Crónica-Advertencia Sobre Trampas con Togas

Day 1,837, 09:07 Published in Spain Spain by Espaugyl



Como ya sabéis muchos, soy Corresponsal de Guerra, de firmes convicciones cambiantes y siempre dispuesto a desinformar subjetivamente a quienes incautamente me leen. Mis principios son tan inamovibles como el barro bajo la lluvia, pero tengo límites, que hay quien piensa que todo vale cuando informo, pero realmente mi ética periodística me hace fijar esas líneas… pero todo eso es negociable, por supuesto, que no trabajo por amor al arte ni sin caras provisiones etílicas pro-musas.

Digo todo esto porque últimamente se me tacha de partidista o de hacer Crónicas políticas, cosa que desmiento desde mi más profunda repulsa hacia lo ferretero y hacia extrañas aves, pero la parcialidad de quienes se ven reflejados a veces supera la mía, que soy un mero notario de la eRealidad y me limito a escribir sobre lo que veo, me cuentan, imagino e invento… pero todo fidedignamente subjetivo.

Y hago esta introducción porque aún no sé qué atento lector molesto me ha hecho llegar cierta invitación envenenada que ahora os cuento. ¿Me molestan las invitaciones? No especialmente, ya que suelen suponer un nulo desembolso a una intoxicación etílica, además, si es de disfraces pues mucho mejor, ya que nadie se extraña de que un explorador-espeleólogo de agrestes e idílicos paisajes vaya con una mochila bien cargada y provista (en mi caso con los ceniceros, canapés, vajilla de plata y todo lo que encuentro en casa del anfitrión), lo malo es que mi disfraz siempre he de explicarlo porque consiste en unos pantalones cortos de mi tierna infancia (desabrochados porque mi sexapil ocupa un lugar de adulto), unas botas que una vez decidí en el campo de batalla que el valiente soldado que yacía herido pidiendo ayuda ya no iba a necesitar en pocos minutos, un casco de albañil con una linterna atada, una camisa con más bolsillos que botones (para seguir guardando canapés) y una mochila más grande que yo… todo ello en convenientes tonos amarronados y verdosos propios de mis correctos hábitos higiénicos y no del color original de las prendas.



Esta es la foto del catálogo que hizo decidirme por esta mochila para ir con mi disfraz de explorador a las fiestas… una vez me traje para casa en un descuido la nevera y cinco sillas de comedor


La invitación que recibí en esta ocasión era extraña, ya que me decían que se trataba de una “Fiesta Toga-Papá Noel”, con una detallada descripción de en qué consistía el disfraz para que se me franquease la entrada al Olimpo del alcohol gratuito. No vi peligro en nada de lo que leí, que siempre releo todo lo que me mandan, ya sea por correo o envolviendo una piedra, así que me puse manos a la obra y comencé a pintar de blanco una sábana amarronada, con la parte de los pies algo negra, ya que la opción de lavarla ni se me ocurrió por innecesaria. En dicha sábana probé a colgar por el lado interior varias fundas de almohadas cerradas por un extremo, que la carencia de bolsillos canaperos y botelleros había que suplirla de alguna forma, y procedí a buscar una barba blanca tal como me indicaban, detalle que justificaba lo de “Papá Noel”, que siendo como soy profundamente monárquico con sus Majestades de Oriente me repelió bastante, pero me resigné y relegué mis principios junto a las pelusas de debajo de la cama. Justo cuando relegaba mis principios, al toparme con las pelusas, di con la solución a la barba, ya que sumergiendo mi cara en una semisólida mahonesa caducada de la nevera conseguí el grado de adherencia suficiente para que las pelusas no quisiesen desprenderse y huir a su guarida. Las pelusas eran peludas, ombligales y de variopintos colores, por lo que procedí a blanquearlas con polvos talco, tras lo cual me envolví en la sábana, con su exquisito y mareante olor a pintura, me puse unos cartones atados con cuerdas a los tobillos para simular sandalias y salí a la calle cumpliendo con todos los requisitos detallados en la invitación.



