Crónica Pagafantástica con Invasión y Feliz Retorno

Day 1,619, 10:15 Published in Spain Spain by Espaugyl





La vida de un intrépido Corresponsal de Guerra no suele ser un lecho de rosas, pero lo que me ha acaecido esta semana me ha hecho aborrecer a esas flores y hacerme recordar que mi oficio no está exento de riesgos, tanto en el frente como tras las líneas, y menos cuando las tropas enemigas carecen de cierto vocabulario básico, como el verbo depilar. Me explico.


Todo comenzó cuando mis penurias económicas me decidieron por participar en el concurso que convocaba mi empleada Lantanique, un ser curvilíneo donde los haya, de andar felino y torva mirada sensual que puede hacer adjurar de su fe a un talibán para que haga la Primera Comunión, o que un señor de color (de color negro, se entiende) quiera hacerse del Ku Klux Klan tan sólo por complacer un aleteo de sus largas pestañas.


El concurso, como buena catalana, era por San Jorge, que inexplicablemente llaman San Jordi en memoria de un personaje local, de gran parecido a Sumsura, y que fue durante años presidente de una comunidad de vecinos de allí o algo parecido. El asunto pagafantil consistía en regalarle libros a Lantanique con dedicatoria y rosas, sin que esto condicionase a la convocante a dar premio alguno al participante si no lo consideraba ganador… lo que me hizo reflexionar sobre la posibilidad de montar también un “concurso” en el que se participase regalándome cosas, a ser posible gold, pero lo descarté por ser mi físico ligeramente menos atrayente que el de ella.



Las confusiones y los milagros de la evolución. De izquierda a derecha tenemos a San Jorge, después al precursor de la festividad de Lantanique y el sujeto en la actualidad…


Mis escasos recursos llegaban para el libro pero para la rosa no, así que tuve que decidir entre una última copa en El Bar o para la flor en cuestión, por lo que decidí obviamente lo primero y acudir a mi etílica imaginación después. Habiendo dejado a deber mucho más de lo que pagué, como viene a ser mi modus vivendi, llegué tambaleante a mi casa con la firme determinación de matar dos pájaros de un tiro y que Lantanique me aceptase en su casa como obsequio y algo más, ya que lo que rondaba por mi cabeza era disfrazarme de rosa, hacerme entregar en su casa, y que se rindiese a mis encantos varias veces consecutivas y en varias superficies horizontales.


Con un par de calzoncillos rojos en la cabeza, de olvidada procedencia y que atribuí a algún impulso bajo los efectos del alcohol, simulé los pétalos, me enrollé en una amarronada y mohosa alfombrilla de baño para simular el tallo, habiendo pegado previamente puntiagudos trozos semiderretidos de chocolate para simular las espinas, me envolví en celofán y me metí en una caja de madera que tenía en la puerta. Con mi móvil regateé y contraté muy baratito el servicio de entrega con el chino del barrio, que regenta un bazar, un restaurante, dos bares de tapas españolas, un par de talleres clandestinos de ropa y una empresa de paquetería. El hecho de que le dijese que le iba a pagar en unos días y el darle mi nombre auténtico, de desigual fama acreedora, creo que no le gustó mucho, pero confié en ser recogido y llegar a destino en unas horas para llevar a cabo mis apetitos lantánicos.



Yo soy el de dentro, el que está disfrazado de rosa para Lantanique


Ahora estoy casi convencido de que no le caigo muy bien al chino. En estos días la caja ha estado en varios aeropuertos internacionales, ha sido embarcada en un mercante malayo, vuelta a embarcar en un buque oceanográfico, conseguí salir aterido y semicongelado para descubrir que mi caja estaba mezclada con las del equipo de una expedición asiática al Polo Sur y finalmente he conseguido llegar a Lisboa, desde Macao, en un cargamento de felpa y otras telas, todas del mismo color y llenas de logotipos y escudos del Ejército de ePortugal. Por la tripulación supe que eEspaña había comenzado hostilidades contra esta gente y como el hecho de ser Corresponsal de Guerra nunca me ha proporcionado más seguridad que la que pueda tener una pompa de jabón en medio te un tornado, decidí intentar llegar a eEspaña sin llamar mucho la atención, tarea un tanto difícil estando como estaba aún disfrazado de rosa. En las bodegas sólo había esa extraña tela monocolor y con un buen trozo me hice un poncho, me puse uno de esos logos del Ejército de ePortugal, pegado con un chicle usado que encontré en el suelo a falta de hilo y aguja, y me adentré en las instalaciones portuarias lisboetas sin saber muy bien cómo iba a llegar a tierras patrias.


