Crónica Más Congresual y Peligrosa si Cabe

Day 1,978, 04:36 Published in Spain Spain by Espaugyl



Casi un mes más en el eCongreso y aún no se han dado cuenta de que no he sido elegido, de hecho no sabía ni que esto se elegía, ni entre qué cosas. Lo cierto es que no es difícil ser eCongresista un mes tras otro, sólo hay que esconderse nada más acabar la legislatura bajo el escaño o bajo un Proyecto de Ley de 45 volúmenes sobre la protección del hábitat natural del dodo (tanto da que estén extinguidos, un hábitat es un hábitat) y, tras una incómoda noche arropado por papelajos y votos nulos, de los que se acumulan en las votaciones cual pelusas ombligales de llamas, sólo hay que hacer como el que acaba de llegar por la mañana para que los nuevos congresistas se crean que has entrado con ellos (si queréis saber cómo y a qué velocidad llegué por aquí solo tenéis que leer mis Crónicas anteriores).

Por desgracia, el portento anatómico de la naturaleza congresual, Xilmar, es una firme defensora de las elecciones y esas cosas, sean lo que sean, así que sentí mucho no tener donde reposar la vista, e intentar reposar mis extremidades y demás, durante este segundo mes.



La eCongesista Xilmar en una de sus últimas intervenciones en el eCongreso. La intervención se saldó con dos arritmias, cinco congresista taquicárdicos y tres divorcios en mente por comparación


Con decrecimiento y evidente merma de mi interés congresual, sexapilmente hablando, ha ido transcurriendo este mes, no sin algún hecho que sí debo destacar, aunque no lo recuerdo bien ni con detalle, ya que en la cafetería del eCongreso siguen creyéndose que soy una persona de bien y mi cuenta etílica sigue creciendo a buen ritmo y salud, con todo lo que conlleva para mi discernimiento y cíclicas amnesias por ahogamiento neuronal en alcohol.

Dormitaba un día en mi escaño, estirado sobre los adyacentes, que creo que no han sido ocupados desde que la GestapoeRepublik era tan sólo un grupo de adolescentes taciturnos que descubrían sus instintos desviados en acampadas sin variedad de género y mucha oscuridad, cuando oí que decían algo tras de mí que me desveló y me intrigó al mismo tiempo:



-Y ahora dice que quiere desmontar lo de las Q4 ¿para qué ayudó a montar ese tinglado y lo continuó entonces? No dice ni cuántos millones de dinero público ha costado, ni quién se benefició, ni dice saber los millones que ha robado uno que llevaba el asunto y que por eso, y el desastre que ha sido, se desmonta.


Al principio sólo maldije que alguien en el eCongreso estuviese despierto y me interrumpiese mi merecido descanso como prócer de la ePatria, pero algo en mi cerebro se encendió cual chocopunto al rojo. ¿La palabra "millones" había aparecido en la misma frase dos veces y en plural? ¿Cuánto es un millón? ¿Es cierto que si tienes millones puedes dejar a deber en todas partes cifras equivalentes porque piensan que tu dinero es para pagar? Un torbellino de ideas se abrió camino entre mis neuronas resacosas de las cinco de la tarde y me dio una claridad mental similar a la del inventor del fuego cuando por poco escapó de un rayo que dio en un árbol, tras el que acechaba a una vecina de cueva de buen ver, o cuando a alguien se le ocurrió que era mejor amarrar a un palo unos hilachos absorbentes para recoger la expulsión oral de alimentos, tras una intensa celebración etílica, en vez de hacer que el perro lo reciclase con su lengua como alimento exótico.

Todas mis ideas fueron canalizándose, corriendo y tropezando con codazos y mordiscos como si de españoles en busca de una mina se tratase, y quedaron cristalizadas en una idea luminosa y concreta: Si yo suelo ser parte del público de muchos acontecimientos, aunque siempre a distancia prudencial y con vías estudiadas de escape, y acabo de oír que no hay control sobre millones de dinero público para ayudas… pues, obviamente, yo, como público que soy, al tiempo que algo descontrolado y poco ayudado, tenía el deber moral de hacerme con algunos de esos millones que, tal como he razonado, me correspondían por derecho y que nadie echaría en falta.



A río revuelto, ganancia de pescadores. Lo de las Q4 parecía ser más bien un pantano con fugas y mi deber como congresista es evitar que esas fugas caigan en malas manos, es decir, en las de cualquiera que no sea yo


Cuando pregunté que a quién debía dirigirme para recabar datos sobre ese Proyecto Q4 me señalaron a un extraño melenas, de nombre declinable y cargo de ministro (de ahorro, escatimos y otras economías, creo), que parecía querer estar en todas partes pero no estar en ninguna. Observé que contestaba a los buenos días con gruñidos y respuestas del tipo “lo serán para usted, piltrafa humana” y seguía su simpático ir de un lado para otro. Difícil me resultó abordar al melenudo, pues con paso firme y decidido caminaba a buen ritmo sin hacer caso de nadie. Afortunadamente, cuando ya creía perderlo en la salida del eCongreso, algo lo distrajo: Una moneda de un ESP brillaba solitaria en el suelo.

Al frenar en seco, aproveché para interpelarlo pero, cuando me aclaraba la voz para usar el mejor y más educado tono de los que tengo catalogados para embaucamientos varios, un novato pedigüeño que se encontraba entre cartones cerca de la puerta saltó, con una agilidad fruto de la necesidad, a por el ESP que el ministro casi había cogido del suelo. El ministro, no menos rápido, consiguió su preciada moneda en el último instante y, con una sonrisa, pisó las manos al necesitado novato al tiempo que reanudaba su camino.



