7 contundentes razones por las que los italianos deberían abolir sus fuerzas armadas

Day 2,578, 14:27 Published in Peru Peru by Ricardo Mujica Correa
7. La batalla de Lissa (1866)

Imagínate que tu país es bastante largo y angosto, con tanto litoral que, aun esforzándose, es difícil ubicar un lugar que esté a más de 200km del mar. Ahora, imagínate que te fueras a enfrentar en una batalla naval con un vecino que no es conocido precisamente por ser una gran potencia en el mar. Es más, si bien es un país relativamente grande, su acceso al mar es limitado.


¡No! ¡No estamos hablando de Chile y Bolivia en 1879!

Estamos hablando de Italia (lógicamente) y el Imperio Austro-Húngaro. En 1866, mientras los latinoamericanos nos peleábamos en una guerra sonsa con España, Italia decidió que había llegado el momento de invadir Austria-Hungría. Aun si pasáramos por alto cómo en la batalla de Custoza un ejército italiano de 120,000 hombres fue derrotado decisivamente por una fuerza austriaca de tan solo 75,000 (una ventaja de casi 2 a 1), igual seguiríamos esperando que en el mar fuera Italia la que arrasara con sus enemigos. Esto es especialmente cierto cuando observamos que en la batalla naval de Lissa se enfrentaron 12 acorazados y 10 buques auxiliares italianos contra 7 acorazados y 7 buques auxiliares austriacos (nuevamente, una ventaja de casi 2 a 1).

Sin embargo…

La batalla fue un desastre total para los italianos. El almirante italiano Persano dio órdenes más confusas que las de Chemo cuando dirigía a la selección, con lo cual los italianos quedaron descolocados cuando llegaron los austriacos, dejando una apertura en su línea. El almirante austriaco Tegetthoff aprovechó esa ventaja y metió sus buques en medio de la formación italiana, donde empezó un combate convulsionado, letal y, sobre todo, confuso. En el caos, ambos bandos recurrieron a los espolones, con lo cual el combate empezó a parecer un juego de carritos chocones, solo que en el mar y con (más) muerte y destrucción. Como muestra del profesionalismo militar italiano, hubo un instante del combate en que le soltaron una andanada de artillería letal a bocajarro a un buque austriaco, andanada con la cual bien podrían haberlo destruido por completo. Pero se olvidaron de cargar los proyectiles.


Y por eso el meterle el espolón a Esmeralda es conocido como "hacerle el austro-húngaro".

Al final del combate, dos acorazados italianos habían quedado hundidos, y el resto se retiró a sus puertos. Y si bien alguien podría preguntarse por qué los italianos no siguieron peleando si todavía tenían 10 acorazados contra los 7 de los austriacos, pues no hay respuesta más satisfactoria que señalar que eran… italianos.



6. La batalla de Adowa (1896)

Treinta años después, pareciera que los italianos razonaron que el problema que habían tenido era haberse enfrentado a un imperio europeo razonablemente poderoso. Para llenarse de gloria fácil, debían recurrir al bullying al estilo decimonónico. Y el continente que fue agarrado de lorna por las potencias europeas en esa época fue África.


¡Yo siendo inglés, y me paso África por las pelotas!

Con la consabida puntualidad italiana, lógicamente llegaron tarde a la repartija del continente, y uno de los pocos lugares que quedaba por lornear/conquistar gloriosamente era Abisinia, que quizás conozcas como Etiopía. Sí, el mismo país que en la segunda mitad del siglo XX se volvió sinónimo de hambruna y tristeza. Italia, en cambio, se consideraba una potencia europea, lista para las grandes ligas. En la visión racista de la época, no había forma en que unos “negros tribales” podrían resistir el empuje vencedor del “hombre blanco”.

Sin embargo…

Fueron los italianos quienes tuvieron que terminar pidiendo clemencia. Desdeñando la táctica que había funcionado muy bien a lo largo de décadas de conquistas europeas en África (parar al ejército en un cuadrado y disparar andanadas de rifles hasta que los guerreros africanos estuvieran todos muertos), el general italiano Baratieri diseñó un plan de batalla de una complejidad digna de Yamamoto. Sus tres columnas avanzarían por territorio inhóspito brindándose apoyo mutuo con lo cual arrasarían a cualquier ejército que mandarían los abisinios. Como se podría esperar en un ejército de italianos, estas columnas terminaron dispersas y vulnerables a ser destruidas cada una por separada, que fue exactamente lo que ocurrió. Los italianos sobrevivientes tuvieron que huir por sus vidas.


