Crónica desde Canarias

Day 1,441, 21:25 Published in Spain Spain by Espaugyl




No es la primera vez que escribo en eRepublik, pero sí es la primera que lo hago desde mi propio periódico. He decidido convertirme en corresponsal de guerra a tiempo parcial, media jornada y comiendo en casa, para dar una visión completamente subjetiva de lo que la ciudadanía ha de saber desde el campo de batalla.


Esta primera crónica la escribo desde la mayor de las penalidades, entre ruinas y cadáveres, desde el sentir y el penar de encontrarme en la otrora tierra española y ahora tierra brasileña: escribo desde las Canarias ocupadas.



Las Canarias no están verdes por su vegetación o por envidia, es por estar bajo el yugo brasileño


Pero empecemos por el principio. Desde que decidí convertirme en corresponsal de guerra muchas preguntas me asaltaron, preguntas fundamentales para ser un buen profesional, preguntas técnicas, serias y fruto de noches en vela, tales como ¿cuántas maletas puedo facturar en un transporte de tropas? ¿debo llevar un paquete de tabaco amarrado al casco aunque no fume? ¿es de derrotista o de precavido activar el servicio roaming de mi teléfono por si las llamadas desde Canarias dejaban de ser llamadas nacionales?


Como la guerra tiene la fea costumbre de empezar haya o no haya llegado la prensa decidí partir de inmediato a donde hacíamos frontera con nuestros enemigos. Quise ser práctico desde un primer momento y mi único equipaje consistió en una muda limpia y otra sucia (para ir adelantando acontecimientos), mi netbook, mi casco, mi máscara antigás, mi uniforme de camuflaje militar (así si se escapa un tiro me lo llevo yo) y mi cámara. De esta forma me dirigí al aeropuerto y por 20 ESP adquirí un vuelo a Canarias, con la desagradable sorpresa de que al ser de Ryanair 3 ESP era el precio del billete y 17 ESP el de mi escaso equipaje.



El autor intentando ahorrarse los 3 ESP del billete pagando únicamente el abusivo precio del equipaje


Las azafatas, irlandesas de piel lechosa hasta la tirria y nula capacidad de hablar español, hicieron gala de su amabilidad y no me dieron ni la hora si no les enseñaba primero mis ESPs, así que decidí portarme con ellas como el caballero que siempre he sido y las obsequié con mis afectuosos pellizcos en donde la espalda pierde su digno nombre y me dirigí a ellas en todo momento con la dulzura de un Bécquer o de un Machado con frases como “No me juyas que te vi a estrozar a empeyones en los lavabos en cuanto me desamarre del sillón, cordera” y otras frases menos delicadas.


En cuanto llegamos a Tenerife la cruda realidad me despertó de mi romanticismo azafatil: nada más abrir la compuerta, en cuanto puse un pie en la escalerilla, silbó a mi alrededor una descarga de plátanos que se estrellaron en el fuselaje del avión. Llegamos en plena toma del aeropuerto de Los Rodeos. Los soldados españoles y brasileños luchaban fieramente, contrastando la seriedad del armamento español y el de sus aliados polacos y serbios con el de los brasileños, croatas, turcos y griegos (lo he dicho bien, sí, estaban juntos y no ardían por combustión espontánea estos últimos cuando se rozaban). Lo de la seriedad es fácil de explicar, porque los nuestros disparaban sus armas de fuego, sus bazucas, avanzaban o retrocedían con tanques apoyados por helicópteros… pero el enemigo… el enemigo… el enemigo tenía camiones de plátanos, croquetas, kebabs y otras mierdas que no paraban de lanzarnos con infernal eficacia. Vi con asombro como derribaban helicópteros con certeros kebabs que anulaban la visibilidad de los pilotos, vi plátanos lanzados en tal cantidad que obturaban los cañones de los tanques, vi como lluvias de ardientes croquetas impactaban contra nuestras tropas atragantándolas y quemándoles la lengua (estaban recién sacadas del aceite y apenas escurridas)… la crudeza de lo que vi me tiene aún impactado, ni la población civil pudo librarse de todo esto.



Violación de la Convención de Ginebra por parte de los brasileños disparando indiscriminadamente contra la población civil


Las batallas se sucedieron con una clara ventaja brasileña durante la noche, pero una vez que nuestras tropas se despertaron, se rascaron y restregaron los ojos, tomaron su café y la tostada de pan de campo con ajo y aceite (es nuestra arma secreta en el cuerpo a cuerpo contra extranjeros poco habituados a nuestro aliento), pronto fuimos ganando batalla tras batalla hasta parecer que la victoria estaba al alcance de la mano. Pero entonces los refuerzos Viseros entraron en liza, los plátanos llovieron torrencialmente, las croquetas taparon el sol y los kebabs y yogures griegos formaron una insalubre y pantanosa combinación aniquiladora… perdimos Canarias, por muy poco pero la perdimos.



En las últimas horas la lucha fue casa por casa, habitación por habitación, con demoledoras ráfagas de plátanos


En estos momentos comparto penalidades con los míos, con los bravos compatriotas que vencidos y prisioneros farfullan de todo acerca de las madres, novias, esposas y hermanas de los invasores brasileños que los custodian entre alambres de espino, y en solidaridad he decidido irme temprano al hotel y meterme solo en la cama (el Gran Hotel Semiramis del Puerto de la Cruz). Eso sí, como acto de sabotaje a los invasores he estado hasta hace poco en el bar del hotel y he consumido, a mi pesar, todas las bebidas alcohólicas que pudiesen haber caído en manos de estos extraños primates de habla portuguesa para que así no puedan celebrar su efímero triunfo.



Españoles prisioneros organizados en un coro cantando a sus carceleros “La cabra, la cabra, la p**a de la cabra” en clara referencia a madres, hermanas, esposas y novias de los brasileños


Desde las Canarias bajo ocupación se despide este corresponsal.

Espaugyl