Novato indigente durmiendo junto a su última arma momentos antes de que le pisaran las manos, al competir con el melenudo ministro, a la hora de llegar antes a una moneda de un ESP que brillaba solitaria a la puerta del eCongreso


La escena me dejó con la boca abierta y sólo acerté a reaccionar cuando se subía en su coche oficial.

-Sr. Ministro, soy el eCongrecista Espaugyl, permítame interpelarle- dije pareciéndome ridículo aquello por sonarme a que le había ofrecido un corte de pelo, pero me dijeron que así debía decirlo.

-Dígame… econgresista- me contestó el melenudo con un tono parecido a cuando se ve uno forzado a describir con detalle una deposición semi líquida y verdosa de un perro con sarna que está vomitando.

-Quisiera preguntarle sobre las Q4- me aventuré inocentemente a ser directo- ¿Qué es una Q4? ¿De qué color son? ¿Qué comen? ¿Qué cilindrada tienen? ¿Cuánto dinero han robado de ellas y a dónde hay que ir para comprobar las medidas de seguridad, el procedimiento que se usó y ver si es posible que alguien robe más, eDios no lo quiera?

-Todos esos datos son difíciles de reunir… econgresista- me respondió el melenudo con la misma cara que yo mismo puse el otro día cuando abrí un "taperguare" con pescado que había dejado accidentalmente al sol durante una semana.

-Pues dígame al menos cómo alguien sin escrúpulos puede robar y quedar impune… y no me mire así, que soy un firme defensor de que los criminales deben ser perseguidos siempre, sobre todo si son bajitos y no van armados- añadí queriendo dar una pátina de respetabilidad a mis hábiles preguntas para no levantar sospechas.


Respuesta, lo que se dice respuesta, no obtuve… bueno, quizás lo fuese el salivazo que el Sr Ministro propinó a mis sufridos zapatos anti-peligro de experimentado velocista, pero yo prefiero atribuirlo a un accidente por la falta de cálculo al estar accionando el elevalunas al tiempo que le daba una colleja al chófer para que se pusiese en marcha.



Estado en el que quedaron mis zapatos tras ser escupidos "accidentalmente" por el Sr Ministro (debería cambiar de marca de chicle o lavarse la boca con sosa caustica)


Muchas veces se repitió esta escena, con algunas variantes. Yo, como amateur de las altas finanzas públicas, siempre intentaba arrancarle información sobre los suculentos dineros que injustamente sólo podían ser robados por profesionales, y el ministro de marras conseguía zafarse siempre aludiendo a innumerables ocupaciones. Varios pares de zapatos hube de tirar con rapidez cuando noté que los “accidentales” escupitajos eran cada vez más ácidos y se abrían paso hacia mis indefensos pies, aunque la defensa pasiva de mis calcetines hidrófobos por el uso me salvaron los dedos un par de veces.

El tiempo pasó sin resultados y un día, al despertarme en mi escaño rodeado de botellas y tazas de café, me sorprendí al ver al melenudo en el estrado dando, a su manera, las gracias por haber sido votado como ePresidente. Casi me quita el sueño la noticia, pero afortunadamente su discurso era lo suficientemente soporífero como para vencer el impulso de despertarme del todo y me arrebujé entre varios proyectos de ley calentitos para seguir durmiendo hasta el siguiente debate.

Pero la placidez de mi escaño se truncó finalmente cuando el nuevo ePresidente comenzó a hacer cosas… bueno, a no hacerlas, mejor dicho. Era imposible intoxicarse etílicamente y dormitar en el hemiciclo con tanto sonar de sirenas de alarma, carreras de pánico y discusiones. Cuando no se había perdido un territorio eran dos o tres y no se qué bonus, o algo de un tratado y una fianza, y si esto no era suficiente, había quien se empeñaba en hacer leyes sobre el mar, gatos y su abuela en bicicleta. El Paraíso era ya un sueño anhelado y perdido, allí ya no se podía estar.

Varias veces me crucé con el nuevo ePresidente y miedo me dio. Gritaba por los pasillos clamando por su dinero, por su tesoro, por sus 500.000. Con ojos inyectados en sangre miraba a unos y a otros acusándolos de traidores o de jugar a favor de los polacos, cosa que también me dijo y me extrañó, ya que ni a mí me gusta el fútbol ni sabía que en eBarcelona había un equipo de semejante deporte (cualquier actividad no horizontal en la que se sude ni es natural ni sana y por tanto no me interesa). Si a esto le sumamos que juraría haber visto sentado en la Mesa del eCongreso a una llama con bigote y cara de baturro, y que una vez me pareció ver a un cefalópodo que iba dejando un rastro de tinta o aceite, quien sabe, aparentemente atraído por mis encantos, pues estoy comenzando a plantearme seriamente la posibilidad de hacer un desfalco menor y pagar mi cuenta pendiente en El Bar y así poder tener un sitio en el que, incluso con el peligroso e invertido Hanss de la GestapoeRepublik, pueda sentirme a salvo.



He visto de todo en el eCongreso cuando estaba despierto, pero os juro que lo de ver un cefalópodo enamorado que me seguía y me miraba con ojos tiernos perdiendo tinta o lo que sea… eso sí que me ha hecho estremecer


Desde la cafetería del eCongreso, donde ni beber tranquilo puedo con las alarmas de Moción de Desconfianza Ilegalmente Legales de Voto Inverso que suenan por todas partes, se despide este Corresponsal de Guerra metido a eCongresista con la sana esperanza de que un avión de buen tamaño se estrelle contra el edificio cuando yo esté bien lejos y en brazos de cierta ex econgresista exuberante, arisca Lantanique, alumna distraída o fémina anónima de buen ver y mejor yacer... o todas al tiempo.


Espaugyl