Hasta los estereotipos racistas vencían a los italianos.

Después de la batalla, el Emperador abisinio Menelik llegó incluso a mostrar generosidad hacia Italia, absteniéndose de aniquilar al ejército italiano e invadir la ahora vulnerable colonia italiana de Eritrea. El imperio de ultramar italiano siguió existiendo en parte por la paciencia de un Estado africano.



5. Las doce batallas del Isonzo (1915-1917)

Hay quienes dicen que repetir la misma acción innumerables veces y esperar resultados distintos es señal de locura. Pero como al general italiano Luigi Cadorna y sus amigos eso les interesaba un pepino, tuvimos las doce batallas del Isonzo en la Primera Guerra Mundial.

Pese a que nominalmente era miembro de la triple alianza, junto con Alemania y Austria-Hungría, Italia prefirió no inmiscuirse cuando la guerra estalló. Por lo menos al comienzo. Ya que sus ambiciones territoriales más bien se orientaban hacia el noreste, donde su aliado Austro-Húngaro, Italia más bien empezó a coordinar la posibilidad de cambiar de bando y aliarse con Francia y el Reino Unido. Todo parecía indicar que serían victorias fáciles para Italia. Los austro-húngaros estaban lejos de ser la potencia de antaño: su invasión de la minúscula Serbia resultó ser un fracaso absoluto, mientras que el resto del ejército imperial sufría derrota tras derrota ante el ejército numéricamente superior, pero tecnológicamente primitivo, del Imperio Ruso. En otras palabras, Austro-Hungría era la lorna de la guerra, e Italia estaba lista para aprovecharse de la situación.


Afortunadamente, Austria-Hungría y Alemania consiguieron un aliado "poderoso" para reemplazar a Italia...

Sin embargo…

Pese a que las tropas austro-húngaras no podían ni con los serbios, resistieron tenazmente contra los italianos. El general Cadorna lanzó las sucesivas batallas del Isonzo con un plan operacional que básicamente se limitaba básicamente a decir “¡adelante muchachos!” y ver cómo morían como moscas. Y esto a pesar de que a lo largo de estas batallas los italianos en promedio superaron en número a los austro-húngaros en proporción de 2 a 1. Las bajas italianas también duplicaron las de sus enemigos.


Eh... Tomasso, creo que así no vas a matar a ningún austro-húngaro...

Lo más desastroso de esta situación fue que cuando los austro-húngaros y los alemanes finalmente pasaron a la ofensiva en este frente en 1917, destruyeron completamente a sus adversarios italianos. El alemán Erwin Rommel (quien se volvería famosísimo durante la 2ª guerra mundial) capturó más de 1,500 italianos, con la sola ayuda de tres soldados y dos oficiales. ¿Mencioné que en esta ofensiva los alemanes y austro-húngaros también eran superados por los italianos en proporción de 2 a 1? Los franceses e ingleses tuvieron que mandar ayuda al frente para evitar su colapso total. Gracias, italianos.



4. La invasión de Egipto (1940)

Con el inicio de la segunda guerra mundial, Italia una vez más se mantuvo a la espera, aunque esta vez estaba aliada con Alemania. Una vez que se hizo evidente que los alemanes estaban arrasando con sus enemigos, Italia decidió que era el momento de intervenir. Polonia se había rendido, Francia estaba a punto de hacerlo también y el Reino Unido estaba tambaleando. Debía actuar rápido para poder estar en el bando ganador. Pasemos por alto el hecho de que la invasión italiana de Francia, en la que tuvieron una ventaja numérica significativa, fue un fiasco. Avanzaron poquísimo y sufrieron una 4000 bajas ante las menos de 300 de los franceses. Después de todo, los franceses se rindieron ante los alemanes y los italianos “ganaron”.