Supuesta e idílica representación de mi indumentaria y aspecto que debía llevar cuando me dirigía a la fiesta toga-Papá Noel… obviemos que improvisé un poco, tal como detallé arriba, y que los perros me ladraban asustados


El primer síntoma de que algo no iba bien fue casi al pisar la calle, porque noté un impacto en mi cogote. Afortunadamente vi que el proyectil era de una mísera Q1, de un novatillo sin duda, y fue más la sorpresa que el dolor, porque ya sabemos que la munición es como es, más apropiada para tapar una botella que para infligir daño. Pero al parecer el novato tenía amigos, y pronto me vi rodeado y disparado por esas ineficaces armas, obligándome a remangarme la toga, para deleite de algunas jugadoras que tapaban su cara con falso disgusto y los dedos muy separados, y emprendí un pequeño trote hasta El Bar, donde al entrar se hizo el silencio.



Arma Q1 con la que fui tiroteado sin casi enterarme, pero cuando lo hacen con un centenar al mismo tiempo comienza a ser molesto


Apenas si me dio tiempo a dar las buenas tardes y pedir media docena de cervezas para llevar cuando vi que el artificial silencio de lugar tan alegre y concurrido se trocó en ominoso ruido de armas cargándose y apuntando en mi dirección. El Bar es un lugar con raigambre y solera, por lo que el nivel de su clientela es más propia de temibles Q7, bazucas supervitaminados y armas de destrucción masiva que de simpáticas Q1, por lo que la situación me comenzó a preocupar.


-Es uno de ellos- oí una voz al fondo- de los que aparecen de la nada a los 25, 28 o 26 enemigos despachados.

-Perdone- repliqué a todos y a ninguno en particular- creo que se confunden, que soy una persona sin apenas enemigos y sin apenas deudas- mentí desesperadamente.

-No le oigáis, el último al que maté decía cosas parecidas, que si iba a una fiesta y no se qué más- advirtió una voz diferente.

-Efectivamente, caballeros- intenté aclarar- que esta no suele ser mi ropa habitual, que soy un caballero y no me gusta llevar mi sexapil cual badajo con este frío otoñal, que la masculinidad debe estar siempre bien abrigada y constreñida cuando no tiene uso inmediato, que es bien sabido mi lema de “No me saques sin razón, ni me envaines sin honor”.

-Purra palabrrerría- oí una sospechosa voz teutónica oculta entre la belicosa clientela- ¡Disparremos!


Fue unos segundo después, a varios kilómetros de allí, cuando ya ardían los cartones de mis pseudosandalías por la fricción de mi carrera en huida libre, cuando comencé a encajar las piezas del rompecabezas. Al parecer no era el único incauto en disfrazarse al recibir una invitación, al parecer no era el primero en ser masacrado y, por desgracia y lo más importante, deducía que no había fiesta alguna a la que acudir y hacer protestar a mi hígado. Todo era un complot para quitar de en medio a gente íntegra como un servidor, o para quitar de en medio a un adonis de la masculinidad como yo que puede hacer sombra sin despeinarse a deleznables y cejijuntos eCiudadanos con chepa, aunque también pudiese ser una treta del Admin de la GestapoeRepublik Herr Hans… y de enemigos políticos ni hablemos, que muchos temen mi soñada presidencia. Lo cierto es que, aprovechando un gran stock abandonado de toallas traídas como botín de guerra y que ya no saben donde meter, me quité mi disfraz y me puse unas toallas multicolores, metí la cabeza en un gélido charco y me descalcé para volver a mi casa con grandes quejas por tener que terminar la ducha en otra parte al acabárseme el agua caliente. Mi astucia me llevó sano y salvo hasta mi casa, donde aún estoy temblando de frío y con mis partes pudendas en una palangana de agua caliente para entrar en calor.


Desde mi refugio y ya entrando más en calor y algo más, porque siempre que estoy así me acuerdo de ciertas alumnas y beldades lantánicas, se despide este engañado Corresponsal de Guerra, que no piensa asistir a más fiestas como no sea de explorador-espeleólogo con su mochila.


Espaugyl