente. Miguel siente el aroma de ella a pesar del dolor de la caída.

- ¿Raquel?

- Miguel, tienes que tener más cuidado. No deberías andar por ahí solo, sin la ayuda de un perro guía al menos.

- Tienes razón.

- Miguel, ¿puedo preguntarte algo?

- Claro que sí.

- No sé cómo vaya a sonar, pero quisiera que me acompañaras a mi casa. Mi padre falleció hace unos días y no quiero volver a esas oscuras paredes sin tu compañía.

Miguel se fue del brazo de Raquel y no volvió a salir nunca más de la vida de su ángel terrenal. Al poco tiempo la herencia del padre de Raquel le dio la oportunidad de brindarle, a su ciego compañero del parque, unos ojos para que Miguel pudiera verla a los ojos y poderle decir, cuanto la había amado en silencio todos estos años. Y él cada vez que puede le compra el mismo par de zapatos que hacían sonar sus pasos en el pavimento del parque y el perfume que ella siempre solía usar cuando se encontraban en el parque. Aún se ven, ya viejitos en la misma banca del parque dándole las migas a las palomas que los rodean. Aún se aman. FIN