NADA TERMINA (RELATO DE TERROR)

Day 2,484, 23:18 Published in Spain Spain by Borjalakis

NADA TERMINA


El antebrazo yacía sobre el frío suelo del callejón. El inspector Tamas, con la cara blanquecina por la imagen, miró con resignación la fachada del edificio de enfrente, se mesó el mentón y pidió a una agente que avisasen al forense de guardia. Su anterior compañero, un comisario con cerca de 18 años de experiencia y toda la vida en el cuerpo, no pudo aguantar ni un día más la presión ocasionada por el caso y presentó su dimisión.

De pie, el inspector tenía una visión general de la zona. Centró su atención sobre el amputado antebrazo y describió un alfiler clavado en cada una de las yemas de los dedos. Además, observó como el miembro fue arrancado del resto del brazo, los huesos astillados, las venas y arterias desgarradas y la carne con una ligera decoloración. La ausencia de sangre indicaba que alguien habría caminado con él y lo había depositado ahí por alguna razón, ¿pero cuál?.

El forense llegó sin tardar, ya había sido avisado y en pocos minutos ya estaba agachado tomando notas. Su cara no mostraba sorpresa, es más, rápidamente identificó un patrón común con el resto de amputaciones que durante el último mes habían inundado la ciudad.

Tras presentarse el inspector al forense, éste le indicó que era el sexto antebrazo encontrado y que ninguno tenía nada en común. De repente, Tamas giró la cabeza rápidamente, como si hubiese visto algo al fondo, una sombra fugaz. No le dio importancia y siguió hablando con el médico sobre lo encontrado.

El día había sido largo y por fin llegaba a casa. Tras descalzarse y tirarse en el sofá, el agente se frotó los ojos recordando una y otra vez, como fogonazos en su mente, los alfileres clavados, los huesos rotos, la carne putrefacta. Su corazón se aceleró cuando volvió a ver al fondo del pasillo otra vez aquella sombra que atisbó en la calle. Se levantó del sofá, cogió su arma reglamentaria y con paso firme fue a ver qué o quién estaba en su casa. No había nadie aunque notó que alguien le observaba en un segundo plano.

Se tumbó en la cama y no tardó ni diez minutos en dormirse. Sin embargo, a las pocas horas, se despertó. Al girarse, vio en la esquina de la habitación una figura que le miraba fijamente, una forma etérea que no tocaba el suelo. El miedo recorrió su cuerpo como una descarga. Intentó el inspector coger su arma pero una fuerza le lanzó contra la pared dejándole inconsciente.

A la mañana siguiente, una brecha de 4 centímetros estaba siendo curada por los sanitarios en la cabeza del agente. Por más que le preguntaban, no podía explicar la situación y porqué había huellas de manos ensangrentadas por toda la habitación, incluido el techo.

De vuelta al despacho y con todas las pruebas encima de la mesa intentaba encontrar un punto de unión entre todas ellas, algo que le pudiese dar información sobre el sanguinario causante de las mutilaciones que habían llegado a paralizar la ciudad. Todos los recursos del departamento de policía destinados al caso y el maldito autor campando a sus anchas.

Se le ocurrió unir a las pruebas las fotos de las huellas de su casa pero no veía nada. En la radio comenzó a sonar Crazy de Aerosmith y fue el momento en el que se sentó en su sillón y cerró los ojos. Visualizó las pruebas, sintió la música y se dejó llevar. Su mente se liberó.

Los días pasaron y lo único que aumentaba era el número de expedientes en el forense. La paciencia de la prensa acababa, la gente se movía en patrullas y la tensión se podía cortar en el ambiente. Tamas pedía tranquilidad aunque sabía en su interior que era mentira. Sin ideas de por donde seguir, sin ni siquiera una identificación de los restos, sin poder dar una explicación a las miles de preguntas que todos se hacían.
Volvía a revisar in situ los escenarios y lo único que sentía era la impresión de que era vigilado; la impresión de que era observado en la oscuridad.

Nunca había creído en esas cosas pero decidió hacer caso a su compañera Sbett, esa linda mujer que cada día, con solo mirarla, le alegraba la vida. El origen húngaro del inspector le hizo recurrir a una vieja zíngara, amiga de su abuela y que de pequeño solía visitar su casa y darles algunos kürtöskalács, dulces típicos magiares.

Se acercó a verla a su casa y ella, al ir a abrir la puerta, dio un salto hacia atrás y santiguándose mientras decía palabras irreconocibles le indicó con la mano que se marchara. ¡¡Turul!!, ¡¡turul!! gritaba la anciana mientras, con los ojos inyectados en sangre y presa del pánico caminaba de espaldas hasta que se perdió en la oscuridad de su casa.

La situación le incomodó a la vez que le hizo sentirse muy extraño. Esa amable señora había reaccionado como si hubiese visto al demonio delante de ella. ¿Sería éste el caso?.
Cabizbajo y sorprendido se marchó Tamas hacia su casa.
Al girar la llave, un viento infernal le lanzó al interior del recinto, donde todo estaba roto y dando vueltas en el aire en un vórtice negruzco y maloliente. El fin de sus días parecía cerca. Los objetos le golpeaban y herían. El caos era perfecto. Tamas giraba y giraba esperando que objeto acabaría con su vida, que artefacto se clavaría en su cuerpo arrebatándosela en un suspiro.

Logró vislumbrar la sombra que desde hacía tanto tiempo le había estado acompañando. Una sombra al fondo de la habitación y que se volvía más oscura a medida que el miedo se apoderaba de él. La sombra abrió los brazos formando una silueta de un águila negra. La lluvia de rayos hizo relucir todo el edificio. Escalofríos recorrían todo su cuerpo mientras notaba que no le quedaban más fuerzas.

¡¡TURUL!! gritó la anciana desde la puerta de la casa. La imagen del averno giró la cabeza y fijó sus cuencas en ella. El volver a verla hizo que las lágrimas brotaban de los ojos de Tamas a la vez que con la mirada la daba las gracias. No aguantó más el inspector y con la marcha del último aliento de vida se convirtió en otro objeto más dando vueltas y desmembrándose a medida que giraba y giraba.

La sonrisa maléfica del ente dejaba a las claras que ya había conseguido su propósito, otra alma con la que seguir anclado en nuestro mundo. La anciana magiar cayó de rodillas ante él a pesar de mantener con entereza su lucha contra él. Sacó como pudo unos alfileres y comenzó a clavárselos en las yemas de los dedos. El acto hizo encolerizar al ser que con un grito ensordecedor comenzó a levitar. Los cristales comenzaron a reventar y muchos de los objetos que daban vueltas salieron despedidos hacia la calle.

Con un acto de poder infinito el ser infernal levantó a la mujer en vilo y la puso a su altura, cuencas frente a ojos, sonrisa frente a entereza, maldad frente a ayuda. ¡¡TURUL!! gritó la anciana y éste, sin compasión, no dudó en dejarla caer.

“¿es usted el forense, verdad? Hola doctor Winleight, viendo que no viene Tamas, yo seré el nuevo inspector del caso”.