Espada y escudo.

Day 1,594, 08:05 Published in Spain Spain by Sandarius

Bienvenidos al nacimiento del periódico "El Hombre Árbol".

Me he decidido a crearlo leyendo algunos relatos de compañeros en los que plasman sus ideas en forma de cuentos para entretener y extender el juego mas allá de los 15 minutos diarios. En especial a Artiles que con sus historias en "Diarios de Guerra" me ha convencido de este proyecto.

De momento quiero contribuir con un relato corto, que si gusta espero continuar periódicamente y ver hasta donde llega. No se si el relato será largo o demasiado corto, ya lo decidiréis vosotros con vuestra critica.

También quiero decir que no soy aficionado a escribir, así que perdonadme las posibles faltas de gramática que seguro que habrá muchas.

ESPADA Y ESCUDO

El campo de prisioneros Rikers 1302 había sido testigo mudo de como desde hacía ya dos años, un centenar de prisioneros de guerra de la alianza ONE subsistían hacinados dentro de sus gruesos muros.
El largo internamiento en aquel agujero infecto estaba haciendo mella en la moral del soldado Lobo. Varios intentos de evasión infructuosos habían minado su determinación por salir vivo de allí y su cabeza ya no era un hervidero de ideas de fuga como lo había sido hace unos meses.



Ahora lo único que hacía era dejar pasar los días y esperar que la muerte lo sorprendiera de cualquier manera, ya fuera por una de las palizas constantes a las que estaban sometidos por parte de los soldados norteamericanos, por alguna enfermedad, inocua en cualquier zona civilizada pero mortal en ese tipo de emplazamientos, o por cualquiera de otra docena de peligros a los que se tenían que enfrentar todos los días.

En uno de esos rutinarios días, una sonido estridente emitido desde varios altavoces daba por finalizada la media hora diaria de paseo por el exterior del edificio principal.
Lobo había hecho caso omiso de la obligación de volver a su celda y seguía vagando sin rumbo fijo hasta que se paró cerca de la muralla norte. Una idea pesimista le vino a la cabeza. Si intentaba escalarla, seguramente el esperado descanso eterno llegaría rápidamente en forma de bala disparada por cualquier M4 de algún Gusano ubicado en las torres de vigilancia.

Permaneció delante del muro durante un minuto y de pronto comenzó a ascender ayudándose de manos y pies, buscando los mínimos resquicios en las piedras desgastadas que formaban aquel muro de siete metros de altura.

Mano izquierda, pie derecho, mano derecha, la ascensión era más fácil de lo que parecía en un principio y ya casi llevaba las tres cuartas partes del recorrido.

De pronto, un grito de alarma se escuchó desde una de las torres…

-Alarm!!!Alarm!!!

Acto seguido se oyó un disparo de fusil.

Lobo, apretó los dientes, y esperó el desenlace final, pero no sentía nada extraño en su cuerpo aparte de la tensión en sus extremidades. ¿Habían errado el disparo?

ZUUUUMMMMMM!!!

Un ruido ensordecedor proveniente del cielo casi le hace perder el equilibrio. Miró por encima de su hombro justo en el momento de ver como un cohete HEDP hacia volar en mil pedazos la torre de vigilancia de ese sector.

Entre una lluvia de astillas y cemento empezó a sonar una sirena, y Lobo se obligó a recobrarse de la impresión y a subir el par de metros que le quedaban hasta la parte superior del muro.
Una vez allí, con línea de visión prácticamente de todo el recinto, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. El campo Rikers estaba siendo atacado por un helicóptero Q4 Eurocopter.

Una sonrisa empezó a dibujarse en su rostro.
Parece que la suerte no lo había abandonado del todo. Desde hacía unos tres meses las instalaciones estaban sufriendo ataques esporádicos de aeronaves aliadas, pero siempre durante las horas que no había ningún prisionero en el patio, y más bien eran ataques relámpago de pegar y huir, sin apenas causar daños.

De vuelta a la realidad, atisbó al otro lado del muro en busca de cualquier forma rápida de acceder a la parte externa de la muralla. Vio lo que parecía ser una estructura baja que podría amortiguar su caída si al final decidía saltar. No era la mejor opción pero si la más rápida.

