Con las cosas de comer también se juega. [Vol. 3]

Day 1,552, 13:58 Published in Spain Spain by Mojo Jojo23
NOTA: Los 3 volúmenes escritos por ahora reunidos en un solo post outgame

Vol. 3.

Es sabido por todos y ya lo adelantamos en el anterior volumen de la serie: es costumbre referirse al enemigo por algún alimento considerado emblemático del país en cuestión. En un comment del mismo artículo Manuel III el exiliado hace esta observación: “(...) todos nuestros enemigos dentro del juego, en mayor o menor medida, tienen un mote o una relación muy directa con la comida: croquetas (croatas), plátanos (brasileños), hamburguesas (estadounidenses), cruasanes o baguettes (franceses)...”. Podemos añadir también los kebabs como alimento para referirse a los turcos.



Aquí podría terminar el post pero mucho me temo que esta gastronomenclatura es abordable más allá de lo evidente.

Creo que una pista para continuar nos la da el mote gastronómico que considero una excepción: el de “parrisheros”, usado para denominar a los argentinos. Véase como el término hace hincapié en un modo de preparar los alimentos: a la parrilla. Mi tesis es que en el resto de los casos señalados sucede algo parecido. Esto es, no es el alimento en si lo que confiere una connotación peyorativa a los enemigos, lo que les degrada a nivel simbólico y por tanto nos sitúa en un plano superior es sobre todo la manera en que estas comidas son consumidas: casi todas con las manos. Únicamente precisan cubiertos las croquetas, asignadas por mera similitud fonética a los croatas.

Ahora toca que nos situemos en la VR para intentar explicar esta coincidencia. La manera en que se consumen o se preparan los alimentos ha sido un rasgo identitario reconocido a lo largo de todas las épocas y en todas las culturas. Sirva como ejemplo como en nuestro propio país el continuo contacto con el mundo islámico hizo reconocible un modo cristiano de comer con los comensales sentados frente a la mesa por oposición a la manera de los infieles.

Pero vayamos concretando un poco más también a partir de esa VR de la que procedemos y a cuya historia respondemos. En el siglo X una princesita oriunda de Constantinopla introduce el tenedor en la corte veneciana provocando así gran escándalo. No sabían entonces por esos lares que algunos siglos más tarde uno de los platos nacionales sería inconcebible sin el uso de los tenedores, me refiero a los spaghetti. Más allá de las ironías de la historia, nos hallamos ante el primer hito en la extensión del uso de la cubertería como parte esencial de nuestro canon en las maneras de mesa.



Es un proceso que dura siglos y que se intensifica con los adelantos de la revolución industrial. A efectos de lo que nos interesa es sobre todo un proceso en la historia de las costumbres, un proceso que se ha llamado “civilizatorio” por el cual en el conjunto de Occidente la corrección en las formas de comensalidad se irradiará desde los ambientes cortesanos oponiendo refinamiento frente a rusticidad, para en un segundo momento pasar a formar parte de la mentalidad burguesa en un esquema más amplio que incluye la oposición entre civilización y primitivismo.

A grandes rasgos es por este proceso como se ha llegado a considerar en nuestra cultura que comer con las manos -salvo contadas excepciones- es algo que está fuera de lugar pues es tanto señal de infantilismo como algo propio de rústicos, o bien un uso de épocas remotas o de gentes primitivas actuales, esas que personas ancladas en las ciencias sociales del siglo XIX seguirían hoy situando próximas a la animalidad. Comer con las manos sería pues la mayor parte de las veces una especie de aberración, algo contrario e impropio, opuesto a todo lo racional que representa nuestra civilización, una civilización que ha impuesto su poder militar, político y económico sobre todos los pueblos del planeta y que de forma etnocéntrica solemos entender como el compendio del no va más de los logros humanos.

Pues bien... tomo como premisa que esta concepción de lo idóneo está muy arraigada en nuestra psique. Y de esa premisa deriva la hipótesis que ya habrán adivinado, a saber: que identificamos a los enemigos con una serie de alimentos concretos y no con otros en primer lugar porque la forma en que se consumen -esto es, con las manos- es vista de modo inconsciente como un rasgo involutivo, una señal de salvajismo, una prueba de inferioridad.



Se puede aducir que todo se debe simplemente a una combinación de minoría de edad gastronómica con prejuicios e ignorancia acerca de la gastronomía de los demás. Es innegable que ambos son factores que juegan un papel en la formación de estos iconos culinarios despectivos, al igual que también incide el escaso prestigio de la fast food o comida basura en la que se engloban varios de estos alimentos. Pero en cualquier caso pueden ser redundantes, porque la manera en que la ignorancia se suple con un prejuicio y no otro, la forma en que un prejuicio se construye y/o tiene éxito, así como el bajo status de la comida rápida se atienen a causas más profundas como las que antes he expuesto, aunque también hay otras que intervienen y se tratarán más adelante.