Pero quedaba el Reino Unido, sobre la cual se cernía la amenaza de una invasión alemana. Italia, desde sus bases en Libia, se encontraba ahora con la posibilidad de asaltar las posiciones inglesas en Egipto y desposeerlos del estratégico canal de Suez. Los italianos contaban con unos 236,000 hombres frente a los 36,000 con los que los británicos podían defender Egipto. Con ese tipo de proporción numérica, cualquiera daría una victoria italiana por hecha.

Sin embargo…

Nunca hay que subestimar la capacidad italiana para el fracaso militar. Preocupado por la precariedad de su armamento, el Mariscal Rodolfo Graziani invadió tan solo un poco de Egipto y después adoptó una postura defensiva. Un par de meses después, los ingleses lanzaron un ataque que estaba pensado como para hostilizar a los italianos y poco más. Ante el caos causado, los británicos siguieron persiguiendo a los italianos, sacándolos de Egipto, y de ahí procediendo a invadir Libia. Tal fue el éxito de este ataque, que al final de este, la mitad de Libia, incluyendo el puerto fortificado de Tobruk, estaba en manos de los británicos. Una derrota verdaderamente catastrófica.


¡Toma!

¿Llegué a comentar que los ingleses sumaban 36,000 efectivos, los cuales hicieron trizas a un ejército de 150,000 italianos? ¿No? ¿Y que de esos italianos, 115,000 se rindieron? ¿Qué eran tantos que cubrían 83 hectáreas de desierto?


Quizá la idea era matar a los ingleses... de risa.

Al final, tal como pasó en la primera guerra mundial, el aliado de Italia en esta guerra (Alemania) debió mandar tropas a apoyarlos para evitar su derrota completa. Gracias, italianos.

3. La invasión de Grecia (1940)

Quizá el problema fue que Italia se metió con “pesos pesados”, y que más bien debió buscar un país pequeño y débil al cual vapulear. Ante las asombrosas victorias alemanas, Italia concluyó que debía hacer algo similar o correr el riesgo de resultar eclipsado. Que pase Grecia. Al tener control sobre Albania, Italia compartía una frontera terrestre con Grecia y le lanzó un ultimátum: dejarse ocupar o enfrentar una invasión.


A los griegos realmente no les gustan los ultimátums

Esta vez la victoria italiana sí estaría garantizada: además de la ya consabida superioridad numérica, se estaban enfrentando a un ejército que seguía utilizando armamento de la primera guerra mundial. Y en cuanto a los cielos y los mares, los italianos en principio estaban garantizados la superioridad absoluta. Nada podría salir mal. Tan confiados estaban los italianos de la inminencia de su victoria sobre los griegos que dieron franco a 900,000 soldados para que pudieran ayudar en las cosechas de ese año.

Sin embargo…

Como ya nos tienen acostumbrados, la invasión fue un desastre completo. Las preparaciones y equipo italianos fueron insuficientes, y el clima no les ayudó, lo cual anuló el apoyo aéreo. Sobre todo, subestimaron a los griegos, que opusieron una resistencia tan tenaz que lograron no solo detener la invasión italiana, sino que lograron incluso botarlos del país y darse el lujo de lanzar su propia invasión de Albania. Los italianos tuvieron que sobrellevar la humillación de ser derrotados por un ejército primitivo y tener que esperar una intervención de sus aliados alemanes para poder estabilizar la situación.

Y sí que intervinieron. En 1941, los alemanes lanzaron una enorme operación de invasión a Yugoslavia y Grecia, y acabaron con ambos rápidamente. Tras eso, todos vivieron felices.

Perdón. Esta intervención alemana aparentemente retrasó su invasión de la Unión Soviética por una cuantas semanas críticas. Quizá suficientes semanas como para que en vez de tomar Moscú, los alemanes se queden congelados afuera, lo cual sería un acontecimiento clave para la eventual derrota alemana.

Gracias de nuevo, italianos.


Más bien, quién diría que 70 años después Italia y Grecia unirían fuerzas para traerse abajo el mundo...