De pronto, sintió un impacto en su brazo izquierdo. Acto seguido un dolor lacerante le recorrió todo el brazo y se dio cuenta de que ahora si había sido descubierto y le estaban disparando desde algún sitio. La bala solo le había rozado pero la sangre manaba abundantemente.
Mas impactos hacían saltar cascotes de cemento a su alrededor y se vio obligado a saltar lo más rápido que pudo.
Intentó dirigir el salto hacia la caseta baja pero mientras más se acercaba a su objetivo menos confianza tenia de que este hubiera sido un buen plan.
Un ruido de tejas rotas lo recibió al colisionar de lleno contra el tejado. Cayó sobre los pies y en un intento de no lesionarse, lo cual hubiera sido el fin de su aventura, trató de rodar sobre su cuerpo y así amortiguar el impacto lo mejor posible, lo que le hizo caer otro metro y medio desde el tejado al duro suelo.
Al incorporarse un dolor intenso le cruzó el tobillo y tubo que reposar contra el otro pie temiendo habérselo roto. Al cabo de unos minutos por fin pudo apoyarlo aunque no sin sentir dolor y notarlo algo inflamado.

Tenía que darse prisa en huir lo más lejos posible antes de que lo descubrieran y lo volvieran a encerrar o aun peor que lo mataran como hacían con los evadidos.
Dio unos pasos en dirección a la carretera pero escucho algo unos cien metros a su espalda que le hizo retroceder antes de aventurarse en terreno abierto.
A lo lejos, unos aullidos delataban la ubicación de varios de los perros entrenados por los guardias para labores de vigilancia, rastreo y ataque si era necesario. Se acercaban a toda velocidad hacia su posición y con el tobillo lesionado pocas opciones tenia de escapar a la carrera.
-Piensa Lobo, –se dijo mentalmente- para todo problema existe una solución. Miró a su alrededor en busca de cualquier objeto que le pudiera servir de arma improvisada y encontró una barra de hierro de 60 centímetros mas o menos, de las que se usan para cimentar cualquier estructura. Con esto podría golpear y también apuñalar si era necesario.
Por el rabillo del ojo vio un bidón de basura metálico de los que llevan la tapa suelta, que le serviría como escudo improvisado. Lo cogió con la mano izquierda y se colocó agazapado detrás de la esquina más alejada de donde provenían los ladridos, que cada vez se oían más nítidos.
Debían de ser por lo menos tres perros, y Lobo solo contaba con su “espada” y su “escudo”, dignos ambos del mejor caballero medieval.
Adoptó una postura de guardia que le permitiera golpear con fuerza sin que el tobillo se lastimara más de lo que estaba, y esperó el momento propicio de atacar.



El perro más veloz apareció por la esquina con las fauces abiertas y goteando una baba espesa. Lobo, en un acto de furia y determinación, descargó la vara de hierro con todas sus fuerzas contra la cabeza del animal, que con el cráneo partido en dos cayó fulminado, levantando una nube de polvo que le impidió localizar con claridad al segundo doberman que ya saltaba sobre él. Esta vez, solo le dio tiempo a levantar el improvisado escudo justo antes de que con un estrepitoso sonido metálico, el perro impactara contra él con tal violencia que casi le hace perder el equilibrio.
Lobo lanzó un golpe de arriba abajo que el ágil perro esquivó brincando hacia atrás y atacando seguidamente con una nueva dentellada que fue a rebotar de nuevo contra el abollado escudo.

Hubo unos segundos en los que se quedaron inmóviles uno frente al otro, estudiándose mutuamente buscando un punto débil por donde penetrar la defensa. Entonces el salvaje doberman acometió, saltando con sus potentes patas traseras intentando desgarrar el cuello humano de una mortífera dentellada. Lobo fue más rápido e interpuso la dura barra de hierro con el extremo puntiagudo hacia el perro, que con la ayuda de la inercia y el peso del perro se le hundió en la panza hasta salir por el otro lado.
Antes de que pudiera sacar su arma del cuerpo inerte del animal, un tercer canido ya se aproximaba a grandes zancadas.

Olvidando la barra, dio tres pasos a la carrera en dirección a su enemigo y cuando lo tenía a su alcance utilizó la tapadera metálica para asestar un golpe a modo de bofetada con una mano gigantesca. El perro cayó al suelo y emitió un fuerte gañido. Se levantó como pudo y huyo trastabillándose en sentido opuesto a Lobo sin dejar de quejarse.

El combate con los perros solo había durado un par de minutos, pero Lobo estaba cansado por la falta de actividad durante su cautiverio.
Se dispuso a salir corriendo pero antes echó la vista atrás y observó la “espada” y el “escudo” que le habían salvado la vida… por lo menos de momento…

CONTINUARA…