Me llamó la atención un barco de bandera brasileña del que desembarcaba un contingente de variopintos afiliados del Proyecto Sheldonista, fácilmente reconocibles por sus camisetas con la cara de Sheldon Cooper. Aunque no le encontraba sentido a aquello recordé que yo fui afiliado de ese partido, son cosas que ocurren en noches en las que hay más alcohol que sangre en las venas y alguien dice de hacerse un tatuaje en los genitales, otro quiere demostrar que sabe volar tirándose desde un quinto piso y en un alarde de estúpida valentía alguien dice que es capaz de hacerse miembro del partido con más gafe del eMundo, como fue mi caso, así que ni corto ni perezoso enseñé mi carné de afiliado y subí al autobús que los esperaba para llevarlos a eEspaña.


Nada más salir del puerto de Lisboa, pasando cerca de unas playas, quedé horrorizado con lo que vi, era escalofriante ver para qué querían el extraño cargamento de telas del barco en el que llegué, era la prueba de que aquella guerra era mucho más seria que otras veces, la prueba de que los preparativos eran de Guerra Total e inhumana: ePortugal tenía Armas de Destrucción Masiva (sí, con mayúsculas).



El Arma Definitiva de ePortugal, la toalla con el mayor poder secante y absorbente que la Humanidad ha conocido


Por el camino, en el autobús, no quise abrir la boca para no ser descubierto, ya que todos hablaban en gallego degenerado con acento selvático, por lo que era evidente que eran tan brasileños como el barco del que desembarcaron. Algo pude entenderles de que se presentaban a unas elecciones y yo asentía y reía con ellos como si me importase una mierda lo que querían hacer.


Llegando a la frontera se me encogió el corazón. Entre miles de bigotudos soldados portugueses, unos con faldas cual escoceses y otros no (los primeros con extrañas y pares protuberancias pectorales, todo hay que decirlo), observé a un valiente soldado español de pie en las trincheras discutiendo a voz en grito con un enemigo. Distraído como estaba no vio como un agente de la GestapoeRepublik, Hans para más señas, llegaba por detrás sonriente, le aplicaba la porra eléctrica y lo arrastraba entre convulsiones a su negra furgoneta… era elMengu quien con espumarajos en la boca aún conseguía mencionar a la madre de Halesisus y su oficio mientras a patadas lo metían en la furgoneta… otro héroe chocopunteado sin piedad, di gracias a eDios por tener a Hans distraído y no ser yo.



Cual perro de Paulov, en cuanto veo este furgón me entran ganas de sentarme en el inodoro durante el tiempo de quedarme muy limpio por dentro o de leerme “Guerra y Paz” varias veces


El autobús llegó presentando documentaciones falsas hasta territorio español sin problemas, yo bajé como uno más para no ser descubierto, rascándome la cabeza y el culo al mismo tiempo mientras masticaba un plátano, y en cuanto los perdí de vista corrí hasta El Bar, de donde no debí haber salido. Con el miedo en el cuerpo aún procedí a quemar mi carné sheldonista con la convicción de que tener una acreditación de un partido gafe pudiese ser la razón de la mayor parte de mis desventuras, por lo que procedí a afiliarme a algún partido donde la mala suerte no estuviese en sus Estatutos, no hubiese herramientas en su escudo y fuese lo suficientemente nuevo como para que no le debiese nada a nadie... y lo encontré, lo que son las cosas, y encima me dicen que les haga el Boletín del partido y todo… no saben lo que han hecho.



Desde la seguridad de El Bar, lejos del frente, sus bigotes y la gente pegando como locos porque hay medallas nuevas (con lo peligroso que es eso) se despide este Corresponsal aún con el temor de ver caer sobre su ciudad una toalla de proporciones épicas.


Espaugyl