2. Batalla de Stalingrado (1942)

En efecto, la campaña en el frente oriental se prolongó y en 1942 las fuerzas del Eje avanzaban a paso firme hacia la ciudad de Stalingrado. Los soviéticos estaban mostrando más resistencia que la que los alemanes habían proyectado. Hacia octubre, tras feroces combates urbanos, alrededor del 90% de la ciudad estaba bajo control alemán. Además, no había un solo soldado italiano dentro de las ruinas de la ciudad. Seguramente no habría forma en que los italianos podrían desencadenar otra catástrofe para sus aliados alemanes, ¿no?

Sin embargo…

Los miembros del Eje quizá habían aprendido la lección de que quizá los italianos no debían ser usados en operaciones ofensivas, pero aparentemente creyeron que serían adecuados en situaciones defensivas, o por lo menos como “fuerza tapón” para evitar que sus aliados rumanos y húngaros se pelearan entre sí. De esta forma, el 8º ejército italiano del general Ítalo Gariboldi (realmente no puede haber un nombre más italiano que ese) terminó protegiendo el flanco izquierdo de los alemanes en Stalingrado. Todo iba bien hasta que los soviéticos lanzaron una gran contraofensiva hacia fines de año, aprovechando el invierno. Y sí, los soviéticos sabían exactamente a quiénes atacar. Ante la ofensiva, los aliados de los alemanes, incluyendo a los italianos, colapsaron de manera completa. El resultado fue que el famoso 6º ejército alemán quedó rodeado por un montón de rusos molestos, y algunos meses después tuvo que rendirse.


"¡Porca miseria! ¡Vienen los rusos!"

Fue una derrota clave para los alemanes. Desde ese punto en adelante ya no gozaron de la iniciativa absoluta en el frente oriental, y su debacle empezaría.

Gracias, italianos.


Lo último que pensó Ed Harris antes de que Jude Law lo matara en Stalingrado fue "¡Italianos de mierda!"

1. La guerra de las Malvinas (1982)

Aguaaaaaaaaaaaanta, dirás, Italia no participó en la guerra de las Malvinas. Y estarás en lo correcto. Pero ojo que este artículo trata de los italianos, no necesariamente de Italia. Y cuando hablamos de un país lleno de Galtieris, Maradonas, Messis, Burdissos, Mascheranos, Lavezzis, Piaggis, etc., no sería difícil argüir que algo de italiano tienen.

En 1982, la Junta Militar argentina decidió capturar las Islas Malvinas en una operación relámpago, y desafiar a los ingleses a que intentaran retomarlas. El ataque tuvo éxito, y en un plazo relativamente corto las islas estaban bajo el control de Argentina. Presentados con este hecho consumado y con su apogeo imperial ya un recuerdo un tanto lejano, el Reino Unido no se atrevería a irse a la guerra, ¿no? Finalmente habría una gran victoria lograda por italianos.


Resultó que todo esto de "estamos ganando" no era más que una joda de Tinelli...

Sin embargo…

Pasemos por alto el que la guerra se haya peleado a relativamente corta distancia de Argentina pero muy lejos del Reino Unido. Pasemos por alto el que el Reino Unido hacía tiempo que había dejado de ser el coloso que había sido en el siglo XIX. Incluso pasemos por alto el hecho de que el portaaviones argentino ARA Veinticinco de Mayo se pasó la mayor parte de la guerra escondido en su puerto. Esas cosas pueden pasar.

Lo que no debería pasar es que una posición defensiva reforzada como Goose Green, ocupada por una fuerza de mil hombres fuera derrotada por una fuerza inglesa que era inferior en número. Y lo que es inaceptable es que esto ocurrió después de que la BBC anunciara a todo el planeta que los británicos se estaban preparando para atacar precisamente esa posición. Más de 900 argentinos se rindieron ante una fuerza a la cual superaban en número. Dios mío.


"Che boludo, esto de rendirnos en mancha a los ingleses me da algo de déja vu..."

En realidad, llevando esta situación a la actualidad, quizá la caída de Gaddafi no habría tomado tanto tiempo si es que los italianos más bien le hubieran dado todo su apoyo.

Ricardo Mujica se dedica a la docencia universitaria y a traducir libros. En sus tiempos libres escribe huevadas como esta.También es autor de La guerra de 2012.