¿Qué has hecho hoy?

Day 1,808, 17:49 Published in Spain Portugal by Personahumana

Cómo jode levantarse a las 6. Cada mañana es lo mismo, el despertador quebrando el descanso, el relax, llamando a la rutina diaria que odio y me hace sentirme vivo.



Visita obligada al meódromo mientras me despejo y pienso en el cola cao que me pide el cuerpo. No sé qué le echarán pero es mi droga de cada día; sé lo que dicen del café, pero no me hace efecto y esto me gusta, ¿por qué cambiar? Siempre sigo con lo mismo, las mismas cosas, no me gusta cambiar. Y esta vida te obliga a hacerlo, continuamente. Casa, amigos, país, amantes. Como la que dormita en mi cama. Preciosa portuguesa morena, de ojos castaños y piel canela. Sigue ahí desde que la encontré el día que entré por primera vez en Lisboa, novato nervioso, henchido de orgullo patrio por haber borrado a los portugueses tras dura campaña, meses en trincheras y lucha diaria con tesón y esfuerzo, viendo morir a compañeros que nacieron y crecieron conmigo.

El caso es que la chica bebía en el extremo de una barra de un garito para olvidar la derrota reciente. Es como mejor curan las heridas, con alcohol. Sola y apartada, era la flor entre las zarzas, rodeada de españoles que bebíamos, nosotros sí, para celebrar el triunfo. Pero algunos capullos no supieron, o no quisieron saber, que la rapiña y hacer fortuna del caído es costumbre pasada, indigna del buen soldado español, y quisieron cobrarse en carne el premio de la victoria; ¿y qué mejor carne que la de esa morena? No daré nombres (me sabe mal criticar a los muertos), pero el primero no pudo ni decirle: "Ojos tienes, morena" antes de caer doblado tras poderosa patada en los huevos, y sus dos compañeros cayeron igualmente al suelo tras rápidos golpes al torso y cara. Mujer de armas tomar, no cabe duda, todo carácter. Me gustó tanto que hice caer al cuarto y quinto españoles que se tiraban contra ella, ganándome una mirada a medio camino entre la incompresión y la precaución de encontrar aliado entre los enemigos. No aburriré contando como acabó la noche entre sudores y sábanas blancas, ni cómo acabó la morena ocupando la mitad más uno de los cajones de mis armarios hasta hoy. Simplemente, no sé que hacemos juntos, me limito a disfrutarlo. Rivales en el campo de batalla, por las noches compartimos una compañía que nos ayuda a olvidar, a eliminar todo rastro de culpa o remordimiento, la sangre de las manos y la mente, el asco de matar para vivir y vivir para matar. Besarla para quitarme de la boca el sabor amargo de la sangre de otros.

El caso es que hoy no desayuné más que el delicioso brebaje hecho de polvos (y me refiero al colacao) porque no había croissants, y tuve que largarme en el coche al cuartel vacío y cansado, arreglando como pude el desastrado uniforme, al que no vendrían mal unos remiendos, para dar ejemplo a los nuevos novatos del regimiento. Otra cosa que me cabrea, los novatos. No los novatos en sí, sino utilizarlos así, como carnaza, lanzándolos a luchar guerras estúpidas, innecesarias, en nombre de intereses falsos envueltos en banderas. Cosas de políticos, vamos. Y allí estaban, pelotón perfectamente uniformado, moral por las nubes después de tener sin Congreso a los colombianos, los nuevos vienen contentos hoy. Contrastan con el grupo que veo a mi derecha, sentados y relajados, resolviendo crucigramas o dormitando, mirando a los noobs con ojos entre divertidos y molestos, reviviendo lo que ellos (los que sobreviven) han pasado desde que un día llegaron a este mundo. Los despacho pronto porque tengo prisa ya que aún no he currado: la D.O. es en Cundibuyacense, así que les pongo en los transportes, dándoles el código del canal de la milicia para que otro pringado... perdón, compañero, les resuelva las dudas.



¿Cómo lo hago para estar siempre corriendo y tener la sensación de no estar haciendo nada? El atasco es monumental a la salida de la base, y no recorro un kilómetro antes de una hora, lo que me permite hablar con algunos compañeros que están cerca sobre el posible NE para completar las misiones. Los más apuestan por Francia, porque le tienen ganas o porque dejaron asuntos pendientes en París hace casi un año (una rubia cuya foto me puso cardíaco), y otros por un pacto con Venezuela para salvar los trastos lo más fácilmente posible y ahorrar daño para batallas próximas, muy próximas, comenta uno con aire misterioso y una media sonrisa en los labios que habría dejado pasar por alto si no conociese sus compañeros de poker (altos mandos en CTRL y en el Gobierno) que me hacen apretar inconscientemente la mano alrededor de la empuñadura de mi arma.



