Tiempos mejores

Day 2,719, 13:34 Published in Spain USA by JSM2


Escrito por Terron de Azucar

Fuimos adonde estaba aparcado el seiscientos destartalado de mi abuelo, y nos sentamos como pudimos en ese espacio tan reducido 5 personas, yo, mis hermanos y mis abuelos.
-No “cabo”- fue lo primero que dije
-Querrás decir no quepo, bueno, coge a tu hermana y pontela en las piernas- contestó mi abuela

Ese diminuto coche, que no era un coche, sino un carro roñoso con ruedas, que era rojo pero parte de la pintura se había corrido, era una habitación totalmente asfixiante, se tenía que ir con las ventanillas puestas porque sino se hubiese convertido una cámara de gas. Si en tiempos de Marx y Engels hubiese existido estos coches, se hubieran replanteado la definición de “opresor”, porque como sardinas en lata, intentábamos conseguir el mayor hueco posible, aunque fuese dando codazos y patadas al de al lado, marcando nuestro minúsculo territorio como los perros o los leones

Tardamos poco en salir de la ciudad, en medio de la extensa autopista interminable, y aunque estuviese bien asfaltada y sin baches no era motivo suficiente para pelearme con mis hermanos por más asiento, y surgió la pregunta estrella:
-¿Adónde vamos?- pregunté yo.
-Vais a ver el pueblo donde creció vuestro abuelo- respondió mi abuelo, que conducía la lata con ruedas
-¿Y por dónde queda?- preguntó mi hermana
-¿Conocéis la Vega del Pas?- interrumpió mi abuelo
-Emm… ¿no?- dijo lentamente mi hermana
-¡Ah, sí! ¡Por dónde los sobaos!- exclamó mi hermano
-¡Más o menos! Vais a ver dónde nací y crecí, pero más os vale que os esteis callados- replico mi abuelo

Y se armó un silencio casi absoluto, porque cuando mi abuelo mandaba callar, había que callarse. Y cruzamos en seguida la autopìsta y llegamos a una carretera secundaria rodeada de frondosos árboles que parecía jungla. Y el silencio solo se rompía por el paso de un coche, por la batalla de codazos y patadas que hacíamos por buscar sitio cada vez que los abuelos no miraban y por algunos gemidos apagados de mi hermana, que al ser la pequeña, era a quien más sufría en la guerra

Pero llegó el tormento, la carretera pareció hacerse más y más estrecha, y el camino se hizo cada vez más sinuoso y comenzaron los volantazos. De pronto, en montones giros bruscos, empezamos a desplazarnos los tres que estábamos en los dos asientos que ocupaban el espacio de uno de un lado a otro, aplastando al que estaba en el otro lado por cada volantazo, que ocasiona un montón de lamentos, gemidos y gritos de dolor en los que convirtió el coche en una cámara de tortura, mientras a mano izquierda o derecha, dependiendo en qué postura estabas tras el volantazo, podrías ver como se iba creciendo un especie de acantilado hacia el abismo se iba acrecentando a cada vuelta, viendo que cualquier giro tan brusco, que eran de 360º, parecía acercarnos a la muerte

Por fín, llegamos a una carretera más lineal, después de la paliza recibida, no teníamos ganas de reanudar la batalla de patadas, y no tardamos poco en llegar a un pueblo alejado de la mano de Dios en el que nos paramos y en que no tardamos en salir nosotros tres del coche en plan “¡Libertad!”, entonces nuestro abuelo dijo:
-¡Ya estamos aquí!
Y pensé: “Menos mal, 5 minutos mas en ese coche y nos tienen que llevar a urgencias”, paré a observar el pueblo y parecía fantasma pues no veía ningún alma y pregunté:
-¿Y la gente?
-Verás, Terrón, a veces la gente se va del pueblo porque ven que en la ciudad se vive mejor y los deja abandonados -contestó mi abuela

