En concurso...: "Verano negro"

Day 1,072, 19:19 Published in Uruguay Uruguay by Matafuego

              Dale un respiro a tu eRutina
     
      Buenos días/tardes/noches a nuestros viejos y nuevos lectores.


Publicamos la cuarto obra de esta edición de los Premios eLatinoamericanos de Arte Literario.
Si te gusta no olvides votarlo ya que los ganadores de los premios y regalos del concurso, serán los más votados por los lectores.




Verano negro

Desperté ese día con el insoportable sol de enero golpeando mi cara pálida e hinchada luego de una pesadilla inigualablemente frustrante. Sin pensarlo dos veces giré mi acalorado cuerpo hacia la derecha y cerré mis ojos con intenciones de continuar mi odisea subconsciente, fue en ese preciso momento que ella gritó. Mi hermano estaba muerto. Asesinado. Solo pasó por mi cabeza el pensamiento egoísta de lo negativo que sería para mi salud mental el hecho de asistir a un entierro en un día tan excesivamente tropical, cuando en lugar de saludar gente indeseada podría simplemente disfrutar del sabor de una helada cerveza espumosa en el cálido confort de mi sofá de tres cuerpos y el aire acondicionado.

Era inevitable. Mi estúpida moral me obligaba a pasar una tarde parada en un cementerio deprimente, aguantando las condolencias de las chusmas del barrio mintiéndome directamente a la cara sobre cuanto extrañarán al extravagante Marcelo.

Se me dio por llorar cuando me di cuenta de que me había quedado sin helado de menta y el inmundo almacén de la esquina estaba cerrado. Además… Marce había sido asesinado.

Para no pensar mucho en el penoso hecho decidí cambiar, solo por el día, el helado por jugo fresco de naranjas.
Sobre Marcelo… me caía bien. Estaba dotado de esa sutil delicadeza que poseen los homosexuales en general, lo que para mi era algo así como un beneficio ya que tenía mi amiga psicoanalista personal. Físicamente me hubiera atraído… de no haber sido mi hermano… o gay. Tenía el cabello lacio, bien negro y se lo dejaba crecer hasta no más de los hombros. Sus ojos eran celestes, siempre estuve convencida de que su padre no era el mismo que el mío, y tenía unas pestañas hermosas. Su piel, siempre consideradamente bronceada, era igual de suave que la seda, excepto que hubiera olvidado afeitarse por la mañana. Estaba bien dotado… en un par de oportunidades había podido tantear sus cualidades y creo que hubiera tenido chances espectaculares en el mundo de la actuación. En fin, eso no viene al caso. Era bastante reservado, jamás me contó nada más que sus sentimientos cuando hablaba de sexo. Sin embargo fue él quien me advirtió de los peligros de crear lazos con hombres mayores de 30 y menores de 19 años. Era una buena persona.

¿Por qué tenía que ir? Iban mis padres (a pesar de la decepción y disgusto que les había causado la orientación anti-natural de mi hermano mayor con respecto al goce físico) yo tenía que ir y ayudarlos a enfrentar el hecho de que, aunque no hubiera muerto, el apellido se extinguiría, una hija y un(a) hijo/a, no habría nietos de apellido Goldwicz (todos agnósticos, excepto papá).

Al cabo de media hora comenzó a llegar la gentuza malintencionada a comentar sus buenos momentos con el simpatiquísimo “Chelo” a quien siempre trataron de manera despectiva en las fiestas vecinales… así llamaban a las reuniones chismosas y criticonas que hacía la gorda de enfrente el primer viernes de cada mes. Hablaban como cotorras en primavera, no se escuchaban unas a otras ni a ellas mismas, escuché tanta frase sin coherencia ni cohesión que me consideré una sabia practicante del idioma de la real academia de la lengua española. Mientras tanto, mi Marce, metido en un traje negro como los que usaba a los 15 para las fiestas, parecía un hombre de verdad… creo que era la primera vez, desde que tengo conciencia, que su muñeca no estaba quebrada, pero lamentablemente, esa hermosa imagen masculina era una farsa creada por el enterrador… ¿o es el maquillador? ¡Quién sabe!

Ya había pasado lo peor (las palabras del cura), ahora venía lo segundo peor: el discurso que cada uno que quisiera haría sobre sus vivencias infantiles, quien sabe si no homosexuales, con mi queridísimo, pero en ese momento detestado, hermano. Hubo uno que me gustó, habló de Marcelo como se habla de un gay con personalidad hermosa y defectos insoportablemente insuperables por cualquier ser humano en la tierra.

Uno de estos defectos era su excesiva confianza en los demás. Siempre quiso a todo el mundo, nunca habló mal de nadie, pero a raíz de eso se juntó con gente que no se tenía que juntar y agarró mañas que hubiera sido preferible no agarrar, tal como el sexo con parejas no estables.