Me subo al jeep y cojo el portatil para contactar con los veteranos vía satélite: hoy hay suerte, no hay bajas, y entrevén el brillo de una perla entre el barro, el talento entre la normalidad, un futuro gran tanque para eEspaña, si llega al final de la semana y sigue el ejemplo de los comandantes. Las madres españolas pueden estar orgullosas, no paran de producir diamantes en bruto. Este es el tercero este mes en mi regimiento. De los otros dos no se supo nada después de la batalla de Amazónica en la que, dicen, llevaban encima más valor que suministros del Gobierno. Me da tiempo a maquear los informes que me pidió ayer el jefe y el atasco por fin parece quedar atrás, entre pitadas e improperios a unos inoperantes policías militares de impolutos uniformes que no sabrían distinguir un frente de batalla ni aunque les estuviesen metiendo una bayoneta por el culo.

Nada más entrar en la fábrica recibo una bocanada de calor que me hace añorar las sábanas de mi cama (por lo que dejé entre ellas). Acero fundido, plomo, remaches; ruido ensordecedor, humo, olor nauseabundo; aceite, gasolina, agua sucia. La producción de armas no es limpia ni agradable, y me hace envidiar a los que curran en el sector B, en las fábricas de comida, oliendo el pan recién hecho y comiendo caliente a diario con los productos de su trabajo, engordando.



Y de nuevo al cuartel. Esta noche toca pegada conjunta y tengo que coordinar al segundo grupo, a quienes no pegaron esta mañana, para que el daño sea el mayor y esté lo más concentrado posible. Pero antes recibo informes desde Colombia; los noobs se han portado, han asaltado un puesto avanzado y han destruido varios tanques, apresando a un general y dos coroneles junto a varios soldados. Me sonrío porque hace meses hicimos lo mismo, pero en Valencia y contra los chinos, pillando a varios oficiales en un búrdel, con los pantalones en los tobillos y en la posición de firmes. Aquello fue motivo de chanzas por semanas.

Sólo 3 del regimiento pegamos esta noche con SPC. Veteranos, duros, movimientos automatizados después de meses en estado de guerra, los músculos y los sentidos hechos a esta vida. Mil veces me he preguntado si llegará el día en que podré hacer algo más que llenar de plomo a otros y no encuentro respuesta. O no sé hacer bien las preguntas o no hay más opciones. El tiempo lo dirá, supongo.

El cuartel ya bulle; chicos de CSI y BF se juntan con los FAFeros, contando chistes o compartiendo información de última hora hasta que llegan los comandantes, la nuestra más seria que de costumbre, o eso me parece, porque siempre la veo seria; pero no me fío: es FAFera y todos somos, por definición, troles que guardamos las cartas en la manga hasta el último segundo. Y por eso no tarda en asomar a sus labios una sonrisa cuando anuncia el objetivo de la pegada: Andina, por Colombia. Y sé por qué se ríe: por la cara de incredulidad de los novatos, ojipláticos, boca entreabierta y cara de no entender dónde está la gracia de pegar contra eEspaña. Menos mal que alguno tiene ganas de hacerles ver la situación y sacarlos de su bisoñez porque yo estoy montando ya en el helicóptero y sólo pienso en qué cenaré esta noche y si enfrente habrá muchos españoles que no hayan recibido las órdenes de Defensa, o no se hayan tomado la molestia de leerlas.



Hoy la guerra parece de broma pues no cae una bomba cerca nuestra. Es lo que tiene lo de pegar por el bando que no suele ser el tuyo, que la gente no se acaba de aclarar o de creérselo y pegan por pegar, para cubir el expediente y claro, ocurren cosas como reventar un pipi-can o tomar al asalto un McDonald's (que no entienden de bandos) con la excusa de que si allí había un núcleo de resitencia importante. A mí póngamelo con patatas de esas de las gordas, oiga. Si bien no hay mal que por bien no venga porque así mato una de mis preocupaciones, la de cenar caliente.



Vuelvo a casa pasadas las 12, con el uniforme más manchado de ketchup que de sangre enemiga y bostezando, reventado, molido. Tiene huevos que con tan poca cosa se canse uno. Apenas 35 muescas en la culata hoy y me siento como cuando empezaba y no conseguía pasar de 10 diarias. Al abrir la puerta encuentro luz encendida, armas en el sofá (definitivamente, tengo que ir a IKEA a por ese armero) y el uniforme de la portuguesa por el suelo. Me quito las botas y los calcetines y piso el frío suelo (uno de esos pequeños placeres a la altura de rascarse el culo recién levantado por la mañana), dirigiéndome a la cocina para pillar una cerveza. Es al cerrar la puerta del frigo que leo la nota en la puerta, sujetada por el imán con la forma de la Torre de Belém: "Eu estou no chuveiro". Sonrío. La cerveza puede esperar; una ducha caliente acompañado, no.