Por el momento nos detenemos en fijarnos como eR nos brinda un excelente ejemplo de las raíces imprevistas del prejuicio: a los brasileños se les identifica con el plátano en una desafortunada metonimia de lo simiesco. Se sigue un prejuicio que simplifica la alimentación de los simios con consecuencias tan cómicas como los que resultarían de pensar que los elefantes se nutren a base de cacahuetes. Por este prejuicio la dieta omnívora de animales como el chimpancé no se reduce sólo a lo frutal, sino que además se le adjudica una fruta en concreto el plátano. ¿El motivo? Que se asimila a los monos con los niños de nuestro entorno, entorno donde el plátano es la fruta de consumo infantil por excelencia, la que prefieren los niños según las estadísticas de consumo de frutas por edades, simplemente porque es más fácil de pelar que una naranja o una manzana (y también porque las frutas con efecto laxante son más propias de los viejetes). Ni que decir tiene que no precisa cuchillo y demás cubiertos. A los brasucas no sólo se les animaliza tal cual, sino que se trata además de una animalización infantiloide o infantilización animalizada.



Véase como la misma lógica simbólica expuesta de degradación a través de la comensalidad sin cubiertos también ha operado desde el bando contrario. Recuerden que los españoles no sólo hemos sido llamados "sapins" por nuestros enemigos del norte. Pues desde ese país que el nuestro ha desbancado en la alta cocina también nos fue adjudicado un apodo gastronómico que calca las explicaciones anteriores. Nos llamaban "tacos", un mote muy eficiente al tener como finalidad el suscitar la reacción airada al asimilarnos a propósito con los mexicanos, pero que sigue la misma línea que sin ninguna clase de equívoco de país marcan los apodos culinarios acuñados en eEspaña. Con ese precedente de unos “tacos” dotados de una connotación racista implícita desfavorable a los mexicas, me parecieron bastante graciosas las relaciones posteriores entre estos y los gabachos.

Anteriormente apunté que el bajo prestigio del fast food y de la comida basura también participaba en la generación de estos iconos peyorativos. De un modo redundante pero también complementario. Porque si el comer con las manos nos trae fantasmas de un pasado anterior a la civilización, la comida basura nos inspira las amenazas de un presente y un futuro hipertecnificados que escapan a nuestro control, emplazando los simbolos gastronómicos peyorativos más allá del eje temporal.

Esta doble inspiración funciona particularmente en el caso de hamburguesas y kebabs, pues ahí entra en juego la suspicacia que genera una manipulación que transforma radicalmente su materia prima cárnica. La molienda o desmenuzamiento de los ingredientes también interviene en las croquetas, alimento cuyo consumo mayoritario es bajo la forma de precocinado de elaboración industrial. No hace falta mencionar como la trituración o desmenuzamiento industrial de ingredientes alimentarios ha sido fuente de toda clase de leyendas urbanas. Se puede decir que tales leyendas prueban la existencia en las creencias populares de una categoría de alimentos sospechosos, que pueden contener elementos extraños y/o escapar de las normas sanitarias.



Para terminar quiero destacar como podemos resumir en una sóla palabra la asociación que imaginamos entre cualquier archienemigo (sea interior o exterior) y su alimentación. Esa palabra es “transgresión”. Sólo podemos imaginar al enemigo fuera de lo que entendemos como normativo, un enemigo subvirtiendo lo que entendemos como normal y a nuestros ojos ya más natural que cultural.

Esto ha sido especialmente evidente en nuestro trato con los franceses. Con ellos no nos hemos limitado sólo a ponerles apodos alimentarios, sino que hemos hecho hincapié en los modos perversos en los que ingieren y tratan los alimentos. Les hemos atribuido la mezcla de vino con anticongelante, les hemos afeado el simple atentado semántico de emplear el término omelette más que el hecho de no usar papas, hemos celebrado un artículo de martinoz que era una atroz receta de cocina con ancas de rana por ingrediente principal. Les hemos llamado también pisafresas y empezamos una Reconquista teniendo la Rioja por una de sus bases con el lema de “pagará el francés el vino que se bebió”.



Ante tanto despropósito que imaginamos fue una consecuencia normal que no tuviéramos otra opción que planear una especie de ley del talión por la cual nos tomaríamos como venganza, no sólo nacional sino de todo el mundo civilizado, el poder algún día realizar una transgresión mayor, el empozoñar la más importante de sus fuentes de proteinas: las vacas, pobrecitas.

Y fue de este modo y no simplemente del equívoco cómo surgió la expresión “mataremos a sus mujeres y violaremos a sus vacas”. Una frase hecha a través de la cual se sueña recurrentemente con emular en fuerza y en apariencia a uno de nuestros mayores símbolos patrios: el toro de Osborne, el cual se debe -no olvidemos- a una marca de Brandy. Coincide además con el animal en que se transmuta el mitológico Zeus al raptar a Europa. Pero bueno, estamos ya adelantando otra historia, el tema de otro volumen de la serie... el que trate las iconografías inspiradas en la alimentación que operan en las dinámicas internas de nuestro epaís.




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