Y no es que pareciese un pueblo fantasma, es que era un pueblo fantasma, no tardé en fijarme en las casas semiderruidas, algunas incluso parcialmente quemadas, llenas de paredes con grafitis y demás garabatos

Entonces, empezaron mis abuelos a andar, dirigiéndose a lo que parecía la plaza del pueblo y nosotros detrás mirando absortos las múltiples casuchas que se veían diseminadas por el pueblo y los numerosos campos vacíos siendo engullidos por la maleza y el bosque

Ya en la plaza, mi abuelo señaló la derruida iglesia y dijo.
-En esta iglesia, el cura don Anselmo daba sus misas los domingos mientras los demás días daba clases a los niños, perdonaba los pecados de quienes se confesaban, organizaba bautizos, bodas, comuniones….

Señaló lo que parecía ser una vieja taberna y dijo:
-Ese bar era de Tomás y de Ana, por la noche, al terminar la faena, todo el pueblo iba a beber aquí, el partido de fútbol, el grupillo que jugaba a las cartas todos los días, las jarras de cerveza que se deslizaban por la barra y las tapas que se comían cosa mala, todo el pueblo estaba allí: Luis, Miguel, María, Paco, Sergio, Gabriel, Lucia….

Señaló una farmacia, como no, en ruinas y repitió:
-Esa era la farmacia era de… de…. ¿Óscar?, si, si, era de Óscar, bueno hacía las veces de doctor, y cuándo alguien tenía que quedarse en cama iba a su casa y le traía todos los medicamentos, e incluso hacía de veterinario para las vacas, un buen tipo

Señaló una tienda y reiteró:
-Esa era la panadería de Victoria, todos los días a cada mañana había una cola que ocupaba toda la calle mientras ella no daba abasto en sacar panes del horno, ¡os hubiera gustado comer algunos de sus pasteles de limón o de chocolate!

Volvió a señalar otra tienda y dijo:
-Eso eran los ultramarinos de Juan, podrías encontrar conservas y botellas de todo tipo, nunca faltaba de nada y hasta se fiaba, no como ahora, no tenía nada que envidiar a un supermercado de Santander

Luego respondió:
Y en esta plaza estaba desierta por las mañanas pero por las tardes, cuando los niños salían del colegio, se convertía en un patio de juegos para rayuelas, de peonzas….

-¿Y eso, abuelo?- interrumpió mi hermanita, señalando a un viejo edificio des con un amplio patio

-Eso, nieta mía, era la escuela, allí estudié toda la primaria, me enseñaba don Anselmo, doña Clara, don Victor…. eran mucho más severos que los profesores de ahora, ¡ay!, sabían colocar a los alumnos en su sitio…. aunque bueno, doña Clara tiraba demasiado de regla.
Aún recuerdo a mis compañeros: Eloísa, Carmen, David, Claudio, Eduardo, Fernando, Leticia, Sandra, Ismael, ehhh….. Carlos… esto….
bueno, en ese patio, jugábamos todos los recreos en los columpios….

Pero volvió a interrumpir mi hermanita:
-¿Puedo ir a los columpios? Porfiii…..

-”Venga, vete” - resoplo mi abuelo

-¿Podemos ver tu antigua casa?- pregunté yo

-Claro, querida, ¿tienes tú la llave? -preguntó mi abuelo a mi abuela

-¿pero no se supone que la traías tú? -contestó mi abuela

-En fín, hemos venido demasiado tarde y está empezando a anochecer. Llama a tu hermana que nos vamos -ordenó mi abuelo

-¿Yaaa….?¿Y para estar tan poco nos mandas venir? -balbuceó mi hermano

Mientras mi hermano llamaba a mi hermana que estaba balanceandosé en un pequeño columpio oxidado, oí a mi abuelo quejarse : “Ayy….eran mejores tiempos”

Pero no lo le eche importancia, me preocupaba más el tormento que íbamos a sufrir en la vuelta con el seiscientos


Escrito por Terron de Azucar