Era estrepitosamente atomizante escuchar las descripciones físicas de cada uno de sus levantes, frecuentemente acompañadas de la frase “me enamoré”. Con su camisa de lycra negra era que ganaba más… se veía como un extravertido cuando, en realidad, creo que no había ser humano sobre la tierra más tímido que él.
Por fin terminaba de hablar mi madre, ahora me tocaba a mí, no sabía que decir, por que rumbo arrancar, si hablar de lo positivo que Marcelo tenía o de lo aburrida que estaba de escuchar tanta palabrería sin contenido sentimental. Solo tenía que abrir la boca para que las abrumadoras frases que manifestaban mi temporal deficiencia mental salieran de mi boca. Tuve que controlarme, de otra forma mi impulsivo padre me arrancaría los ojos y con un alicate abriría heridas lentamente mortales en la totalidad de mi cuerpo y agonizaría desangrada… no era exactamente la mejor manera de morir. Entonces recordé cuando, a solas, me confesó su gusto por las extremidades genitales masculinas. Fue, creo, el mejor momento que pasé con él, intercambiando opiniones, discutiendo si el morocho de la esquina era realmente más lindo que el rubio de pelo largo de la casa de atrás, convenciéndome de que abandonara la vigorosa imagen de Brad Pitt en “Leyendas de pasión” por el cuerpo poco trabajado de Leo Di Caprio en “Titanic”, a veces hasta insinuando pedir prestada una camisa que a él le quedaba ajustada.

Todas las caras se transformaron cuando me escucharon hablar de tal atrocidad, después de todo, ser homosexual es como un atentado al mundo perfecto del todopoderoso judeocristiano, y allí eran todos, mejor dicho, en su mayoría judíos o cristianos. Nadie podía creer que yo dijera algo así cuando Marce tenía tantas cosas positivas… A mi parecer, él era todo positivo… y eso era malo, pues también tenía HIV positivo.

En sus aventuras de media noche, muchas veces, olvidaba lo bueno que podía ser tener un poco de látex a mano y simplemente se dejaba llevar por su instinto animal. A más o menos un año de su confesión le llegó una carta. Al ver el remitente se dibujó una sonrisa en su cara que inmediatamente desapareció al encontrarse con la rosa negra en la hoja enviada. No tardó cinco minutos en tomar el teléfono y reservar hora para un triste examen de sangre al cual lamentablemente lo acompañé. Los resultados salieron demasiado rápido, no en tiempo real, sino quebrando la esperanza demasiado pronto. Todo era demasiado. No lloré, él sí.

Al cabo de un año su piel estaba llena de manchas, su hermoso bronceado se había convertido en una estremecedora palidez que parecía complementada por las verdosas ojeras que caían de sus ojos secos. Su cabello perdía brillo y sus manos ganaban nerviosismo, temblaba de frío en medio del verano y llegaba a cuarenta grados de fiebre en menos de tres minutos. Constantemente estaba resfriado, le costaba ya respirar. Por encima de todo, el arrogante orgullo de mi padre era tan fuerte que no venía a visitarlo. Parecía que no podía haber nada peor… no había nada peor. El 20 de enero, cuando le llevé su desayuno, le sangraba en abundancia la nariz. Me dijo tres palabras al oído que nunca olvidaré y se me escapó una lágrima. Me preguntaba como podría yo hacer eso mientras tomaba la almohada y la presionaba con fuerza sobre su cara. Lo hice, lo salvé de la miseria en que vivía y solo bastaron 3 palabras: “Por favor, ayudame”.
Sin saber que hacer me levanté y ataqué eufóricamente el pote de helado de menta que descansaba inmóvil sobre el piso del freezer. Cuando lo terminé simplemente lo apoyé sobre la fía mesada de mármol de la cocina vieja, después de todo, al otro día vendría Miriam, la empleada, y tendría por lo menos algo que hacer ya que sus habilidades de limpieza no parecían del todo desarrolladas.

Sin tener nada que hacer, completé la lectura de mi libro abandonado y me dediqué al análisis de la esquizofrenia que sufría esa cucaracha… Kafka, “La metamorfosis”. Estaba todo tan quieto que daba miedo, pero me sentía bien, como si hubiera salvado al mundo. Decidí acostarme a las diez, estaba brutalmente aburrida y el día de mañana sería largo y pesado, entonces dormí… soñé.

Desperté al otro día con el insoportable sol de enero golpeando mi cara pálida e hinchada luego de una pesadilla inigualablemente frustrante tras haber asfixiado a mi hermano.



Ainhoa es Bolso
eUruguay





Si querés presentar tu arte (cuento, poesía, prosa, etc.) y ganar alguno de nuestros jugosos premios, mandalo por MP a Matafuego.

     
Dale un click al logo para saber más del concurso y ver todos los trabajos presentados.


Saludos