La Argentina, al compás de la escuadra

Day 2,998, 19:37 Published in Argentina Argentina by Saccopharynx

El papel de la Masonería en hechos fundamentales de Latinoamérica
por Eduardo Fort, Licenciado en Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

(…) No creo conveniente hable Ud. lo más mínimo de la logia de Buenos Aires. Estos son asuntos enteramente privados, y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos (…) (El General José de San Martín en carta a su ex subordinado, el general Guillermo Miller, Bruselas, 19 de abril de 1827)

El 20 de septiembre de 2015, una nota publicada por el periódico digital argentino Infonews, firmada por Sergio Di Nucci, anunciaba, quizá un tanto pomposamente, que la Masonería Argentina “abría sus puertas” al mundo exterior.

Pese a que durante mucho tiempo desarrolló sus actividades con discreción y reserva, no es cierto que la Masonería haya permanecido al margen de la realidad argentina. Es más: Durante muchos años, fue un actor preponderante en la Historia del país y coadyuvó a concretar algunos de los hechos fundamentales del devenir latinoamericano, en general, y rioplatense en particular.

Aunque las leyendas pretenden que la Masonería llegó a la Argentina de la mano de Gran Bretaña, esto no es cierto. La primera logia de la que se tiene registro en el Río de la Plata es la Logia “Independencia”, fundada –presuntamente- por inmigrantes franceses que se vincularon con la población criolla a finales del siglo XVIII. Como corresponde en el ordenamiento masónico, esta logia venía avalada por una “Gran Logia” que le otorgaba regularidad; en este caso, el Gran Oriente de Francia. El fundador de la Logia Independencia no era un desconocido: Se trataba de Julián Baltasar Álvarez (1788-1843), uno de los próceres que más luchó por la emancipación nacional (de ahí, el nombre de su logia) y quien recibió al general José de San Martín en su llegada al entonces Virreinato del Río de la Plata, en 1812.

Este recibimiento no fue casual: En 1797 se había fundado en Londres la Logia Lautaro, también conocida como “Gran Reunión Americana”, “Logia de los Caballeros Racionales” o “Logia Lautarina”. Una breve enumeración de algunos de sus miembros fundadores impone respeto. Alcanza con citar a los venezolanos Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Andrés Bello; a los argentinos José de San Martín y Bernardo de Monteagudo o al chileno Bernardo O’Higgins, todos ellos libertadores de sus respectivos países y de otras tantas naciones latinoamericanas. Fue en Buenos Aires donde San Martín, Álvarez y Monteagudo se juramentaron contribuir a la independencia de América del Sur, apoyándose (aunque, probablemente, sin depender de) los planes pergeñados por el general escocés Thomas Maitland (1759-1824), quien propuso conquistar “capturar Buenos Aires y Chile” para luego “emancipar Perú y Quito”. Las expediciones libertadoras de San Martín guardaron, todo sea dicho, peculiar parecido con los planes de Maitland.

En el caso de la Argentina, bastaría con afirmar que el Padre de la Patria (el general José de San Martín), el creador de la bandera nacional (el general Manuel Belgrano) y el redactor del himno nacional (Vicente López y Planes) fueron masones. Sin embargo, la presencia masónica no queda en eso.

Todos los integrantes de la Primera Junta de Gobierno –creada en 1810 por iniciativa de la burguesía porteña, ante el apresamiento del rey Fernando VII por Napoleón- eran masones, con la excepción del general Miguel de Azcuénaga (1754-1833).

Conseguida la libertad de los países latinoamericanos (en su mayoría, producidas las revoluciones entre 1810 y 1830), la Masonería intentó apoyar la construcción de los diversos estados-nación, terminando con décadas de sangrientas guerras civiles.

Aunque el brigadier general Juan Manuel de Rosas -figura principal de la política argentina entre 1835 y 1852- no fue masón, sí lo fueron la mayoría de sus ministros y hombres de confianza, como el diplomático Manuel Moreno (1782-1857), embajador en Estados Unidos y hermano del legendario revolucionario Mariano Moreno (1778-1811), Secretario y factótum de la ya citada Primera Junta. Fue masón el periodista, escritor y político José Hernández, autor de “El gaucho Martín Fierro”, considerado el Quijote de las letras argentinas.

No puede quedar fuera de esta descripción el escritor, docente, militar y estadista Domingo Faustino Sarmiento (1811-188😎, de ferviente actuación masónica y también grado 33.

Auténtico artífice del progreso cultural y científico del país, gobernador de la Provincia de San Juan entre 1862 y 1864, presidente entre 1868 y 1874, senador nacional entre 1874 y 1879 y ministro del Interior en 1879, el busto de Sarmiento decora la entrada del Gran Templo de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones, en Buenos Aires.

La Batalla de Pavón -que tuvo lugar el 17 de septiembre de 1861- marcó el final de las guerras civiles argentinas y la desaparición de la Confederación Argentina, con la supremacía del entonces Estado de Buenos Aires. A muchos historiadores les intrigó, durante décadas, el porqué de la retirada del general Justo José de Urquiza (comandante confederado) del campo de batalla, entregando la victoria al general porteño Bartolomé Mitre. Ambos masones (y ambos grado 33, el más alto de la Masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado), es probable que haya existido un “pacto masónico” para terminar con la conflagración y avanzar hacia la consolidación del país.

La presencia de los cofrades del compás y la escuadra fue determinante para el progreso del país sudamericano. Como muestra, baste con decir que fueron masones al menos catorce presidentes (Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen y Agustín P. Justo), ocho jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Salvador María del Carril, José Barros Pazos, José Benjamín Gorostiaga, José Figueroa Alcorta, Benjamín Victorica, Antonio Bermejo, Roberto Repetto y Antonio Sagarna) e innumerables parlamentarios, artistas, periodistas y un larguísimo etcétera. Como dato de color, la figura política más relevante de la segunda mitad del siglo XIX, el general Julio Argentino Roca, no fue masón, pero si lo fueron su hermano (el también general Rudecindo Roca) y su hijo, Julio Argentino Roca (h), quien fuera vicepresidente de Agustín P. Justo.

Miembros de la Masonería fundaron partidos políticos (la Unión Cívica Radical, en el caso de Leandro N. Alem; el Partido Socialista, en el caso de Juan B. Justo), sindicatos (la Federación Tipográfica Bonaerense, primer sindicato argentino y la Fraternidad, que nuclea a los conductores del ferrocarril) y hasta agrupaciones sectoriales como la Sociedad Rural Argentina, que nuclea a los grandes propietarios agropecuarios del país. Dardo Rocha (1838-1921), fundador de la ciudad de La Plata –capital de la provincia de Buenos Aires- en 1882, le dio un trazado indudablemente masónico al diseño urbano.

Los ejemplos podrían seguir hasta hartarnos y no entrarían en estas páginas. Es indudable que la Masonería hizo, hace y hará mucho por el avance de la sociedad.

Quizá sea hora de que los Hermanos reivindiquen su Obra y entren con paso decidido en el siglo XXI.