Crónica del Fin del eMundo y sus Presagios de Saldo

Day 1,859, 09:41 Published in Spain Spain by Espaugyl



El Fin del eMundo ni tiene educación ni maneras, es de los que dicen que vienen un día a una hora, anunciándolo con miles de años de antelación y luego nada de nada… y eso no es bueno, que quienes tenemos confianza en los grandes eventos apocalípticos sólo conseguimos con estas cosas el deterioro hepático desmedido por despedida del eMundo y una cuenta por ello en el gremio de hostelería que igual querrán hasta cobrarme con el Apocalipsis retrasándose. En resumidas cuentas, una semana extraña esta en la que mi afán por desinformar subjetivamente como Corresponsal de Guerra ha estado entorpecido por este molesto e informal Fin del eMundo.

Los primeros síntomas de la falta de seriedad del Apocalipsis fueron sus extrañas señales de preaviso que daban a entender el fiasco consiguiente y que no supe ver. Un Fin del eMundo serio suele ser muy clásico en sus formas previas, con terremotos, huracanes, meteoritos, lluvias de ranas, perros y gatos cohabitando y el agua caliente acabándose en plena ducha… lo que suelen ser los presagios típicos de todo profeta agorero que se precie, pero no ha sido el caso, que aquí la cosa no ha pasado de un oscuro pajarraco endiosado en la presidencia, muñecos de nieve devoradores de cerebros casi imposibles de matar cerca de mi casa (donde la última vez que nevó fue hace 60 años) y lo nunca visto, a hordas de combatientes de las FFAA con sus andrajos pidiendo por las calles para poder comer y combatir por eEspaña porque el eGobierno les paga de 8 en 8 días sin causa justificada. Vamos, lo que se dice presagios de saldo, presagios de guionistas de culebrones escribiendo tras irse de fiesta con Avutardo y su botiquín de pastillitas de colores.



Ejemplo del acabose planetario serio y de buena familia, llegando puntual y siendo efectivo… y no esta informalidad que reina con todo aún en marcha y sin fecha


Pues con resaca, que suele ser mi forma habitual de afrontar la evida por las mañanas, no fui capaz de encajar las piezas, creyéndome que todo estaba a punto de irse al mismo sitio al que se van mis pensamientos de castidad cuando me encuentro con sin pares eciudadanas lantánicas o con las que han sido mis voluptuosas alumnas en mi Academia de Periodismo, y me dispuse a afrontar la última semana sobre el planeta. Por lo pronto quise ser radical, desenfadado y original, así que creí llegado el momento de algo que apenas hago por innecesario, por ser el mejor cobijo para mis feromonas, la placa Petri de mi sexapil y el hogar de mis irresistibles encantos, pero hice de tripas corazón y decidí cambiarme de ropa interior. Cuento esto porque no fue una tarea fácil, ya que la simbiosis con mi piel ya había comenzado y tuve que emplear mucha agua caliente y cuidados para desprenderla de mi heterosexual anatomía cual papel de una magdalena.



Mis calzoncillos tras quitármelos duermen tranquilos al sol, esta imagen es tan sólo un símil de cómo fue la sensación de desprenderse de ellos a modo de papel de magdalena


Con la extraña sensación que me daba una ropa limpia que no me hacía falta, salí a la calle en busca de información sobre cómo se preparaba eEspaña para el final que estaba por llegar. Muchas cosas vi y oí pero ninguna normal. Había quien había decidido conseguir una medalla por su periódico con burdas triquiñuelas y falsas promesas de herencia, como si cuando todo acabase importase tener más o menos en el cementerio, también había quien desde su alto cargo perdía los papeles abroncando a diestro y siniestro a quienes se atreviesen a hablar de cierto Corresponsal de Guerra en su presencia, al que llamaba con mezclas de extranjerismos, muy propio de una persona que tuvo una rara época en la que abogaba porque los paquetes de chicle tuvieran el tamaño de un colchón de matrimonio para que la etiqueta estuviese en 16 idiomas, 24 dialectos y en el lenguaje de sordos con imaginativos muñecos gesticulantes. También había quienes creyendo que el fin se acercaba no se molestaban en actualizar los docs contables del eGobierno ni a justificar por qué el dinero había desaparecido de las cuentas oficiales para estar cómodamente a disposición del equipo gubernamental en otros misteriosos lugares. Y lo peor era lo que fumaban, que hacía que la eRealidad les fluyese entre las manos y pensasen que al no haber un mañana les autorizaba a planear la conquista de la luna con una escalera o la de un país lleno de gente con cara de sospechar e ictericia sin ni siquiera pagar en tiempo y forma a las Fuerzas Armadas.

Con eso que tanto se hablaba en la calle de gente de ojos apretados y hepatitis de nacimiento, de esos que en un descuido te montan una tienda en una cabina de teléfonos abandonada, comencé a sentir hambre, que aún recordaba cómo lo pasé en mi huida de eChina cuando estábamos conquistados (rebuscad en Crónicas anteriores y leedme, que no duele). Así que, por esas cosas del subconsciente, terminé entrando en un restaurante chino de extraño nombre premonitorio.



Si el nombre de aquel restaurante era un aviso desde luego que tenemos un eGobierno que no mira en la dirección correcta cuando toma un camino


En cuanto entré algo no me cuadró. Una enorme mesa con al menos setenta comensales ocupaba todo el local. Presidiéndola había un negro grajo con un megáfono, alrededor de la mesa innumerables camareros orientales con camisetas llenas de su jerigonza idiomática, con esas letras propias de un esquizofrénico miope, pululaban atentos a los platos que iban y venían y extrañamente interesados en los mapas que se desplegaban al fondo con flechas y banderitas clavadas con alfileres.

-¿SE ENTERAN BIEN LOS DEL FONDO?- Atronó con su megáfono el grajo parlante- ¡DIGO QUE LOS PLANES SECRETOS SON CONQUISTAR eCHINA POR SORPRESA SIN QUE SE ENTERE NADIE! ¡APENAS LO PUBLICAREMOS EN EL BOE Y EN EL BOLETÍN DE DEFENSA DISCRETAMENTE, DESPUÉS CONQUISTAREMOS EL eMUNDO!

Una salva de aplausos siguieron a tan peregrina declaración, aplausos que aprovecharon los camareros para sacar sus teléfonos móviles y sacar fotos a la concurrencia… pero me di cuenta de que o enfocaban muy mal o es que tenían más interés en los planos de detrás… no sé, cosas mías. Lo cierto es que vi a un ibérico camarero, apoyado en una columna con un palillo entre los dientes, asqueado de aquella escena.

-Muy buenas, aplicado camarero- saludé educado- ¿no comparte ni la alegría de los comensales ni las aficiones fotográficas de sus compañeros de profesión?- pregunté por dar conversación, que el ver al grajo este suele quitarme hasta las ganas de comer.

-Hombre, que quiere que le diga, yo camarero, lo que se dice camarero no soy- me sorprendió aquel eciudadano de camisa blanca, pantalón oscuro, servilleta al brazo y reluciente bandeja de acero inoxidable bajo el sobaco.

-Pues la aplicación del Método Stanislavsky que hace igual no es la más adecuada- le señalé.

-Verá, es que aquí nadie es camarero, semos todos espías. Pero no se lo diga a nadie, yo apenas si se lo cuento a quienes se cruzan conmigo por la calle. Según las nuevas normas debemos entregar nuestro carnet de espía a la entrada de los lugares a espiar y nos lo devuelven al salir. Y todos esos echinos lo llevan claramente en su camiseta en sus ridículas letras, pone algo así como ”Somos espías según la Normativa de eEspaña con Licencia Grajo para Espiar. Cuéntenos cosas y nosotros le pondremos rollitos de primavera y arroz. Gracias”.

Pero poco más pude hablar con aquel simpático espía, porque en ese momento el ave del megáfono oyó que alguien me saludaba (igual le debía dinero, que me suele pasar mucho y la gente no tiene paciencia a partir de un lustro de retraso para pagarles) y megáfono en mano comenzó a prohibir que se me saludase, se me mencionase o que alguien pensase en mí, que él era dialogante y encantador pero que en su presencia mi mero nombre le causaba urticaria y pensaba arrancar cabezas y retirar saludos. Lo curioso era que parecía no recordar bien mi nombre o se creía ocurrente, porque lo decía transformado por él en un extraño ataque de humor tan artificial como todo en él cuando quiere algo.

Cuando vi que varios de sus más fieles secuaces comenzaban a sacarle punta a los palillos mientras me miraban aviesamente, comprendí que como El Bar no hay nada.

Desde El Bar, en donde he pasado los últimos días suprimiendo toda posible bebida etílicamente combustible en previsión de los incendios que pudiese haber en el Fin del eMundo, y preocupado por la cuenta que he sumado y esta mierda de eMundo no se acaba, se despide este Corresponsal de Guerra soñador con la mente llena de pensamientos abultadores de entrepierna sobre Lantanique y alumnas de tallas de las que me ponen como me ponen.


Espaugyl